LA EUFORIA por la conquista de la Selección Argentina en el Mundial de Qatar 2022 empezaba a apagarse, pero hubo dos periodistas que se encargaron de mantenerla encendida: Alejandro Wall y Gastón Edul editaron La Tercera, de Planeta, una crónica urgente para narrar la gesta tanto desde la intimidad como desde la periferia.

Ahora, a punto de cumplirse un año de la proeza del equipo de Lionel Scaloni, vio la luz la continuación de la obra pero con foco para los chicos y las chicas que, en términos generacionales, al fin tuvieron su Mundial y, sobre todo, su superhéroe: Lionel Messi.

 

Un anticipo

Son las 21.40 y el estadio Lusail es el centro de la felicidad argentina. Una voz anuncia a Lionel Messi, el capitán de la Selección. Sus compañeros y el cuerpo técnico lo esperan en el escenario, cada uno con su medalla de campeón del mundo en el pecho. Messi ya había estado ahí para recibir el premio al mejor jugador del Mundial. Pero esta segunda vez va por lo que siempre buscó: la Copa del Mundo. 

En el escenario le colocan la medalla. También una túnica negra: el bisht, que en el golfo árabe es un traje de gala. y le dan por fin ese objeto tan deseado de 36,8 centímetros y 6,170 kilos, cinco de ellos de oro macizo de 18 quilates sobre una base de trece centímetros de diámetro con dos anillos concéntricos de malaquita, un mineral de color verde.

Messi ya tiene la copa entre sus manos y la agita levemente mientras camina lento hacia sus compañeros, paso a paso, tratando de que el momento de éxtasis se estire. Cuando llega, cuando está con todos, la levanta y el Lusail explota, se ilumina el cielo de Doha con los fuegos artificiales y lo que se termina ahí son años de angustia.

Ahora, como le había dicho Messi a su familia desde el campo de juego, ya está. Es el triunfo de una Selección que se fusionó con su pueblo. Se siente también como un acto de justicia con Messi y toda una generación.