¡Habla memoria!

Daniel Vega, una flecha para el arco

Llegó como tercer arquero, nunca dejaron de traerle titulares, esperó paciente su turno y en un año negro para River, el Indio fue de los pocos que se salvó del incendio e hizo olvidar por un tiempo el dilema de los tres palos.

Por Redacción EG ·

10 de marzo de 2010

Nota publicada en la edición febrero 2010 de la revista El Gráfico.

Dos partidos en dos años son una estadística capaz de tumbar al más pintado. Y ni hablar si uno recién está empezando a gatear en el fútbol. Con dos partidos jugados en dos años de inferiores, Mario Daniel Vega armó su bolsito en la Ciudad Deportiva de San Lorenzo y rumbeó hacia el sur, para su Cutral Có natal y querida, en la provincia de Neuquén. No pensaba volver a Buenos Aires. Ni a San Lorenzo, que lo había dejado libre, ni a ningún otro club. Era demasiado sacrificio para tan poca recompensa. Dos partidos en dos años, dejate de joder.

Imagen DE MATADEROS al Monumental sin escalas. Ni él pensó que iba a tener esa oportunidad.
DE MATADEROS al Monumental sin escalas. Ni él pensó que iba a tener esa oportunidad.
“Mi intención era no jugar más, estaba muy bajoneado, decepcionado, sin entender la lógica del fútbol: me había roto el alma y sólo había atajado dos veces. Pensaba quedarme en mi ciudad a estudiar. Y a laburar, porque de vago no iba a vivir. Hablé con mi viejo. Me dijo que pensara bien qué quería hacer, que ellos me iban a apoyar siempre en la decisión que tomara, pero que no me dejara vencer y apostara a lo que me hiciera feliz. Mi vieja siempre quiso que me quedara allá, incluso si le preguntás hoy, te dice lo mismo, pero en fin, agarré coraje y vine a probar suerte otra vez a Buenos Aires. Al poco tiempo entré en Chicago y después la historia ya es más conocida”.
El puesto de arquero es especial. Salvo caso de lesión, no existe la chance de ingresar en medio de un partido, de jugar un tiempo, de sumar minutos, de ir calentando motores para  mostrarse ante el público. Ahora, ver cómo desfilan en forma completa 52 partidos en una temporada y no poder ni siquiera entrar al rectángulo de juego un mísero minutito, y recibir como máximo galardón la posibilidad de sentarse 9 veces en el banco de suplentes (ver recuadro), conforman una estadística capaz de aniquilar al más optimista.
Eso le ocurrió a Mario Daniel Vega en su primera temporada en River, la 2007/08, con Passarella primero, Gabriel Rodríguez después y el Cholo Simeone al final. Desde aquel momento hasta no hace demasiado, Vega siempre pareció ocupar el casillero fijo de “tercer arquero”. Llegó en tal condición, cuando por arriba tenía a Ojeda y Leyenda; bajó un escalón (4°) cuando Juan Pablo Carrizo regresó de Italia; y en las dos últimas ocasiones, cuando contrataron sucesivamente a Mariano Barbosa y a Nicolás Navarro, todos con roce europeo e importante envergadura física, la sensación es que en el club no le tenían demasiada confianza, por no decir ninguna, como si se diera por descontado que al Indio Vega no le diera el piné para ser el uno de River.
“No entré ni un minuto en mi primer año en el club pero me había puesto en la cabeza que no me iba a ir de River sin haber jugado un partido, sin al menos saber qué se siente defender esos colores. Así que traté de aguantármela, junté coraje como cuando era pibe, jugué en Reserva, que me ayudó muchísimo, y me maté entrenándome para esperar mi chance, que en algún momento se tenía que dar”.
El que habla, claro, es Daniel Vega, hoy por primera vez en funciones como arquero titular de River. Con una bolsa de hielo en la rodilla para amortiguar los efectos de una tendinitis molesta, siente que al fin se ha escuchado su deseo gritado en forma de plegaria. “Ojalá termine un torneo y no se hable tanto de que River necesita un arquero”, se había ilusionado Vega hace unos meses. Hoy, al fin, esos deseos se hicieron realidad.
¿Te reconforta, te alivia o te motiva que River no busque un arquero?
-Gracias a Dios no se habló tanto como pasa en cada final de temporada. Me reconforta y me da alegría que no se nombren tantos, significa que valoraron lo que hice. El jugador, al irse de vacaciones, se fija qué piensa el entrenador y la dirigencia, y en este caso pude disfrutar las vacaciones un poco más tranquilo que otras veces. Igual sé que la debo luchar, aunque no venga ningún arquero tengo una gran responsabilidad y siempre se puede mejorar. Sé que si me quedo con lo que hice el semestre pasado y me tiro a chanta o me creo que el puesto está asegurado, voy para afuera. No se puede bajar la guardia, es necesario estar atento para dar lo mejor.
-¿Astrada te dijo que ibas a ser su arquero?
-Al poco tiempo de asumir, un día Astrada me puso para los titulares y Javier Sodero se me acercó a hablar y me dijo que me tocaba esta oportunidad. Fue muy lindo el respaldo que me hicieron sentir. No me aseguraron nada, porque la titularidad no te la puede asegurar nadie, te la vas ganando vos con los partidos, pero me sentí muy respaldado por este cuerpo técnico, más allá de que pueda salir del equipo en algún momento por bajo rendimiento. El respaldo se siente en el modo que tienen de transmitirle al jugador la tranquilidad. No me han dicho: “Daniel, vos acá sos el arquero y no te saca nadie”, pero con los años uno se da cuenta.
-¿Qué te aportó Sodero?
-Estimula a corregirnos. Al día siguiente del partido, te saca aparte y te marca detalles de las jugadas, si fue culpa tuya o no, como escuchás del periodismo. También me pide que intente salir jugando con los pies. Las palabras de él me dejan tranquilo y me enseñan. Eso afuera, después, adentro de la cancha el arquero es como el boxeador, está solo en el campo. Por un lado el equipo; el arquero, aparte, tratando de cuidar el arco y nada más..

Imagen INDIO PINTADO EN LA PIEL. El arquero de River cuenta que sólo tiene 3 tatuajes. Este es una síntesis del Apocalipsis.
INDIO PINTADO EN LA PIEL. El arquero de River cuenta que sólo tiene 3 tatuajes. Este es una síntesis del Apocalipsis.
“¡Scoponi, brillante Scoponi!”, gritaba el Chino Vega en las canchitas peladas de Cutral Có. “En mi ciudad no se conoce el significado de la palabra ‘pasto’, hay mucho viento y el clima es seco. Yo tenía que atajar con dos buzos para no pelarme todo”, asegura entre sonrisas, con ojos achatados que delatan a simple vista el porqué de su apodo de infancia. ¿Y por qué le dirán Indio, entonces? “Bueno, me parece que los rasgos están más que a la vista, ¿no?”, contesta y vuelve a sonreír. “Me lo puso un señor en la pensión de Chicago. Siempre me gustaron las cosas vinculadas a los indios, los pibes me preguntaban si tenía algo que ver con ellos, si era descendiente de alguna tribu. Y no, nada que ver, pero si lo hubiera sido lo contaría con mucho orgullo”, explica sin dudar, y al mismo tiempo enseña su tatuaje mayor, el que le asoma por debajo del hombro izquierdo, un indio mohicano. Y enseguida muestra el segundo, un calendario maya en su pierna izquierda, mientras recuerda que antes, ahí mismo, había otro tatoo de los Redonditos de Ricota, que no sólo reflejaba su afinidad por el rock and roll, sino que servía para sumar otro aborigen a su colección: el Indio Solari.
En fin, de cualquier modo, ¿a quién se le podía ocurrir identificarse con Scoponi en una lejana ciudad del Interior, donde o sos de Boca o sos de River o con suerte de los otros tres grandes? Pues Danielito no gritaba “Navarro Montoya” ni “Islas”, ni “Comizzo”, ni “Fillol”. Sus amigos lo miraban como si enfrente tuvieran a un marciano recién llegado del espacio. “Era para gastar a los de Boca. Un tiempito atrás, Newell’s les había ganado la final del campeonato en la Bombonera con los penales atajados por Scoponi y esa imagen me marcó, además siempre fui hincha de River, como todos en mi familia salvo Javier, uno de mis tres hermanos, el contrera de la casa. Y era un hincha bastante fanático”, aclara, y ante la duda de ser considerado un vende-humo oportunista, cita testigos para ser indagados en la causa. “Andá al buffet de Chicago y preguntale a Bernabé, el dueño, las que se armaban en los River-Boca, cuando mirábamos los partidos ahí. Nos matábamos. Por supuesto, nadie tenía el codificado así que nos juntábamos en el club o en un bar a ver el partido y la cosa estaba dividida. Obvio que el cariño por Chicago siempre va a estar, pero en las ciudades chicas somos casi todos de Boca o River. A mi papá le encantaba Funes. Estando en la pensión de San Lorenzo vine a ver a River  campeón en 2002 contra Argentinos, fui a la San Martín alta y grité bastante”, detalla, y recibe el veredicto favorable del juez.
Imagen HASTA en el festejo de los goles los arqueros son especiales. Y deben gritar en soledad.
HASTA en el festejo de los goles los arqueros son especiales. Y deben gritar en soledad.
Cuarto y último hijo de una familia de laburantes, el padre es empleado municipal; y la madre, encargada en la cocina de una cooperativa de luz. Se podían considerar afortunados, ya que tener trabajo en Cutral Có no era sencillo, sobre todo cuando la fiebre privatizadora llegó a YPF, dejó a miles de personas en la calle y las rutas de la zona vieron nacer un fenómeno que luego sería una pesadilla en las grandes ciudades: el de los piquetes.
“Cuando tenía 13 años y jugaba en Buenos Aires, llegaba a Neuquén y acompañaba a un primo a repartir gaseosas en un camioncito. En Chicago, para juntar unos pesos para ir a bailar, lo ayudábamos a Bernabé en el buffet: preparábamos las ensaladas y servíamos la comida”, recuerda. Eso sí: el Alianza era un club vedado para su estatus: “Estaba en un barrio muy bien ubicado, entonces ahí jugaban siempre ‘los hijos de’, y después estaba el otro club, donde todo era más a los ponchazos, el Petrolero Argentino”.
 En sus comienzos, de todos modos, el flaquito que crecería hasta 1 metro 89, tenía en su mente la obsesión del gol. “Me gustaba jugar adelante y me iba... más o menos, era de esos delanteros pata de palo que meten goles de cabeza. De esos. Siempre pedía que me tiraran centros hasta que una vez fuimos a jugar un campeonato de barrio, faltaba el arquero y como también me gustaban los guantes, atajé. Anduve bien y quedé”.
-¿Hasta dónde creés que hubieras llegado como delantero?
-A River seguro que no (respuesta intuitiva, casi de reflejo), así que no me arrepiento del cambio. Siempre pensé que los puestos más lindos son los de arquero y delantero. La sensación de hacer un gol debe ser increíble. Les pregunto a los chicos qué sienten. Y arquero está bueno, también. Si bien es un puesto ingrato, porque no tenés margen de error, mandarte una volada es hermoso. A veces los jodo a Ferrari y Villagra, les digo que el 3 y el 4 no existen, no hacen nada, por ahí un gol cada tanto. El arquero, en cambio, es otra cosa.
Imagen EN EL VERDE de Benavídez, se ríe de sí mismo cuando dicen que los rasgos de Indio están a la vista. En Cutral Có le decían Chino.
EN EL VERDE de Benavídez, se ríe de sí mismo cuando dicen que los rasgos de Indio están a la vista. En Cutral Có le decían Chino.
-¿Cómo llegaste al club? No es común saltar de Chicago a River...
-Hasta yo me sorprendí, porque además venía de ser suplente un campeonato entero con la llegada del Mono Navarro Montoya. Así que pasé de ser suplente en Chicago a que me comprara River. No entendía nada.
-¿Y con qué expectativas llegaste: fija como tercero o con ilusiones de pelear?
-A mí me dijeron que apostaban a un arquero con futuro. Me la veía difícil. Siempre que quedábamos dos se hablaba de otro más. Es muy jodido ser tercer arquero, no concentrarse, los golpes son duros, se sienten y en un punto te empezás a agotar. Eso sí, en estos casos tenés que matarte laburando y el día que te dan una chance, la tenés que romper.
-¿Cuándo sentiste que te empezaban a considerar, que confiaban en vos?
-Recién ahora siento que me he ganado el respeto y la confianza de mucha gente, después de romperme el alma siento que mucha gente me banca. Yo, de chico soñaba con llegar a Primera División. Y el día que entré por primera vez a una cancha, con Chicago, fue algo muy emocionante. Es increíble, pero todavía hoy me pasa que cada vez que entro a la cancha con esta camiseta, me siento, no sé, el más grande del mundo, te parás frente al arco y ves la gente atrás y a tus compañeros con la camiseta de River y me sigo emocionando como el primer día. Pienso en lo que debe sentir mi viejo. A veces me gustaría estar en la piel de mi viejo, viendo al hijo jugar en la Primera de River. Debe ser algo impresionante.
Rockero por influencia de su hermano mayor, le toca librar en el vestuario una batalla desigual y casi perdida contra la cumbia y sus derivados. Con profesor de guitarra, anda tratando de sacar “Como un cuento”, de Divididos, y destaca que le gustan las bandas en las que suenen mucho las violas. Su Tope five incluye a La Renga y Divididos entre los locales; y a Pink Floyd, AC/DC y los Rolling Stones entre los de afuera.
-¿Se palpa un cambio de clima en el club con el nuevo presidente, un aire renovado?
-Sí, es obvio, arranca un nuevo ciclo con una nueva gestión y puede ser que haya otra energía en el ambiente.
-¿Te preocupa el promedio?
-No, porque sé la calidad de jugadores que hay en el plantel y porque estoy convencido de que vamos a hacer un buen campeonato
-¿En qué basás tu optimismo? Son casi los mismos que el año pasado.
-Veo que el grupo se hizo muy fuerte en este tiempo y también noté que crecimos en lo futbolístico con la llegada de Leo. Algunos menosprecian el plantel que tiene River pero muchos chicos que están acá ya fueron campeones, entonces para mí todo pasa por rachas que van teniendo los jugadores. Fue un golpe muy duro terminar últimos, perdimos la confianza y muchos bajaron el nivel. Pero ya está: somos River y tenemos la obligación de pelear el campeonato, no hay otra.
-River anda buscando un nueve, ¿no te dio para hablarle a Astrada?
-No, no (risas), River necesita un buen delantero. Aparte... hay que cuidar el lugar que uno se ganó, ¿no te parece? .
Por: Diego Borinsky / Fotos: Jorge Dominelli.