Copa América

EL MEJOR MESSI

Disfruta más y sufre menos. La naturalidad con la que hace todo provoca que se pierda la capacidad de asombro. Una nueva entrega de "Escenas de Selección", la sección de Daniel Arcucci.

Por Daniel Arcucci ·

04 de julio de 2021

“La evolución de Messi como jugador es algo de no creer. Hoy es muchísimo mejor que cuando ganó los cinco Balones de Oro. Entonces, decís: ‘¿y cómo puede ser mejor?’ Y, sí, es mejor”, se asombraba Javier Mascherano allá por mayo de 2018, poco antes del Mundial de Rusia. Después, se sabe, Sampaoli se traicionó y pasó lo que pasó. Pero el concepto, ya no la frase, vuelve ahora, tres años después de aquello y seis del quinto Balón de Oro, aunque en 2019 ganó el sexto: ¿es posible decir que es mejor ahora que entonces? En la selección, puntualmente, ¿podía considerarse que es más que cuando llegó a la final, también en Brasil, pero del Mundial 2014? Es más integral, seguro. Más completo, tal vez. Y más maduro, sin dudas.

 

 


Hay un intangible: se lo ve mejor, lo que no quiere decir que sea mejor; se lo ve mejor, lo que no quiere decir que antes estuviera mal. Pero parece disfrutar más y sufrir menos. Y no porque aquellos compañeros no y estos sí, aquellos entrenadores no y este sí; disfruta más y sufre menos por él mismo.


Hay un único problema, quizá: la naturalidad con la que hace todo -batir un nuevo récord de presencias o de cantidad de goles, transformar un tiro libre en algo más peligroso que un penal- provoca que se pierda la capacidad de asombro. Que se vuelva otro día en la oficina o en la rutina de lo extraordinario. Es paradójico: eso, la continuidad, la permanencia sin baches en lo más alto durante más de una década, es su sello diferencial, donde se vuelve objetivamente único. En lo que va de 2021 jugó 36 partidos, hizo 33 goles y 13 asistencias. En lo que va de esta Copa América es el máximo goleador (4), el máximo asistente (4), el máximo gambeteador (25) y el que más veces fue elegido el mejor del partido (4 de 5).

 

 


Allá por enero de 2014, charlando en Dubai, nada menos que Maradona, nada menos, sentenció: “Messi no necesita ganar el Mundial de Brasil para ser el mejor futbolista del mundo”. Nadie puede afirmar, de todos modos, que hubiera pasado con la memoria emocional de darse la escena, que tan cerca estuvo, de Leo levantando la Copa del Mundo en el medio del Maracaná. Pero puede intuirse. Nadie puede afirmar, ahora, el impacto que tendría verlo a él levantando la Copa América en tan mítico escenario. Pero puede intuirse.


Viviendo el presente, entonces, la búsqueda desbocada de elogios puede descolocar. Tal vez por eso sonó rara, por ser dicha como al pasar y como si no admitiera un mínimo debate, la contundente definición de Scaloni, después del partido contra Ecuador:“No se si Leo se va a cansar de escuchar elogios. Difícil que un jugador esté a su altura; es el mejor de todos los tiempos”.

 

PAREDES O GUIDO RODRÍGUEZ, ESA ES LA CUESTIÓN

 

 

Apenas se confirmó la formación titular de Argentina, un ratito antes del partido contra Ecuador, la conclusión surgió rápida, aunque no apresurada: es, era, el equipo del entrenador. Después de infinitas rotaciones, había llegado para Scaloni la hora de decidir cómo jugar un partido definitorio, sin revancha y, hay que decirlo, con lecturas de catástrofe si el resultado no era positivo. Negar que se hubieran convertido en bombas las esquirlas de las sorprendentes declaraciones de Gallardo, acerca de su sueño de dirigir la selección alguna vez y de la propuesta jamás recibida, sería de necios. En ese contexto y en esas condiciones, entonces, eligió lo que eligió en puestos que aparecían con duplas de postulantes: Molina en lugar de Montiel, Acuña en lugar de Tagliafico, Lo Celso en lugar de Papu, Nico González en lugar de Di María y / pero, sobre todo, Paredes en lugar de Guido Rodríguez.

 

 

Imagen Argentina y un categórico triunfo para avanzar a semifinales (@Argentina)
Argentina y un categórico triunfo para avanzar a semifinales (@Argentina)
 

 


“Y / pero, sobre todo” este último porque es el único que implica un cambio conceptual. Los demás, con matices de estilo o con años recorridos de diferencia, son nombre por nombre. Paredes o Guido Rodríguez implica una modificación sustancial en el modo de juego del equipo, al punto de repercutir en el rendimiento de otros integrantes. Puede darse la contradicción que, en esta Copa América hasta aquí exitosa, una solución se le convierta en problema al DT, a menos que no lo acompleje modificar lo que parece ser su convicción más profunda. Es que Guido Rodríguez ha irrumpido con una relevancia inesperada, sea desde el comienzo de los partidos o sea, como sucedió contra Ecuador, cuando los partidos empiezan a complicarse. Esto último, una marca registrada de lo más reciente del ciclo Scaloni, que en 90 minutos es capaz de mostrar dos caras tan contrastantes que pueden certificarse hasta con los números del tan cuestionado porcentaje de posesión: hasta el gol inicial de De Paul, a los 40 minutos del primer tiempo, del 68%; desde ese momento y hasta los 25 mintuos del segundo tiempo, del 32%. Además de lo que se veía a simple vista, un equipo parado veinte metros más atrás, dominado por un rival que también había cambiado actitud. Entonces llegaron los cambios: Di María por Lo Celso y Guido por Paredes, aunque este último también cambió a De Paul, que empezó a jugar más arriba y más agresivo, hasta convertirse en el mejor debajo del mejor, siempre Messi.


Los goles que sobrevinieron fueron consecuencia, no casualidad. Minimizar el 3-0, disimulando las carencias, sería tan nocivo como maximizarlo, justificando todo a partir del resultado. El equipo todavía no es El equipo. Eso sí, en la formación de los nombres comunes hay otro, así como Rodríguez, que se ha impuesto en prepotente silencio: Martínez, ese arquero que hacer parecer facilísimas atajadas dificilísimas (menos mal que le dicen Dibu, para no pasar tan inadvertido).

 

FOTO DE PORTADA: @COPAAMERICA