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Ser enganche: las líneas que le dedicó la FIFA a Riquelme

La despedida del eterno Diez de Boca y el cierre de una época que dejó de existir.

Por Redacción EG ·

26 de junio de 2023

Juan Román Riquelme pudo vivir y disfrutar el suceso más esperado de su vida luego de su retiro del fútbol profesional: el partido despedida.

La Bombonera pudo ovacionar por última vez al máximo ídolo de la historia de Boca, a poco más de ocho años de su último partido oficial. Los hinchas xeneizes colmaron el estadio emblema para verlo celebrar un día especial junto con amigos y figuras.

La despedida de Riquelme representó, además, el cierre de una etapa histórica del fútbol. El eterno Diez de Boca acaso haya transitado por el profesionalismo como el último enganche clásico. Se fue y se llevó el molde. Ya no se juega al fútbol como jugaba Riquelme.

Por eso la FIFA, nada menos, le dedicó unas líneas que tienen que ver con el resignificado, en retrospectiva, de su posición en el campo de juego.

 

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Ser enganche es ir ahí, a la zona de los centrales, y sacarle la pelota de encima a Walter Samuel, que ahora camina, descansa y se relaja en que el juego ya no pasa por él.

Ser desobediente es parte de eso. Si los libros marcan que no tiene sentido retroceder hasta una zona a tomar una posesión que pondrá a los rivales de frente y al compañero en la misma zona, anulado. 

¿Pero qué importa? 

Qué importa si el enganche confía que nada puede ser mejor que él la tenga.

Ser enganche es recostarse hacia un lado del campo de juego y esperar a que Clemente Rodríguez pase a sus espaldas, que sienta la brisa de la corrida mientras los rivales empiezan a mirar de reojo y la duda los invade.

 

El gol de Riquelme en su despedida.
 

La superioridad numérica, los desdobles, los controles orientados, los posicionamientos y el 2-1, todos conceptos incorporados de manera natural, sin estudio forzado, por una escuela única y mágica: la tierra de los potreros. La calle de Villa Fiorito de Maradona. El polvo de la tierra de Bell Ville, de Mario Kempes. 

Ser enganche es, como hacía Ricardo Bochini, esperar ahí, en una línea invisible entre los defensores y los mediocampistas rivales, con la máquina apagada para no figurar en los radares de los rivales.

Ser enganche es tener paciencia, estar a la espera del pase filtrado de Mauricio Serna y, con la recepción, ir hacia adelante. 

O no. Porque cuántos en la cancha habrán dicho "¡jugá para adelante!" o "no festejemos los pases a los costados!". 

Ser enganche es poseer una máquina del tiempo que indica que un pase para atrás es un nuevo inicio. Que el engaño, en ese momento, no pasa por el balón. Que las miradas fueron a un lado mientras la imaginación configura la siguiente secuencia. 

Ser enganche es rebotar de primera, jugar con las espaldas, esperar hasta el último momento para el pase final, como el Beto Alonso.

 

La salida de Riquelme al campo de juego.
 

Ser enganche es barrio. Aprender los controles del recuerdo de las matas de los pastos, acomodar el pie para que siempre quede a disposición. Pulir la velocidad de los pases con las deformaciones de la superficie, el ritmo de los cambios de frente, la fuerza necesaria para acariciar el balón. Con el barrio se incorpora la manera de ubicar los brazos, ubicar el cuerpo, usar los espacios a su favor.

Ser enganche es una manera de pegarle. En movimiento, siempre cerca del pie y poco recorrido. En pelota parada, caricia o bombazo.

Ser enganche es formar parte de una posición antigua que los nuevos entrenadores no fomentan, que las divisiones inferiores ya no establecen.

Ser enganche es la 10. La de Messi.

Enganche es Juan Román Riquelme, que pareció cerrar un libro en la historia del fútbol argentino, una etapa de tradición y cultura, una bandera relacionada a la alegría. Habrá otros número 10, habrá otra generación de talento único, habrá continuidad futbolera. Pero, quizás, el enganche se haya despedido definitivamente en la Bombonera.