Primera División

El Boca de Martínez: mutación, identidad y construcción de triunfos

El entrenador consiguió lo que pedía todo el arco xeneize: una idea de juego clara como vía para lograr los resultados.

Por Pablo Amalfitano ·

08 de abril de 2024

BOCA es otra cosa. Se percibe una mutación sustancial desde cada porción del arco xeneize: la gente, los jugadores y el propio entrenador.

Desde que asumiera Diego Martínez en la conducción técnica, a principios de año, Boca nunca estuvo tan sólido como en el presente. Tiene juego, tiene volumen, tiene gestación, tiene gol y, con todas las cualidades confluidas, gana. Ganar como meta en un camino de construcción, sobre todo desde la identidad.

En Boca, todo un mundo aparte, la pertenencia representa buena parte del ADN. En los últimos partidos, sobre todo en el triunfo 3-1 ante Newell's que alimentó el sueño de la clasificación, se destacó un hijo dilecto de la casa, de pura formación en Boca Predio: Equi Fernández.

El volante se transformó en un trozo inherente del engranaje de juego, un sostén esencial en la mitad de la cancha. Y es el primero que, desde la cuestión discursiva, elogia la filosofía de Martínez.

"El técnico nos da esta identidad y nos transmite una manera importante de afrontar cada partido y cada entrenamiento. Hay que seguir por este camino", reflexionó el mediocampista de apenas 21 años

¿En qué rubro radica la fortaleza del nuevo Boca? Equi Fernández lo sabe muy bien: "El equipo hizo un laburo excelente en lo grupal, para la tenencia y la recuperación. Esto nos hace muy fuertes y nos sirve un montón". 

El último triunfo de Boca: 3-1 ante Newell's en Rosario.
 

Si bien el joven mediocampista ya se transformó en un eje para el inicio de la gestación en Boca, hay otras piezas que resultaron preponderantes en los últimos tiempos, también con la marca registrada de las inferiores xeneizes, como el caso de Cristian Medina sumado a la aparición de Jabes Saralegui, a la recuperación de Luca Langoni o el aporte de otros jugadores como Vicente Taborda.

Los referentes, sin embargo, acompañan el proceso y entienden la idea que baja el cuerpo técnico. Marcos Rojo es un mariscal, un baluarte impertérrito adentro y afuera de la cancha. Luego de la victoria ante Newell's fue claro con el mensaje: "Lo que nos pide el técnico lo vemos reflejado en los partidos y eso es bueno. Este equipo no tiene techo pero depende de nosotros".

El Boca sin techo tiene un correlato en los resultados. Diego Martínez necesitaba tiempo: pertenece a esa especie de técnicos que precisan paciencia para construir una idea, transmitirla de manera clara en los ejecutantes y plasmarla en la regularidad.

"Sabíamos que para lograr los objetivos hay que seguir creciendo como equipo, agregar situaciones partido a partido que nos hacen sentir más completos: poder tener control de juego traducido en situaciones de gol y no sufrir en nuestro propio arco. No nos interesa el control por el control", explicó el DT.

Y destacó la pelea interna por jugar: "Tenemos la difícil decisión de determinar quién empieza el partido y quién no, pero siempre pensando lo mejor para el equipo. El juego fluye: hay sensación de buen control".

Boca, en efecto, fluye. Por eso está donde está: por primera vez desde el arranque de la Copa de la Liga, y por ende desde la asunción de Martínez, se encuentra en zona de clasificación a los cuartos de final. Y se instaló en los puestos de aspiración en el epílogo de la ruta, luego de tres victorias en fila: con seis puntos en disputa por delante, necesita sólo tres para asegurarse el pase a la siguiente ronda.

El presente xeneize tiene que ver con la traducción exacta de la filosofía hacia el campo de juego. Tanto en Tigre como en Huracán el entrenador había podido plasmar una idea de juego con cierta claridad, pero en Boca no prima la paciencia. Abundaban los empates. No había gol. Si no hay gol, entonces, tampoco hay elaboración.

El tiempo, no obstante, le jugó una buena pasada a Martínez: le dio espacio para transmitir. Se convirtió en un vehículo para comprar, a través del trabajo y la confianza en un proyecto, un cúmulo de victorias que confirmó la mutación: el Boca de las dudas se metió en el bolsillo a la gente y el mensaje quedó claro al interior del plantel: acaso tenga cierto sentido afirmar que este Boca, el último Boca, no tiene techo.

Imagen de portada: Matías Di Julio