Las Entrevistas de El Gráfico

2005. Concepto Redondo

Tan claro como cuando jugaba, Fernando Redondo se enfrenta a esta entrevista de El Gráfico, donde repasa su carrera, habla de Gago, de Riquelme, de Maradona y Passarella. También de su polémico paso por la Selección.

Por Redacción EG ·

05 de abril de 2023

La voz des­de Ma­drid lle­ga ní­ti­da y pau­sa­da. Di­fí­cil­men­te exis­ta in­ter­fe­ren­cia en la lí­nea, al­gún tér­mi­no suel­to sin pen­sar, es­ca­sa ela­bo­ra­ción en el ar­ma­do de la fra­se, su­per­po­si­ción de ideas. No po­dría es­pe­rar­se otra co­sa de Fer­nan­do Re­don­do, que evi­den­te­men­te tra­ta a la pa­la­bra con la mis­ma pul­cri­tud y cla­ri­dad que le ofren­da­ba a la pe­lo­ta. Sa­le siem­pre lim­pia.

No hay exa­brup­tos du­ran­te las dos ho­ras de char­la, cla­ro, y sí unos cuan­tos si­len­cios que pre­ce­den a ca­da res­pues­ta. Y otros tan­tos ine­vi­ta­bles “es­pa­ño­lis­mos” en su vo­ca­bu­la­rio, has­ta que en el cie­rre de la en­tre­vis­ta, ad­ver­ti­dos de que al Prín­ci­pe nun­ca le agra­dó ha­blar de su vi­da pri­va­da, an­te la pre­gun­ta de si al­gu­na vez se des­pei­na, si en al­gún mo­men­to, co­mo al des­per­tar­se a la ma­ña­na, se le re­be­la aun­que sea un me­chón in­dó­cil y se co­rre un po­qui­to de fo­co ese Re­don­do pro­du­ci­do has­ta el ex­tre­mo que sue­le ver­se siem­pre en pú­bli­co, se sal­drá del mol­de y sur­gi­rá con to­da la fuer­za el chi­qui­lín de po­tre­ro, bien ar­gen­ti­no: “De­ja­te de jo­der, no me ha­gás reír”.

Imagen Un cinco como los de antes, fue la idea de la producción para El Gráfico, en 1990.
Un cinco como los de antes, fue la idea de la producción para El Gráfico, en 1990.
 

Fer­nan­do Re­don­do vi­ve hoy en Ma­drid y a los 36 años dis­fru­ta lo que un hom­bre pro­me­dio ha­ría a los 25 o a los 30, qui­zás: el fin de se­ma­na com­par­ti­do con sus hi­jos, los ho­ra­rios dia­gra­ma­dos pa­ra po­der bus­car­los al co­le­gio, la so­bre­me­sa ex­ten­di­da sin lí­mi­tes ni preo­cu­pa­cio­nes. Re­co­rre su pri­mer año de ex y pa­re­ce no su­frir el due­lo, ni el va­cío. No hay sín­dro­me de abs­ti­nen­cia...

–Na­da de eso, es­toy bien, por su­pues­to que ex­tra­ño el do­min­go, pe­ro bue­no, se cum­plió un ci­clo. Hay eta­pas en la vi­da y és­ta fue una que fi­na­li­zó. Apar­te me sien­to un pri­vi­le­gia­do por la ca­rre­ra que pu­de rea­li­zar. Por otro la­do, cuan­do el re­ti­ro no es for­za­do si­no una elec­ción pro­pia, no tie­ne por qué ser trau­má­ti­co. Otra co­sa hu­bie­se si­do si por mi le­sión en Mi­lan no po­día vol­ver a ju­gar. Ahí ha­bría si­do do­lo­ro­so.

–Tam­po­co ju­gas­te mu­chos par­ti­dos en el Mi­lan, ¿te al­can­zó igual?

–Sien­to que uno de los lo­gros más im­por­tan­tes en mi ca­rre­ra fue esa re­cu­pe­ra­ción: dos años sin ju­gar, tres ope­ra­ciones, re­ha­bi­li­ta­cio­nes sin la cer­te­za de si iba a vol­ver. To­do eso su­pu­so un gran es­fuer­zo y me hi­zo cre­cer a ni­vel per­so­nal. Des­pués, es cier­to, hu­bie­ra pre­fe­ri­do te­ner más con­ti­nui­dad en el Mi­lan, pe­ro cuan­do ju­gué hi­ce bue­nos par­ti­dos y ter­mi­né sa­tis­fe­cho.

-¿Y qué es­tás ha­cien­do aho­ra?

–Dis­fru­tan­do de mi fa­mi­lia al má­xi­mo, de­sa­yu­na­mos con los chi­cos, los lle­va­mos al co­le­gio, des­pués al­mor­za­mos con ellos en ca­sa por­que van a co­le­gio cer­ca, y a la tar­de com­bi­na­mos con Na­ta­lia pa­ra ir a bus­car­los. Sue­lo ir al gim­na­sio to­dos los días, por­que me gus­ta, por­que el cuer­po me lo pi­de y dos ve­ces por se­ma­na me jun­to con los ve­te­ra­nos del Ma­drid a ju­gar un po­co: van Chen­do, Mar­tín Vás­quez, Pa­co Bu­yo, aho­ra se in­cor­po­ró Hie­rro, Mi­chel, Bu­tra­gue­ño, cuan­do se lo per­mi­te el tiem­po.

–¿Y de tra­ba­jo?

–Con va­rios pro­yec­tos, pe­ro co­mo to­da­vía no es­toy cien por cien­to con­ven­ci­do de cuál ele­gir, pre­fie­ro to­mar­me mi tiem­po. Cuan­do me de­ci­da por al­go, quie­ro ha­cer­lo con­ven­ci­do, y sen­tir que pue­da apor­tar co­sas. Son to­dos pro­yec­tos vin­cu­la­dos al fút­bol: qui­zás sea el pe­rio­dis­mo, tal vez el en­tre­na­dor. Me en­can­ta­ría po­der di­ri­gir a un equi­po que in­ter­pre­te mi ma­ne­ra de en­ten­der el fút­bol, los con­cep­tos que a lo lar­go de mi ca­rre­ra apren­dí, que sea “mi” equi­po, pe­ro en contra es­tá el re­sul­ta­dis­mo, los sa­cri­fi­cios de la fa­mi­lia. Tam­bién me da vuel­tas el he­cho de di­ri­gir un pro­yec­to de­por­ti­vo o tra­ba­jar en in­fe­rio­res, con chi­cos, por­que allí uno pue­de lle­gar mu­cho más a fon­do, in­fluir más, sin los apre­mios del fút­bol pro­fe­sio­nal.

–Lo que es­tá cla­ro es que te que­dás a vi­vir en Es­pa­ña.

–Sí, nues­tros tres hi­jos van aquí al co­le­gio y tam­bién fue uno de los mo­ti­vos de mi re­ti­ra­da. El úl­ti­mo año en Mi­lan ya me lo plan­tea­ba por ellos tam­bién, mi hi­ja del me­dio em­pe­za­ba pri­mer gra­do y que­ría que co­men­zara en Ma­drid. Por su­pues­to que echa­mos de me­nos a Ar­gen­ti­na, son nues­tros orí­ge­nes, de he­cho va­mos dos ve­ces por año y dis­fru­ta­mos mu­chí­si­mo de los afec­tos...

Imagen Con el Madrid ganó seis títulos: aquí, la primera de las dos Champions, ante la Juventus.
Con el Madrid ganó seis títulos: aquí, la primera de las dos Champions, ante la Juventus.
 

–¿Qué ha­cés cuan­do ve­nís a Ar­gen­ti­na?

–Lo re­par­to en­tre la fa­mi­lia de mi mu­jer, la mía y los ami­gos. No pue­den fal­tar los pi­ca­dos con mi her­ma­no, Leo, y mis ami­gos: dos ve­ces por se­ma­na por lo me­nos. Eso sí: ya no es­toy pa­ra ju­gar de cin­co, me que­do arri­ba, es­pe­ran­do la pe­lo­ta, no es­toy pa­ra vol­ver.

–¿Al­gún club ar­gen­ti­no se acer­có pa­ra ofre­cer­te al­go el año pa­sa­do? Se ha­bló de In­de­pen­dien­te, Ar­gen­ti­nos.

–Me lle­gó el in­te­rés de los dos, aun­que no hu­bo na­da con­cre­to. Me hu­bie­se gus­ta­do ter­mi­nar ju­gan­do en Ar­gen­ti­na, pe­ro la ver­dad es que ya men­tal­men­te no es­ta­ba y creí que lo me­jor era ter­mi­nar la ca­rre­ra. Si no es­tás al cien por cien­to, es me­jor de­jar.

 

DE GA­GO A RI­QUEL­ME

Fut­bo­le­ro de san­gre, el ter­cer Fer­nan­do Re­don­do del clan (su abue­lo y su pa­dre se lla­man co­mo él) de­ci­dió pro­lon­gar la cos­tum­bre en­tre­gán­do­le el mis­mo nom­bre a su hi­jo ma­yor, hoy con 11 años. O sea que va­mos por el cuar­to Fer­nan­do Re­don­do. Y es­te úl­ti­mo Fer­nan­do ame­na­za con con­ti­nuar el sen­de­ro fut­bo­le­ro. “Cuan­do es­ta­mos en Ro­sa­rio, él se va pa­ra Re­na­to Ce­sa­ri­ni y se la pa­sa to­do el día ju­gan­do a la pe­lo­ta, vi­ve en la can­cha –ad­mi­te el pa­dre con evi­den­te or­gu­llo–, pe­ro bue­no, no quie­ro que ten­ga nin­gún ti­po de pre­sión”.

Hin­cha de In­de­pen­dien­te co­mo to­da la fa­mi­lia, Fer­nan­do el fa­mo­so de­bu­tó en la Pri­me­ra de Ar­gen­ti­nos con 16 años y 3 me­ses, y a par­tir de allí se eri­gió, co­mo po­cos en los úl­ti­mos tiem­pos, en un em­ble­ma del es­ti­lo ar­gen­ti­no. Era tal su de­vo­ción por la pe­lo­ta, su com­pro­mi­so por la de­fen­sa de una es­té­ti­ca, que un par de per­li­tas lo pin­tan de cuer­po en­te­ro. “El día de la pri­me­ra co­mu­nión, to­mé la hos­tia y de la igle­sia en Adro­gué, me fui a ju­gar un par­ti­do a La Pla­ta. No hu­bo fies­ta ni na­da”, evo­ca sin re­mor­di­mien­tos.

A los 20 años, en sus pri­me­ros re­por­ta­jes, plan­ta­ba ban­de­ra: “Por más pre­sión que pue­da exis­tir de afue­ra de la can­cha, el que de­ci­de es el ju­ga­dor. Lo que ha­ga en un par­ti­do es pro­duc­to de có­mo en­tien­de el fút­bol”. Y en­se­gui­da: “Sien­to más pla­cer me­tien­do un ca­ño que un gol”.

No fue to­do. Cap­pa re­cor­dó que lue­go de me­ter un “tu­bo” me­mo­ra­ble ju­gan­do pa­ra el Te­ne­ri­fe, Fer­nan­do se le acer­có cóm­pli­ce en el ves­tua­rio y le su­su­rró: “Lo hi­ce cer­ca del ban­co pa­ra que lo dis­fru­ta­ras”. Y hay más: a un ri­val del Osa­su­na, que le hi­zo per­so­nal du­ran­te to­do el par­ti­do con no muy bue­nas ar­tes, no tu­vo me­jor idea que arro­jar­le una mata de pa­sto con de­di­ca­to­ria in­con­fun­di­ble: “Co­mé pas­to, bu­rro”.

Evi­den­te­men­te, la “mar­ca Re­don­do” es muy fá­cil de iden­ti­fi­car y ha per­du­ra­do en el tiem­po.

Imagen Cara de niño. Con la Selección de Pachamé, Fernando ganó el Sudamericano Sub-16.
Cara de niño. Con la Selección de Pachamé, Fernando ganó el Sudamericano Sub-16.
 

–¿Vis­te ju­gar a Ga­go?

–Sí, y le veo un gran fu­tu­ro. Me gus­ta eso que tie­ne de ofre­cer­se siem­pre, de pe­dir la pe­lo­ta, de dar­le una po­si­bi­li­dad al com­pa­ñe­ro, ade­más de la ele­gan­cia in­na­ta que tie­ne pa­ra ju­gar. Me gus­ta su cla­ri­dad y la im­por­tan­cia que le da a ca­da pe­lo­ta cuan­do dis­tri­bu­ye.

–¿Se pue­de de­cir que es un cin­co “ti­po Re­don­do”?

–(Ri­sas) Qué sé yo… Cuan­do pien­so en el cin­co de un equi­po me gus­ta ese ti­po de ju­ga­dor, el que asu­me la res­pon­sa­bi­li­dad, el que se ofre­ce siem­pre, el que ma­ne­ja los tiem­pos de un equi­po. Es un pues­to muy im­por­tan­te. En esa po­si­ción hay que te­ner un ju­ga­dor que se­pa ju­gar, que lea el jue­go, que ten­ga pre­ci­sión pa­ra rom­per la pre­sión ri­val. No es fá­cil sa­ber cuán­do hay que me­ter una pe­lo­ta en­tre lí­neas, cuán­do de­sa­ho­gar, pa­ra mí eso es muy im­por­tan­te en un equi­po. Y Ga­go tie­ne to­das las con­di­cio­nes.

–En Ar­gen­ti­na, ca­da vez que sur­ge un cin­co que jue­ga, se di­ce que es un “cin­co ti­po Re­don­do”. De to­dos los bau­ti­za­dos así, ¿cuál sen­tís que fue el que más se te pa­re­ció?

–Y… (pien­sa) yo di­ría que Ga­go y Cam­bias­so.

–¿Qué pen­sás de la cre­cien­te pro­li­fe­ra­ción del sis­te­ma con do­ble cin­co?

–Un sis­te­ma de­pen­de de los ju­ga­do­res. Y ade­más de­be ser fle­xi­ble. Si te­nés dos me­dio­cen­tros de cor­te só­lo de­fen­si­vo, el sis­te­ma ofen­si­vo del equi­po se va a re­sen­tir. Aho­ra, si uno de esos dos tie­ne ca­pa­ci­dad pa­ra sol­tar­se a la ho­ra de te­ner el ba­lón, la lí­nea de cua­tro se trans­for­ma en un rom­bo. A mí siem­pre me gus­tó más ju­gar so­lo en el cen­tro, pe­ro cuan­do lle­gó Ca­pe­llo al Ma­drid com­par­tía­mos el sec­tor con See­dorf. Co­mo Ca­pe­llo es un en­tre­na­dor que bus­ca ver­ti­ca­li­dad, nos cos­tó, pe­ro cuan­do nos fui­mos sol­tan­do, yo ter­mi­na­ba ju­gan­do de cin­co so­lo, co­mo vér­ti­ce de la ju­ga­da, y See­dorf más de en­gan­che. Y ahí tu­vi­mos gran vue­lo.

–Pa­se­mos a la Se­lec­ción, ¿cam­bió mu­cho la for­ma de ju­gar de Pe­ker­man a Biel­sa?

–Ca­da en­tre­na­dor le da su se­llo al equi­po. Hoy veo a la Se­lec­ción en un pro­ce­so de bús­que­da de iden­ti­dad, pe­ro soy muy op­ti­mis­ta por­que Ar­gen­ti­na tie­ne bue­nos ju­ga­do­res, y Jo­sé tie­ne cla­ras las ideas. Lo co­noz­co de las in­fe­rio­res de Ar­gen­ti­nos, lo tu­ve en la Sex­ta y des­pués en Ter­ce­ra, y siem­pre fue una per­so­na que tu­vo las co­sas muy cla­ras, y que las trans­mi­tió con esa cla­ri­dad y sim­ple­za. Cree en un es­ti­lo de fút­bol muy de­fi­ni­do, que es el que siem­pre se prac­ti­có en Ar­gen­ti­nos y que tie­ne que ver con el fút­bol ar­gen­ti­no. Ten­go un gran re­cuer­do de Jo­sé, so­bre to­do co­mo per­so­na.

–¿Lo ves ca­pa­ci­ta­do pa­ra es­te gran de­sa­fío con los gran­des?

–Sí. Al­gu­nos du­dan de su ca­rác­ter, pe­ro yo no: Jo­sé es­tá muy ca­pa­ci­ta­do pa­ra ma­ne­jar un gru­po de pro­fe­sio­na­les, y ade­más des­de el res­pe­to. Yo tu­ve dis­tin­tos ti­po de en­tre­na­do­res, por ejem­plo a Del Bos­que y a Ca­pe­llo. Al­gu­nos po­dían creer que Del Bos­que era más blan­do, qui­zás por­que no gri­taba en pú­bli­co y Ca­pe­llo era más ex­tro­ver­ti­do. Eso tie­ne que ver con la per­so­na­li­dad de ca­da uno, pe­ro nin­gu­no de los dos de­ja­ba de te­ner el man­do del gru­po. Con Jo­sé es lo mis­mo, es el ti­po de en­tre­na­dor que a mí me gus­ta, el ti­po de en­tre­na­dor por el que uno se tie­ne que sen­tir com­pro­me­ti­do pa­ra de­vol­ver­le la con­fian­za que de­po­si­ta en vos.

–El ju­ga­dor es me­dio bi­cho, si ve al téc­ni­co blan­di­to, di­ce: “Me lo co­mo cru­do”.

–El ju­ga­dor se da cuen­ta en­se­gui­da quién sa­be y quién no y por eso a Jo­sé se lo res­pe­ta.

–¿Có­mo se da cuen­ta si sa­be o no?

–En un en­tre­na­mien­to, o por có­mo se com­por­ta en di­fe­ren­tes si­tua­cio­nes, en el ma­ne­jo de un par­ti­do, de un gru­po, cuan­do las co­sas van bien o mal. Esas co­sas se per­ci­ben. Y cuan­do el en­tre­na­dor es­tá se­gu­ro y sa­be lo que quie­re, es im­por­tan­te.

–¿Bra­sil sa­ca cracks y Ar­gen­ti­na gran­des ju­ga­do­res?

–La rea­li­dad es que hoy Bra­sil tie­ne ju­ga­do­res de­se­qui­li­bran­tes de mi­tad de can­cha pa­ra ade­lan­te en mu­chos pues­tos y en gran­des equi­pos de Eu­ro­pa. En eso es­tán arri­ba de no­so­tros. Pe­ro no hay que vol­ver­se lo­cos, me­jor ir así a un Mun­dial, evi­den­te­men­te Bra­sil es el equi­po a ven­cer. Ir co­mo gran fa­vo­ri­to, que to­dos es­pe­ren lo me­jor de vos, pue­de lle­gar a pe­sar­te.

–¿Qué te ge­ne­ra que Ri­quel­me sea el con­duc­tor de la Se­lec­ción?

–Ri­quel­me me gus­ta, me en­can­ta que ten­ga en el equi­po el pe­so que hoy tie­ne. Cuan­do la pe­lo­ta pa­sa por él, siem­pre sa­le me­jo­ra­da. Ten­go mu­cha con­fian­za en que la Se­lec­ción ha­rá un gran Mun­dial.

–¿Sen­tís que el Vi­lla­rreal que él co­man­da es el Te­ne­ri­fe de los 90 que vos in­te­gras­te?

–Po­de­mos en­con­trar al­gu­na si­mi­li­tud en ese as­pec­to. El Vi­lla­rreal tie­ne al­go muy nues­tro, muy ar­gen­ti­no, se no­ta en la ma­ne­ra de ju­gar. Y se dio la coin­ci­den­cia de que se jun­ta­ran va­rios ti­pos con ca­pa­ci­dad pa­ra ju­gar al fút­bol, con com­pli­ci­dad en­tre ellos, co­mo ha­bía pa­sa­do con aquel Te­ne­ri­fe de Val­da­no y Cap­pa.

–¿Qué el Chel­sea ga­ne tan­to con un es­ti­lo bien prag­má­ti­co le ha­ce mal al fút­bol?

–No me gus­ta có­mo jue­ga el Chel­sea, pe­ro na­die tie­ne la ver­dad en el fút­bol. Es­tá com­pro­ba­do que se pue­de ga­nar por di­fe­ren­tes ca­mi­nos. No me gus­ta su pro­pues­ta por­que sal­ta es­ta­cio­nes, no ela­bo­ra jue­go, pe­ro sí le re­co­noz­co ser un equi­po tra­ba­ja­do, con fun­cio­na­mien­to, or­ga­ni­za­do en una gran di­ná­mi­ca. Igual, no di­go que le ha­ga mal al fút­bol, por­que lo bue­no del fút­bol es la am­pli­tud que tie­ne y que des­pués pue­dan con­fron­tar­se los di­fe­ren­tes es­ti­los.

 

DE MA­RA­DO­NA A PAS­SA­RE­LLA

Cuan­do a Re­don­do se le in­ten­ta des­cu­brir al­gu­na fa­ce­ta fue­ra del cam­po de jue­go, pe­ne­trar un po­qui­to en su vi­da pri­va­da, chi­ca­nea con un la­ti­gui­llo­: “Pren­sa ro­sa, otra vez la pren­sa ro­sa, ¿es ne­ce­sa­ria?”. Y cuan­do las pre­gun­tas ron­dan la Se­lec­ción, ha­ce lo po­si­ble por no en­trar en de­ta­lles. No fue ar­mo­nio­sa su re­la­ción con el con­jun­to na­cio­nal a tra­vés de los años (y de los téc­ni­cos), y aun­que es­tá pa­ra­do muy fir­me so­bre sus con­vic­cio­nes, evi­den­te­men­te es un te­ma que le due­le.

Imagen Dinastia de Selección. Los cuatro usaron la 5 celeste y blanca: Redondo, Mascherano, Almeyda y Simeone.
Dinastia de Selección. Los cuatro usaron la 5 celeste y blanca: Redondo, Mascherano, Almeyda y Simeone.
 

–¿Cuál es el má­xi­mo or­gu­llo de tu ca­rre­ra?

–Ha­ber si­do siem­pre con­se­cuen­te con mi ma­ne­ra de pen­sar. Yo me sen­tí un re­pre­sen­tan­te del fút­bol ar­gen­ti­no, por mis ca­rac­te­rís­ti­cas de jue­go y por lo que siem­pre in­ten­té den­tro de una can­cha.

–¿Quién fue el ti­po que más te mar­có?

–Tu­ve gran­dí­si­mos en­tre­na­do­res pe­ro si ten­go que de­cir una per­so­na, eli­jo a mi pa­dre. Si no hu­bie­ra si­do por él, no ha­bría ju­ga­do al fút­bol, so­bre to­do por có­mo me apo­yó y los con­se­jos que me dio. Yo vi­vía en Adro­gué y te­ner que ir a en­tre­nar­me a La Pa­ter­nal, mien­tras es­tu­dia­ba, era im­po­si­ble. Y él sa­cri­fi­có tiem­po de su tra­ba­jo pa­ra es­tar con­mi­go.

–Su­fris­te mu­chas le­sio­nes, de he­cho ju­gas­te 387 par­ti­dos en 20 años, me­nos de 20 por tem­po­ra­da, es po­co.

–Sí, se di­jo que qui­zás tan­tas le­sio­nes te­nía que ver con mi ma­ne­ra de ju­gar, de en­gan­char, con mi la­xi­tud de las ar­ti­cu­la­cio­nes. Es po­si­ble, por­que ca­si to­das mis le­sio­nes fue­ron por pro­ble­mas en las ro­di­llas, a ni­vel mus­cu­lar no su­frí di­fi­cul­ta­des, en los to­bi­llos ca­si na­da tam­po­co. Pe­ro bue­no, par­te de la ca­rre­ra de un fut­bo­lis­ta es tam­bién apren­der a so­bre­lle­var las di­fi­cul­ta­des.

–¿Cuál fue la le­sión que más te do­lió?

–La del Mi­lan fue te­rri­ble. Ha­bía ce­rra­do un ci­clo en el Ma­drid, sien­do ca­pi­tán y le­van­tan­do la oc­ta­va Co­pa de Eu­ro­pa y de re­pen­te fui al Mi­lan, me le­sio­né an­tes de de­bu­tar y dos años des­pués de es­tar en el club no ha­bía po­di­do ju­gar ni si­quie­ra un amis­to­so. Sen­tía una gran cul­pa, una tre­men­da im­po­ten­cia. Por­que su­po­ne­te que me ocu­rría en el Ma­drid, yo qué sé, ya to­do el mun­do me co­no­cía ahí, al equi­po le ha­bía da­do mu­chas co­sas, en cam­bio en el Mi­lan no ha­bía po­di­do ha­cer na­da. Pa­ra mí fue te­rri­ble.

–¿Es­tás con­for­me con tu ca­rre­ra? ¿Sen­tís que le fal­tó al­go?

–Es­toy muy con­ten­to, más no po­día pe­dir. Bah, sí, ga­nar un Mun­dial con la Se­lec­ción.

–¿Có­mo re­cor­dás el Mun­dial 94?

–Fue ra­ro, una mez­cla de sen­sa­cio­nes. Al prin­ci­pio ha­bía in­cer­ti­dum­bre, des­pués el equi­po en­gan­chó con un Die­go im­pre­sio­nan­te, to­do el gru­po se po­ten­ció, em­pe­zó a creer. Veía­mos que de mi­tad de can­cha pa­ra ade­lan­te te­nía­mos in­fi­ni­dad de re­cur­sos, apar­te mi­rá­ba­mos pa­ra el cos­ta­do y no ha­bía un cu­co. Des­pués, lo de Die­go nos ma­tó, no lo pu­di­mos su­pe­rar. Cuan­do su­bi­mos a su ha­bi­ta­ción fue du­rí­si­mo, a na­die le sa­lía una pa­la­bra, no lo po­día­mos creer. Ahí nin­gu­no pen­sa­ba en el par­ti­do del día si­guien­te, la ver­dad. Lo cier­to es que no lo su­pe­ra­mos. Cuan­do nos di­mos cuen­ta de lo que pa­sa­ba, ya es­tá­ba­mos en el ho­tel, eli­mi­na­dos, pre­pa­ran­do las ma­le­tas pa­ra vol­ver­nos.

Imagen Mundial. Jugó uno solo, USA 94. Con la Selección ganó una Copa América y una Rey Fahd.
Mundial. Jugó uno solo, USA 94. Con la Selección ganó una Copa América y una Rey Fahd.
 

–Con Die­go nun­ca tu­vis­te mu­cho fee­ling, ¿no? Él te cri­ti­có por no ha­ber ido a la Se­lec­ción con Bi­lar­do, des­pués hu­bo un cru­ce en un Se­vi­lla-Te­ne­ri­fe…

–Más que na­da se ge­ne­ró en la pren­sa, y real­men­te to­do aca­bó cuan­do nos vi­mos con Die­go la pri­me­ra vez. Fue en Aus­tra­lia, an­tes del pri­mer par­ti­do del re­pe­cha­je, en 1993. Nos jun­ta­mos en una ha­bi­ta­ción, nos di­ji­mos lo que te­nía­mos que de­cir­nos y lis­to. Die­go me co­men­tó que es­ta­ba en­can­ta­do de que ju­gá­se­mos jun­tos. Así que fee­ling hu­bo, so­bre to­do den­tro de la can­cha. Ul­ti­ma­men­te no ha­blé con él, pe­ro vi uno de sus pro­gra­mas y me ale­gra mu­chí­si­mo que es­té así, a to­dos nos sor­pren­de su re­cu­pe­ra­ción, pe­ro por otro la­do Die­go siem­pre tu­vo esa ca­pa­ci­dad pa­ra po­der so­bre­po­ner­se.

–¿Te equi­vo­cas­te en al­go en tu ca­rre­ra? Si tu­vie­ras que em­pe­zar­la de nue­vo, ¿re­pe­ti­rías to­dos los pa­sos que dis­te?

–Me hu­bie­ra gus­ta­do no te­ner que to­mar cier­tas de­ci­sio­nes, pe­ro no me arre­pien­to.

–¿Lo de­cís por­que es­tás con­ven­ci­do o de or­gu­llo­so, no­más?

–No, es la ver­dad. Hu­bo de­ci­sio­nes que me hi­cie­ron per­der co­sas im­por­tan­tes a ni­vel de­por­ti­vo, ha­bla­mos en con­cre­to de la Se­lec­ción, pe­ro lo hi­ce des­pués de ha­ber­lo pen­sa­do mu­cho y sien­do con­se­cuen­te con mi ma­ne­ra de sen­tir. Por eso en su mo­men­to es­tu­ve tran­qui­lo y hoy ten­go que de­cir que no me arre­pien­to, aun­que fue un he­cho que me do­lió. Su­frí mu­cho por las co­sas que me per­dí.

–¿No hu­bie­ra si­do me­jor en­ce­rrar­se en una pie­za y re­sol­ver ahí aden­tro un te­ma me­nor co­mo el del pe­lo?

–No me gus­ta re­vol­ver es­tas co­sas… Pa­ra al­gu­nos pue­de ser un de­ta­lle el pe­lo, pe­ro yo te­nía que es­tar en la Se­lec­ción por mi ma­ne­ra de ju­gar al fút­bol y na­da más. Y co­mo siem­pre me com­pro­me­to a fon­do con lo que ha­go, pa­ra mí es im­pres­cin­di­ble creer en las per­so­nas con las que es­toy. Si no creo, no pue­do es­tar.

–¿No te pa­re­ce que un ju­ga­dor con tu ca­te­go­ría me­re­cía ju­gar más de un Mun­dial?

–Pue­de ser, pe­ro no a cual­quier pre­cio, eso lo ten­go cla­ro. No a cual­quier pre­cio, por­que no me sir­ve, por­que no hu­bie­se po­di­do ren­dir al má­xi­mo si yo no creía en la per­so­na con la que es­ta­ba.

–¿No te mo­les­ta que en mu­chos fut­bo­le­ros per­du­re la idea de que Re­don­do fue un gran em­ba­ja­dor del es­ti­lo ar­gen­ti­no pe­ro que no se ma­tó por la ca­mi­se­ta de la Se­lec­ción?

–Eso de mo­rir por la ca­mi­se­ta, aun­que sea en sen­ti­do fi­gu­ra­do, pa­ra mí no exis­te. Y lo otro es men­ti­ra, por­que yo siem­pre hi­ce el má­xi­mo es­fuer­zo mien­tras es­tu­ve en la Se­lec­ción: me que­dé sin va­ca­cio­nes, via­jé mi­les de ki­ló­me­tros, siem­pre in­ten­té dar el má­xi­mo. Y si no po­día dar el má­xi­mo, pre­fe­rí no ju­gar, co­mo ocu­rrió la úl­ti­ma vez con Biel­sa. Es así de sen­ci­llo, así de cla­ro.

 

El podio

Redondo elige sus preferidos en una encuesta futbolera que mezcla pasado y presente.

 

1) Un cin­co ac­tual. “Gago, Cambiasso y Xa­bi Alon­so, ex Real So­cie­dad y hoy en el Li­ver­pool. Lo ten­dría que ha­ber com­pra­do el Ma­drid”.

2) Los me­jo­res ar­gen­ti­nos hoy. “Ri­quel­me, Ai­mar, Ve­rón y Messi”.

3) Los me­jo­res del mun­do. “Ma­ra­do­na ya no hay. Eli­jo al Zi­da­ne de ha­ce uno años; a Ro­nal­do, que si­gue ha­cien­do la di­fe­ren­cia; Adria­no, Ka­ká, Schev­chen­ko. ¿Ro­nal­din­ho?… Es un crack pero de­sa­pa­re­ce mu­cho, es anár­qui­co, in­ter­mi­ten­te”.

4) Sus tec­ni­cos. “Es di­fí­cil ele­gir uno. A Ba­si­le le ten­go un ca­ri­ño es­pe­cial, Val­da­no y Cap­pa fue­ron muy im­por­tan­tes, Vi­cen­te del Bos­que y Ca­pe­llo me de­ja­ron mu­cho, y no pue­do ol­vi­dar­me de Fran­cis­co Cor­ne­jo, al que tu­ve en Ar­gen­ti­nos”.

5) Com­pa­ñe­ros mons­truos. “El pla­cer má­xi­mo fue ha­ber ju­ga­do con Die­go en la Se­lec­ción. Des­pués Mi­chael Lau­drup, que me­tía unas pe­lo­tas en pro­fun­di­dad mi­ran­do pa­ra el otro la­do, y Pao­lo Mal­di­ni, due­ño de una for­ta­le­za fí­si­ca y men­tal in­creí­ble”.

6) Ami­gos del fut­bol. “Pier­lui­gi Que­ru­bi­no, de Te­ne­ri­fe, y Fer­nan­do Ku­yum­cho­glu, de la Se­lec­ción Ju­ve­nil”.

7) Gran­des mo­men­tos. “Mi de­but en la Se­lec­ción Ar­gen­ti­na, en 1992, y las Co­pas de Eu­ro­pa con el Ma­drid, so­bre to­do la sép­ti­ma, ga­na­da en la fi­nal an­te la Ju­ven­tus, lue­go de 32 años.

 

Club por club

Argentinos

1985/ 1990

Debutó con 16 años recién cumplidos: jugó 75 partidos, 1 gol.

 

Tenerife

1990 / 1994

Revolución en la isla: bajaron dos veces al Madrid: 107 PJ, 8 goles.

 

Real Madrid

1994 / 2000

Ganó 2 Ligas, 2 Champions, 1 Intercontinental y 1 Supercopa.

 

Milan

2000 / 2004

Apenas 22 PJ. Ganó 1 Liga, 1 Champions y 1 Copa Italia.

 

 

Por Diego Borinsky

Fotos: Archivo El Gráfico.