Las Entrevistas de El Gráfico

Carlos Luna, en cuarto creciente

Se crió en Piquillín, Córdoba, creció en el Ascenso y encontró su lugar en el mundo en Tigre, donde al principio no quería ir. Allí le dio vida al Día Universal del Hincha del Matador, ascendió a la B Nacional, salió subcampeón en Primera y fue vital para obtener la histórica clasificación a la Copa Sudamericana.

Por Redacción EG ·

16 de octubre de 2009

Nota publicada en la edición septiembre de 2009 de la revista El Gráfico.

LA IMAGEN llegó a Piquillín de manera nítida. El fervor del público, las banderas y las bengalas encajaron a medida dentro de una escenografía perfecta en el marco de una noche histórica. La caja boba regaló la ofrenda que se terminará transformando en reliquia. Se infló la manga, el hijo mayor de la Norma salió a escena con la cinta de capitán en su estreno internacional y reventaron las tribunas del Monumental de Victoria. La meta de superar la primera fase de la Copa Sudamericana está latente. El pueblo le rindió homenaje a su referencia en el mundo, y la hinchada de Tigre tampoco quiso ser menos. El hombre se ganó tal reconocimiento por hacerse de abajo y no modificar su esencia; Carlos Luna es de esos jugadores que dejan hasta la piel en cada pelota, al poner el pecho sin preguntar, fácil de mimetizar con el fanático del Matador. Sin objeciones, es habitué en anotarse en el marcador en paradas bravas.

Imagen EL CIELO azul y rojo es todo un símbolo. Se identifica con los colores que aprendió a querer.
EL CIELO azul y rojo es todo un símbolo. Se identifica con los colores que aprendió a querer.


De origen humilde, jamás se imaginó cuando jugaba de chico a los pistoleros que su apodo iba a propagarse desde el cordobés reducto de Piquillín para el resto delpaís. “Nos imaginábamos que éramos de la serie NAM Primer Pelotón, nos matábamos a tiros con pistolas hechas con palos o con los dedos, terminaba lleno de barro y parecía un vietnamita. De ahí, uno de los chicos empezó Chino de acá, de allá, y quedó. Nadie me dice Carlos, hasta tengo compañeros que ni saben cómo me llamo”, admite Luna, símbolo de Tigre a sus 27 años.

Su paradigma futbolero se forjó a fuerza de voluntad, impronta que aún conserva. “En mi pueblo no existe otro deporte que no sea el fútbol, pasábamos el día pateando. Recuerdo que la vecina, Doña Lidia Flores, nos pinchaba las pelotas o las escondía, ya que le rompíamos las plantas. Al no tener papá, mi mamá se mataba trabajando en una embotelladora de lavandina. Luego, perdió el empleo y se perfiló como empleada domestica. De ahí tengo el ejemplo del sacrificio y las ganas de progresar. Eramos pobres, nos faltaba calzado e íbamos a buscar al colegio la comida que daba la gobernación. Si tuviera que mirar hacia abajo, quiero lo mismo”, cuenta.

Se inició a los ocho años en Sol de Mayo, institución que preside su madre y que cobija al fútbol infantil hasta los 12 años. Ahí se desempeñaba como arquero, puesto que heredó de uno de sus tíos. Su crecimiento lo condujo a Río Primero y Arroyito, sitios en los que se formó como delantero. Más allá de que jugaba por la Liga los sábados, disfrutaba a pleno disputar los campeonatos de los domingos con sus tíos en cancha de siete, por dinero. “Nuestro equipo era Los Estudiantes y teníamos a los mejorcitos del pueblo. Ganábamos siempre y nos llevábamos 500 pesos, asados o lechones. Me sentía el mejor”, revela.

EL SUEÑO DEL PIBE aumentó en dimensiones en Buenos Aires. Se probó en Ferro con 17 años, cosechó dos goles en diez minutos, pero lo dejaron escapar al no tenerlugar en la pensión y recaló en Deportivo Español. “Pasé dos años en Inferiores y me costó adaptarme en lo futbolístico, ya que hubo un trabajo en las divisiones juveniles que no realicé. Me faltaba devolver de espaldas a un toque, jugar simple, tocar y desmarcarme. También fue una etapa compleja porque el club cerró sus puertas ante la quiebra. Entonces, el utilero Guillermo Correa me alojó en su casa en los monoblocks de Villa Soldati durante tres meses. La temporada siguiente, me subieron, debuté en Primera y ascendimos a la B Nacional. Lo asimilé como un aprendizaje, en especial de los jugadores más grandes”, afirma.

El ascensor del descenso lo tomó en la campaña 2002-2003 con Español y Ricardo Caruso Lombardi lo pidió para que vistiera la camiseta de All Boys en la temporada entrante en la B Metropolitana. Su buen rendimiento -16 goles en 39 encuentros- le valió su destino. El mismo Caruso Lombardi lo tentó para ir a un Tigre inmerso en la tercera categoría del fútbol argentino, aunque Luna no quería arreglar en el Matador. “Es cierto, se me cruzó no firmar; pensaba que era un club jodido y que si te iba mal te fajaban. Pero, por otro lado, era una ilusión, una chance para explotar”, asegura. La formidable campaña 2004-2005 le cambió el Documento Nacional de Identidad y el seudónimo “Chino” se colocó en boca de propios y ajenos. Convirtió el primer gol que abrió la puerta del ascenso ante Platense, clásico rival, en el Apertura, el 27 de noviembre de 2004 -Día Universal del Hincha de Tigre-, y luego se erigió en el artillero del equipo con 24 tantos para confirmar la escalada a la B Nacional tras sumar 93 puntos, récord en una temporada en el ámbito local. “Aquella tarde con Platense, en la que hice el gol de taco, nos garantizó ser campeones del primer certamen. Fue una locura; aún me acuerdo de la gente bajando de manera alocada la tribuna, y ahí se consolidó una relación de cariño mutuo con los hinchas. Todavía no entiendo por qué tanto afecto para mí, recién era mi noveno tanto; quizás ellos se veían identificados con mi modo de jugar, de entregar todo por la camiseta; por ahí el tipo que va a la popular siente que yo hago lo que él quisiera hacer. Después, ganamos el Clausura de manera invicta y subimos directamente. Cuando acelerábamos se acaba el partido, éramos una máquina. Ese equipo se diseñó para quebrar números; tuve la sensación del deber cumplido, esos 12 meses me marcaron; caminaba por la calle y decían:  'Ahí va el Chino Luna, el de Tigre'”, sostiene. 

SE SACO la espina de entrar en acción en Primera A, a mediados de 2005. No obstante, sus ciclos en Racing y Quilmes resultaron sólo experiencias dispares -incluso descendió con el Cervecero-, y emigró hacia Elche, de la Segunda de España, promediando 2007. Allí arribó como figura, atravesó su mejor momento en lo físico, lo cambiaron de puesto, se lesionó en su pierna derecha y estuvo cuatro meses inactivo. En consecuencia, marcó tres goles en 26 encuentros.

Su regreso a la institución que lo jerarquizó se produjo a mitad del año pasado con un escenario distinto, en la divisional de elite. “Arriesgué la idolatría que tenía en el club, aunque estaba feliz por la vuelta. Empiezo entre los titulares, pero después Diego (Cagna) me sacó y se inclinó por Altobelli y Lázzaro. No sabés lo que sufrí; era la muerte ser suplente en Tigre. Entonces, esperé mi turno y cuando entré metí goles importantes. Los dos que hice ante Central fueron tremendos porque estábamos 2-0 abajo. Igual, Morel la rompió y fue clave. Llegamos al triangular final, realizamos un digno papel, pero la gloria fue de Boca, y por un gol no la conseguimos. Hubiese sido heroico”, reconoce con el cartel de subcampeón.

El primer semestre de este año lo atesorará por siempre. Cerró su mejor performance en Primera A con 11 tantos en el Clausura 2009, 18 en la temporada pasada, y obtuvo la clasificación a la Copa Sudamericana, primera vez para Tigre en 107 años de vida y para Luna como internacional. “Es increíble lo que creció el club en los últimos cinco años. La gente está como loca, y más aún con ciertos muchachos que vienen desde esa época. La Copa nos otorga prestigio. Quizás más adelante caiga realmente. Siempre pienso en la importancia que tiene la institución en mi carrera. Me pongo la remera del Matador y soy especial; es como si el empuje de la hinchada me hiciera anotar goles. Jamás imaginé que viviría esto”, asevera.

El primer duelo sudamericano de eliminación directa, entre Matadores forma parte de la estadística y la victoria 2-1 alimenta el anhelo. “Nos debe potenciar nuestro entusiasmo. Sería una revancha dejar afuera a San Lorenzo porque ellos nos arruinaron el campeonato el año pasado. La idea es ingresar en la zona de Grupos; es el sueño del plantel y de la gente. De pasar, jugaríamos con equipos de otros países, y ahí disfrutaríamos lo que es la Copa. La ilusión de ganarla está, aunque tampoco debemos descuidar el torneo local”, sintetiza.

El televisor ofreció las últimas imágenes de la presentación internacional del ídolo. Hay algarabía en Piquillín. El Chino se transformó en figura retórica, ícono del pueblo y de Victoria.

Imagen ESPERA familia para fin de año. "Son mellizos", cuenta el Chino.
ESPERA familia para fin de año. "Son mellizos", cuenta el Chino.
Mellizos a la vista
ESTE AÑO vino recargado en la vida privada de Luna. El Chino y Cinthia Stissi esperan familia para fin de año. “Son mellizos, uno ya se dejó ver, es varón y se parecerá a mí porque tiene la oreja enorme (risas). Ya me emociono al sentirle la panza a Cinthia. Ser padre será un acontecimiento importante. Ojalá nazcan sanitos, vengan con muchos goles y me salgan hinchas de Tigre; sería una manera de agradecerle al club todo lo que me dio”, declara.

Producto del período del embarazo de su mujer, el atacante abandonó su actividad recreativa de los martes, el paddle. “Iba con Castaño, Ardente y algunos amigos más. Jugábamos un rato, cenábamos y cada uno a su casa. Era un momento de distracción para no estar tan metido en el fútbol. El nivel no era superlativo, pero la pasábamos bien”, sugiere.

Amor Incondicional
SI BIEN HACE UN MES extendió su vínculo con el Matador, los hinchas de Tigre le demuestran su cariño de manera permanente. La bandera que tiene la inscripción “Chino Luna 100% Huevo”, los canticos habituales, los bocinazos en Zona Norte y las felicitaciones a cara descubierta, mezcladas con palabras de aliento, no son las únicas señales de afecto. El delantero recibe cartas en su domicilio con mensajes de los fanáticos. “Es increíble; hay de nenes y de tipos grandes. Es un reconocimiento para alguien que se gana la vida con lo que le gusta, que es futbolista de alma. Es más, cuando estoy bajoneado, leo todas las cartas y me motivo. Son situaciones impagables. Soy cordobés, no hice Inferiores acá, y me hacen sentir más ídolo de lo que soy. Por eso, el día que me insulten en Tigre yo sólo romperé el contrato, porque todo lo que me dio la gente superará cualquier enojo futuro“, afirma.

Por Dario Gurevich / Foto Jorge Dominelli