Las Crónicas de El Gráfico

1987. River, del drama a la gloria

Memorable Superclásico en el Monumental. El local falló un penal al comenzar el partido, el visitante se puso 2 a 0 arriba, pero el Millonario lo dio vuelta. En el último minuto Comas tuvo el empate en sus pies pero lo desperdició.

Por Redacción EG ·

27 de marzo de 2020

No le faltó nada para ser un River-Boca legítimo, impactante, para el recuerdo. Ni la alternativa dramática del cuadro que va perdiendo en la cancha, en la red y en el control psicológico de la lucha, que llega al empate y consigue la victoria a pocos minutos del final. Ni la cuota de suspenso que prolonga la incertidumbre hasta el último segundo, cuando el vencido tiene la chance de un penal. Ni la dosis de crueldad que determina un triunfador y un derrotado, quitándole al que pierde la ilusión del empate agónico. Todos los ingredientes dramáticos y excitantes que han hecho del clásico una fiesta inigualable confluyeron en este nuevo River-Boca, que les ha permitido a los millonarios pasar al frente en la estadística, con 50 clásicos ganados frente a los 49 triunfos xeneizes.

Arrancó y terminó de un modo electrizante. Con un penal malogrado por Omar Arnaldo Palma en el minuto 3 y un penal desviado por Jorge Comas en el minuto 90. Una vez en la historia del clásico hubo un penal sobre la hora. Pero en aquel caso —Nacional 1981— quien se paró frente a la pelota, sin dejarse impresionar por la presencia de Fillol en el arco riverplatense, fue Maradona. Y Diego, gran verdugo de Fillol en Boca y en Argentinos, no perdonó. Boca empató en la agonía del encuentro y River vio esfumar una victoria que era inexorablemente suya.

Imagen Primer momento dramático. Omar Palma se metió amagando en gran forma por la izquierda, Fornés lo derribó y el juez Loustau dio penal. Se encargó de ejecutarlo el infalible Palma. River podía arrancar ganando el clásico. Pero le pegó muy abajo y la mandó alta, sobre el travesaño.
Primer momento dramático. Omar Palma se metió amagando en gran forma por la izquierda, Fornés lo derribó y el juez Loustau dio penal. Se encargó de ejecutarlo el infalible Palma. River podía arrancar ganando el clásico. Pero le pegó muy abajo y la mandó alta, sobre el travesaño.

Esta vez quien se paró frente a la pelota y a la enorme oportunidad de repetir aquella historia fue otro verdugo. Jorge Comas lo ha tenido siempre de hijo a Nery Pumpido. Pero nunca lo había enfrentado en un penal. Y falló de un modo estrepitoso, entrándole muy abajo a la pelota y mandándola muy alta, para desatar entre los jugadores y la hinchada de River, una euforia irrefrenable, desbordante, contagiosa. Era mucho más que celebrar un triunfo dramático alcanzado cuando sólo faltaban cuatro minutos. Era como si el gol de Palma hubiera llegado en el último segundo del juego. Fue la explosión de una angustia contenida hasta el final. Fue la liberación de una alegría muy intensa, que se vivía después de haber soportado el drama de estar 0-2 abajo. Después de haber desperdiciado la chance de un penal a los 3 minutos del encuentro.

No es habitual que dos ejecutores tan infalibles como Palma y Comas tiren tan mal desde los once metros, con tanta falta de fe o tan poca concentración como la que denunciaron al patear sus respectivos penales. Ese fue también un detalle dramático del clásico.

Omar Arnaldo Palma reaparecía después de una prolongada relache y en su primera intervención del clásico realizó una jugada bárbara. Se metió por la izquierda, amagó irse por afuera y eludió a Fornés por adentro. El hombre que debía suplir la ausencia de Musladini, lesionado, no pudo recuperarse frente al amague y lo derribó. Ese gran árbitro que es Juan Carlos Loustau, con la autoridad que iba a mostrar en toda la tarde, pitó la falta. Era el momento ideal para que Palma volviera ganando. La situación propicia para empezar a demostrar que River había elegido bien al sucesor del Beto Alonso. Cuando lo desperdició, el ex goleador de Central se derrumbó como herido por un rayo. Y durante más de diez minutos se fue del partido.

 

Imagen Rinaldi conduce para Boca.
Rinaldi conduce para Boca.
 

Boca, que asumía el clásico con actitud cautelosa, desconfiada, con la clara intención de proteger la zona de Fornés para no exponerlo a luchar mano a mano con el delantero que llegara dominando la pelota, sintió que la suerte lo ayudaba. Que estaba para pelear el partido y hasta para ganarlo. En principio, la intención era patearle a Pumpido desde cualquier distancia y posición. Así lo denunció repetidamente Comas. En uno de esos remates, la pelota se fue muy cerca del ángulo poste-travesaño, a la izquierda del arquero. En todos los demás, Nery estuvo atento y seguro. Si Palma convertía el penal, es indudable que el encuentro habría tenido otras características. Así, River perdió peso ofensivo, Boca creció defensivamente y se atrevió a una actitud más agresiva de media cancha en adelante.

Con el correr de los minutos, Palma se fue recuperando anímicamente. Bajó a pedirla más atrás de la media cancha, arrancó con criterio y metió un par de pelotas en profundidad, de esas que duelen, al corazón de la media luna. Las dos fueron cortadas ágil y seguramente por Genaro frente a la temible presencia de Alzamendi y de Polilla Da Silva. Pero fuera de esos dos pelotazos, Palma no encontraba eco de maniobra elaborada y llegada en bloque. Corti y Gallego gravitaban escasamente. Troglio corría mucho y concretaba poco. Da Silva y Alzamendi, muy aislados arriba, sucumbían cercados por camisetas rivales.

En ese momento pensamos que Griguol se había equivocado al formar su equipo y que le estaba regalando a Boca una tranquilidad defensiva que Boca no tenía cuando pisó la cancha, sin Musladini atrás, sin Tapia del medio hacia adelante. La lógica era plantear la lucha presionando sobre la fragilidad de Fornés y para eso era necesario un delantero más (Funes, Centurión o tal vez Villazán) en vez de superponer a Gallego con Corti.

Hubo un gran jugador de Boca que aprovechó debidamente ese regalo. Al advertir que el fondo respondía sin problemas, apoyado en la solvencia de Hrabina y Cuciuffo, en la multiplicidad de Carrizo y Melgar, creció la figura de Jorge Roberto Rinaldi. Entre el minuto 42 y el minuto 51, el Gordo metió dos golazos. De esos que definen al hombre de personalidad y talento, de jerarquía y recursos. El primero, con una palomita perfecta sobre un centro de Comas a la salida de un tiro libre. El segundo, partiendo en contraataque desde la mitad de la cancha, apoyándose en Comas y resolviendo con calidad frente al achique de Pumpido al recibir la correcta devolución del puntero.

Para entonces, Griguol había dispuesto un cambio en el vestuario: salió Gallego y entró Morresi. La intención, obviamente, era arrimarle a Palma un acompañante más a tono con lo que River necesitaba en la mitad del campo contrario. Pero el segundo gol de Rinaldi no le dio la oportunidad de comprobar los beneficios de ese trueque de piezas.

Imagen Tras un centro de la derecha, Rinaldi se tira, le gana a Ruggeri e impacta, la pelota tendría destino de red.
Tras un centro de la derecha, Rinaldi se tira, le gana a Ruggeri e impacta, la pelota tendría destino de red.
  
Imagen La Chancha abre el marcador en el Monumental y así lo grita.
La Chancha abre el marcador en el Monumental y así lo grita.
 

Con el 0-2 pesándole en el alma y en los botines, en la mente y en el corazón, lo vimos muy mal a River. Casi, al borde del nocaut, Un hombre seguía luchando y empujando: el uruguayo Nelson Daniel Gutiérrez. Un defensor seguía proyectándose con criterio: Gordillo. Un mediocampista que casi no había existido en los 45 minutos iniciales, ahora mostraba más presencia y más pujanza: Enrique Ernesto Corti. Faltaba que se enchufaran Alzamendi y Polilla Da Silva.

De pronto, en tres minutos electrizantes, agresivos, profundos, River pasó del drama de la derrota a la alegría del empate. Primero Da Silva, cabeceando un centro de Gordillo, sin que Abramovich acertara con el cierre lógico. Luego, Corti entrando a espaldas de Polilla para cabecear un centro de Alzamendi. En los dos, Genaro estático en la raya, y el toque justo, medido, casi de pique al suelo, buscando el palo más lejano. Parecía que ahí se quedaba todo lo que el clásico podía ofrecer de excitante y atrayente. Dio la impresión de que Boca llegaba al tercero en una entrada del Coya Gutiérrez por la derecha, pero su remate se fue lamiendo el segundo palo. Y luego, en jugada calcada, se perdió el gol Alzamendi.

 

Imagen Da Silva descuenta de cabeza.
Da Silva descuenta de cabeza.
 

 

Imagen Corti pone el empate.
Corti pone el empate.
 

Se fueron lesionados Corti y Rinaldi, sustituidos por Borelli y Stafuza, respectivamente. Perdió más Boca que River con la salida de su mejor hombre. El Tano Gutiérrez pasó a la media cancha y siguió empujando con esa vitalidad que no afloja nunca. Y en el minuto 86, con mucha gente de River empeñada en el ataque, denunciando una actitud pujante y ganadora, llegó la definición. La maniobra fue espectacular, porque hubo dos tacos en el camino: de Morresi para Troglio primero y de Da Silva para Palma. Y fue bravía porque pateó Troglio y hubo un rebote que la dejó en los pies de Polilla, quiso meterse Palma y hubo rebote en Abramovich. El remate definitivo tuvo el sello de un goleador, porque Palma echó el cuerpo a la izquierda y le pegó con la cara interna del pie derecho sin dejarla tocar el suelo.

   

Imagen Da Silva se la deja de taco a Palma.
Da Silva se la deja de taco a Palma.
 

Imagen Palma la levanta, no deja que la pelota toque el suelo ante la marca de la defensa xeneize.
Palma la levanta, no deja que la pelota toque el suelo ante la marca de la defensa xeneize.

Imagen Tras la salida de Genaro, el arco quedó vacío y Palma define con sutileza.
Tras la salida de Genaro, el arco quedó vacío y Palma define con sutileza.

Imagen El grito desaforado del tercer gol de River, el que daba vuelta el resultado.
El grito desaforado del tercer gol de River, el que daba vuelta el resultado.

Ahí explotó el estadio. Pero el estallido no tuvo comparación con el festejo del minuto noventa, cuando Comas perdió su gran chance y River se abrazó, ahora definitivamente a una victoria sensacional

 

Imagen El cierre del drama. Comas la cruzó desde la punta derecha, en centro pasado. La bajó de cabeza Stafuza y la paró Gordillo con el codo izquierdo. Loustau está allí y decreta el penal. Boca puede empatar en la última jugada del clásico. Pero Comas le pega muy mal y se pierde el gol.
El cierre del drama. Comas la cruzó desde la punta derecha, en centro pasado. La bajó de cabeza Stafuza y la paró Gordillo con el codo izquierdo. Loustau está allí y decreta el penal. Boca puede empatar en la última jugada del clásico. Pero Comas le pega muy mal y se pierde el gol.

Imagen Jorge Alberto Comas, inconsolable después de haber desaprovechado la última chance. Enrique Oscar Hrabina intenta reconfortar.
Jorge Alberto Comas, inconsolable después de haber desaprovechado la última chance. Enrique Oscar Hrabina intenta reconfortar.

Imagen El salto enloquecido de Pumpido, su abrazo Borelli como para no despegarse más. Erbín y Alzamendi se suman a la euforia. Comas pateó el de agonía por encima del travesaño y River festeja una conquista plena de alternativas dramática.
El salto enloquecido de Pumpido, su abrazo Borelli como para no despegarse más. Erbín y Alzamendi se suman a la euforia. Comas pateó el de agonía por encima del travesaño y River festeja una conquista plena de alternativas dramática.

Imagen El festejo final. Ruggeri, Troglio, Morresi, Gordillo, Pumpido y Erbín de cara a su gente que estalla de felicidad en las tribunas.
El festejo final. Ruggeri, Troglio, Morresi, Gordillo, Pumpido y Erbín de cara a su gente que estalla de felicidad en las tribunas.

 

 

Por JUVENAL (1987).

Notas: DANIEL GALOTO.

Fotos: FORTE, ABACA. ALFIERI (padre e hijo), MAFFUCHE, GIUSTOZZI, POZZI y LEGARRETA.