Las Crónicas de El Gráfico

1999. Argentina 2 – 0 Brasil

Argentina mostró su mejor rendimiento desde el comienzo del ciclo Bielsa. Le ganó a Brasil en un amistoso. La Selección se acercó a la gente, jugó bien, generó goles y fiesta.

Por Redacción EG ·

05 de marzo de 2020

Nos quedamos con esta tarde de sábado en primavera. Me quedo con ella, simbólica como el sol de invierno en retirada, apretada desde ahora a los recuerdos.

Me quedo con esta tarde porque va más allá de Fernando Redondo y su regreso, de las travesuras de Ortega, del debut de Tito Bonano, de la jerarquía creciente de Samuel... Es algo más lo que ocurrió, profundo, fuerte, vinculado a los sentimientos: revivió el amor, el viejo amor entre la gente y la Selección fundado a pleno en el Mundial ’78.

Nada menos que eso. Nada menos.

Imagen El cabezazo de Sebastián Verón sobre Vampeta. La Bruja condujo con criterio al equipo, superior al brasileño en todo el transcurso del juego.
El cabezazo de Sebastián Verón sobre Vampeta. La Bruja condujo con criterio al equipo, superior al brasileño en todo el transcurso del juego.

El hincha fue a ver a sus estrellas lejanas –salvo Bati, Almeyda, quizás Sensini–, a los hombres que confirmaron ser los indicados para enfrentar las responsabilidades mayores hasta el próximo Mundial. Sí, deslumbra el pibe Saviola y es seguro que tendrá su chance, podrán merecerla también Aimar, Riquelme, Palermo, el mellizo Guillermo y alguno más, pero quedó claro que éste es el grupo para los grandes objetivos, el de la clase internacional probada, y la edad justa, y el esfuerzo aceptado.

El grupo que emocionó, el de la comunión resucitada, al margen de resultados mejores o peores incluyendo el de la revancha de este mismo martes en Porto Alegre. ¿Por qué vale? Porque jugaron como nos gusta y jugando así le ganaron con claridad absoluta al presunto mejor equipo de la Tierra. Porque con la pelota en los pies fueron más brasileños que Brasil y con la pelota en poder ajeno reunieron orden, concentración y solidaridad para recuperarla, igual que cualquier formación europea posible.

Entonces, emocionaron, trasladaron el corazón y las convicciones de la cancha, a la tribuna, esperanzada a priori pero también sujeta a algunos traumas y decepciones recientes. Las pisadas de Redondo pero también su fiereza para marcar y hasta voltearlo a Rivaldo si hacía falta. La fantasía ilimitada de Orteguita pero asimismo su voluntad para luchar. Los lujos de Sorín y simultáneamente su ida y vuelta sin pausas, como el de Zanetti, o Vivas, el Piojo, Verón... La brutal sensación de gol que produce Crespo cada vez que encara hacia uno de los dos postes del arco adversario, y también su grito de gol, sus compañeros apilados sobre él, el estadio abrazándolos a todos.

Vale, la tarde, la vamos a resguardar como un símbolo querido.

Imagen Salto espectacular de Roberto Ayala, otro punto alto. El capitán argentino llegó tres veces a posición clara de gol.
Salto espectacular de Roberto Ayala, otro punto alto. El capitán argentino llegó tres veces a posición clara de gol.

El resultado, sí, claro. Acrecentó el gozo de los que estábamos alrededor, fortaleció la estima de los jugadores acerca de sí mismos y despejó el rumbo de Bielsa, las tres cosas con seguridad. Y sin embargo no fue el 2 a 0 –con todo lo que siempre significa ganarle a Brasil–, la noticia del momento. La noticia fue la belleza. La noticia fue el coraje de todos para arriesgar de punta a punta del partido, para manejarles la pelota a los habituales dueños de la pelota, para sepultar inhibiciones y jugar. Ese fue el impacto, más aún que el triunfo. Verlos seguros, serenos, atrevidos y maduros, todo al mismo tiempo. De cierta ansiedad exagerada en el comienzo –Crespo, por ejemplo, se fue demasiado sobre el arquero en dos o tres centros sobre el área y la pelota terminó pasándole por atrás–, se fue llegando al equilibrio emocional que le permitió al mismo Hernán, en el segundo tiempo, frenar, retroceder un paso y desviar al gol un pase del Kili González, al cabo de la mejor jugada colectiva de los noventa minutos.

Para un público bicampeón del mundo y con veinte años de victorias frecuentes en el archivo, ganar a secas no hubiera sido tan conmovedor ni tan conmocionante. Reaccionó con euforia porque lo halagaron con lapsos de fútbol hermoso, pagó con aplausos meditados y largos porque le devolvieron la entidad. Bien o mal, sin más razones que haber nacido en este costado de Sudamérica, a casi todos nos gusta lo mismo, si de fútbol se trata.

Imagen Walter Samuel le ganó siempre a Ronaldinho, confirmó su clase y su futuro.
Walter Samuel le ganó siempre a Ronaldinho, confirmó su clase y su futuro.

Vendrán los tramos difíciles, esta misma semana en el Beira Río, el mes que viene, el año que viene. Entonces deberemos recordar y mantener la elección que sin acuerdo previo hicimos esta tarde de setiembre en la cancha de River, que juzgo crucial. Vendrán derrotas, empates torpes, tardes y noches en las cuales parecerán vanas las gambetas, lerdos los pases, pequeños los arcos rivales o inmensos sus arqueros.

Entonces veremos la magnitud del compromiso que se instaló, en las malas. No es tan difícil, el hombre elige su manera de vivir, su manera de ganar, su manera de perder.

Que no sea un sueño. Creo que ya elegimos.

 

 

Por JOSE LUIS BARRIO (1999).

Notas: ELIAS PERUGINO, MATIAS ALDAO y CARLOS VOTO

Fotos: ALEJANDRO DEL BOSCO, ALEJANDRO PAGNI, HUGO RAMOS, EDUARDO FARRE, LEONARDO CAVALLO y ADRIAN DÍAZ.