Las Crónicas de El Gráfico

1996. Rosario terminó en paz

Central y Newell´s empataron 1-1 en el clásico de la ciudad. Pero la fiesta estuvo afuera: el partido finalizó sin incidentes en un marco custodiado por 900 policías.

Por Redacción EG ·

20 de febrero de 2020

Los dos equipos se fueron contentos, la gente se quedó conforme. Rosario Central y Newell's Old Boys habían empatado 1.1, pero un hecho tapó lo futbolístico: por fin el clásico rosarino terminó en paz. Ningún suceso tuvo relación con la violencia... Sólo un allanamiento en los baños de la tribuna local, en la mañana del partido, que terminó con tres detenidos y el secuestro de doce bombas de estruendo y una pistola de juguete.

Después, el color de las cuarenta mil personas se encargó de armar una fiesta digna del clásico más importante del Interior del país. Los dos llegaron Cargando penas recientes, con dirigentes que se cruzaron en los pasillos de los Tribunales rosarinos para hacer los correspondientes descargos ante los jueces. Los de Newell's fueron citados por la circulación de carnets truchos que se utilizaron para la asamblea del club. En el mismo Palacio de Justicia se vieron las caras con los centralistas, quienes querían demostrar su inocencia por aquel cheque que portaba el barrabrava asesinado hace dos semanas. El miedo y la falsificación prepararon un clima que no era el ideal para llegar al duelo número 133 en la historia profesional.

Sólo quedan algunos vestigios de aquellos comienzos de la década del '90, cuando Rosario era la "Capital del Fútbol Argentino". Eran tiempos del Loco Bielsa en el banco ganador de la Lepra y del "Jardín de Don Angel" en el césped del Gigante de Arroyito. La actualidad es distinta y permite la humorada de Roberto Fontanarrosa: "Rosario debe promocionarse por el Monumento a la Bandera y por las chicas. Esta es la capital argentina de las minas". Sólo pasaron cinco años de aquellas épocas gloriosas.

En la tarde en que Newell's festejaba sus 93 años se notó que era un clásico diferente, sin los talentos que alguna vez cobijó la ciudad. Hasta una lesión conspiró para que ni siquiera estuviera Omar Palma, esa leyenda que derrama talento en el medio campo de Central. Entonces todos viven de recuerdos, con dos fechas grabadas a fuego en la memoria de los hinchas. El 19 de diciembre de 1971 y la palomita de Aldo Pedro Poy, para los Canallas. El 2 de junio de 1974 y el zurdazo de Mario Zanabria, para los Leprosos.

En estos tiempos de mirar por el espejo del tiempo, hay que recurrir a la muestra del Museo de la Ciudad para ver el mechón de pelo que le cortaron al propio Poy en 1972. Está guardado en un cofre, muy bien custodiado por la Organización Canalla Anti Leprosa (OCAL). Los Ñulistas, en tanto, tienen en la casa de un hombre de apellido Moreno el zurdo botín Adidas de Mafito. Todo está allí, lejos del presente.

Encima, los héroes de hoy también están relacionados con el pasado. Basta con relojear los dos bancos de suplentes: Marito Zanabria y don Angel Tulio Zof. El Viejo había anunciado que éste era su último clásico. A esta altura ya todos lo miran con desconfianza: ningún hincha de la Academia rosarina imagina el futuro del equipo sin él en el banco. Llegó por primera vez hace 26 años, volvió seis veces más y sigue sufriendo como desde el primer día. "En el clásico, lo único que quiero es ganar. Todos saben que yo opino completamente distinto: si con otro equipo me toca perder jugando bien, me voy conforme; pero con Newell's me voy con una amargura terrible... ¡incluso si empatamos!"

Imagen Luján (Walter Samuel), Loeschbor, Berti, Franco, Maceratesi y Botasso buscan en las alturas. Paridad en el Gigante de Arroyito.
Luján (Walter Samuel), Loeschbor, Berti, Franco, Maceratesi y Botasso buscan en las alturas. Paridad en el Gigante de Arroyito.

Y fue igualdad nomás, porque golpeó primero el que llegaba mejor de los dos: Newll's. Un centro que buscaba las espaldas del más chico de la defensa de Central —el Pastilla Ordóñez— encontró la cabeza del pibe Mauro Néstor Gerk. Sus 19 años se trasformaron en locura cuando convirtió su primer gol en Primera División, justo ante el rival odiado y de frente a su tribuna que no veía con buenos ojos su titularidad.

Iban nueve minutos y los rojinegros tenían la posibilidad de acercarse a cuatro partidos en el historial. Pero una lesión en plena batalla del brasileño Ricardo Rocha no le dio tiempo a Zanabria para hacer el cambio, y Damián Gonzalo Facciuto recibió la ayuda de una carambola para empatar. El festejo en la cabecera visitante duró once minutos. Otra vez la suerte jugaba en los clásicos para el Tanito, quien había convertido por última para Racing frente a... Independiente. Ese día también lo ayudó un afortunado toque en un defensor contrario. El muchacho anda derecho para los rebotes en los partidos chivos.

Esos primeros veinte minutos pronosticaban un partido inolvidable, para que estos chicos de hoy le puedan contar a sus nietos que un 3 de noviembre de 1996 había estado presentes en el Gigante de Arroyito. Sin embargo, lo que siguió fue como para que las cuarenta mil personas prefieran contarles otras anécdotas a sus descendientes.

"La lesión del brasileño nos complicó, porque este plantel es muy joven y no tiene experiencia en partidos tan importantes. Sólo nos quedaban en la cancha Berti y Saldaña", confesaba Zanabria después del empate. Tenía razón, los 16 años del pibe Damián Alejandro Manso se consumieron en el calor de la tarde y de la pierna fuerte -pero leal- de Cristian Ricardo Daniele y compañía. Esta vez nadie quiso ser el Taita de la ciudad y quedar bien con su gente, como suele ocurrir en estos partidos donde se le quiere demostrar con patadas a la hinchada que ellos tienen agallas para jugar los clásicos. La única expulsión de Francisco Lamolina -en un arbitraje casi perfecto- fue para una entrada a destiempo del Petaco Carbonari sobre Bruno Giménez.

Central estuvo veinticinco minutos con diez jugadores y se dedicó a aguantar. No quería otra derrota. Venía a los golpes, desde aquellos cinco goles de River a los recientes tres que le metió Lanús por la CONMEBOL. Justo ese torneo internacional que los diferencia de Newell's y que el pueblo Canalla quiere retener para la envidia del vecino de enfrente.

El grito retumbaba en la popular local: "¡Pechos fríos!" Los otros se fueron con un canto casi sin fundamentos: " ¡Que los Canallas no nos ganan nunca maaaaas!" Claro, tienen un invicto de... dos partidos sobre Central.

La nueva edición del clásico rosarino no dejó ganadores, tampoco perdedores, pero menos aún la posibilidad de un futuro prometedor a nivel local como cuando asomaba la década del '90. Lo único que quedó fue la paz con que se terminó el partido y, fundamentalmente, haber llegado a los noventa minutos. Esa sí que es una buena noticia en estos tiempos de violentos.

 

 

Por LEO BURGUEÑO (1996).

Notas: MIGUEL PISANO.

Fotos: EDUARDO FARRE, HUGO RAMOS, ENRIQUE y MARCELO BOERI.