Las Crónicas de El Gráfico

1987. El querido y glorioso fútbol uruguayo

Día de gloria para Uruguay. En Buenos Aires alza la Copa América nuevamente después de vencer a Argentina en semifinales y a Chile en la final. Otra vez afloro la garra charrúa y se llevó su 9° sudamericano.

Por Redacción EG ·

14 de junio de 2019

Allá arriba, las gargantas enronquecían en el repetido grito triunfal, ese que viene desde el fondo de la historia: "U-RU-GUAY! U-RU-GUAY!" Ahí abajo, los hombres que vestían la celeste no terminaban de festejar, de dar la vuelta olímpica envueltos en su bandera, de abrazarse, de alzar sus brazos al cielo y de sentirse herederos, por un instante, de los viejos próceres de Colombes, de Amsterdam, del Centenario y del Maracaná.

Todos ellos, los hinchas de afuera y los jugadores de adentro, habían copado un nuevo escenario para agregar a la inextinguible epopeya charrúa. Habían derrotado al Campeón del Mundo en el Monumental, habían conquistado el legítimo derecho a disputar otra final de América y la habían ganado en forma clara, neta, indiscutible. Sin un gran nivel técnico pero con esa presencia ganadora, ese espíritu de fútbol nacido para ser campeón y ese peso indestructible de su historia.

Otro día de gloria

Un rato antes, cuando faltaban diez minutos para el silbato final, desde las tribunas repletas de banderas uruguayas bajaba un canto conocido, un estribillo habitual de nuestros domingos futboleros:

"EN LA CANCHA DE RIVER / VAMOS A GANAR / Y LA VUELTA / Y LA VUELTA / VAMOS A DAR..." Esa canción tenía un sentido especial. A los resonantes triunfos uruguayos les faltaba un gran escenario y ya lo habían conquistado. Era el estadio donde Francescoli, Alzamendi, Walter Gómez y tantos otros cracks que llegaron desde la otra orilla, habían sido campeones con River.

Por eso, la fiesta era completa y la alegría totalmente justiciera. Cuando escribo esto, acude a mi memoria una vieja foto que publicó EL GRAFICO en 1924, con un grupo de jugadores uruguayos dando la vuelta triunfal al estadio de Colombes, donde acababan de consagrarse Campeones Olímpicos de fútbol. Debajo de esa hermosa escena sepiada por el tiempo, un título adecuado al acontecimiento y al escenario: "LE JOUR DE GLOIRE...". Ahora, 63 años más tarde, la escena es casi idéntica. La vuelta que están dando se llama "olímpica", precisamente a causa de ellos, de los celestes, de su consagración de 1924. Y el título debe ser el mismo, sólo que en nuestro idioma: "EL DIA DE GLORIA..."

 

Imagen Enzo Francescoli y Antonio Alzamendi.
Enzo Francescoli y Antonio Alzamendi.
 

Los méritos del campeón

La reglamentación de la Copa América dispuso que Uruguay, con dos partidos jugados y dos goles convertidos, fuera el nuevo Campeón Sudamericano. Parece demasiado premio para una realización futbolística tan corta. Pero ésas eran las reglas de juego, Uruguay se atuvo a esa realidad y consiguió su objetivo en forma inobjetable. Sobre todo porque esos 180 minutos de juego efectivo incluían la obligación de batir a los dueños de casa, a los últimos Campeones Mundiales, al equipo que tiene en sus filas al jugador más famoso y más brillante de este momento internacional. Ese ha sido el gran mérito de los nuevos campeones.

 

Imagen El equipo campeón: Pereira, Trasante, Nelson Gutierrez, Perdomo, Pintos Saldaña, Alfonso Dominguez. Abajo: Alzamendi, Matosas, Bengoechea, Francescoli y Sosa.
El equipo campeón: Pereira, Trasante, Nelson Gutierrez, Perdomo, Pintos Saldaña, Alfonso Dominguez. Abajo: Alzamendi, Matosas, Bengoechea, Francescoli y Sosa.
 

Contra Argentina, los celestes plantearon un partido tácticamente irreprochable, basado en una premisa que es tan vieja y tan sabia como el fútbol mismo: achicar espacios en su propia mitad del terreno; agrandar espacios en la mitad opuesta de la cancha. Además, esa tarde aplicaron dos fundamentos básicos de las grandes victorias uruguayas: el manejo psicológico del partido y la defensa de la pelota. El viejo back celeste José Nasazzi, apodado el Terrible, lo sintetizaba en una frase de los años treinta: "Los primeros diez fouls nuestros y después ganamos jugando al fútbol...". Trasante y Perdomo salieron a jugar fuerte contra los argentinos, a hacer sentir el rigor de movida. Cuando consiguieron revolverles los papeles a los albicelestes y hacerlos entrar en el barullo, ganaron jugando al fútbol. Y, sobre todo, defendiendo la pelota. El inolvidable Pepe Peña solía graficar así esa virtud tan metida en el alma del jugador uruguayo: "La cuidan tanto que cuando la entregan parecen decir: «Va media pelota. Si la cuidás bien, te mando la otra mitad»...".

 

Uruguay 1 - 0 Chile
 

Chile no es Uruguay

En el partido decisivo, los chilenos intentaron imitar a los celestes. Salieron a pegar. Y pegaron en gran forma. Pero el foul por el foul mismo, si no va acompañado de otros atributos, no gana partidos. Plantarse con firmeza en la cancha, hacer sentir el físico en la lucha por la pelota dividida, imponer el peso del temperamento y la personalidad es algo más complejo y más completo que el simple acto de pegar patadas. A Enzo Francescoli le hicieron sentir la violencia de entrado resultado fue negativo para los trasandinos, porque se quedaron sin su back central Eduardo Hernán Gómez a los 14 minutos de juego por un nuevo foul agresivo contra el ex delantero de River.

Imagen El gol de la Copa. Roberto Rojas rechazó el zurdazo bajo de Perdomo y Bengoechea alcanza el rebote para mandarla a la red. Es el gol del triunfo, el gol de la Copa, Pizarro, sin chance. Alzamendi prepara el grito.
El gol de la Copa. Roberto Rojas rechazó el zurdazo bajo de Perdomo y Bengoechea alcanza el rebote para mandarla a la red. Es el gol del triunfo, el gol de la Copa, Pizarro, sin chance. Alzamendi prepara el grito.

Claro, en la cancha había un árbitro con autoridad. El brasileño Romualdo Arpi Filho no tiene miedo de reprimir la violencia con el máximo rigor. Como que más tarde, cuando no habíamos llegado a la media hora del partido, echó a Francescoli por agresión contra Astengo. Pensamos que si el encuentro Argentina-Uruguay, en vez de ser arbitrado por una caricatura de árbitro internacional como el ecuatoriano Elías Jacome, hubiera contado con un juez de la jerarquía de Arpi, las cosas habrían sido muy distintas. No decimos que podía haber ganado Argentina. Pero el desarrollo iba a cambiar sustancialmente.

Los hombres del Campeón

Enzo Francescoli reconoce que el árbitro obró bien: "No me quejo de la expulsión, fue merecida. Reaccioné estúpidamente. Pero cuando vi que le metían un planchazo en el pecho a Antonio (Alzamendi), me perdí... Pese a haber jugado tan poco, estoy muy contento porque ésta es una revancha personal de Antonio, el Tano Gutiérrez y yo, porque al regreso del Mundial se dijeron de nosotros cosas demasiado duras...".

Imagen Los charrúas levantan la Copa América y dan la vuelta en el Monumental.
Los charrúas levantan la Copa América y dan la vuelta en el Monumental.

El caso fue que Uruguay perdió más que Chile cambiando la expulsión de Gómez por la de Francescoli. Y absorber esa baja tan vital fue otro mérito del conjunto celeste, en el que nos interesa destacar tres figuras fundamentales: su marcador lateral derecho Alfonso Enrique Domínguez, 21 años, montevideano del barrio de Palermo, jugador de Peñarol, que ejecutó impecablemente la misión más difícil, la de anular a Ivo Basay, el jugador más peligroso y creativo del ataque chileno. José Baile Perdomo, con su apostura de centre half de antes, su temperamento para caminar la media cancha y sus disparos de media distancia, uno de los cuales exigió el rebote corto de Rojas y la oportunidad del gol del triunfo. Pablo Javier Bengoechea, 22 años, armador de Wanderers, autor del gol del campeonato y sagaz "manija" del equipo celeste cuando fue expulsado Francescoli. Ellos tres fueron importantísimos en la final, así como Antonio Alzamendi resultó decisivo contra Argentina y Nelson Daniel Gutiérrez, una muralla impasable en el fondo, y ganador de todos los cabezazos en su área penal en la suma de los dos partidos que Uruguay necesitaba ganar para seguir siendo dueño de la Copa América. No hay nada que hacerle. Podrán tener malos momentos, caídas inesperadas, fracasos como el de México hace un año, pero es indudable que por las venas del fútbol uruguayo corre sangre de campeones.

Imagen El limpio festejo de Uruguay en la vuelta olímpica. Desde la izquierda, jubilosos, aparecen Alfonso Enrique Domínguez, Pablo Javier Bengoechea, Antonio Alzamendi, Eduardo Pereyra, Jorge Fernando Seré y José Enrique Peña.
El limpio festejo de Uruguay en la vuelta olímpica. Desde la izquierda, jubilosos, aparecen Alfonso Enrique Domínguez, Pablo Javier Bengoechea, Antonio Alzamendi, Eduardo Pereyra, Jorge Fernando Seré y José Enrique Peña.
 

 

Por JUVENAL

Fotos: GIMENEZ, HOROVITZ, NORBERTO MOSTEIRIN, SALTO y PREGO.