Las Entrevistas de El Gráfico

David Stirling, el polista que hizo historia

Pasó de cuidarle caballos a Cambiaso a consagrarse en La Dolfina junto a él y. El más valioso de la final de Palermo repasa su camino hasta ganar la Triple Corona dos veces seguidas.

Por Darío Gurevich ·

11 de febrero de 2015

Imagen PELON sonríe en su caballeriza en Cañuelas, a 14 horas de haber transformado un sueño en realidad en el Argentino Abierto de 2014.
PELON sonríe en su caballeriza en Cañuelas, a 14 horas de haber transformado un sueño en realidad en el Argentino Abierto de 2014.
-¿QUE LE DIRIAS a Adolfo Cambiaso tras la final del Abierto de Palermo?
-Muchas gracias… El loco me abrió las puertas de su casa, tanto él como su familia y su organización, y le agradezco cada vez que termina un partido o un torneo. Si estoy acá, es gracias a él, que me ayudó en todo: caballos, darme un lugar para tener mis caballos, una identidad, un lugar como La Dolfina, en la que me siento muy parte, como si fuera mi casa. A esta altura, somos grandes amigos que compartimos mucho afuera de la cancha.

David Stirling se expresa, mates de por medio, en su caballeriza en La Dolfina, ubicada en Cañuelas, provincia de Buenos Aires. Es domingo 7 de diciembre, 11.30 horas, y el tipo mantiene su calma habitual. Si no fuera por la sonrisa que se le dibuja en el rostro, no parecería que apenas 14 horas atrás ganó la Triple Corona por segunda vez consecutiva, su tercer título en el Campeonato Argentino Abierto -conocido como Palermo-, y al representar a la organización que Cambiaso lidera. Tampoco parecería que, luego de esa misma final del Abierto más importante del mundo, en la que La Dolfina venció a Ellerstina 14-12, resultó el polista más valorado del encuentro decisivo, galardón que confirmó públicamente su notable cierre de temporada.

El uruguayo, que jamás resignará su modestia, accede a sentarse para desmenuzar su rica historia, que picó en punta hace un mes pero que comenzó muchísimo antes.

“Nací el 4 de enero de 1981, en Montevideo. A los seis o siete años, mi papá, que también se llama David, me llevó a vivir a Sotogrande, en España, donde trabajó durante 20 o 25 años en el club de polo. De chico, me tiraba el fútbol, jugaba de número 10, y decían que era bueno, algún pase metía. Incluso, hoy soy fanático del fútbol, hincha de Nacional. Pero, bueno, a partir de los 14 años, me enganché con el polo y encaré por ese lado”, argumenta.

-¿Qué aprendiste de adolescente gracias al polo?
-Papá me enseñó mucho, en especial que esto es un trabajo. Cuando uno se decide a ser polista, se debe dar cuenta de que ir a la caballeriza es como ir a cualquier oficina, de que tiene que estar metido ahí, dedicarle muchas horas, para el bien de la organización, porque trabajás con los caballos.

-Entonces, ¿qué te perdiste por este trabajo?
-Uh: muchos sábados a la noche cuando era más chico. Si jugaba prácticas los domingos a la mañana, mi viejo me inculcaba que eliminara la salida de los sábados porque tenía que estar en hora, en buen nivel y con buena cara al otro día. Hoy, al mirar para atrás, fue una muy buena elección.

Imagen A LOS 34 AÑOS ganó dos veces la Triple Corona y tres títulos en Palermo, el abierto más importante del mundo.
A LOS 34 AÑOS ganó dos veces la Triple Corona y tres títulos en Palermo, el abierto más importante del mundo.
-¿A qué jugador admirabas?
-A Bautista Heguy, era fanático de Chapa I. Hubo un año en Inglaterra que jugué con él, y estuvo buenísimo. Pero nunca le conté esto a Bautista, que es un polista especial y diferente, por cómo juega.
Stirling, conocido por el mundo como Pelón -“porque no tenía pelo al año de vida”, resume-, continúa describiendo su camino: “Llegué a La Dolfina en 2007 para cuidar caballos, jugué la Copa Cámara de Diputados dos años, y Chapa II me dio la posibilidad de jugar la Triple Corona en 2009. Eso ya era un logro impensado. Ese equipo me dio la chance de disputar Palermo por primera vez, de cumplir ese sueño que tenía como polista, y tuve a tres tremendos compañeros, como Alberto, Ignacio y Eduardo Heguy, que me enseñaron mucho y que me dieron la oportunidad de jugar en la cancha 1 de Palermo. De hecho, no sabés el susto que tenía cuando entré a esa cancha, lo que me costó acoplarme a mis compañeros en ese partido. Creo que terminó y no entendía dónde estaba”.

-¿Cómo te incorporaste a La Dolfina?
-Se fue Mariano Aguerre y se me presentó la chance de integrar el primer equipo de la Argentina para 2010. Ingresar en un equipo así, en el que no alcanza con llegar a la final, es impresionante como polista. El primer año llegamos a la final de Palermo y en el segundo, lo ganamos.

-Como si fuera poco, no sólo saliste campeón de tu primer Abierto en 2011, sino que te subieron a 10 goles, hándicap que conservás…
-Eso es un bonus. Sólo aproveché las oportunidades que se me presentaron, porque si el tren pasa, capaz no vuelve. Para mí fue clave haber pasado a un equipo de primer nivel. Pero no pienso que soy un jugador de excelencia, sino que le puse muchas ganas a este deporte y trato de mejorar y de aportarle a La Dolfina cada vez un poquito más.

-Cuando retrocedés mentalmente en el tiempo y recordás de dónde venís y lo que lograste hasta hoy, ¿qué pensás?
-Y está buenísimo. Con Jejo, mi primo, con el que hago todo, nos decimos: “Mirá la caballada que tenía en 2008 y mirá la que hay ahora. Fueron pasos ligeros, pero esto es fruto del esfuerzo que se hizo, de haber puesto todas las fichas para disfrutar de un presente como este. Cumplí muchos sueños.

PONGAMOS UN FRENO. ¿Por qué resulta tan trascendente lo que La Dolfina cosechó? Para algún desprevenido, la organización que comanda Cambiaso (el mejor polista del mundo y, probablemente, de la historia) arrasó en todos los torneos que se presentó en los últimos dos años. Ganó, entonces, la preciada Triple Corona (certamen de la temporada alta argentina que consagra al campeón del Abierto de Tortugas, al Abierto de Hurlingham y al de Palermo durante el mismo año), y el modesto Abierto del Jockey Club 2014. En limpio, se presentó en siete competencias y se guardó las siete en la bolsa.
“Hicimos historia, porque no se ganaba la Triple Corona dos veces seguidas desde que Coronel Suárez lo logró (era el único equipo que había obtenido este trofeo honorífico, en 1974 y 1975). Y entendemos perfectamente qué es Coronel Suárez en el mundo del polo”, afirma Pelón.

-¿Ya tomaste consciencia de que obtuvieron la segunda Triple Corona en fila?
-No, no caímos todavía. Creo que me daré cuenta cuando esté de vacaciones, tranquilo.

-¿A vos te sorprende lo que lograron?
-Milo Fernández Araujo, el entrenador, nos puso esto en la cabeza hace dos años y llevamos un invicto de 24 partidos. Haber logrado esto es muy difícil, porque no es fácil mantener al cien por ciento la concentración y la actitud siempre, y tampoco es sencillo por los equipos, las organizaciones y los jugadores que hay. Y sí, me sorprende. Pero a la vez, sabíamos que tenemos un muy buen equipo, una organización excelente que nos respalda, y que lo podíamos hacer. La Dolfina tiene cuatro jugadores que saben jugar al polo, que cada uno hace un esfuerzo grande año tras año para traer caballos de afuera, para comprar caballos. Por eso, esto es meritorio.

-¿Fernández Araujo sólo le agregó voracidad al equipo u otras cuestiones más?
-Milo nos aportó todo, Milo es tan importante como cualquiera de nosotros cuatro. El nos transmitió que podíamos ganar la Triple Corona, y que la podíamos ganar dos veces seguidas. Entonces, nos puso objetivos a medida que avanzaron estas dos temporadas; nos hizo concentrar durante la semana, jugar las prácticas al máximo, poner dinero o esfuerzo para encontrar a esa yegua que haría la diferencia. El controla todos los puntos bien y es un gran artífice de esto. Nosotros lo respetamos y le hicimos caso, como disputar el Abierto del Jockey Club a principio de la temporada 2014. Esa fue una movida acertada, porque llegamos con ritmo al Abierto de Tortugas.

Imagen EL MEJOR uruguayo de la historia se perdió el primer partido en Palermo 2014 por una lesión.
EL MEJOR uruguayo de la historia se perdió el primer partido en Palermo 2014 por una lesión.
-¿Cuáles resultaron las decisiones más importantes que tomaron como equipo en estos últimos dos años?
-Después de haber perdido la final de Palermo 2012, decidimos incorporar a Milo y nos aseguramos que los cuatro íbamos a jugar juntos para los próximos tres o cuatro años, y eso nos dio la seguridad para apostar fuerte por la organización. Igual, además de lo que tiene que ver con el polo, nosotros somos un grupo que pegó una muy buena relación, y eso nos ayuda, nos fortalece.

-Alguna anécdota copada para contar que ocurrió en la temporada…
-Sí… María (Vázquez, la mujer de Cambiaso) nos clavó con una obra de teatro que fue aburrida. Mientras las chicas estaban chochas, Milo se dormía y el resto de nosotros estaba deseando que terminara para irnos a cenar (risas).

-Pasemos a la final de Palermo, de la que tengo dos imágenes grabadas relacionadas a vos: tu gol que abrió el marcador a los 17 segundos y tu culminación a pie cuando el partido se moría. ¿Recordás todo eso?
-Sí… Lo de haber terminado la final a pie fue curioso. Esperaba el cambio de caballo que no llegó a tiempo (risas). Y con ese gol, el del 1-0, no sé qué me saqué de encima, pero representó un alivio porque habíamos arrancado bien. Milo ya nos lo había dicho antes de jugar: “Este partido no lo podemos perder”. Y tenía razón, porque significaba dos años de trabajo, entrar en esa historia con Coronel Suárez, y si lo hubiéramos perdido, habría sido mucho.

-¿Qué enseñanza te dejó la final?
-Que en los momentos difíciles, hay que apretar los dientes y estar unidos más que nunca, porque supimos cómo mantener la ventaja de tres o cuatro goles que le habíamos sacado a Ellerstina. Lo importante era ganar, y lo hicimos; nadie se acuerda si rendiste bien o mal, el ganador es lo único que queda en el registro. El partido fue parejo, cerrado e intenso, pero el equipo funcionó bárbaro en defensa, como en todo el año pasado, y a ellos se les complicó convertirnos. Ganamos por detalles.

-Demostrarte que ya no sólo estás para empujar. ¿Vos lo considerás así?
-Mejoré en la organización, en los caballos, que es lo más importante, al realizar un esfuerzo para comprar yeguas de afuera, y eso me ayudó para andar mejor. Pero, como digo siempre, trato de aportar para el equipo y estoy para empujar, bajo el casco y corro un rato. El sueño de cualquier polista es estar en mi posición, por los tres compañeros que tengo. Por eso, no me puedo dormir ni un ratito, cualquiera querría mi lugar.

-Dale, más allá de la humildad que te caracteriza, fuiste el mejor de la final del Abierto…
-(Interrumpe)… El mejor fue el equipo, porque no se gana por sólo un jugador.

-Disputaste muy pocos partidos perfectos en tu vida. ¿Esta final fue uno?
-No, sé que anduve bien, pero me mandé alguna cagadita.

-¿Y ahora qué?
-En lo personal, tengo que seguir mejorando en la organización, en leer la cancha, en no hacer tonterías en momentos clave, y quiero tratar de mantenerme en este gran nivel la mayor cantidad de años. Y en lo grupal, siempre se puede crecer más todavía, a partir de objetivos nuevos. Así buscaremos desafíos para seguir estando ahí arriba.
        
 

Por Darío Gurevich. Fotos: Alejandro del Bosco

 

Nota publicada en la edición de enero de 2015 de El Gráfico