Las Entrevistas de El Gráfico

Leandro Gracían, todo lo arregla al toque

Salido de la cantera de Vélez, debió afrontar un duro momento al perder la titularidad, pero la llegada de Russo le volvió a abrir las puertas y el Tano no decepcionó.

Por Redacción EG ·

19 de marzo de 2020

Sue­na el tim­bre gris en Par­que Chas. Bon­go y To­bías co­rren has­ta la puer­ta y re­ci­ben a los in­vi­ta­dos a pu­ra ópe­ra de la­dri­dos, ca­si en­sor­de­ce­do­res. El pa­si­llo, que da al li­ving, que da a los cuar­tos, que al mis­mo tiem­po dan a una es­ca­le­ra, que tam­bién da a la te­rra­za, re­ga­la rin­co­nes de de­sor­den. “Nos es­ta­mos mu­dan­do, no se asus­ten”, acla­ra Lean­dro, re­cién lle­ga­do de los es­tu­dios de Fox Sports. El es –de los ju­ga­do­res del Vé­lez sen­sa­ción– el más bus­ca­do, la fi­gu­ri­ta, el ar­ma­dor, el me­jor, el Se­ñor Pa­se Gol. Y es­te ex­ce­len­te mo­men­to lle­ga des­pués de mu­chos su­bi­ba­jas. Su ca­rre­ra –tie­ne 22 años, pe­ro és­te ya es su quin­to en Pri­me­ra– po­dría com­pa­rar­se con un yo­yó, por lo al­to que lle­gó a vo­lar y por esa sen­sa­ción tan ra­ra de ro­zar el pi­so. Y, tam­bién con el vie­jo y ana­ran­ja­do Tic­ki tac­ka: tan cer­ca del cen­tro de la con­sa­gra­ción y, de pron­to, tan le­jos de ese sa­bor tan dul­ce que só­lo tie­ne el triun­fo.

 

–Lo mío fue ra­ro –ex­pli­ca Gra­cián, mien­tras to­ma un va­so de Se­ven Up–. En­tré en una po­si­ción que cues­ta mu­cho en Vé­lez. Ha­ce bas­tan­te que pa­sa eso. Al ju­gar de en­gan­che, te exi­gen cons­tan­te­men­te; en la can­cha y, tam­bién, la gen­te que es­tá afue­ra. Te­nés que es­tar bien de la ca­be­za y muy bien fí­si­ca­men­te, y eso, qui­zás an­tes no lo te­nía tan cla­ro. Tu­ve téc­ni­cos que me po­nían y me sa­ca­ban. Y así es más di­fí­cil. Por ejem­plo, con Is­chia em­pe­cé ju­gan­do en el tor­neo que sa­li­mos ter­ce­ros, tu­ve un buen ni­vel y has­ta lle­gué a la Se­lec­ción. Pe­ro en el cam­peo­na­to si­guien­te me le­sio­né y eso le dio la chan­ce a otro ju­ga­dor. Di­ga­mos que pa­sé por mo­men­tos bue­nos y por mo­men­tos ma­los. Pe­ro aho­ra se no­tan más las co­sas bue­nas que ha­ce uno, por­que ya tie­ne más años en es­to, es más co­no­ci­do. Ade­más, que el téc­ni­co ha­ya con­fia­do en mí des­de que arran­có el cam­peo­na­to es es­pec­ta­cu­lar.

Imagen Parque Chas, barrio tranquilo, ideal para jugar a la pelota. Leandro, vecino famoso, lo sabe y se prende.
Parque Chas, barrio tranquilo, ideal para jugar a la pelota. Leandro, vecino famoso, lo sabe y se prende.

 

–¿Có­mo ha­cías pa­ra ban­car­te no ju­gar, sa­bien­do que por tu ni­vel po­días ser ti­tu­lar en cual­quier otro equi­po?

–Uno siem­pre tie­ne que con­fiar en las con­di­cio­nes que tie­ne, eso me lo en­se­ña­ron de chi­co. No hay otro cuen­to. Yo sa­bía que si se­guía tra­ba­jan­do a mo­rir, la chan­ce iba lle­gar en cual­quier mo­men­to. Es­to es así: un día es­tás arri­ba y otro día es­tás aba­jo. Yo con­fia­ba en mis con­di­cio­nes y sa­bía que vol­ve­ría a ju­gar en cual­quier mo­men­to.

–Igual, al­gu­nas co­sas vos ha­brás cam­bia­do…

–Exac­ta­men­te, tal cual. Fui apren­dien­do un mon­tón de co­sas. Yo to­da­vía ten­go 22, pe­ro es­toy pi­san­do los 100 par­ti­dos. Sé que ten­go que es­tar muy bien fí­si­ca­men­te en la po­si­ción en la que jue­go, ten­go que sa­ber di­fe­ren­ciar cuán­do elu­dir y cuán­do to­car, ayu­dar al me­dio­cam­po pa­ra re­cu­pe­rar la pe­lo­ta... An­tes qui­zá no ayu­da­ba tan­to. Aho­ra es­toy con­for­me con lo que es­toy ha­cien­do.

Con­for­me o no, el Ta­no Gra­cián es uno de los me­jo­res ju­ga­do­res del cam­peo­na­to, des­pués de su re­na­ci­mien­to 2005. Es la ma­ni­ja de Vé­lez, el hom­bre-pi­be que ha­ce so­ñar a esa hin­cha­da de pa­la­dar más que ne­gro. Esa mis­ma hin­cha­da que el año pa­sa­do ter­mi­nó pi­dien­do on­ce ca­be­zas –ob­via­men­te, las de los su­plen­tes, tam­bién–  al no po­der con Ar­se­nal y de­jar pa­sar la chan­ce de un de­sem­pa­te con Ne­well’s, en la úl­ti­ma fe­cha del Aper­tu­ra. Ese equi­po –el de las on­ce ca­be­zas más bus­ca­das del país– hoy ha­ce de­li­rar a to­do Li­niers y man­tie­ne los mis­mos nom­bres. “Esa es la gran di­fe­ren­cia que te­ne­mos con los otros equi­pos: no nos de­sar­ma­mos nun­ca. De­be­mos ser el equi­po que me­nos cam­bió, te­ne­mos el mis­mo plan­tel ha­ce tres años. Ya nos co­no­ce­mos aden­tro de la can­cha, sa­be­mos có­mo pien­sa ca­da uno, y eso es fun­da­men­tal. Pen­sá que so­mos va­rios pi­bes que fui­mos cre­cien­do a me­di­da que ju­gá­ba­mos, vi­vi­mos co­sas im­por­tan­tes de nues­tras vi­das, pe­ro jun­tos. Hoy en día el equi­po es­tá bien. El te­ma es tras­la­dar la con­fian­za aden­tro de la can­cha.

 

–¿Por qué Vé­lez es­tá don­de es­tá?

–Es­ta­mos vi­vien­do un mo­men­to her­mo­so: fal­tan­do po­cas fe­chas es­ta­mos ahí arri­ba. Ob­via­men­te es­ta­mos muy con­ten­tos, pe­ro sa­be­mos que tam­bién te­ne­mos que es­tar tran­qui­los. Con esa fe­li­ci­dad, pe­ro sien­do cons­cien­tes de que hay que es­tar con la ca­be­za en or­den. Lo­grar un cam­peo­na­to es es­pec­ta­cu­lar, pe­ro re­quie­re de un mon­tón de co­sas. Co­sas de acá –se se­ña­la la ca­be­za–. En las fe­chas que pa­sa­ron, Vé­lez se sa­có de en­ci­ma a mu­chos equi­pos ga­nan­do muy bien y sa­có em­pa­tes cuan­do te­nía que sa­car­los. Es un equi­po que fue de me­nor a ma­yor, sin du­das. Y que es muy in­te­li­gen­te.

–Al ser un gru­po jo­ven, ¿cues­ta man­te­ner la ca­be­za tran­qui­la?

–Creo que to­dos no­so­tros, a pe­sar de ser pi­bes y te­ner 21 o 22 años, ya trae­mos va­rios par­ti­dos en­ci­ma. Vé­lez es así, es un equi­po jo­ven y lo de­mues­tra en la can­cha.

–¿Es di­fí­cil triun­far en Vé­lez?

–Mi­rá: cuan­do su­bi­mos a Pri­me­ra, éra­mos to­dos chi­cos, no nos traían ju­ga­do­res ex­pe­ri­men­ta­dos, así que te­nía­mos que apren­der ca­si so­los. Vi­vía­mos mo­men­tos bue­nos, ma­los, nos que­dá­ba­mos afue­ra de la Li­ber­ta­do­res y  qui­zá no con­tá­ba­mos con un com­pa­ñe­ro de trein­ta años pa­ra ex­pli­car­nos có­mo pa­sar esos mo­men­tos, ¿en­ten­dés? Bo­ca y Ri­ver ha­cen con­tra­ta­cio­nes más gran­des, pe­lean las co­pas y, cuan­do uno es jo­ven, se le fa­ci­li­tan más las co­sas pa­ra apren­der lo que es ju­gar en Pri­me­ra, que, acla­ro, no es na­da fá­cil, eh. Qui­zás vos de­bu­tás en Bo­ca y te­nés a Pa­ler­mo ade­lan­te, a Cas­ci­ni en el me­dio, a Schia­vi atrás y es mu­cho más fá­cil. Por eso en Vé­lez las co­sas se ha­cen más di­fí­ci­les. Y, cuan­do se dan, tie­nen el do­ble de mé­ri­to.

–Eso que de­cís de apren­der so­los, ban­car­se las ma­las… Aho­ra pue­de ser que es­té dan­do sus fru­tos.

–Cla­ro, no es una ca­sua­li­dad que Vé­lez ha­ya he­cho el tor­neo que hi­zo el año pa­sa­do y que aho­ra es­té pe­lean­do. Fi­ja­te que so­mos el me­jor equi­po de la tem­po­ra­da. Y, ob­via­men­te, to­do lo que vi­vi­mos le dio ca­rác­ter al equi­po. Pa­sar co­sas ma­las y so­bre­vi­vir te ha­ce más fuer­te.

–¿Eso se dio tam­bién en vos? ¿Eso de ban­car­te las ma­las y triun­far aho­ra?

–Sí, me vi­no bien pa­ra dar­me cuen­ta las co­sas que es­ta­ba ha­cien­do mal. Cuan­do te pa­san co­sas que no son muy bue­nas, uno se da cuen­ta de que tie­ne que mi­rar en qué se es­tá equi­vo­can­do. Yo lo hi­ce, me cal­mé y aho­ra me doy el lu­jo de dis­fru­tar del fút­bol. Si me pon­go a pen­sar, has­ta ha­ce un tiem­po no lo ha­cía.

 

Imagen Frente a Bandield, el Tano muestra todo su talento.
Frente a Bandield, el Tano muestra todo su talento.
 

–El bo­rrón de Is­chia fue el pri­mer lla­ma­do de aten­ción.

–No sé si lla­mar­lo “bo­rrón”. Yo sa­lí cuan­do me des­ga­rré, tu­ve tres des­ga­rros se­gui­dos. El no me veía con con­di­cio­nes de ju­gar, de con­du­cir al equi­po. En­ton­ces no me que­da­ba otra que es­pe­rar. Creo que eso pien­sa un téc­ni­co cuan­do no te po­ne, ¿no?

–Pe­ro con Fa­ne­si tam­bién te pa­só. Era ra­ro, él te co­no­cía de in­fe­rio­res...

–Sí, lo de Fa­ne­si siem­pre me pa­re­ció ra­ro por­que me co­no­cía más que cual­quie­ra, me ha­bía di­ri­gi­do du­ran­te años. Nos lle­vá­ba­mos muy bien, eh. Pe­ro de un día pa­ra el otro de­ci­dió que te­nía que ir al ban­co, em­pe­zar a al­ter­nar y se ha­cía muy di­fí­cil. Eso nun­ca ayu­da.

–¿To­da­vía les guar­dás un po­co de ren­cor?

–No, pa­ra na­da, en se­rio. No ha­blé más del te­ma con ellos. Lle­gó Mi­guel (Rus­so) y me pa­re­ció que te­nía que ol­vi­dar­me y mi­rar pa­ra ade­lan­te.

 

Ma­ma lle­ga con la me­rien­da. Le­che so­la y tres tos­ta­das con que­so cre­ma y mer­me­la­da de du­raz­no pa­ra el Ta­no. Bon­go y To­bías pe­lean, jue­gan y la­dran en la co­ci­na. La te­le es­tá en­cen­di­da y el no­ti­cie­ro ti­ra la no­ti­cia. “Shhh, shhh, a ver…”, di­ce Lean­dro. Con­fir­ma­do. “Ri­quel­me fue ele­gi­do me­jor ju­ga­dor de la Li­ga es­pa­ño­la”. Fa­ná­ti­co del fút­bol, no se pier­de nin­gún par­ti­do. Y, me­nos los de sus ído­los. “Qué gran­de Ro­mán, la es­tá gas­tan­do. Lo mi­ro siem­pre, me en­can­ta có­mo jue­ga. Ten­go una ca­mi­se­ta  que le cam­bié ha­ce un tiem­po. Tam­bién mi­ro mu­cho a Ai­mar y a Or­te­ga. La ver­dad, son de esos ju­ga­do­res que da pla­cer ver”, cuen­ta.

–An­tes ha­bla­bas de Rus­so. ¿Su lle­ga­da cam­bió mu­cho las co­sas?

–Sí, lo de Mi­guel fue muy bue­no. Co­mo pri­me­ra me­di­da acor­tó el tiem­po de las con­cen­tra­cio­nes. An­tes con­cen­trá­ba­mos co­mo dos días, pe­ro aho­ra lo ha­ce­mos el día an­te­rior al par­ti­do, así que son un par de ho­ras.

Imagen Gol a Independiente y el avioncito que despega. Castroman goza; Carrizo, sufre.
Gol a Independiente y el avioncito que despega. Castroman goza; Carrizo, sufre.

–Des­pués de Is­chia y Fa­ne­si, ¿có­mo hi­cis­te pa­ra ga­nar­te al DT?

–(Ri­sas) No, no hi­zo fal­ta. Creo que Mi­guel ya me co­no­cía de an­tes. Lo ha­bía­mos en­fren­ta­do en Mo­re­lia, allá en Mé­xi­co, y des­pués lo vi con­tra Cen­tral. El lle­gó a Vé­lez y de en­tra­da me di­jo que me iba a te­ner en cuen­ta. An­tes de su lle­ga­da, yo es­ta­ba con ga­nas de ir­me –había un par de equi­pos in­te­re­sa­dos–, por­que no en­con­tra­ba lu­gar. Por eso sé que par­te de mi buen mo­men­to es gra­cias a la con­fian­za que me dio. Lle­gó, a la se­ma­na ha­bla­mos y lo úni­co que me que­da­ba era en­tre­nar­me bien y de­mos­trar­le que po­día es­tar pa­ra ju­gar. Mi­guel me de­mos­tró que es una per­so­na que va de fren­te y que es sin­ce­ra.

–¿Pue­de de­cir­se que es­tás atra­ve­san­do tu me­jor mo­men­to des­de que de­bu­tas­te?

–En 2003 tam­bién tu­ve un buen año, pe­ro aho­ra cam­bia el te­ma de la edad. En ese mo­men­to hi­ce un cam­peo­na­to lin­do, pe­ro me fal­ta­ba mu­cho, si com­pa­ro con es­te mo­men­to. Creo que fue­ron di­fe­ren­tes eta­pas en las que de­mos­tré al­go que vie­ron to­dos. An­tes te­nía con­di­cio­nes, aho­ra es co­mo si es­tu­vie­ra se­llán­do­lo, con­fir­man­do las co­sas que ha­bía ama­ga­do con ha­cer an­tes.

–Pa­re­cía que, al lle­gar al fi­nal del cam­peo­na­to, te ba­jo­nea­bas…

–Sí, eso es lo que tra­to de evi­tar aho­ra, por eso es­toy me­ti­do a full. An­tes arran­cá­ba­mos bár­ba­ro y des­pués em­pe­zá­ba­mos a caer. Y eso tam­bién me pa­sa­ba a mí: ha­cía 15 par­ti­dos bue­nos y des­pués ba­ja­ba el ni­vel, me man­da­ban al ban­co y me per­día el mo­men­to más lin­do del cam­peo­na­to, el fi­nal. Por eso aho­ra mi ob­je­ti­vo es man­te­ner­me, te­ner la ca­be­za pues­ta al cien por cien en el fi­nal del cam­peo­na­to. No se nos pue­de es­ca­par…

–¿Se­guís te­nien­do pe­sa­di­llas del par­ti­do con­tra Ar­se­nal?

–No, pa­ra na­da, por­que es al­go que en­te­rra­mos no bien em­pe­zó el tor­neo. Sa­bía­mos que éra­mos los mis­mos ju­ga­do­res, que só­lo cam­bia­ba el téc­ni­co. El de­sa­fío era de­mos­trar­nos que po­día­mos vol­ver a pe­lear. Es­pe­re­mos ha­ber apren­di­do la lec­ción.

 

 

Por Tomás Ohanian (2005).

Foto: Jorge Dominelli.