Las Entrevistas de El Gráfico

Mario Benedetti: una tregua futbolera

En una charla exclusiva con El Gráfico de 1996, el genial escritor uruguayo Mario Benedetti le abre su corazón al fútbol: sus primeros recuerdos, el Maracanazo, Obdulio, Schiaffino. Una entrevista sin desperdicio

Por Redacción EG ·

18 de febrero de 2020

Lo definió con llamativa claridad el escritor argentino Mario Paoletti, cuando en 1995 publicó su biografía bajo el título "El Aguafiestas". ¿Por qué El Aguafiestas?... "Porque Mario Benedetti ha organizado su vida y su literatura al margen de modas y de imposturas, de disfraces y de concesiones, y semejante testimonio de coherencia lo ha enfrentado muchas veces con las culturas oficiales de toda América Latina. Esa actitud también ha sido, sin embargo, el motivo profundo de la adhesión y el entusiasmo que despiertan su vida y su obra entre anchas franjas de lectores. Benedetti, igual que Cortázar, es un escritor al que no sólo se lo admira sino que también se lo respeta y se lo quiere", escribió Paoletti en el prólogo de la obra.

 Es jueves por la tarde en Buenos Aires. Mario Orlando Brenno Hamlet Hardy Benedetti Farrugia, tal su verdadero nombre, uruguayo de Paso de los Toros, departamento de Tacuarembó, asoma su pequeña figura envasada en unos saludables y poco creíbles 76 años y en su primera frase confirma que se trata de un verdadero Aguafiestas: "Mi padre era hincha de Peñarol; mi señora y toda su familia siempre fueron de Defensor. Yo, para llevarles la contra, me hice de Nacional".

 

Imagen Mario Benedetti en un retrato de infancia (crédito: Fundación Mario Benedetti)
Mario Benedetti en un retrato de infancia (crédito: Fundación Mario Benedetti)
 

Mario Benedetti, tal su nombre de batalla, se ríe de sí mismo, de sus frases, de sus recuerdos, como lo hará con asombrosa frecuencia durante la charla exclusiva con EL GRAFICO. Está claro que ese pequeño hombrecito, en apariencia frágil, contradice con apenas un par de palabras y de actitudes su actual edad. Más bien, este señorazo que visita Buenos Aires para presentar "Andamios", su última novela, irradia la energía de un pibe que está por debutar en Primera División. Y la verdad, don Mario ya ha debutado hace muchísimos años, como lo atestigua su increíble currículum...

Desde que a los 11 años —i sí, leyó bien: 11 años— escribió su primera novela, "El trono y la vida", su obra trepó hasta alcanzar los 67 títulos. Escribió poemas para enamorar a sus lectores y para que muchos novios enamoren a sus novias; también para que más de 40 intérpretes le pusieran música a sus obras, como Joan Manuel Serrat en gran parte de su disco "El Sur también existe".

 Escribió novelas como "La Tregua", que fue traducida a 19 idiomas y llevada al cine por Sergio Renán para dar pelea por un Oscar, aunque finalmente terminara cediendo el podio, nada más y nada menos que ante "Amarcord" de Federico Fellini. Escribió cuentos para que el montevideano de clase media se viera representado y para que el fútbol no resultara un escenario olvidado.

 El fútbol, el fútbol... el fútbol también vive en Benedetti.

 

Imagen Benedetti cuando realizó la nota con El Gráfico en 1996. Foto: GERARDO HOROVITZ
Benedetti cuando realizó la nota con El Gráfico en 1996. Foto: GERARDO HOROVITZ
 

—¿Cuándo empieza su relación con el fútbol?

 —Cuando era chico. Había una familia que era amiga de mis padres y que tenían hijos, que eran amigos míos. Se trataba de una familia de mucha plata, a diferencia de la nuestra. Vivían en un edificio de varias plantas en Montevideo, y arriba tenían una azotea muy grande que le habían puesto un tejido altísimo. Allí jugábamos al fútbol y allí me hice hincha de Nacional.

 — ¿Por qué eligió Nacional? Porque la mayoría en Uruguay es de Peñarol, ¿no?

—Porque esos amigos eran de Nacional e iban al estadio. Es cierto, puede ser que hayan más socios de Peñarol que de Nacional, lo reconozco, nosotros no somos sectarios... Muchas veces yo he ido a ver a Peñarol sólo para mirar a Schiaffino, un tipo extraordinario. Lo que más admiraba de él era cómo se movía cuando no tenía la pelota, cómo se colocaba para recibir los pases, las órdenes que daba para organizar el juego. Schiaffino era un tipo muy inteligente. Una vez que estuve en Italia le hice un reportaje al presidente del Comité Olímpico y le pregunté por Schiaffino. Me contestó así: "¡Schiaffino... Ahhh, un poema!".

 

Imagen Schiaffino convierte el primer gol de Uruguay frente a Brasil en la final del Mundial 1950.
Schiaffino convierte el primer gol de Uruguay frente a Brasil en la final del Mundial 1950.
 

—Jorge Valdano escribe en el prólogo de su libro "Cuentos de Fútbol" que con esa obra busca que el músculo y el pensamiento se miren con menos desconfianza. ¿Usted piensa lo mismo?

 —Yo nunca le tuve desconfianza al fútbol, incluso he escrito cuentos sobre fútbol y también algunos artículos durante una época que fui cronista de un diario de Montevideo, allá por la década del '40. Iba todos los fines de semana a ver a Peñarol y a Nacional, uno jugaba el sábado y el otro el domingo, y hacía una crónica humorística que firmaba con el seudónimo de Orlando Fino.

—Pero más allá de sus obras, se puede decir que la literatura desprecia bastante al fútbol, ¿no?

—Puede ser que en muchos intelectuales, no en todos, exista cierta desconfianza, pero no sólo con respecto al fútbol sino con relación a muchas cosas populares. También hay que aceptar que muchos escritores ignoran al fútbol porque no les interesa, lo cual es legítimo.

— ¿Por qué ocurre eso?

—Y… son esas taras que existen... También hay una cierta distancia de los futbolistas con respecto a los intelectuales. Son unos pocos los que se acercan a la literatura, la mayoría no tiene afinidad por la lectura.

En "El césped", uno de los cuentos que Mario Benedetti le dedica al fútbol, se describe la particular historia del arquero de un club chico de Uruguay. Martín, desde el arco, soñaba todos los días con una transferencia millonaria que cambiara para siempre su triste destino. Un domingo, cuando todo el país sabía que un empresario presenciaba el encuentro desde la tribuna siguiendo la actuación del arquero, su amigo de toda la vida, Benjamín Ferrés, lo devolvió a la realidad con un gol de caño en el último minuto del partido. Martín, finalmente, se suicidó unos días más tarde...

 — ¿Ese cuento tiene algo que ver con alguna vivencia personal?

—No, no es una vivencia mía, para nada. Efraín Huerta, un escritor mexicano, escribió un librito sobre el fútbol donde cuenta el caso de un golero, creo que era brasileño, al que le metieron un gol entre las piernas y luego se suicidó. Y bueno, yo me basé un poco en ese episodio. La única relación que existe es que yo, de chico, jugaba de golero.

 

Imagen Curiosa imagen de Mario Benedetti en su juventud bromeando con una paleta. De chico jugaba de arquero.
Curiosa imagen de Mario Benedetti en su juventud bromeando con una paleta. De chico jugaba de arquero.
 

— ¿Nunca salió del arco para ser jugador de campo?

—No, no, más bien me metieron una vez adentro del arco... (risas). Fue cuando tenía 12 años: un tipo, con una patadura (sic) terrible, me dio un pelotazo en el estómago y me metió adentro del arco. Ahí me desmayé. Hablando en serio, muy rara vez salí del arco. Yo soy asmático como el Che Guevara, que también atajaba. Una vez, el padre del Che me contó que él atajaba para tener a mano esos inhaladores gigantes que se usaban antes. El los ponía en el palo, entonces en cuanto lo necesitaba, se corría unos pasos y listo... Quizás yo fui arquero por la misma razón. ¡Ojo!, no fui ningún futbolista destacado, nada más que jugaba con los amigos. Era perfectamente consciente de que no tenía ningún porvenir como futbolista en ningún puesto...

— ¿Cuáles son los primeros recuerdos que tiene de un partido?

 —Me acuerdo de uno especial, que no lo vi en la cancha, pero lo viví como si estuviera. Fue por los Juegos Olímpicos de Ámsterdam '28: Italia contra Uruguay, por una de las semifinales. Yo tenía apenas 7 años, y mi viejo me llevó a la Plaza Libertad, en Montevideo. Allí, la forma de enterarse cómo iba el partido era en la planta de un diario que se llamaba "El Imparcial". Bajaban un pizarrón que anunciaba: "Carga italiana". Después había que esperar a ver qué resultado tenía ese ataque y a los dos minutos bajaba otro pizarrón: "Los uruguayos ceden córner". Y así sucesivamente durante todo el partido. Ese día llovía a cántaros, me acuerdo como si fuera hoy cómo esa plaza se transformó en un techo de paraguas, no me lo olvido más. Por abajo corría el agua de una forma increíble, y la gente sólo quería saber cómo iba el partido. Para mí fue impactante. Los italianos ganaban 2-1 el primer tiempo, pero terminaron perdiendo 3-2 y así Uruguay se clasificó para la final contra Argentina. Final que ganamos, por supuesto, como también ganamos la del Mundial de 1930 (risas).

— ¿Fue a ver algún partido de aquel Mundial del '30 disputado en su país?

 —En el Mundial mi padre había sacado entradas para ver el partido inaugural: Paraguay—Perú. El no era muy futbolero, pero sabía que yo sí lo era, entonces supongo que como premio había decidido sacar entradas. Era el primer partido que se jugaba en el Centenario, todavía no estaba bien consolidada la construcción. Cuando fuimos a entrar, la avalancha de gente echó abajo las puertas y entonces mi viejo ya no se quiso meter conmigo allí ni me quiso llevar a ningún otro partido. Para mí fue una decepción enorme.

 

Imagen El Manco Castro frente al arquero de Argentina Botasso en la final de 1930.
El Manco Castro frente al arquero de Argentina Botasso en la final de 1930.
 

— ¿Qué recuerda de la final?

—La oí por radio. También íbamos perdiendo 2-1 el primer tiempo y gracias a un gol del Manco Castro se empezó a dar vuelta el partido. El Manco le metía siempre el muñón a todos los rivales en los riñones. Yo creo que antes de la mano de Dios de Maradona, habría que hablar del muñón del Manco Castro (risas).

 — ¿Y el Maracanazo, cómo lo vivió?

—Yo estaba en Montevideo, vivía en Malvin. Me acuerdo que nos lanzamos a La Rambla en una bañadera con todos los jugadores. Fue un delirio que duró como dos días. Nadie pensaba que se podía conquistar esa final: Brasil venía ganando los partidos por 6 ó 7 goles, en cambio Uruguay apenas si ganaba por un golcito...

—¿Qué significó para usted el Maracanazo?

—Yo he escrito un poco sobre eso: creo que el Maracanazo se fue convirtiendo con los años un poco en macaneo, porque se vivió pendiente de eso durante muchos años. Parece que se tratara del "sine qua non" de la historia del país, y no puede ser así.

—Y de Obdulio Varela, ¿qué puede decir?

—Lo que yo más admiro del Negro Obdulio es que, a diferencia de todos los otros campeones del Maracaná, se mantuvo en una sobriedad llamativa, apenas si pudo comprarse una casita con no sé con cuántas hipotecas... Era un tipo reacio a los reportajes, muy modesto, que jamás hizo concesiones, que en los primeros tiempos lo tentaban de todos lados, incluso le ofrecían cargos políticos para llevarlo a algún partido político, pero él... nada. El Negro Obdulio se mantuvo coherente y muy entero hasta el final. Creo que, en ese sentido, es más paradigma todavía que como capitán del Maracaná. No tuve la suerte de conocerlo, una vez estuvimos cerca en un programa de televisión que estábamos invitados los dos, pero él sintió mal y no fue.

 

Imagen Obdulio Varela, "El Negro Jefe". "Obdulio fue un paradigma por su forma de andar en la vida, más que en la cancha".
Obdulio Varela, "El Negro Jefe". "Obdulio fue un paradigma por su forma de andar en la vida, más que en la cancha".
 

— ¿Por qué cree que no quería dar notas ni hablar del Maracanazo?

—Porque estaba muy decepcionado.  Cuando regresaron de Brasil, los dirigentes se dieron medallas de oro a sí mismos y a los jugadores les entregaron poco menos que medallas de lata. Ahí se terminó todo... Además, esto empieza con un gesto tremendo Negro, cuando después del partido se fue beber con los brasileños para aliviar la pena que sentían. Ese sí que fue un gesto increíble un gesto humano tremendo.

Por primera vez en la entrevista Mario Benedetti detiene su entusiasmo y parece aflojar. De repente, su mirada adquiere un brillo especial y algunas lágrimas pelean por abandonar sus ojos. El tema lo conmueve, no hay dudas. Pero esa frase que retumba en el  aire("fue un gesto humano tremendo"), que flota en un silencio que parece eterno, es demasiado fuerte para continuar hablando del recordado Obdulio...

— ¿Fútbol de antes o fútbol de ahora?

—No, el de antes. A mí me gusta el juego de antes: era más lento, más creativo. No me gusta para nada el negocio que rodea al fútbol, el de la FIFA, las millonadas que se pagan por los pases en España, por ejemplo, con toda la miseria que existe. Me parece un absurdo. Igual sigo viendo fútbol. Eso sí, por televisión: a mis 76 años no me veo bajando a los saltos por la escalera de una cancha. Mi amor no llega a tanto...

 — ¿Cuándo dejó de ir?

—Yo iba al Estadio todos los fines de semana durante años, años y años. Y era una terapia macanuda, realmente, porque a uno le limpiaba la cabeza. Pero desde la época en que la hinchada de Peñarol, después de ganar el clásico, iba por la calle Garabaldi y le rompía los vidrios al bar de un gallego que era de Nacional, y de allí doblaban por 8 de Octubre para reventar toda la sede, desde ese momento empecé a alejarme de las canchas...

 

Imagen Durante la entrevista Benedetti se confesó: "Alguna vez tuve sueños de fútbol, para qué voy a negarlo, pero en realidad yo soñaba más con mujeres que con goles". Foto: GERARDO HOROVITZ
Durante la entrevista Benedetti se confesó: "Alguna vez tuve sueños de fútbol, para qué voy a negarlo, pero en realidad yo soñaba más con mujeres que con goles". Foto: GERARDO HOROVITZ
 

 — ¿Quién fue el futbolista uruguayo más grande de todos los tiempos?

—Es difícil comparar, hay varios. Yo admiré mucho a Mazurkiewicz, a Schiaffino, a Atilio García, que nació en la Argentina pero jugó en Uruguay. Fue el tipo que recibió más golpes de la historia: le tiraban una patada y se quebraba el que le tiraba la patada... Aníbal Ciocca, Wálter Gómez, Scarone, Petrone... todos fueron grandes jugadores.

— ¿Maradona o Pelé?

—No sé, a Pelé lo vi menos. Quizás Maradona esté más de acuerdo con el carácter del rioplatense, o sea con la habilidad, la picardía, el engaño, la trampita. Maradona es un gran jugador, lo que le está pasando últimamente me da mucha lástima. Lo veo muy frágil como ser humano. Además, habla demasiado y los periodistas están como buitres alrededor de él. Me da lástima por eso, porque lo veo como indefenso. A veces tiene un grado de inocencia que, a esta altura del siglo, es anacrónico. Si se callara, todo andaría un poco mejor.

 — ¿Llegó a conocerlo personalmente?

 —No, a mí no me gusta andar detrás de los futbolistas, no me gusta ser cholulo. A uno de los pocos personajes del fútbol que conozco es a Menotti. Fue hace algunos años, cuando fue a dirigir a Peñarol. En un reportaje que le hicieron, él dijo que había ido a Uruguay, aparte de entrenar a Peñarol, a conocer a dos personas: Obdulio Varela y Mario Benedetti. Entonces lo llamé y le dije que tenía ganas de verlo. Fui a visitarlo, también estaba Angel Cappa, comimos un asado y charlamos un buen rato de literatura. Siempre sentando la diferencia de que yo era de Nacional... De fútbol no hablamos mucho: su equipo era espantoso. Otro gran amigo es Jorge Valdano, con él compartí muchas cosas.

— ¿Y la Selección? ¿Por qué le parece que no funciona?

—Yo no sé qué pasa. No entiendo por qué los futbolistas juegan bien en el extranjero y en la Selección no. Tampoco me parece justo que los periodistas le exijan que jueguen como en el Maracanazo. El fútbol uruguayo ha sido siempre lento, con jugadas construidas desde atrás, y eso hoy no sirve. Ahora hay que tener buenos músculos y ser veloces. Por otro lado, no me gusta para nada Núñez ni tampoco me gustaba Cubilla. Tabárez me agradaba más que ellos porque es un tipo que trata de hacer otra cosa en el fútbol. Creo que está en una línea bastante cercana a Valdano...

—De los jugadores actuales, ¿le gusta cómo juega Francescoli, por ejemplo?

—Sí me gusta, cómo no me va a gustar. Es uno de esos jugadores que no rompen piernas, un tipo correcto en el juego, del que todos dicen que es muy buen compañero.

—Benedetti, ¿cómo explica que un país tan chico como Uruguay dé tanto talentos en la música, la escritura, fútbol, la cultura en general?

—Quizás tengan que ver ciertas cosas del pasado. Nosotros tuvimos un gran gobernante llamado José Batlle y Ordóñez, un tipo popular y muy querido. Yo tenía 7 años cuando murió y me acuerdo que fue una tragedia en casa, mi viejo lloraba sin parar.

 

Imagen Don José Batlle y Ordoñez
Don José Batlle y Ordoñez
 

Este hombre tuvo una inquietud con respecto a la cultura, a las cosas populares: instituyó el derecho de huelga, las 8 horas de trabajo, lo derechos de la mujer y de los jubilados. Un vez que los obreros hicieron una huelga larga  y fueron a la Casa de Gobierno, los de su partido le pedían que de alguna manera actuara contra los obreros. Él se asomó al balcón de la Casa de Gobierno y dijo: "Yo fu quien autorizó estas cosas, por lo tanto defiendo el derecho de los obreros para que actúen contra mí". Fue un tipo muy especial que hizo mucho por el país. El, como José Pedro Varela, un gran educador, tiene mucho que ver para que Uruguay sea uno de los países con menos analfabetos del mundo. Por ahí anda la cosa, me parece...

“Me parece", dice humildemente como si no supiera de qué se trata. Es jueves por la tarde en Buenos Aires. Mario Benedetti estrecha su mano, agradece la posibilidad de hablar de fútbol en una nota, recoge su paragua portátil que bien pudo haber sido comprado por diez pesos en cualquier barrioporteño y se va caminando con sus 76 años a cuestas. Su estampa de escritor lo delata. De arquero, no tiene nada.

DIEGO BORINSKY .  (1996)