Las Entrevistas de El Gráfico

Varallo: ¨Todavía tengo bronca por aquella final¨

En 1996, Francisco Varallo era el único jugador con vida de aquellos que jugaron la final del Mundial de 1930. El dolor seguía intacto, en esta entrevista Pancho cuenta los detalles de aquel partido.

Por Redacción EG ·

10 de diciembre de 2019

 

 

Imagen Francisco
Francisco
 

Allí viene don Pancho. Metro setenta y corto, inevitable desde la pequeñez física de sus 86 años. Mano amiga que se extiende, aunque el amigo esté por conocerse: "Pasen, muchachos... ¡EL GRÁFICO! Siempre me trataron bien ustedes. ¿Vamos a hablar de la década del '30? ¡Uhhh, las cosas que me hace hacer acordar!"

Allí está don Pancho.

Eterno viviente del fútbol y de lo que el fútbol le dio. Morador -desde 1931- de la misma casa que se compró cuando Boca adquirió su pase a Gimnasia y Esgrima La Plata en 10.000 pesos: "Y pensar que me costó 3.000. Ganaba 800 por mes, me guardaba 700 y con 100 me sobraba para vivir. ¡Uy, aquella época!

Allí vive don Pancho.

Compañero de Clotilde, su segunda esposa, dueños de la agencia de Prode y Lotería que es la vidriera de su propia casa. Este hombre vende ilusiones al azar; pero hombres y mujeres, viejos y jóvenes, se acercan a la esquina de 60 y 25, en La Plata, Para conocer a la historia. Como dice su mujer: "Ay, ya no sé qué hacer. Es que no para un minuto de hablar de fútbol. A la mañana, con los clientes; cuando ve televisión, escucha los partidos o va a la cancha. Con decirle, muchacho, que —cuando estamos durmiendo— de golpe empieza a pegar patadas y a gritar goles. ¡A esta edad!"

Francisco "Pancho" Varallo, el último de los mohicanos, es el único sobreviviente de aquel plantel que en 1930 disputó la final del primer Campeonato Mudial de Fútbol. Han pasado 66 años de aquel arranque de la década, pero parece que fue ayer. A juzgar, simplemente, por la lucidez de quien lo vivió y hoy lo recuerda...

"Yo entré a esa Selección de una forma que hoy sonaría rara. Había postulados cinco insiders derechos: Rillaga, Zito, Marani, uno que no me acuerdo y yo. Votaron los dirigentes de la Asociación, y recuerdo que Mario Zureda, el delegado de mi club, Gimnasia y Esgrima La Plata, lo convenció al de Independiente: 'Si me votas al pibe no se van a equivocar'. Y me eligieron. Yo tenía apenas 19 años, y no lo podía creer. Me sentía como en el aire. Salir de un club chico, como el mío, no se daba mucho; el otro fue Carlitos Peucelle, de Sportivo Buenos Aires...

Imagen La delegación argentina desfila en la fiesta inaugural, curiosamente realizada a mitad de campeonato, puesto que las obras del Centenario no se terminaron a tiempo por la lluvia.
La delegación argentina desfila en la fiesta inaugural, curiosamente realizada a mitad de campeonato, puesto que las obras del Centenario no se terminaron a tiempo por la lluvia.

-Pero ése no fue su debut con la Selección. Ya había jugado un amistoso contra Uruguay...

-En la cancha de San Lorenzo, integrando una delantera con Perinetti, Bernabé Ferreira, Nolo Ferreira y Evaristo, empatamos 1 a 1 y el gol lo hice yo. Recuerdo que, en el segundo tiempo, el Nolo me dijo: "Panchito, metete por tu lado que yo te voy a dar los pases". Y me tiró una pelota, la levanté de derecha y le di de sobrepique, al ángulo del arquero Mazzali, un viejo arquero uruguayo.

-Hábleme del primer Mundial, don Pancho. Del plantel, la concentración, la gente...

-Mire, para mí, con menos de 20 años, fue una experiencia increíble. La verdad, estaba rodeado de algunos muchachos increíbles, especialmente de Cherro, un maestro, una ciencia, que después lo disfruté en Boca. El me guiaba, me aconsejaba, salíamos juntos. Después era todo tan distinto... En la preparación practicábamos unas tres veces por semana, en Barracas Central: algo de gimnasia, un picado. Ahora veo que se matan, ¡cómo corren! Aunque a mí me enloquecía el entrenamiento. Cuando terminaba, me ponía al costado de la cancha y empezaba a trotar. Vivíamos en la Barra de Santa Lucía, a unas dos horas de Montevideo, y hasta Carlos Gardel se acercaba a jugar a la lotería con nosotros. A Gardel, que era un burrero de alma, le gustaba compartir momentos con los jugadores que tenían chispa, como Evaristo y Orlandini. Una noche le digo al Zorzal: "Venga, Carlitos, véalos a estos dos". Me acompañó a la pieza de Evaristo y Orlandini, los destapó y... ¡Estaban vestidos de jugadores, con la camiseta argentina!

-Don Pancho, usted es un apasionado del fútbol, pero le saltan las venas cuando recuerda cómo los uruguayos ganaron ese Mundial...

-Mire, todavía me dura la bronca por aquella final. Lo perdimos nosotros, qué le vamos a hacer. Pasaron cosas raras, vea...

-No se apure, vayamos por partes...

La casa tiene el aura irrepetible de los escenarios con alma. Vive don Pancho, con él doña Clotilde, y a su alrededor aquellos retratos que parecen recobrar vida. Una foto del Boca de los treinta y pico, la ilustración del "Cañoncito" en su pose más famosa, pegándole de aire "como hoy lo haría Batistuta, con todo respeto", según la presurosa advertencia del anfitrión. Y otras fotos que van alimentando a la leyenda... Clik, ciudadano ilustre de Buenos Aires. Clik, homenaje de Gimnasia y Esgrima La Plata. Clik, un trofeo recibido como el máximo goleador de la historia de Boca. Clik, la plaqueta recibida en Estados Unidos '94, como el último participante vivo de aquella final. "Ay, muchacho, me acuerdo que me fui a Chicago con mi nieta. Muy lindo todo, la ceremonia, el país. Eso sí, mucho calor. El día de la inauguración, en Chicago, fuimos todos los homenajeados, Puskas, Di Stéfano, Obdulio Varela, yo, al palco oficial. Pero en lugar de subir por el ascensor nos hicieron ir por la escalera: Obdulio no aguantó, le dio una especie de infarto y se tuvo que volver al hotel. Pero a mi nieta le encantó: hoy no deja de decirme: 'Abuelo, cuidate, así nos vamos a Francia '98'. Y yo le contesto: 'Dejá, que ese Mundial lo voy a mirar al lado de los rabanitos'..."

-Volvamos al '30, don Pancho. Ustedes arrancan jugando contra Francia.

-Un partido dificilísimo. Habremos creado diez situaciones de gol y no podía entrar. En el palo, en el travesaño, el arquero francés que sacaba todas, me acuerdo que fue el primero al que vi jugar con guantes, mirá. Hasta que se produce un tiro libre cerca del área, y Monti me dice: "Vení, Varallito, patealo vos". A mí me habían sacado ya cuatro o cinco cañonazos y le contesté: "No, Monti, patéele usted que va a ser gol". Y la metió...

Imagen Francisco Varallo posa con un cuadro donde aparece luciendo la camiseta de Boca.
Francisco Varallo posa con un cuadro donde aparece luciendo la camiseta de Boca.

-¿No se tuteaba con sus compañeros?

-A algunos, no: Zumelzú, Paternoster, Monti...

-¿Cuándo empiezan a aparecer los problemas con los uruguayos?

-Ya en ese primer partido, que lo jugamos en el Parque Central. Al terminar, tuvimos que pasar por un vallado y la gente empezó a insultarlo a Cherro.

-¿Y a usted qué le pasaba?

-La verdad, era tan pibe que no me daba cuenta qué pasaba. Lo único que quería era entrar a la cancha y hacer goles. Además, estaba agrandado: me llegaban cartas de dirigentes y amigos, y hasta zarparon dos barcos que mandó Gimnasia y Esgrima La Plata. Uno llegó, el otro no por la niebla. Pero los uruguayos sabían que los únicos que podían ganarles éramos nosotros. Y empezaron a amenazarnos, pero yo no me daba cuenta del peligro.

-¿Pasaron mal o se agrandaron las cosas?

-Hubo cosas, muchas cosas, pero -como siempre digo- en la cancha se ven los pingos. Hubo jugadores que se achicaron, esa fue la verdad. Al final del primer tiempo ganábamos 2-1 y yo pensé: "Chau, ya son nuestros". Sobre todo porque ellos eran viejos: la mayoría había sido campeón de los Juegos Olímpicos de Amsterdam del '28, y nosotros corríamos mucho más...

-¿Qué pasó?

-Y... en el entretiempo empecé a sentir cosas raras. Estábamos en el vestuario y escucho decir: "Si ganamos, acá nos matan". El Conejo Scopelli no quería ni jugar, tenía miedo. Y hubo jugadores tiernitos. Evaristo, por ejemplo, no era de dar patadas. Además, a Monti lo amenazaron mucho...

-¿Por qué se agarraron con Monti?

-Porque tuvo muchos líos con los uruguayos. En Perú le había pegado al negro Lorenzo Fernández, el más gallina de ellos. Y de local se desquitó. En la final, yo le tiraba la pelota por un lado y la iba a buscar por el otro, y cuando lo miraba, me decía: 'A' la vuelta, botija, te mato, te hundo en el césped". Pero yo nunca me achiqué. Si hubo algo que siempre tuve fue guapeza...

Imagen El equipo que jugó el primer partido de Argentina en la historia de los mundiales, ante Francia. Arriba: J. Evaristo, Bossio, Monti, Muttis, Della Torre, Arico Suárez. Abajo: Natalio Perinetti, Varallo, Ferreira, Cherro, M. Evaristo.
El equipo que jugó el primer partido de Argentina en la historia de los mundiales, ante Francia. Arriba: J. Evaristo, Bossio, Monti, Muttis, Della Torre, Arico Suárez. Abajo: Natalio Perinetti, Varallo, Ferreira, Cherro, M. Evaristo.

-Lesionaron al arquero Bossio, sintieron la pierna dura de los uruguayos. Perdieron 4-2, para algunos habrá sido un alivio...

-¿Alivio? Terminamos con una bronca...Menos mal que finalizó el partido, porque con Bossio que apenas se podía mover -el Manco Héctor Castro le metió el muñón en las costillas- podrían habernos hecho siete, ocho... Teníamos al arquero en una pierna y yo le pregunté a Carlitos Peucelle: "¿Por qué no lo cambian? Que vaya algún otro al arco..." Y él me contestó: "No, Pancho, yo no me meto". Es que la cosa venía con problemas desde el momento de formar el equipo. Hubo una reunión de los dirigentes y todos los jugadores, y cuando se decidió poner a Monti -el más amenazado-, lo miré y vi que se estaba por largar a llorar. En el partido, se caía un rival y Monti lo ayudaba a levantarlo. ¡Qué querés! Mejor no hablar más de eso...

-¿Y acá, en Argentina, qué decía la gente?

-Estaba indignadísima: los diarios "Crítica" y "La Razón" inducían a no jugar más con los uruguayos. El tema se debatía hasta en los altos niveles políticos. Se armó una rosca grande... Por eso, ahora, cuando escucho a las hinchadas gritar "Uruguayo, Uruguayo", yo reacciono y digo: "¡Si supieran lo que nos hicieron!" Pero no quiero hablar, no quiero pelearme con nadie más. Lo que dije ya lo dije, y ellos nos ganaron bien, de guapos.

Imagen Acaba de terminar la final, los uruguayos son los primeros campeones mundiales de fútbol Lorenzo Fernandez, Pedro Cea y Héctor Scarone festejan abrazados.
Acaba de terminar la final, los uruguayos son los primeros campeones mundiales de fútbol Lorenzo Fernandez, Pedro Cea y Héctor Scarone festejan abrazados.

Don Pancho tiene el elixir de la vida recorriendo su pequeña anatomía. No cualquiera llega a los 86 años, y son menos aun los que lo hacen con semejante lucidez. No es difícil saber los duendes que alimentan su cuerpo y alma: tienen olor a tiento, a camiseta transpirada, a aceite verde de vestuario; tiene el sonido de un rugido de tribuna, de ésas que no olvidará jamás.

"Yo siempre estuve orgulloso de haber vestido la casaca argentina, pero tampoco me olvido de los grandes momentos que pasé en Boca. Fueron ocho años imborrables". Aquel hombre a quien el relator Luis Eduardo Soja -en una tarde que salieron caminando juntos después de un partido de Gimnasia- le consultó el apodo antes de sellarlo

-"Pancho, ¿le gustaría que le pusiera 'El Cañoncito del Bosque?'..."-, trasladó su fama de goleador a la Ribera del Riachuelo, para quedar en la historia -con 181 goles- como el máximo artillero de Boca. Se cansó de gritar con la azul y amarilla, puso su sello con la blanquiceleste... "Mi mayor alegría fue haber jugado aquel Mundial, pero la segunda llegó cuatro años después cuando, en un Partido por la Copa Newton, les ganamos 1-0 a los uruguayos con gol mío".

 

Imagen La euforia del público local ante el triunfo de su escuadra.
La euforia del público local ante el triunfo de su escuadra.
 

La espina clavada en el corazón de Varallo nadie se la podrá sacar, pero en 1934 apareció un anestésico capaz de calmar tanto dolor: "Me acuerdo que una noche del '34 iba caminando con Cherro por la calle Corrientes y compré 'Crítica'. Allí anunciaban que me habían designado para la Selección que iba a jugar otra vez contra Uruguay en el Centenario. Y me empecé a dar manija: era el partido para vengarse, y me vengué de lo lindo. Minella se la tocó a Bernabé Ferreira, me la cortó y yo le pego de volea, al ángulo. Cuando festejé el gol, me desmayé de la emoción y tuvieron que reemplazarme. En mi lugar, entró Zito, quien sobre el final hizo una jugada espectacular, eliminó a cinco y la tiró al lado del palo. Todos los del banco se agarraron de la cabeza, lamentándose, yo me puse contento, quizás fui un poco egoísta. Quería ser el único que le hiciera el gol a los uruguayos..."

Don Pancho tiene una libreta de Caja de Ahorro en el Banco Nación. Su paso por Boca engrosó su cuenta y su participación en la Selección Argentina le dío algunos pesitos que nunca serán más importantes que el orgullo de lucir la camiseta. "En la década del Treinta, un triunfo destacado lo conseguimos en el Campeonato Sudamericano del '37, que jugamos en Argentina. En la final enfrentamos a Brasil, en un partido que duró hasta la madrugada, porque se jugó un alargue después de haber terminado 0 - 0. En el suplementario, el técnico Manuel Seoane hizo tres cambios: salimos Zozaya, Cherro y yo; ingresaron Ferreyra, Peucelle y Vicente De La Mata. En 15 minutos, De la Mata hizo dos goles, ganamos la final y yo aparecí en el festejo de los tantos, abrazado a mi reemplazante goleador. ¡Nos había hecho ganar 5.000 pesos! Esa noche fuimos a festejar a Chantecler, un famoso cabaret del centro..."

Desde sus ojos con más historia, hoy Pancho ve con entusiasmo a esta Selección que buscará el ticket para Francia '98: "Me gusta, sí, muchacho. Me parece bueno el entrenador... Eh, Passarella, sí, Passarella. Son buenos los jugadores que eligió. Y me parece, muchacho, que tiene que jugar con Batistuta, Balbo y Caniggia, sí, los tres adelante, porque va a darle más presión al rival y, además, por la experiencia de esos muchachos. Yo confío en el equipo. ¡Ay, si nos clasificamos, mi nieta no me va a dejar tranquilo! ¿Le conté que me quiere llevar a Francia? 'Deja', le dije, pero vamos a ver..."

Don Pancho, a 66 años de un tiempo que nunca volverá. Su empeine le pegó de volea al tiento, sus oídos escucharon a Tita Merello; compartió el café con Gardel y la noche con Cherro; sus manos se agarraron de los primeros colectivos y su garganta se entregó desesperada al grito universal de tres letras.

Imagen Gardel le canta a la Selección Argentina en el Mundial de Uruguay 1930.
Gardel le canta a la Selección Argentina en el Mundial de Uruguay 1930.

Pasó del barco al avión, del saludo juvenil de la actriz Azucena Maizani al apretón de manos a Michel Platini, de los chanchos y gallinas obsequiados por los hinchas a las plaquetas entregada por Joao Havelange. Pasó el telégrafo y llegó la Internet, pero al hombre de la anatomía pequeña le sigue molestando ese cuchillo herrumbrado que ya lleva 66 años: "Mire, muchacho, esa final que perdimos en el '30 la tengo acá". Y se agarra la garganta, como queriendo sacar algo que no se ve pero él lo siente.

 

 

Por HUGO SUERTE (1996).

Fotos: GERARDO HOROVITZ y ARCHIVO "EL GRAFICO".

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