Las Entrevistas de El Gráfico

1991. ¨Yo miro videos para atacar, no para defender¨

Interesante entrevista de El Gráfico a Marcelo Bielsa, el padre del Newell´s de comienzos de los noventa, una escuela de fútbol que quedará en la historia por su buen fútbol.

Por Redacción EG ·

11 de noviembre de 2019

—Y pensar que comenzaron el torneo Apertura con el viejo estigma de los pechos fríos. Nada que ver con este Newell's que mete hasta morir...

—Hubo un cambio fundamental, contagiado de la cancha hacia la tribuna. Antes, nuestra hinchada le trasladaba su frialdad a los jugadores. Ahora, la cosa se revirtió. Gamboa fue fundamental en eso. Contagia, transmite, enciende. Hay un hecho sintomático. Cuando salimos campeones, aquella tarde contra San Lorenzo en la cancha de Ferro, el alambrado se derribó para el lado de la tribuna, no para el de la cancha, como es normal en estos casos. Los que hacían más fuerza para festejar eran los propios jugadores...

 

Imagen El Loco dirigió a Newell´s entre 1990 y 1992.
El Loco dirigió a Newell´s entre 1990 y 1992.
 

Marcelo Alberto Bielsa es un obsesivo interior, no de esos que expresan sus dudas y sus certezas a los cuatro vientos, y terminan generándole confusión a los futbolistas. Tiene fichados en sus carpetas a miles de jugadores argentinos. ¿Quiere saber las características de Díaz de Borbón, el segundo zaguero de la reserva de River? "Interesante juego aéreo, va bien al piso, aunque a veces exagera esa tendencia." ¿Y de José Sandro Ojeda, el delantero que a veces hace banco en Deportivo Español? "Hábil, gambeteador, con oficio de wing." Como muestra valen dos botones, aunque hay muchos más en su permanente análisis del fútbol.

—¿No es exagerado, Marcelo?

—Me siento en la obligación de hacerlo. Ojo que no me engaño, sé positivamente que estos informes sólo sirven en una milésima parte, pero si no los procesara, cualquier jugador de Newell's tendría derecho a demandarme que no cumplí, con mis deberes profesionales; y que por eso perdimos un partido que debimos haber empatado, o que igualamos uno que podríamos haber ganado.

—Hablando de procesar, ¿cómo asumió su propia fama? Hace nueve meses era el técnico novato de un equipo joven, firme candidato al descenso. Hoy, es un referente obligado, campeón, respetado...

—No me extraña. Desde siempre, ganar es un pasaporte a expresarse. Por eso, trato de cuidarme, y hago esfuerzos para intentar seguir siendo el mismo. A veces, parece que los protagonistas de este espectáculo estamos condenados a comportarnos haciendo abstracción de nuestra condición humana. Te doy un ejemplo. Hace quince años que todas las mañanas voy a leer los diarios a "El Internacional", un café que queda en 3 de Febrero y Ayacucho, pleno centro de Rosario. Es un caso extraordinario. No tengo amigos, y los mozos, siempre los mismos, apenas si me saludan. Desde que me empecé a hacer más conocido, nunca falta el que viene a felicitar, o a preguntar cualquier cosa que no tiene nada que ver con lo que estoy leyendo. Yo, que no soy nadie, me fastidio. ¿Qué le pasará a Maradona, que no puede salir a la calle? Asumí ser un hombre público, pero me cuesta demasiado procesar sus consecuencias. En ese sentido, me gustaría aprender de Martino. No conocí a nadie que ejecutara el éxito como él. Siempre amable, siempre dispuesto, siempre un señor.

—Se lo extraña, ¿no?

—Más como persona que como jugador. Es un tipo extraordinario. Sin él, no hubiéramos podido hacer lo que hicimos en el club. Imaginate, un entrenador debutante le venía a pedir más despliegue a la figura del equipo. Si Gerardo quería voltear el proyecto, lo volteaba. Le bastaba con hacerse el distraído. Pero su actitud fue ejemplar, una gran ayuda para el profesor Castelli y para mí, y un espejo para los pibes, que habrán pensado: si lo hace el Tata, que es Gardel, ¿cómo no lo vamos a hacer nosotros? Me dio un poco de pena que se haya perdido la Selección por la transferencia al Tenerife. Más estando Basile como técnico, que para mí es el prototipo del verdadero modernismo.

—A ver, ¿cómo es eso?

—Sí, el mismo que Arrigo Sacchi implantó en el Milan. La presión constante, la agresividad permanente del que se sabe y se siente protagonista. En este país se tiene que acabar eso de que el que apuesta a ganar se embroma. Newell's es una buena prueba. Arriesgó, fue a provocar el error del adversario y no se embromó. Todo lo contrario, salió campeón.

—Suena muy lindo, ¿pero el nivel actual del fútbol argentino da como para ese tipo de apuestas?

—Estoy convencido de que estamos en la base del desarrollo. Aseguro que en cinco años llegaremos a un nivel espectacular. Algunos ven en la desaparición de los genios una desgracia, yo lo vivo como una oportunidad. Fijate si no. Para los europeos, el toque, la pared, la triangulación, las infinitas combinaciones que se pueden armar para progresar en el terreno son cosa de siempre, porque nunca les fue fácil producir Alonsos, Bochinis o Maradonas. Nosotros, que tuvimos la suerte de tenerlos, descansamos a veces excesivamente en sus genios. Yo pretendo que mis jugadores, en ataque, se europeícen para desmarcarse y se argentinicen para gambetear. Boldrini tiene que ser Butragueño; Franco, Míchel; Zamora, Manolo; ese wing derecho del Atlético de Madrid que la rompe se parece a Houseman.

—Ahí sí que nos divertiríamos todos.

—Ustedes, yo no. Uno de mis dramas es que nunca veo un partido para divertirme, me cuesta sacarme al entrenador de la cabeza. Aunque reconozco que los pibes del Juvenil por momentos consiguieron distraerme. Paz y Esnaider adelante. Bellino y Molina, que tienen mucha dinámica y forman una interesante pequeña sociedad.

Imagen La locura del final en la Bombonera el 9 de julio de 1991. Newell´s es campeón. El Loco Bielsa, emocionado, busca las manos de Juan Manuel Llop, figura en los dos partidos. Los rodean Fullana y Saldaña.
La locura del final en la Bombonera el 9 de julio de 1991. Newell´s es campeón. El Loco Bielsa, emocionado, busca las manos de Juan Manuel Llop, figura en los dos partidos. Los rodean Fullana y Saldaña.

—Ahora sí que no entiendo más nada. Obsesivo como Bilardo, pero con algunos conceptos menottianos. ¿Quién es usted, señor Bielsa?

—No hay ninguna contradicción. Lo que pasa es que en la Argentina, jamás los técnicos obsesivos se preocuparon por jugar ofensivamente. Y yo soy un obsesivo del ataque. Yo miro videos para atacar, no para defender. ¿Sabés cuál es mi fútbol defensivo? "Corremos todos." El trabajo de destrucción tiene cinco o seis pautas y chau, se llega al límite. El fútbol ofensivo es infinito, interminable. Por eso es más fácil defender que crear. Correr es una decisión de la voluntad, crear necesita del indispensable requisito del talento.

—¿Y por qué realiza ejercicios repetitivos en los entrenamientos? ¿Eso no mecaniza?

—El tipo de coraje no se ampara en la seguridad de lo practicado, se sale del libreto. Los ejercicios semanales son el abc. El domingo los encargados de formar la palabra, con las letras dispersas que les fuimos dando, son los futbolistas.

—¿Se siente inaugurando un nuevo perfil de entrenador argentino?

—Yo no diría eso. Soy tan sólo el producto de 16 años con mensaje. Porque Menotti y Bilardo, más allá de sus diferencias, lo tuvieron y lo propagaron. En lo personal, no sabés el peso que me saqué de encima. Porque yo partía en desventaja frente a mis jugadores. Mirá qué diferencia había con los muchachos de River. A ellos, Passarella les podía ejemplificar en grande: "Perdemos 1-0, pero hay que ir al frente, me acuerdo aquella vez, en el Mundialito, cuando le dimos vuelta a Alemania el partido en cinco minutos". Yo me podía referir a algún partido contra Botafogo, un equipo de la Liga Rosarina. Daba un handicap enorme de credibilidad. Ahora ya no. Soy uno de los pocos técnicos argentinos que puede contar los episodios que llevaron al logro de un campeonato.

—Ahora viene lo mejor.

—Pero será más difícil. Ya no somos sorpresa, aparecen las tentaciones. Uno luchó tanto para empezar a tenerlas, y ahora resulta que no puede disfrutarlas, porque el nivel de autoexigencia que le implantamos al plantel de Newell's es enorme. Estamos volviendo lentamente a nuestro rendimiento habitual. Es inútil, del éxito siempre se sale con alguna abolladura...

—No habrá recortes de audacia, achicamiento de propuesta o cosa parecida, ¿no?

—Los entrenadores podemos cometer dos pecados: hacer caminar a jugadores que vuelan o volar a los que caminan. Si tengo que irme al infierno, prefiero que sea por el segundo.

 

 

Por ALFREDO ALEGRE (1991).

Foto: ENRIQUE LUIS BOERI.