Las Entrevistas de El Gráfico

Loco Montenegro: infierno y paraíso

Es el personaje más carismático del básquet argentino. Garantía de espectáculo, dueño de una historia fascinante y el referente de una generación.

Por Redacción EG ·

17 de octubre de 2019

¿Sabés por qué admiro a Salvador Dalí? Porque amo su locura surrealista, sus contradicciones y porque vivió entre Dios y el diablo y lo hizo con transparencia. Lo quiero porque probó de todo y se murió tranquilo.” Hace más de media hora que Hernán Montenegro no para de posar frente al fotógrafo y, sin quererlo, dejó al pasar una explicación que describe su vida a la perfección.

Tres días antes se había tatuado la cara  del pintor en su brazo derecho. Debatiéndose entre contradicciones sigue su camino un Montenegro maduro que supo vivir, a pesar de que recién en los últimos meses, a los 33 años, consiguió sentirse pleno y entender ciento por ciento que lo más importante de “este juego”, como le gusta definir a la vida, es levantarse con una sonrisa para seguir luchando.

 

Imagen Salvador Dalí en la piel de Hernán Montenegro.
Salvador Dalí en la piel de Hernán Montenegro.
 

“Loco” fue siempre su sobrenombre. Un término que para este hombre de 2,06 metros tiene un significado particular: “Mi locura pasa por vivir desenfrenadamente, sin pensar en lo que puede pasar. Ser honesto conmigo, sin reprimir las sensaciones. A la vida no la cacheteé. Jugué y la respeté y eso me hace vivir tranquilo. Ahora todo pasa por estar sentado cómodamente y observar mi ex vida”.

–¿Cómo “ex vida”?

–Este año fue tremendo para mí. Di un vuelco importante. Había perdido las ganas de jugar, nada me llenaba. Por eso el año pasado me fui con toda mi familia a un retiro espiritual en Carhué. Allí encontré las ganas que había perdido y ahora no hay mañana que no me levante riéndome, con inquietudes nuevas. Me encantó ser ordinario, común. Pasar inadvertido. Comprendí que nada es en serio, somos actores de una película.

–Pero no se pueden esquivar los sufrimientos y responsabilidades. Eso no es ficción.

–Obvio. Cuando veo que un marine vestido para matar le apunta a un niño como Elián, que quiso huir de la pobreza y que dos países aprovechan para sacar partido de sus conflictos de décadas, me hace daño y rezo para que el pibe no sufra. Por eso trato de no tomarme la vida tan a la tremenda. Antes creía que tomar conciencia de los dramas de los demás era bueno, pero no es así. Hay que ser feliz. No perder la esperanza.

–¿Cuántas veces perdiste las ganas de vivir?

–Muchas. Las perdía porque no encontraba motivos para seguir. No me daba placer vivir. Había un gran vacío por mi inconformismo como persona. Me pasaba que me aburría de mí y sólo quería colgarme adentro del placar junto a mi ropa. Viví un cansancio por haber quemado muchas etapas con 20 años. En ese tiempo sentí la virtud de haber conseguido el éxito pero la inmadurez para manejar el momento. Sos millonario de bolsillo pero pobre en lo que vivís. Te chupa un huevo todo porque estás subido a un pedestal. Corrés una carrera contra la desesperación de pensar que te vas a morir y querés vivir todo de golpe. Y mientras tanto, al que te paga le chupa un huevo lo que te pasa. Lo difícil es cuando caés.

–¿A todo deportista le pasa?

–Para la mayoría de los jugadores es un problema porque no soportan las presiones. Presiones que les meten el dinero y la competencia. Ese es el momento en que dejás de hacer lo que te gustaba para hacer algo que te produce más malestar que bienestar. Sos parte de un sistema del que no podés salir porque es a lo que te dedicaste toda tu vida. No es lo mismo ser un jugador del montón que uno importante porque hay una tremenda expectativa creada detrás tuyo. Pensás que gozarás con la gloria que soñaste y cuando la conseguís te das cuenta de que la cabeza o el alma no la soportan.

–¿El jugador está preparado para superarlo?

–No, para nada. Fijate ese chico de San Lorenzo. Cuando pasó me di cuenta de que no estamos preparados para el éxito ni para asumir un fracaso deportivo, que en definitiva es un hecho minúsculo en la vida cotidiana pero que puede ser mayúsculo en la vida de un deportista. Nadie nos enseña que es una piedra en el camino. Hay otros que no toman la decisión de suicidarse como sí la tomó él, pero quedan perdidos en la vida y cometen grandes errores.

–¿Ese fue tu caso?

–No, para nada. Nunca mezclé al jugador de básquetbol con la persona. Los problemas que tuve en mi vida personal eran parte de mi vida como ser humano. A mí el deporte me dio todo, nunca me hizo daño.

–¿Sos de los que piensan que drogarse es una forma de enfrentar la presión?

–No. El gran problema, que dilucidé con el tiempo, es que el deportista tiene muchas horas al pedo. Hay un bache después de los entrenamientos que no lo ocupás con nada y ahí es donde la cabeza muchas veces te entra a jugar una mala pasada. El ocio mal encaminado lleva a depresiones, problemas de personalidad, necesidad de investigar qué pasa del otro lado de la vidriera. Muchas veces estuve a punto de matarme. Hasta ahí sos el deportista famoso que llena las canchas y lo aplauden. Pero por dentro te das cuenta de que sos un boludo que tiene los mismos problemas que cualquiera.

Imagen De personalidad extrovertida y mucho talento para jugar al básquet.
De personalidad extrovertida y mucho talento para jugar al básquet.

Montenegro no quiere profundizar esa etapa. Ya lo hizo el 29 de julio del ’97 en una extensa charla con esta revista, en la que confesaba haber consumido cocaína, heroína, ácidos, mucho alcohol y que hasta fue correo de la droga. Un infierno en el que por añadidura estuvo inmersa su familia, para él “lo más importante que tengo en la vida”. No se arrepiente de esa forma de vida.

–Vivo tranquilo por lo que hice. Ojalá todos tuvieran la posibilidad de haberlo vivido. Bueno o malo, es el bagaje que uno tiene. Vivo para mí.

–¿Pero indirectamente hiciste sufrir a la gente que más querías? ¿No lo pensaste en ese momento?

–No me arrepiento de lo que hice. Hay de todo en el Reino del Señor. Me dolió que hayan sufrido pero lo hice con ganas, porque lo pasaba bien. Sé que vivieron un infierno. Pero hay que asumirlo de la manera más gallarda, con la verdad. No sé si lo volvería a hacer, no lo descarto. Sería mediocre decir de esta agua no has de beber. Decir no lo hago más es medir mi vida con una regla de milímetros y no con una de centímetros. Sería darme poco valor. Lo raro es que siempre abrí la boca y conté lo que me pasaba. No me escondí, fui guapo en las buenas, cuando me subí al éxito, y cuando me golpearon por mis defectos. Eso hace que viva tranquilo. Los que me critican lo hacen porque la de ellos es una hoja en blanco. Sin adjetivos.

–Pero fuiste egoísta en ese momento.

–Todos pensamos primero en nosotros y luego en los demás. Lo que importa es lo que te pasa. No soy egoísta sino realista. Pero nunca perdí el concepto de la familia. En ese momento en que me fui al carajo fue la plomada que me bajó a la tierra. Ahí me di cuenta de que la vida es grande.

–¿Ni en tus hijos pensaste? ¿Cómo manejaste la situación?

–Les dije la verdad. Hubiera sido difícil si me callaba y de repente se abría la olla y salían las cosas podridas. Pero les dije de frente. Todo lo hablamos de frente, así los educamos. Lo tocamos con adultez. Los hijos son de la vida y yo sueño con que me toquen la puerta cuando sea viejo para verme y no porque soy su padre.

–¿No te da escalofrío pensar que pueden llegar a vivir lo mismo que vos?

–La vida está llena de cosas malas. Por más que yo quisiera ser el mejor padre, no puedo quitarles la problemática de vivir. Yo afronté la mía. Y es subestimar a un hijo si se le allana el camino. Los trato de proteger hablándoles pero existe el libre albedrío. Y les va a chupar un huevo lo que les diga porque siempre pensé primero en mí y no en lo que pudiera ocasionarles a mis padres. Es una decisión de ellos. No hay que ser omnipotente.

–Siempre criticaste la Liga. Hasta dijiste que fuiste una prostituta del sistema. Pero siempre volviste, como en esta temporada. ¿No es caminar sobre tus dichos?

–Volví porque vi un negocio y no descarto que pueda volver a hacerlo. Quería jugar y aposté a mí mismo. Ganaron los que me trajeron porque llenaron la cancha; y también yo tuve rédito porque hice un buen negocio y encima jugué. Sigo siendo una prostituta pero siempre puse las pautas de con quién me encamaba y a qué precio. Lo que pasa es que vivimos inmersos en la frustración. Hay que asumirse para crecer.

Imagen Campera de cuero y anteojos negros, El Loco Montenegro se presto para la producción fotográfica de El Gráfico.
Campera de cuero y anteojos negros, El Loco Montenegro se presto para la producción fotográfica de El Gráfico.

–La sensación es que justamente no sos responsable. Te critican haber dejado en banda a varios clubes.

–Si me respondieron, respondí. Si me dejaron de responder, dejé de responder y me fui. No soy cómplice de un futuro quilombo. Si voy a un club y veo que lo que firmamos un mes después es imposible que me lo paguen, me voy. No vendo patrioterismo barato de que te bajás del barco. Sí, me bajo del barco porque no me gusta el capitán y porque seguro que me voy a hundir. Y no soy pelotudo. Y hoy en el básquet pasa que, a pesar de que no hay plata, los dirigentes le toman el tiempo al jugador.

–¿El jugador argentino no es inteligente?

–No me parece inteligente. El jugador está acostumbrado a ser un esclavo. Y los dirigentes tienen mucho que ver. Si puedo manotear la plata así para qué voy a cambiar… si yo la mía me la llevo. Y dejalo ahí.

–¿Se enriquecen los dirigentes?

–Tengo mis dudas. Es más, creo que eso es lo malo. Porque si alguno lo hizo fue por dos monedas. Son chorros de gallinas.

–¿Te consta?

–No, si no, lo diría. El drama del básquet es que está mal armado y mal vendido. No se atrae a los grandes sponsors. Es un juego de “Kiosco Carlitos”, “Panadería Pepito”, “Peluquería Mari”. Con eso no vas a ningún lado. La mayoría de los dirigentes de la Asociación de Clubes no vio nunca un fajo de 10 mil dólares. Entonces, los excede plantear un presupuesto de 600 mil dólares y empiezan a manejar mal las cosas. La Liga es un globo que en cualquier momento se pincha y desaparece porque no tiene una base sólida.

Imagen Formó parte del preolímpico de 1992 donde Argentina enfrentó al Dream Team de Estados Unidos.
Formó parte del preolímpico de 1992 donde Argentina enfrentó al Dream Team de Estados Unidos.

–¿Cuándo va a pasar eso?

–Será en la próxima porque el nivel de juego será espantoso. Los jugadores que quedamos somos el sarro. Es la hora de que jueguen los pibes porque los grandes jugadores están afuera. Paremos con los dinosaurios como yo, Campana, Milanesio. Merecemos respeto pero la cosa pasa por otro lado. Hay que parar con el bronce.

–Pero ustedes siguen convocando y juegan en un buen nivel.

–Yo tengo claro quién soy y lo que genero. Hablo de futuro. Lo que digo es que no nos estamos dando cuenta de que tenemos una generación de jugadores que no se repetirá más. No se les da importancia.

–¿Por qué?

–No sé. Creo que somos inconscientes en muchas cosas y eso te lleva a ser ineficiente, inútil. Escucho que se critica a jugadores que no quieren ir a la Selección porque están cansados y eso está mal. Eso es una pelotudez.

–¿No dejarías todo por la Selección?

–Eso es una mentira, es patrioterismo barato. No me vengan a correr con esos boludos como Simeone que la Selección no se qué, yo mato por la Selección. No me jodan. Es un discurso de mierda que le llega a la gente después y se pone en contra de Redondo por ejemplo. Redondo es un tipo que se gana la plata en el Real Madrid. Y si no tiene ganas de jugar, dejalo en paz.

–¿No dejarías todo por la camiseta de tu país?

–No, por favor. Por una camiseta. Es querer ser más patriota que San Martín. Es querer cortarle la cabeza a un tipo sin saber lo que puede estar pasando en su casa.

–¿Vos no dabas todo por la Selección?

–Mirá. ¿Sabés cuál es mi bandera? Mi familia. No jodamos con lo demás. No metamos valores importantes mezclados con vulgares. Escuché tantas veces que la Selección es la vida. Lo dicen porque no les da el culo para otra cosa.

–¿No usaste a la Selección en un momento de tu carrera?

–No porque en mi época no servía para un carajo. Era como si estuvieras jugando para Uganda. Y ahora con un pasaporte comunitario te vas sin ser un gran jugador. Quién carajo dijo que yo tengo que entrar en los cánones patrióticos de un país que a la patria se la pasó por el culo. Yo me fui de la Selección comiendo pizza mientras me decían que tenía que jugar contra el Dream Team de los Estados Unidos, y por eso perdí plata. No me olvido de Malvinas, donde mandamos no sé cuántos miles de pibes a matarlos o a que se caguen de hambre. Y ahora piden limosna en la calle. Esos son los verdaderos patriotas y les dimos una patada en el culo. Pagá los impuestos, no robés, laburá, no cagués al de al lado, esa es la mejor manera de ser patriota.

–Muchos dicen que vos cagaste a muchos por tus partidas repentinas.

–Siempre a las figuras les van a pegar. Es muy fácil ser anónimo en esto cuando sos un perro. La pregunta habría que hacérsela primero a los que dicen que yo los cagué para saber si primero ellos no me cagaron a mí. Soy la antítesis de lo que se dice un profesional verdadero. Pero la cosa pasa por otro lado: en cumplir cuando tenés que jugar. Y yo conozco muchos que se entrenan de lunes a lunes y se olvidan de ir a jugar. A mí eso nunca me pasó. 

–¿No quedás mal parado frente a la gente?

–No porque soy honesto. Deshonesto es decirlo y no hacerlo. El que me contrata sabe cuáles son las reglas del juego. No le falto el respeto a nadie. Acá los jugadores piensan durante toda la semana en cómo hacer para llevar un mango a la casa en vez del próximo partido. Con qué cabeza podés jugar si lo que hiciste de lunes a viernes fue tratar de encontrar a un dirigente para que te pague o te tire unos mangos para comer.

–¿Siempre jugaste y te divertiste?

–Pocas veces jugué sin divertirme y me traicioné porque creía que lo mejor era seguir tirando del carro hasta que me cansara. No soy un nazi mecanizado sino que soy solidario.

–¿Creés que el argentino es solidario en general?

–No. Muy pocas veces. Somos hipócritas. Con una cámara de televisión no sabés qué bárbaros somos. Sí, hay solidaridad como en todos los lugares del mundo. Pero que sea una constante el pensar en el de al lado, no. Porque si lo pensáramos el país no estaría hecho mierda.

 

Imagen A lo largo de su carrera tuvo problemas con las drogas.
A lo largo de su carrera tuvo problemas con las drogas.
 

–Si estás cansado del torneo y de la Argentina, ¿por qué no te fuiste a vivir a otro país?

–Lo que no sabe la gente es que vivo más afuera que adentro. Además, no me voy porque tengo negocios.

–¿Cuál es tu búsqueda ahora?

–Saber si el paraíso es mejor que el infierno. Los dos van de la mano y para hablar de ellos hay que haber vivido en los dos lados. Por ahora camino por la mañana pero quizás algún día cambie por la noche. Hoy estoy feliz de haber elegido este rumbo.

–¿Qué esperás de vos?

–No traicionarme jamás. La traición me da mucho miedo.

–¿Te traicionaron?

–Una vez. La aborrezco como la ignorancia. Fue un amigo. Yo pude perdonarlo y doy gracias a Dios.

–¿Sigue siendo tu amigo?

–Sí, por supuesto. Aprendí con el tiempo a perdonar porque yo también lo hice. A partir de ahí entendí muchas cosas.

–¿Estás más cerca del infierno o del paraíso?

–Estoy en la playa, cerca del cielo. Estoy muy lejos del infierno porque estoy en paz, vivo en paz. Si no las culpas me carcomerían.

 

 

 

Por CHRISTIAN MELLARA (2000).

Fotos: MARTIN SORTE

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