Las Entrevistas de El Gráfico

A 20 AÑOS DEL FALLECIMIENTO DE JUAN CARLOS LORENZO

El recuerdo de El Gráfico con esta entrevista de Juvenal en el año 1987, en la que habla de su extensa carrera como jugador y como técnico, su debut en Chacarita y sus años de gloria como entrenador de Boca, San Lorenzo y la Selección.

Por Redacción EG ·

14 de noviembre de 2021

Por la Boca pasaron dos Totos famosos: Roberto "el Toto" Cherro y Juan Carlos "el Toto" Lorenzo. Pasaron pero no se fueron. Están allí para siempre, en el alma xeneize, como personajes inolvidables de Boca Juniors.

—Recién me entero que a Cherro también lo llamaban Toto... Cuando yo era pibe, mi padre, que era socio de River, me llevó a ver un River-Boca en la cancha de avenida Alvear y Tagle. Esa tarde Cherro le hizo un golazo a Bosio. Le eligió el rincón y ahí la puso. Se me quedó grabado aquí. Aquí es la frente del Toto Lorenzo, entre los dos ojos.

Aquí es donde la mente guarda una memoria casi fotográfica de, todo lo que vieron pasar esos dos ojos durante más de medio siglo respirando fútbol. Aquí es donde Juan Carlos Lorenzo tiene grabados nombres, apellidos, fechas, lugares, sucesos, alegrías, sinsabores, equipos, campeonatos ganados, campeonatos perdidos, voces, imágenes, recuerdos que arrancan desde sus comienzos en Chacarita y vienen eslabonando temporadas de jugador, años de técnico, todo vivido con pasión, intensamente, hasta llegar a este hoy de hombre que mira pasar el fútbol detrás de su escritorio de ejecutivo.

—¿Qué hace hoy el Toto Lorenzo?

—Estoy con mi hijo Carlos Alberto en Nordata, una empresa dedicada a computación de datos. Carlos Alberto jugaba de nueve en la cuarta de San Lorenzo. Llegó a tercera y largó. Prefería seguir estudiando. Se recibió de ingeniero electrónico, trabajó en distintas compañías, y cuando quiso largarse con una empresa propia, tuve la suerte de apuntalarlo. Ahora estoy en el directorio de Nordata. Pero lo más importante es saber que todos mis años de fútbol, todo lo que trabajé, sirvió para esto: para que mis hijos hayan estudiado y tengan una posición fuera del fútbol.

—¿Ya sos un hombre definitivamente retirado de los campos de juego?

—Me hablaron de algunos clubes, pero ya no estoy para trabajar en el campo, entrenando arqueros. Con mi experiencia creo que puedo ser importante como manager, como asesor, cumpliendo una función parecida a la de Enzo Bearzot en la Federación Italiana. Creo que algo conozco del tema...

¿Quiere saber todo lo que conoce? Se lo contamos, con ayuda de esa memoria prodigiosa que no olvida un solo detalle...

 

Imagen Junto con Zanola en sus tiempos de Chacarita.
Junto con Zanola en sus tiempos de Chacarita.
 

Era número ocho en las inferiores de Chacarita Juniors, cuando el club funebrero no se había mudado todavía a San Martín y convivía con Atlanta en la misma barriada y la misma calle: Villa Crespo, Humboldt. Tampoco se decía número ocho, porque los jugadores llevaron números en sus dorsales a partir de 1948. Y antes, en 1945, Lorenzo había pasado de Chacarita a Boca.

—Renato Cesarini dirigía las inferiores de River y me llevó a practicar con la tercera. Estuve varios meses en River, vi desde cerca a todos los cracks de La Máquina y volví a Chacarita. A los 18 años me transfirieron a Boca junto con Martegani. Allí debuté en primera.

—¿Qué recordás de Cesarini?

—El Tano fue un tipo maravilloso. Nunca conocí a nadie tan dispuesto a compartir todo lo que sabía. Y sabía una barbaridad. Era tan sabio como generoso. Me acuerdo que en 1966, cuando tomé la Selección para jugar el Mundial de Inglaterra...

—Pará, dejalo para cuando llegue el momento. Hablame un poco del Boca del '45...

—La defensa era una defensa de Boca. Y con eso queda dicho todo: Vacca; Marante y De Zorzi. Adelante jugaban Boyé, Corcuera, Sarlanga, Severino Varela y Pin. Yo estaba para reemplazar al que faltaba. El uruguayo Varela viajaba a Montevideo después de los partidos, se entrenaba allá toda la semana y volvía para jugar el domingo. En los entrenamientos yo era el insider izquierdo al lado de Jaime Sarlanga y habíamos llegado a un entendimiento casi perfecto. Pero los domingos jugaba Severino.

—¿Y eso no te daba bronca?

—No. Yo era muy pibe y Varela era el ídolo de la hinchada. Es claro que si un sábado el vapor de la carrera no podía llegar y me tocaba jugar a mí, me iba a gustar. Sobre todo por Sarlanga, por todo lo que enseñaba jugar al lado de Jai-me... Cuando me tocó entrar fue por Corcuera o de wing porque no estaba Boyé. Las veces que jugué por Boyé, Severino Varela me tenía loco: "Pibe, levanta la cabeza, mirame, ponémela aquí, en la boina...". Tuve que aprender a tirar centros para los boinazos del uruguayo. En la boina tenía un secreto: en la frente usaba un refuerzo de cuero. La pelota pegaba allí y salía como bala...

Salimos con Cichero a recorrer lugares de la Boca para ambientar fotográficamente este hoy del Toto cargado de recuerdos. Nos metemos en el baldío que está detrás de la Casa Amarilla, don-de los reos juegan de sol a sol con el telón de fondo de la Bombonera. Los muchachos aprovechan el resuello de un aubol para hacerle sentir su cariño, su adhesión de siempre: "¡Todos te queremos, Toto querido!". "Vuelva, Maestro, la Boca lo necesita!". Han pasado diez años del gran momento de Lorenzo como técnico xeneize y la fidelidad de los hinchas mantiene su vigencia.

 

Imagen Junto a su amigo, el "Puma" Armando.
Junto a su amigo, el "Puma" Armando.
 

Lorenzo entrecierra los ojos, en un gesto muy del Toto, y marca un detalle, cortando por un momento su evocación.

—Boca es un club muy especial, único en la Argentina y en el mundo. Quien estuvo en Boca lo sabe. La gente es humilde, se entrega, no pide mucho, pero da todo. Yo mamé ese afecto dos veces: como jugador y como técnico. Cuando llegué como entrenador en 1976, quise llevármelo a Bochini. A mí me vuelve loco Bochini. Y el Bocha, con la camiseta de Boca, podía haber sido algo sensacional. Si hubiera podido hablar con él para convencerlo, se lo explicaba en pocas palabras: "Aunque no te paguen la prima que vos guarés, vení a Boca. Vas a conocer algo único. Porque dos años en Boca son como pasar toda una vida en cualquier otro club...".

Estuvo en Boca como jugador hasta 1949. De esos tres años y medio rescata el valor de un gran entrenador ("Mario Fortunato, ex jugador del club, por eso sabía tanto de Boca...") y un compañero que a la vez fue un maestro ("Jaime Sarlanga, un nueve que se adelantó a su época...").

—Me fui al fútbol de Italia y ya no volvería a jugar en la Argentina. En Sampdoria tuve como técnico a Baloncieri, ex número ocho de la escuadra italiana donde jugaba con el gran Pepino Meazza de nueve. En la temporada 1952/53 pasé al Nancy de Francia, donde jugué dos años como ocho armador, con un gran número diez, Roger Piantoni, quien iba a formar el gran terceto atacante de Francia en el Mundial de Suecia con Raymond Kopa y Justo Fontaine. El técnico era Jacques, ex arquero del club, un hombre que tuvo mucho que ver con mi futuro en el fútbol. Charlábamos mucho sobre aspectos del juego ligados con la táctica y, por recomendación de él, el Nancy me mandó becado al curso de técnicos que organizaba en 1954 la Liga Inglesa en Lillehall, cerca de Newport, a dos horas de tren de Londres.

Esto merece un párrafo aparte. Va a nacer el Toto Lorenzo entrenador. El hombre de buzo, estudioso incansable, analista casi obsesivo de cada detalle, técnico duro, seguidor, casi inclemente con sus jugadores, enamorado de su profesión, conocedor de nombre, apellido, edad y características de cada uno de sus adversarios, exigente hasta el delirio en el cumplimiento de sus esquemas tácticos. Está por decirle adiós al fútbol activo un futbolista que siempre pensó más en su equipo que en el propio lucimiento.

—El director del curso era Walter Winterbottom —con quien me enfrenté ocho años más tarde en Rancagua, cuando él dirigía a Inglaterra y yo al equipo argentino—. Había tres cursos: para técnicos internacionales, para profesionales y para semiprofelionales. Yo estaba anotado en el de profesionales con otro argentino: Roberto Aballay, que estaba en el Metz y aquí jugó para River y San Lorenzo. También fue compañero nuestro un destacado jugador internacional inglés: Stan Mortensen, compañero del famoso Stanley Matthews en el Blackpool. Trabajábamos en el campo y, por ejemplo, me daban a dirigir un equipo que jugaba contra otro. De repente me sacaban un jugador y yo tenía que reaccionar haciendo el movimiento justo para no quedar desarmado. Como parte de las clases teóricas, pasaban una y otra vez la película del partido Hungría 6, Inglaterra 3 que se había jugado un año antes en Wembley. Daban la jugada del gol de Puskas, cuando la pisa con la zurda, hace pasar de largo a Williy Wright, la vuelve a pisar y la mete de un zurdazo entre el arquero y el palo. Había que parar la película, mandarla atrás y pasarla de vuelta. Y se repetían las mismas exclamaciones: "¡Aaaah! ¡Aaaaaah!" Una vez me preguntaron por qué tenía tanta habilidad para gambetear el jugador argentino. Me hicieron pensar. Nunca me lo había explicado nadie. Al final les dije lo que yo pensaba a través de mis recuerdos: Porque de pibes, en la Argentina, hacemos partidos de uno contra uno. Y eso nos obliga a driblear". La respuesta les pareció satisfactoria.

 

Imagen Cabulero. Haciendo cuernitos.
Cabulero. Haciendo cuernitos.
 

El tema de la gambeta, frente a un hombre que ha visto tanto fútbol en tantos lugares del mundo, impone el intermedio de una pregunta:

—¿Quién fue el gambeteador más habilidoso que viste?

—En Europa, un holandés que se llamaba Faas Wilkes y jugaba en el Inter de Milán. Era un tipo alto, delgado, una especie de Burruchaga con mucha más cintura. Aquí, los más grandes fueron Walter Gómez y Angel Clemente Rojas. Nunca vi engañar tan bien al adversario en un terreno tan reducido.

Pero la historia sigue. Su próximo destino es España.

—Cuando Alfredo Di Stéfano ingresó al Real Madrid, debutó en un partido contra mi equipo francés. Ganó el Nancy 2-0, me vio jugar Helenio Herrera y me contrató el Atlético de Madrid. Allí estuve cuatro años, hasta 1958. Los primeros seis meses con Helenio Herrera, de quien aprendí cómo debe manejar un técnico las relaciones públicas y ser su propio agente de publicidad. Después, con Jacinto Quincocés, un valenciano que había jugado como defensa con el Divino Zamora en el Mundial de 1934. En 1958 pasé al Real Mallorca, como jugador y como técnico. Allí viví mis primeras grandes satisfacciones como conductor de un equipo. En la temporada 1958/59 ganamos el Campeonato de Tercera División y el ascenso. En la siguiente, 1959/60, lo llevé de Segunda a Primera. Y en 1960/61 salimos sextos en el Campeonato de Primera División. Había pasado ocho años en Europa. Le había tenido que ganar al peor enemigo del jugador argentino cuando está lejos de su tierra: la nostalgia. Hay que morderse, no aflojar, seguir dándole para adelante, pensar que uno está asegurando su futuro. No es fácil. Por eso hay que valorar lo que han hecho un Di Stéfano en España, un Sívori o un Maradona en Italia...

Vale la pena romper por un momento la cronología del relato, parar la pelota y saber qué opina el Toto de un tema tan actual como Diego Armando Maradona.

 

Imagen Junto a Carlos Monzón y Helenio Herrera.
Junto a Carlos Monzón y Helenio Herrera.
 

—Es un virtuoso que tiene adentro lo que pocos virtuosos tienen: un alto grado de combatividad. Es un genio capaz de luchar y sobreponerse a todos los inconvenientes. Un típico escorpiano. Se fue a otro medio, un medio tan difícil como es Barcelona, donde cuesta mucho imponerse porque la gente no tiene la calidez de los andaluces o los napolitanos. Tuvo una seria fractura. Volvió mejor que antes. Sufrió un ataque de hepatitis. Volvió mejor que antes. Lo marcaron muy sucio en el Mundial de España sin que los árbitros lo defendieran. Volvió para consagrarse el mejor jugador del mundo en la Copa de México. Necesita sentir cerca el cariño de su familia, sus padres, sus hermanos. También superó ese problema porque su afán de triunfo y su amor por el fútbol le permiten sobreponerse a todo. Y encontró el medio ideal: Nápoles ha sido para él como volver a jugar en Boca.

—Hace muy poco se te atribuyeron declaraciones en Italia según las cuales el hermanito de Maradona no tenía el menor nivel para jugar en el fútbol de allá...

—Ya lo aclaré con Diego. Eran un invento. Para la época que me atribuyeron esas declaraciones, yo no estaba en Italia. Además, no tengo por qué desmerecer a pibes argentinos que tienen la chance de triunfar en Europa. ¿Qué gano yo diciendo esas cosas?

Promediando 1961, cuando terminaba la temporada en España, Juan Carlos Lorenzo sintió que había llegado la hora del retomo. Pero el jugador ya le había dado paso al técnico, porque venía pisando el umbral de los cuarenta.

—San Lorenzo me dio la chance de volver a trabajar en mi tierra. Por eso, y por los grandes recuerdos que tengo de mis distintas campañas en el club, siento un cariño especial por el Ciclón.

—¿Qué club te brindó más satisfacciones: Boca o San Lorenzo?

—A nivel internacional, Boca. En el medio argentino, parejos, pero en San Lorenzo viví por primera vez los dos extremos que se pueden dar en la trayectoria de un técnico: gané por primera vez los dos campeonatos del año en 1972, cuando aquí los equipos que eran campeones del Metropolitano se caían en el Nacional, y me fui por primera vez al descenso en 1981. Por eso, en mi corazón, San Lorenzo es un sentimiento tan fuerte como Boca...

 

Imagen Como DT del Ciclón en 1961.
Como DT del Ciclón en 1961.
 

En 1961, con un conjunto que tenía un genial armador —Coco Rossi— y un excepcional ejecutor —el Nene Sanfilippo—, pero muy poco más, Lorenzo se las ingenió para sacarlo subcampeón incorporando nuevos fundamentos tácticos, tales como marcar a muerte por toda la cancha al hombre-clave del adversario, trabar y obstruir el arranque rival en media cancha, en una palabra, aplicar sistemas tipo "catenaccio" italiano o "cerrojo" español que aquí no gustaban mucho aunque resultaran muy efectivos. Esa buena campaña, sumada a la sensación de que era un técnico de formación europea, muy al tanto de las tácticas que se aplicaban en el mundo, contrastada con el desastre que significó nuestro estilo improvisador e indisciplinado en Suecia cuatro años antes, dio por resultado que la AFA lo designara seleccionador para el Mundial de Chile.

Sigo creyendo que el trabajo de preparación para la Copa del Mundo del '62 fue bueno. No me cabe duda de que fue útil. Por primera vez en la Argentina tuvieron valor las palabras trabajo, disciplina, táctica colectiva —Lorenzo mira hacia atrás y trata de juzgarse, a 25 años de distancia—. Cometí errores, es cierto. Pero el mayor inconveniente que tuve fue el de hacer algo diferente: ponerlo a Cap de marcador lateral o armar la media cancha con dos volantes de marca como Rattín y Sacchi, era un crimen para esa época. Diez años después, jugaban Cocco y Telch en la media cancha de San Lorenzo, éramos campeones y me aplaudían...

El fracaso de Argentina en Chile lo dejó sin trabajo. Cesó como técnico de la AFA. Lo volverían a llamar cuatro años después para el mismo cargo. Cabe la pregunta: ¿qué podía haberse logrado si durante esos cuatro años el Toto Lorenzo volcaba en la Selección sus experiencias del Mundial 1962? Son esos interrogantes que nunca tendrán respuesta. De 1962 a 1966 dirigió en Roma: primero fue el Lazio (1962/64) y luego el Roma (1964/66). Volvió a la Argentina cuando promediaba el año, justo para que le ofrecieran el Seleccionado que se había quedado sin cuerpo técnico por renuncia de Zubeldía-Faldutti.

—Ese equipo que fue al Mundial de Inglaterra era muy bueno. Tenía grandes jugadores y una fuerte personalidad. El problema fue que tuvimos que enfrentar a los ingleses en Wembley y allí no podía ganarles nadie. Nos tiramos a salir primeros en nuestro grupo y durante 87 minutos lo habíamos conseguido porque le estábamos ganando con comodidad a Suiza y los alemanes empataban con los españoles. Pero cuando terminaba el partido, Uwe Seeler hizo el gol del triunfo y por diferencia de goles tuvimos que ir a Wembley...

—Habías comenzado a contarme algo sobre esa Selección y Cesarini.

—Es cierto. Cuando me hice cargo, pensé en una estructura como la de River, que jugaba con Solari-Sarnari en la media cancha, Ermindo Onega enganchándose para dar salida, Cubilla y Más como punteros bien abiertos y Daniel Onega como centrodelantero. Pero no podía contar con Cubilla, por ser uruguayo, y en Italia, donde jugamos previamente y perdimos muy mal, me di cuenta de que necesitaba más peso en la media cancha. Hablé con Renato, él me sugirió al Indio Solari para jugar una especie de "ala tornante" y la verdad es que me respondió de un modo fantástico. Después, cuando me contrató River en 1967, Cesarini volvió a ser muy generoso, muy abierto, para contarme todo acerca del equipo que él acababa de dirigir. Son gestos que tienen un valor incalculable y se te graban para siempre.

Imagen En la Selección Argentina previo al Mundial 1966, lo escuchan Albretch, Mas, Perfumo, Santoro, entre otros.
En la Selección Argentina previo al Mundial 1966, lo escuchan Albretch, Mas, Perfumo, Santoro, entre otros.

Siempre tuve ganas de hacerle una pregunta a Lorenzo. El momento llegó...

—Para ese Mundial llevaste de segundo arquero a Hugo Gatti. Tenía 20 años y una fama de irresponsable total. Después, cuando tomaste Unión, lo llevaste de Gimnasia a Santa Fe. Más tarde, te lo trajiste a Boca. ¿Cómo se compagina tu estilo de técnico disciplinado, casi esquemático, obsesivo del trabajo y la seriedad, con un arquero del estilo de Gatti?

—Primero, porque en un arquero el des-gaste físico es menor que en el resto del equipo pero su trabajo intelectual es el más importante de todos. Y Gatti es un jugador genial. Nadie puede despreciar a un genio. Además, conmigo ha sido siempre un hombre responsable. Parecía que se estaba divirtiendo pero hacía siempre lo mejor para el equipo. Cumplía su doble función de arquero y líbero pero no se iba a jugar de wing derecho... Una noche, cuando lo tuve en River, salió a cortar un comer con una mano. La atajó y la hizo bailar sobre un dedo, rodeado de contrarios...

—¿Cómo lo tomaste?

—Me quería morir y lo quería matar. Todo al mismo tiempo...

Un rato en River 1967, otros cuatro años en Italia (Lazio 1967/71), un año fantástico en San Lorenzo 1972 con dos campeonatos ganados, dos años en el Atlético de Madrid en 1973/75 con la posibilidad de ganar la Copa de Europa de Clubes Campeones ("íbamos ganando 1-0, en el último segundo nos empató el Bayern Munich con un tiro desde lejos y le dio un infarto al presidente del club"), el Campeonato de 1975 en Unión de Santa Fe y en 1976, su momento estelar en Boca con hombres que él había llevado previamente a Unión: Gatti, Chapa Soñé, Heber Mastrángelo. Y dos que parecían venir de vuelta pero tuvieron cuerda para cuatro títulos más: Pancho Sá y el Toti Veglio. Para todos ellos tiene el Toto un recuerdo emocionado. Boca ganó todo entre 1976 y 1979: Metropolitano, Nacional, Copa Libertadores (dos veces) y Copa Intercontinental. Es como si prácticamente Lorenzo hubiera dado los hurras en esa Bombonera cuyos hinchas no lo olvidan...

De lo que siguió —Racing Club, Atlante de México, San Lorenzo y el descenso, Vélez Sarsfield, Independiente Santa Fe de Bogotá, otra vez el Lazio en 1984, dos meses en San Lorenzo que se cortaron cuando se fueron Lantarón y Habib, los dirigentes que lo habían llevado al club—le queda apenas un par de recuerdos felices: en 1982 dirigió al Ciclón en Primera "B" y se fue dejándolo puntero, en 1983 ganó con Atlanta el ascenso a Primera "A".

 

Imagen Feliz con Cocco en el 72, un año Santo.
Feliz con Cocco en el 72, un año Santo.
 

—No estuviste en el Mundial de México, ¿por qué?

—Lo disfruté aquí, viendo y grabando las grandes actuaciones del equipo argentino. Si hubiera ido a México, cada vez que me encontrara con un periodista, un dirigente o un hombre de fútbol, me iban a preguntar lo mismo: "¿Por qué no estás dirigiendo?". Eso me iba a producir una gran tristeza. Y a esta altura de mi vida, del fútbol sólo quiero guardarme las alegrías...

 

 

Por JUVENAL (1987).

Fotos: ARCHIVO "EL GRÁFICO"