Las Entrevistas de El Gráfico

2006. Ilusión Mundial

Un joven Lionel Messi con tan sólo 18 años recibe a El Gráfico en Barcelona donde habla de su gran presente y de lo que vendría: su debut mundialista en Alemania.

Por Redacción EG ·

25 de septiembre de 2019

Ca­ta­luña po­see to­dos los atri­bu­tos pa­ra con­si­de­rar­se na­ción. Idio­ma, ban­de­ra, him­no, cos­tum­bres e idio­sin­cra­sia pro­pias, más un pue­blo que, en bue­na par­te, no se sien­te es­pa­ñol y an­he­la su in­de­pen­den­cia. Por su­pues­to, la na­ción ca­ta­la­na le rin­de tri­bu­to a un rey. En es­te ca­so, un rey gaú­cho que ha­ce (ma­la­ba­res) y des­ha­ce (cin­tu­ras) a su vo­lun­tad en un pa­la­cio blau­gra­na he­cho a su me­di­da. Ron­nie II, el gran Ronaldinho (mu­cho me­nos gor­do, pe­ro más pe­lu­do que su an­te­ce­sor, aun­que de la mis­ma di­nas­tía dien­tu­da) di­ri­ge su im­pe­rio des­de Bar­ce­lo­na ha­cia el mun­do de la pe­lo­ta.

Din­ho es un mo­nar­ca mo­der­no que tie­ne mu­cho por dar, pe­ro que ya cuen­ta con un prín­ci­pe he­re­de­ro. El del­fín, el pró­xi­mo ocu­pan­te del tro­no, es ro­sa­ri­no, zur­do y lle­va en sus ve­nas san­gre de po­tre­ro. El fu­tu­ro Lio­nel I ju­gue­tea des­de ha­ce un tiem­po con la co­ro­na y es só­lo cues­tión de tiem­po pa­ra que se po­se de­fi­ni­ti­va­men­te en su ca­be­za.

Sin áni­mos de gol­pe de es­ta­do, más allá de los re­bel­des pe­ri­cos, en las ca­lles de Bar­ce­lo­na ya se es­cu­chan sen­ten­cias acer­ca del ini­cio de la di­nas­tía Mes­si. Pa­ra al­gu­nos se­rá den­tro de un año, pa­ra otros den­tro de dos, aun­que pa­ra mu­chos, só­lo res­ta es­pe­rar unos me­ses pa­ra que Leo re­cla­me el tro­no en la má­xi­ma ci­ta del fút­bol: la Co­pa del Mun­do.

Imagen Piel celeste y blanca. Messi ya vibraba con la proximidad del Mundial.
Piel celeste y blanca. Messi ya vibraba con la proximidad del Mundial.

De lle­var en Ale­ma­nia a la ce­les­te y blan­ca a le­van­tar el tro­feo que se nie­ga des­de ha­ce dos dé­ca­das, es­te chi­co de 18 años no só­lo to­ma­rá la co­ro­na de Ro­nal­din­ho. No, no. Esa que Die­go Ma­ra­do­na de­jó va­can­te a prin­ci­pios de los no­ven­ta se de­po­si­ta­rá au­to­má­ti­ca­men­te so­bre sus sienes, co­mo en va­rias oca­sio­nes el pro­pio Diez an­ti­ci­pó que su­ce­de­rá…

Ca­mi­no a las pla­yas de Ga­và, de buen hu­mor y con su hu­mil­dad y sim­ple­za ca­rac­te­rís­ti­cas, Leo des­ti­la una con­fian­za co­mo pa­ra to­mar­le las me­di­das a su tra­je real: “Ten­go mu­cha fe en la Se­lec­ción, lo ven­go di­cien­do des­de ha­ce un tiem­po. No sé si son las ilu­sio­nes, las ga­nas o qué, pe­ro veo que el equi­po pue­de ser cam­peón. Sien­to es­to por có­mo veo al plan­tel, a los ju­ga­do­res y por las ga­nas que te­ne­mos to­dos”.

Su es­pe­ran­za, es­pe­ran­za; su tran­qui­li­dad, tran­qui­li­za. Pa­re­ce no afec­tar­le la pre­sión. De he­cho, no sien­te pre­sión, él mis­mo lo di­ce y has­ta sus ami­gos lo afir­man. “Un día, abro el dia­rio  y leo que Ma­ra­do­na di­ce que Mes­si es su su­ce­sor –cuen­ta Pa­blo Za­ba­le­ta–. Co­mo con­cen­tra­ba con Leo, voy y le di­go. ‘¿Qué es to­do es­to? ¿Vos vis­te el dia­rio?’ Sen­ta­do en la ca­ma y sin al­te­rar­se, me di­ce: ‘Sí’. Yo no lo po­día creer. Por suer­te, él no se da cuen­ta de to­do lo que es­tá vi­vien­do y es el mis­mo pi­be de siem­pre. Esa es una gran ven­ta­ja”.

Un ra­to an­tes, ma­no a ma­no con la gran carta Argentina para Alemania, la mu­ni­fi­cen­cia del Camp Nou va­cío du­ran­te la se­sión de fo­tos in­vi­ta­ba a una re­fle­xión.

–Leo, me ima­gi­no los ner­vios que ha­brás sen­ti­do la pri­me­ra vez que ju­gas­te con es­te mons­truo lle­no.

–No me pu­se ner­vio­so. Só­lo sen­tía mu­chas ga­nas de que em­pe­za­ra el par­ti­do.

No hay vuel­tas, Mes­si es dis­tin­to por don­de se lo mi­re. Ha­ce unos me­ses, Os­car Rug­ge­ri le de­cía a El Grá­fi­co. “Ojo, el Mun­dial es diferente. A la ho­ra del Him­no, del ves­tua­rio en la pre­via, ¿sa­bés lo que es eso?” Ru-gge-ri, ni más ni me­nos. ¿Qué sin­tió Mes­si en el Sub-20? “A mí me pa­só to­do lo con­tra­rio. Cuan­do so­na­ba el Him­no, me da­ban ga­nas de ju­gar. Sa­ber que es­ta­ba de­fen­dien­do los co­lo­res de la Se­lec­ción y que mu­cha gen­te es­ta­ba pen­dien­te de ese par­ti­do, era al­go muy lin­do”.

Abre la bo­ca y su­ma otro mo­ti­vo pa­ra ani­mar­se a so­ñar. Cuan­do jue­ga, las ra­zo­nes pa­ra creer en él que­dan ex­pues­tas en ca­da ex­plo­sión ver­ti­cal ha­cia el gol. Los ar­gen­ti­nos lo sa­ben y lo ubi­can a un la­do de san Ro­mán en un al­tar po­pu­lar mu­cho más ele­va­do que el mon­te Ti­bi­da­bo. “Es lin­do sa­ber que los hin­chas con­fían en mí, que la gen­te de Ar­gen­ti­na ha­bla bien de uno. To­do es­to me po­ne muy con­ten­to. Siem­pre lo di­go: a mí no me im­por­ta cuál sea el par­ti­do, yo in­ten­to ju­gar en to­dos. Ya sea con­tra el Chel­sea o en la Se­lec­ción siem­pre trato de ha­cer lo me­jor”.

Pa­ra Leo, has­ta los pi­ca­dos con sus pri­mos y her­ma­nos eran a to­do o lá­gri­mas y has­ta pi­ñas tam­bién. No le gus­ta per­der a na­da, él só­lo quie­re ga­nar. Y si él es­tá, se­rá im­po­si­ble con­se­guir­lo ju­gan­do mal. Por eso, no im­por­ta la ca­mi­se­ta que es­té en­fren­te, ni mu­cho me­nos los ri­va­les. So­bre to­do los ri­va­les... “El otro día, cuan­do ju­gá­ba­mos con­tra Croa­cia, no sa­bía na­da de ellos, no co­no­cía a na­die. Y des­pués, del gru­po que nos to­có en el Mun­dial, no vi ju­gar de­ma­sia­do a nin­gu­no. A Cos­ta de Mar­fil lo se­guí el día que fue­ron a los pe­na­les con­tra Ca­me­rún, pe­ro vi los pe­na­les no­más, así que no sé mu­cho tam­po­co”.

–No sos muy fut­bo­le­ro, ¿no?

–An­tes sí, me cla­va­ba vien­do par­ti­dos. Aho­ra no. Si mi­ro, mi­ro el Tor­neo Ar­gen­ti­no y lo ha­go pa­ra sen­tir­me más cer­ca, pe­ro tam­po­co soy de se­guir­lo mu­cho.

–Se pue­de de­cir que co­no­cés a los fut­bo­lis­tas más por la PlayS­ta­tion que por se­guir el fút­bol mun­dial.

–No, por­que aho­ra no jue­go mu­cho al PlayS­ta­tion.

–Aho­ra jue­ga con el XBox –apor­ta pa­pá Jor­ge, has­ta aquí tes­ti­go mu­do de la no­ta.

–La ten­go ha­ce po­qui­to. Son los mis­mos jue­gos de la Play, pe­ro se ven me­jor, on­da tres di­men­sio­nes. Igual, al úni­co que jue­go es al de fút­bol.

 

Imagen Lionel Messi se presta para la producción de El Gráfico.
Lionel Messi se presta para la producción de El Gráfico.
 

–En­ton­ces los te­nés más de los vi­deos que de ver­los en acción de verdad.

–Sí. Apar­te qui­zá ju­ga­mos con­tra equi­pos de los que no co­noz­co los ju­ga­do­res. Tam­bién me pa­sa que en­fren­to a fut­bo­lis­tas que por ahí son fi­gu­ras y mi her­ma­no me di­ce que les pi­da al­go o que los sa­lu­de, pe­ro no soy de dar­le mu­cha im­por­tan­cia a eso.

–A Cos­ta de Mar­fil lo vis­te po­qui­to. ¿Qué sabés de los otros ri­va­les?

–A Ho­lan­da tam­po­co lo vi, pe­ro es el equi­po de más nom­bre. A Ser­bia y Mon­te­ne­gro sí. Co­mo es­ta­ba en el gru­po de Es­pa­ña, mi­ré un par de par­ti­dos. Tie­nen un equi­po du­ro, que jue­ga bien al con­tra­gol­pe, con dos de­lan­te­ros gran­do­tes –uno muy rá­pi­do– que llegan bien al go­l. Pe­ro tam­po­co tie­nen tan­to. Yo creo que agran­da­mos de­ma­sia­do al gru­po. Sa­lió así y es cues­tión de suer­te, se­gún di­cen. Pe­ro no pa­sa na­da. Ar­gen­ti­na es­tá bien pa­ra ju­gar con­tra esos ri­va­les y con­tra cual­quie­ra.

No es cues­tion de con­fiar­se, pe­ro le so­bra con­fian­za. No le ha­blen de “Gru­po de la Muer­te”. A ese gru­po, Leo lo ma­ta con un fie­rra­zo de su zur­da y lo man­da de­re­cho al ce­men­te­rio. Y que el fu­ne­ral lo ha­gan en Cos­ta de Mar­fil, Ho­lan­da o Ser­bia y Mon­te­ne­gro. Su fe es in­ne­ga­ble; su de­vo­ción por la ce­les­te y blan­ca, in­cues­tio­na­ble… Eso sí, siem­pre hay un de­mo­nio, aun­que ven­ga car­ga­do con al­gu­nos ami­gos.

–¿Te gus­ta­ría en­fren­tar a Bra­sil en el Mun­dial? ¿En qué ins­tan­cia?

–Eh... ¿En qué ins­tan­cia? Si es po­si­ble, pre­fe­ri­ría no en­fren­tar­los, que que­den afue­ra an­tes. Pe­ro si hay que ju­gar con­tra ellos, en cual­quier momento. Pue­de ser bue­no en­fren­tar­te rá­pi­do y ga­nar­les, por­que nos da­ría mu­cha más con­fian­za. Igual, si es po­si­ble, que no nos to­que por­que tie­nen una gran se­lec­ción.

Y si: una co­sa es te­ner fe y otra muy dis­tin­ta es no ser con­scien­te del po­ten­cial del ve­ci­no ver­dea­ma­rel­ho. Mu­cho más si el rey de los  ma­la­ba­ris­tas en­sa­ya su es­pec­tá­cu­lo dia­rio a su la­do.

–¿Có­mo reac­cio­na­rías si, en ple­no Mun­dial, Ro­nal­din­ho te ti­ra un ca­ño?

–Ja... No sé, tam­po­co me im­por­tan mu­cho los ca­ños. Un de­lan­te­ro no le da tan­ta bo­la a eso, qui­zás al de­fen­sor le due­la más. La ver­dad, no sé có­mo reac­cio­na­ría. A lo me­jor me rei­ría, por­que ver ti­rar un ca­ño tam­bién es lin­do…

–Sí, pe­ro que te lo ti­ren a vos… Bue­no, y si encima te ha­ce el elás­ti­co.

–Lo dis­fru­ta­ría tam­bién. Me la ten­dré que aguan­tar. Ade­más, ya me co­mí un par de ca­ños du­ran­te los par­ti­dos, conozco la sensación.

 

Imagen Messi, la celeste y blanca y la pelota.
Messi, la celeste y blanca y la pelota.
 

–Sé que no es tu es­ti­lo, pero ¿có­mo reac­cio­na­ría Ron­nie si vos le ti­rás un tú­nel?

–Se rei­ría, se­gu­ro. El tam­bién se co­mió un par (N. de R. : So­rin) y des­pués del par­ti­do se ca­gó de ri­sa. Aun­que en el mo­men­to qui­zás no...

A di­fe­ren­cia de otros sobe­ra­nos, Leo y Ron­nie to­le­ran que les ha­gan lo que ellos tam­bién ha­cen, aun­que en mu­chí­si­mas más oca­sio­nes. “A ve­ces, en las prác­ti­cas, con Ro­nal­din­ho jo­de­mos y com­pe­ti­mos pa­ra ver quién le ti­ra más ca­ños a los de­más. Ha­ce­mos mu­chas co­sas de ese es­ti­lo”, re­co­no­ce.

Sí, sí, to­do muy lin­do. To­má Be­llet­ti, po­ne­te so­ta­na; cui­da­do, Ga­bri, ¡oooole! Y ahí vie­ne Pu­yol, pre­pa­ra­te… sí, pe­ro pa­ra sa­lir co­rrien­do.

–Con Pu­yol, ¿qué on­da? ¿Le ti­ra­rías un ca­ño o me­jor vol­ver a na­dar con ti­bu­ro­nes en el Aqua­rium?

–Ahí no sé, ahí ya du­do un poquito, ja­ja. Cuan­do na­dé con ti­bu­ro­nes es­ta­ba tran­qui­lo… Y  si le ti­rás un ca­ño a Car­lès, creo que pue­de ve­nir una pa­ta­da tremenda, ja.

–Sí, en los dien­tes…

Ya hay un olor es­pe­cial en el am­bien­te. Hay cli­ma de Mun­dial. Hay ner­vios por una le­sión mo­les­ta que no ba­ja la guar­dia, pe­ro, so­bre to­do, hay mu­cha fe. Lo que tam­bién hay en Bar­ce­lo­na son mu­chos com­pa­ñe­ros ver­dea­ma­rel­hos de ves­tua­rio. Por el mo­men­to no da pa­ra car­ga­das, apues­tas ni ame­na­zas. “No se ha­bla mu­cho del Mun­dial acá. En rea­li­dad sí, pe­ro más que na­da cuan­do se es­ta­ban ju­gan­do las eli­mi­na­to­rias o des­pués de al­gún amis­to­so. Cuan­do pa­sa esa fe­cha, ya no se to­ca más el te­ma. To­das las se­ma­nas es­ta­mos ju­gan­do do­min­go y miér­co­les, en­ton­ces no te da el tiem­po pa­ra me­ter­te en el Mundial. Ade­más, en Bar­ce­lo­na to­da­vía hay mu­chos par­ti­dos lin­dos por ju­gar. Se nos es­ca­pó la Co­pa del Rey, pe­ro es­pe­ro que po­da­mos con­se­guir la Li­ga y la Cham­pions y, des­pués, ob­via­men­te, vendrá la Co­pa del Mun­do”.

–¿De chi­co eras fa­ná­ti­co de los mun­dia­les? On­da de ver to­dos los par­ti­dos y sa­ber las for­ma­cio­nes.

–El úni­co que vi­ví bien fue el de Francia 98. Sí, el que per­di­mos con Ho­lan­da. En ese veía­mos los par­ti­dos con to­da la fa­mi­lia y los pi­bes del ba­rrio, en Ro­sa­rio. Por eso es el que más se­gui­mos. Del 94 no me acuer­do na­da de nada, era muy chiquito.

 

Imagen La bandera argentina en el Camp Nou, arropando a Leo Messi.
La bandera argentina en el Camp Nou, arropando a Leo Messi.
 

–Y con el de Ja­pón y Co­rea, ¿qué pa­só?

–En el úl­ti­mo ya es­ta­ba acá, en­ton­ces no le da­ba tan­ta bo­la. En Bar­ce­lo­na no pa­sa­ban todos los par­ti­dos. En­ton­ces re­cién a la no­che me en­te­ra­ba có­mo ha­bía­mos sa­li­do nosotros, así que no lo pu­de vi­vir mu­cho. Mi­ré un par de ve­ces a Es­pa­ña por­que era lo úni­co que pa­sa­ban. No te­nía mu­chas op­cio­nes.

–¿Ha­ce cua­tro años te ima­gi­na­bas ju­gando en Ale­ma­nia?

–No, pe­ro mu­chas ve­ces lo ha­blá­ba­mos con mi fa­mi­lia. “Mi­rá si a lo me­jor es­tá en el pró­xi­mo”, de­cían. In­clu­so, an­tes del 2002, po­nían fe­cha y ti­ra­ban: “En Ale­ma­nia va a ju­gar el Mun­dial”. Pe­ro lo ha­cía­mos jo­dien­do. Mis tíos y mis vie­jos siem­pre hin­cha­ban con eso y que­dó la fe­cha. Pe­ro, la ver­dad, nun­ca hu­bie­ra ima­gi­na­do que real­men­te se po­dría dar.

–No­so­tros pen­sá­ba­mos que, con mu­cha suer­te, po­día lle­gar a es­tar en Ale­ma­nia –re­ve­la Mes­si pa­dre–. Lo ha­cía­mos, pe­ro pa­ra jo­der, co­mo di­ce él. Pero todo es posible en la vi­da.

Pa­re­ce una anEc­do­ta in­creí­ble y, por un la­do, lo es. Dan ga­nas de pe­dir­les a los Mes­si un par de nú­me­ros pa­ra ju­gar­le a la ru­la en el Ca­si­no Bar­ce­lo­na, en el Puer­to Olím­pi­co, aun­que co­no­cien­do me­jor que na­die el ta­len­to de Leo, ¿có­mo no atre­ver­se a so­ñar con el Mundial?

–¿Cuán­do te dis­te cuen­ta de que po­días es­tar en Ale­ma­nia?

–Des­pués del par­ti­do con­tra Pe­rú, por las eli­mi­na­to­rias. Ahí pen­sé que a lo me­jor sur­gía la po­si­bi­li­dad o que es­ta­ba den­tro del gru­po de ju­ga­do­res que Pe­ker­man mi­ra­ba.

La oportunidad lle­gó y no la de­jó pa­sar. Ese mis­mo chi­co al que ha­ce un año sus com­pa­ñe­ros del Sub-20 no le co­no­cían la voz, hoy es el An­cho de Bas­tos o in­clu­so el de Es­pa­das pa­ra gri­tar­le “tru­co” a cual­quie­ra que se cru­ce en Ale­ma­nia. De todas maneras él si­gue a ple­no con las se­ñas. “To­da­vía no lle­vo mu­chos par­ti­dos en la ma­yor, en­ton­ces mu­cha con­fian­za no ten­go. Igual, no soy de ha­blar mu­cho. En el Bar­sa, por ejemplo, co­noz­co bien a to­dos y en las co­mi­das tampoco soy de con­ver­sar de­ma­sia­do. Ni en mi ca­sa cuan­do al­mor­za­mos o ce­na­mos soy de char­lar. Te lo pue­den de­cir mi vie­jo y mi vie­ja”.

–Es súper ca­lla­do, peor que yo– ex­pli­ca Jor­ge.

–En Bar­ce­lo­na podría decirse que los bra­si­le­ños te apa­dri­na­ron, ¿en la Se­lec­ción hay al­gún ju­ga­dor que te ha­ble más que el res­to o que te acon­se­je mu­cho?

–En la Se­lec­ción es dis­tin­to por­que llegamos to­dos de afue­ra y es­ta­mos po­co tiem­po jun­tos. En­ton­ces no se da una con­vi­ven­cia muy larga. La úl­ti­ma vez me to­có con­cen­trar con So­rin. Con él ten­go mu­cha afi­ni­dad des­de el día en  que lo co­no­cí acá en Bar­ce­lo­na, siem­pre tu­vi­mos una muy bue­na re­la­ción. En­ton­ces con él ha­bla­ba con más con­fian­za. Juampi es un ju­ga­dor con mu­cha ex­pe­rien­cia, sa­be mu­cho y, a mí, que soy más chi­co, me ayu­da un montón.

–¿Y con Ri­quel­me? En la Argentina hay mu­chas es­pe­ran­zas en esa du­pla.

–Ro­mán es un pi­be muy ale­gre, muy sim­pá­ti­co. Se lle­va bien con to­dos.

 

Imagen Messi en la selección juvenil.
Messi en la selección juvenil.
 

Si Leo y Romy se re­la­cio­nan con sus com­pa­ñe­ros del mo­do que lo ha­cen con la pe­lo­ta, en Ale­ma­nia el gru­po se­rá ex­ce­len­te, no hay du­das. Otro que tie­ne una re­la­ción so­bre­sa­lien­te con la bo­cha es Car­li­tos Te­vez, quien tam­bién pe­gó mu­cha on­da con Leo.

“Nos co­no­ci­mos en La No­che del Diez, cuan­do le ga­na­mos el fút­bol te­nis a Maradona. Me lle­vo bien con él, al igual que con cual­quie­ra de los ju­ga­do­res de la Se­lec­ción. Quizá pegamos más confianza por una cuestión de edad, porque es uno de los más jó­ve­nes. Ha­ce po­co, cuan­do fui­mos a la con­cen­tra­ción, Car­li­tos lle­gó y nos dio un CD de Pio­la Va­go a mí y a ca­da uno de los pi­bes que es­tá­ba­mos. Tie­ne un par de can­cio­nes bue­nas. El no can­ta, pe­ro es­tá bien. Tie­ne can­cio­nes pe­ga­di­zas”.

–Siem­pre de­cís que te gus­ta­ría ir a un re­ci­tal de cum­bia. Ir a ver a Pio­la Va­go con Car­li­tos es una bue­na chan­ce. Si te in­vi­ta, ¿vas?

–¿A un re­ci­tal de él? Sí, por qué no. A cual­quier re­ci­tal iría, no ten­dría pro­ble­mas.

–¿Y si Car­li­tos te ha­ce su­bir al es­ce­na­rio? El se ani­mó en la Bombonera y can­tó.

–Noooo, qué sé yo. No soy de su­bir­me, de can­tar. A tan­to no lle­go, pe­ro iría.

–Esas co­sas que­dan pa­ra tu ami­go Agüe­ro…

–Pa­rá, me di­jo mi her­ma­no que Kun can­tó con Los Lea­les en Pa­sión de Sá­ba­do. ¿Es cier­to?

–Ah, bue­no… Yo lo vi cantar en Fút­bol pa­ra To­dos con un sa­co tur­que­sa. Lo de Pa­sión... no lo sa­bía.

–Ja­ja. Kun es un per­so­na­je, se pue­de es­pe­rar cual­quier co­sa de él. Le gus­ta muchísimo can­tar y bai­lar, así que  me pa­re­ce nor­mal que ha­ga esas co­sas.

–Cuan­do yo lo vi can­ta­ba bas­tan­te bien...

–También cantaba en la habitación que compartíamos en la concentración del Sub-20, pe­ro no me acuer­do mu­cho.

–Te ha­go una di­fí­cil: a la ho­ra del can­to, en­tre Te­vez, Agüe­ro y Leo Mat­tio­li, ¿con quién te que­dás?

–(se ríe) Qué sé yo… Con el grupo Ca­li, ja­ja­ja.

–A vos tam­bién te gus­ta la cum­bia, ¿nun­ca se te ocu­rrió ha­cer al­go si­mi­lar a lo de Car­li­tos y ar­mar tu pro­pio gru­po? ¿An­dás bien pa­ra can­tar?

–Nun­ca ha­ría lo de Car­li­tos. Me gus­ta es­cu­char, bai­lar, divertirme con eso, pe­ro no me da pa­ra can­tar o es­tar en un gru­po.

Imagen El imponente mar Mediterráneo baña las playas de Gavà. “En verano puede llegar a hacer 40 grados y la playa se vuelve fundamental”.
El imponente mar Mediterráneo baña las playas de Gavà. “En verano puede llegar a hacer 40 grados y la playa se vuelve fundamental”.

–Bue­no, te gus­ta bai­lar. Ha­ce po­co el Kun co­pió el pa­si­to de cum­bia que me­te Car­li­tos pa­ra fes­te­jar los go­les. ¿Te pren­de­rías en esa?

–Es que no me gus­ta fes­te­jar así. En rea­li­dad, no soy de ce­le­brar mu­cho mis go­les, así que me­nos me pon­dría a bai­lar. Apar­te bai­lo, pe­ro no me gus­ta mu­cho tam­po­co.

En cuan­to a per­so­na­li­dad, Leo no es tan ex­tra­ver­ti­do co­mo Te­vez y me­nos que me­nos co­mo Agüe­ro. Más allá de es­to, Pa­blo Za­ba­le­ta, su com­pin­che en Ca­ta­luña, cuen­ta que “se suelta cuan­do en­tra en con­fian­za. Es un pi­be di­ver­ti­do”. Con él ex jugador de San Lo­ren­zo, re­cien­te cam­peón de la Co­pa del Rey con el Es­pan­yol, Mes­si sue­le com­par­tir mu­cho de su tiem­po li­bre. “Con Pa­blo nos ve­mos ca­da vez que po­de­mos. Dos o tres ve­ces por se­ma­na, se­gu­ro, y los fi­nes de se­ma­na, siem­pre. Co­mo no­so­tros es­ta­mos en la Cham­pions y él has­ta ha­ce po­co es­ta­ba con la UE­FA y la Co­pa del Rey, no nos cru­zá­ba­mos de­ma­sia­do. Aho­ra que es­ta­mos más tran­qui­los, nos jun­ta­mos siem­pre. Tranqui, nada del otro mundo: sa­li­mos a co­mer mu­cho o va­mos a to­mar al­go. Nos ve­mos bas­tan­te”.

–¿Te pu­dis­te ven­gar de Za­ba­le­ta por las ve­ces que te gas­tó en el Su­da­me­ri­ca­no de Co­lom­bia por las pa­la­bras es­pa­ño­las que se te pe­ga­ron en los años que lle­vás acá?

–Sí. Yo le ha­bía avi­sa­do que le iba a pa­sar a él tam­bién. A mí aho­ra se me no­ta me­nos, pe­ro cuan­do es­ta­ba con los pi­bes de in­fe­rio­res te­nía que ha­blar co­mo ellos por­que si no no me en­ten­dían. Y por ahí se me pe­ga­ban pa­la­bras que en Ar­gen­ti­na pue­den so­nar ra­ro. Aho­ra co­mo es­toy arri­ba con un montón de extranjeros,  ha­blan cual­quier co­sa to­dos, así que no hay pro­ble­mas. A Pa­blo le pa­sa lo mis­mo, pe­ro por ahí me­te al­gún co­men­ta­rio que en Ar­gen­ti­na so­na­ría ra­ro. Cuan­do es­tá­ba­mos en la pi­le­ta del ho­tel en Co­lom­bia, le di­je: “Oja­lá al­gún día va­yas pa­ra allá y se te pe­guen las pa­la­bras”. Aho­ra, ca­da vez que se le es­ca­pa al­gu­na, le re­cuer­do aque­lla tar­de.

 Lle­ga la ho­ra de ha­cer las fo­tos en las pla­yas de Ga­và. A sim­ple vis­ta, só­lo apa­re­ce una pa­re­ja que dis­fru­ta del atar­de­cer. Por su­pues­to, no bien ve lle­gar a Leo, se le­van­ta y pi­de un clic.

“Acá son co­mo más tranquilos –re­ve­la Mes­si–. Te dan ca­ri­ño, pe­ro es dis­tin­to. En Ar­gen­ti­na son más ca­ra­du­ras, más de­mos­tra­ti­vos, más… no sé. En Ro­sa­rio, el día de Na­vi­dad, sa­lí con mi pri­mo a com­prar un par de re­ga­los pa­ra mi pri­mi­to y mi so­bri­ni­to. De­ja­mos el au­to, ca­mi­na­mos una cua­dra y pa­ró uno, pa­ró otro y en un mo­men­to ya no po­día ca­mi­nar de la gen­te que ha­bía. Mi pri­mo me que­ría sa­car, pe­ro no po­día. Ahí vi­no un po­li­cía y me me­tió en un lo­cal”.

–¿Te asus­tas­te?

–No, no me asus­té, al con­tra­rio. Era muy lin­do ver tan­ta gen­te, pe­ro que­ría se­guir y no po­día. Los que se asus­tan son mis fa­mi­lia­res, por­que nun­ca sa­bés qué pue­de lle­gar a pa­sar. A mí me gus­tó por­que ade­más ha­bía hin­chas de Cen­tral. No les im­por­tó que yo sea de Ne­well’s.

Una per­so­na en ro­llers, pro­vis­ta de cas­co, ro­di­lle­ras, co­de­ras, lu­ces de neón (no, men­ti­ra) y to­do lo que la se­gu­ri­dad de­man­de, se acer­ca por la ram­bla y mi­ra co­mo di­cien­do “se­rá o no se­rá”. “Acá to­dos ha­cen así”, re­ve­la Leo. De un mo­men­to a otro, el pa­ti­na­dor se ani­ma y lan­za la pre­gun­ta. “¿Son bue­nas es­tas cá­ma­ras di­gi­ta­les?” El in­te­rro­ga­do pa­sa a ser el fo­tó­gra­fo, mien­tras Leo son­ríe con ga­nas.

Em­pie­za el re­gre­so a Les Corts, el ba­rrio cer­ca­no al Camp Nou que al­ber­gó por años a los Mes­si y que pron­to le de­ja­rá su lu­gar a la nue­va ca­sa de Cas­tell­de­fels, “cas­ti­llo de fie­les”, se­gún cuen­ta un lu­ga­re­ño. Por su­pues­to, allí tam­bién vi­ve Ron­nie. Y cla­ro, ¿qué me­jor lu­gar pa­ra la rea­le­za del fút­bol?

–En Ro­sa­rio no, ¿en Bar­ce­lo­na po­dés ca­mi­nar tran­qui­lo?

–Se­gún la zo­na. Acá hay mu­chos tu­ris­tas y por ahí no se dan cuen­ta. La gen­te de Bar­ce­lo­na me co­no­ce, me sa­lu­da y sí, hay lu­ga­res en los que pue­do an­dar tran­qui... Acá no sa­lís a nin­gún la­do, pa –avi­sa Leo, mien­tras Jor­ge yerra el ca­mi­no y en­fi­la de nue­vo pa­ra la pla­ya.

–No, yo pa­ra sa­car una fo­to acá. ¿Sir­ve es­te lu­gar, Jor­di? –in­ten­ta di­si­mu­lar con la pre­gun­ta al fo­tó­gra­fo un son­rien­te pa­pá Mes­si.

–¡Noooo, te equi­vo­cas­te, ja­ja­ja! –es­ta­lla Leo y con­ta­gia la car­ca­ja­da.

Ha­brá al­gu­nas du­das acerca de có­mo vol­ver, pe­ro no en que el par­ti­do de ida con­tra Chel­sea por la Cham­pions ter­mi­nó de dar­le el gol­pe de hor­no a su ex­plo­sión me­diá­ti­ca. Po­dría pen­sar­se que le cam­bió la vi­da, pero… En rea­li­dad, a su pa­pá y re­pre­sen­tan­te sí. De he­cho, de­bió de­jar de aten­der el te­lé­fo­no por unos días a raíz del aco­so, pe­ro en lo que res­pec­ta a Leo… “Pa­ra mí fue un par­ti­do más, aun­que ter­mi­nó sien­do uno de los más im­por­tan­tes por el ri­val. Lo mis­mo pa­só con el Real Ma­drid. Son dos equi­pos gran­des y, si te sa­len las co­sas bien, se no­ta más y se des­ta­ca más. Igual, a mí no me cam­bió en na­da”.

A propósito de la ju­ga­da que de­ri­vó en la ex­pul­sión de Del Hor­no… Du­ran­te la pro­duc­ción de fo­tos con la ca­mi­se­ta de la Se­lec­ción, to­da­vía se le no­ta­ba la mar­ca de la pa­ta­da cri­mi­nal del vas­co que ter­mi­nó con la vida útil de la cal­za de Leo, quien aque­lla tar­de re­co­no­ció: “No me do­lió, pe­ro en ese mo­men­to es­ta­ba re ca­lien­te”. Aco­ta­ción al mar­gen, des­pués de la ro­ja al ex la­te­ral del Ath­le­tic de Bil­bao, una vez ya con­su­ma­da la de­rro­ta de los Blues, Mou­rin­ho apro­ve­chó la con­fe­ren­cia de pren­sa pa­ra acu­sar a Mes­si de ha­cer tea­tro.

Más allá de la fi­lo­sa len­gua del por­tu­gués, Leo se lo to­mó con cal­ma de ca­ra a la re­van­cha. “Cuan­do di­jo eso, ni le res­pon­dí. No abrí la bo­ca pa­ra na­da. Me dio bron­ca ha­ber­me le­sio­na­do por­que era un lin­do par­ti­do por el am­bien­te, por to­da la gen­te que ha­bía y por có­mo se pre­sen­ta­ba el jue­go, ya que al estar en desven­ta­ja, ellos iban a te­ner que sa­lir y en­ton­ces ima­gi­na­ba más oca­sio­nes de gol para nosotros, más es­pa­cios para hacerles daño… Por to­das esas co­sas me do­lió sa­lir. Pe­ro no por que­rer de­mos­trar­le al­go a Mou­rin­ho o por te­ner al­go en su con­tra”.

Imagen Onda informal. Cuando tiene un tiempo libre, pasea por Barcelona.
Onda informal. Cuando tiene un tiempo libre, pasea por Barcelona.

Pue­de so­nar lo­co, pe­ro se­gún cuen­ta Héc­tor, uno de los ven­de­do­res de la tien­da ofi­cial del Bar­ce­lo­na cer­ca­na a la Sa­gra­da Fa­mi­lia, “mu­chos in­gle­ses lle­van la ca­mi­se­ta de Leo”. De he­cho, en ple­no Camp Nou, Ste­phen, un in­glés fa­na del Bar­sa, de Bo­ca y de la Bom­bo­ne­ra, al ex­tre­mo de lle­var pues­ta la ca­sa­ca xe­nei­ze, ad­mi­tió pre­fe­rir a Mes­si por so­bre Wayne Roo­ney, el chi­co ma­ra­vi­lla de los bri­tá­ni­cos.

Con respecto a la ven­ta de ca­mi­se­tas, de­pen­de del lu­gar, pe­ro la de Leo es­tá ca­si siem­pre en el se­gun­do pues­to. En al­gu­nos si­tios mar­cha so­litariamente como escolta; en otros, jun­to a la de Eto’o; en otros, con la de Pu­yol o De­co. Pe­ro siem­pre detrás de la figura insoslayable de Ronaldinho, por el mo­men­to im­ba­ti­ble en el pri­mer pues­to de ese ru­bro. “Igual, des­de sep­tiem­bre del año pa­sa­do, Mes­si vie­ne su­bien­do to­dos los me­ses. Ade­más, es­te año no tu­vo mu­cho mer­chan­di­sing. Ima­gi­no que no es­pe­ra­ban se­me­jan­te evo­lu­ción”, agre­ga Héc­tor.

–¿Te gus­ta­ría que hi­cie­ran un mu­ñe­co tu­yo ti­po Bar­bie en ver­sión mas­cu­li­na, co­mo el que tie­nen Eto'o o Val­dés?

–Qué sé yo, jaja. Es lin­do por mis so­bri­ni­tos, por mis pri­mi­tos, que cuan­do lo vean, les va a ha­cer bastante gra­cia.

–Pe­ro Leo ya tie­ne –co­men­ta Jor­ge.

–No, pa­pi, los Toons son otros –lo co­rri­ge Lio­nel.

–Sí, vi el de Ro­nal­din­ho: le me­tie­ron unos dien­tes in­te­re­san­tes. Y a Ma­xi Ló­pez lo hi­cie­ron con ro­llers. ¿El tu­yo es­tá bue­no?

–Lo hi­cie­ron muy pa­re­ci­do –se ríe Jor­ge–. Es­tá muy bien lo­gra­do.

Será cuestión de es­pe­rar pa­ra los mu­ñe­cos, pe­ro la ca­mi­se­ta nú­me­ro 19 se ven­de más que las pa­ta­tas bra­vas en los ba­res ca­da vez que jue­ga el Bar­sa. En la Se­lec­ción adop­tó el mis­mo nú­me­ro. En el Mun­dial Sub-20 se co­ro­nó con la 18 y has­ta le hi­zo ga­nar la qui­nie­la a un ve­ci­no. Pe­ro en la ma­yor, ese dor­sal ya te­nía due­ño: “La 18 es del Kily y yo no se la iba a sa­car. Ade­más, co­mo en el Bar­sa me die­ron la 19, me que­dé con esa”.

–En­tien­do tus mo­ti­vos, pe­ro Ma­ra­do­na quie­re que uses la 10. ¿Qué vas a ha­cer? ¿Te que­dás con la 19?

–En rea­li­dad, to­da­vía no ten­go nin­gún nú­me­ro asig­na­do. A mí que me den cual­quie­ra del 1 al 23, lo úni­co que quie­ro es es­tar en la lis­ta de­fi­ni­ti­va y ju­gar. No me in­te­re­sa el nú­me­ro, eso es lo de me­nos.

–¿Pe­ro si te dan la 10?

–(Se ríe) Claro que me gus­ta­ría, pe­ro ya te di­go, me da lo mis­mo la 19 o la 18.

–¿Ya te ani­mas­te a lla­mar a Die­go?

–No, no, ha­blé po­cas ve­ces con él. Siem­pre hu­bo re bue­na on­da, re bien, pe­ro pa­ra lla­mar­lo no me da.

El eter­no mo­nar­ca de la pe­lo­ta ya hi­zo el pe­di­do, en una cla­ra mues­tra de con­fian­za pa­ra el he­re­de­ro que él mis­mo se en­car­gó de se­lec­cio­nar. El jo­ven prín­ci­pe ya de­jó en cla­ro que él tam­bién con­fía. An­te to­do es­to, no se tra­ta de fes­te­jar por ade­lan­ta­do, pe­ro sí de ani­mar­se a so­ñar. Ha­ce me­nos de un año, no bien ter­mi­na­do el Mun­dial Sub-20, Leo con­ta­ba que an­tes de via­jar hacia Ho­lan­da te­nía fe en ser cam­peón, go­lea­dor y me­jor ju­ga­dor. ¡Y con­si­guió to­do!

Igual, tran­qui­los, que en Ale­ma­nia se arre­gla con me­nos: “Sa­lir go­lea­dor y me­jor ju­ga­dor se­ría muy lin­do, pe­ro bue­no, con ser cam­peón me con­for­mo”.

Los ar­gen­ti­nos tam­bién, su ma­jes­tad. Los ar­gen­ti­nos tam­bién...

 

El árbitro mala onda

Pa­ra al­gu­nos, el ale­mán Mar­kus Merk es el me­jor ár­bi­tro del mun­do. Pa­ra los ar­gen­ti­nos, se­gu­ro que no. Y pa­ra Mes­si, me­nos. Ade­más de ex­pul­sar­lo in­jus­ta­men­te en su de­but en la Se­lec­ción, 30 se­gun­dos des­pués de su ingreso an­te Hun­gría, el ger­ma­no agre­gó otro mo­ti­vo a la lis­ta. “Aho­ra ya ten­go me­nos bron­ca con él –ad­mi­te–, pe­ro me lo volví a cruzar en el par­ti­do con­tra el Chel­sea y me le­sio­né. Es te­rri­ble el ár­bi­tro ese. Ojalá que no se nos cru­ce en Ale­ma­nia por­que es­ta­mos al hor­no... Aquel día fui a sa­lu­dar­lo, me dio la ma­no, pe­ro no me mi­ró. Des­pués lo se­guía con la vis­ta y ni bola. Quizá no qui­so agran­dar el lío, por­que nun­ca me mi­ró”.

 

Imagen Mar­kus Merk.
Mar­kus Merk.
 

 

Lesión rebelde

Inoportuno y doloroso, apareció el 7 de marzo, en la revancha por la Champions ante el Chelsea. Desde allí, el desgarro en el isquiotibial derecho no dejó en paz a Messi. Cuando parecía que el regreso a las canchas estaba por concretarse, la lesión atacó de nuevo. “La ansiedad por querer estar con el grupo me hizo apurar un poco, yo quería jugar“, reconoció Leo. Para que se sacudiera la ansiedad por volver a jugar, entre su entorno y el Barcelona decidieron que viajara por una semana a la Argentina. “A Leo le hizo muy bien volver –dijo papá Jorge–. Hizo la recuperación en Arroyo Seco, a 10 minutos de nuestra casa en Rosario. El club mandó un médico para atenderlo personalmente (Juan Brau) y el cuerpo médico de la Selección también participó. Ellos dicen que todo va a andar fenómeno. Y a Leo le vino bien para tranquilizarse.“ Según Donato Villani, médico de la Selección, “la nueva lesión no es lo mismo que un desgarro, pero debe tratarse como si lo fuera. Se cura con reposo y kinesiología. No hay que hablar de tiempos, sólo importa la salud de Leo”.

 

Imagen Rijkaard lo consuela tras la lesión.
Rijkaard lo consuela tras la lesión.
 

 

ESTRENO MONUMENTAL

Si hay un partido que Mes­si ate­so­ra con mu­cho ca­ri­ño, es el pri­me­ro que ju­gó de titular por eli­mi­na­to­rias, en Nú­ñez, con­tra Pe­rú: “Es­tá en el top de mis re­cuer­dos, so­bre to­do por­que fue el pri­me­ro en Ar­gen­ti­na, con la Selección ma­yor y en can­cha de Ri­ver. Siem­pre di­je que mi sue­ño era ju­gar con una hin­cha­da ar­gen­ti­na de fon­do, no me im­por­ta­ba de qué equi­po. Y bue­no, por suer­te se me dio con la ca­mi­se­ta de la Se­lec­ción y, en­ci­ma, tu­vi­mos la suer­te de ga­nar. Fue to­do muy lin­do, inolvidable. En Es­pa­ña la gen­te lo vi­ve di­fe­ren­te. Con mu­cha pa­sión, pe­ro a su ma­ne­ra. Can­tan o gri­tan de otra for­ma, más tranqui. Nues­tro país es uno de los lu­ga­res en los que más lin­do se vi­ve el fút­bol”.

Imagen El 19 fue el número que eligió para usar en la Selección, pero Maradona quiere verlo con el 10 en el Mundial. Aquí frente a Perú.
El 19 fue el número que eligió para usar en la Selección, pero Maradona quiere verlo con el 10 en el Mundial. Aquí frente a Perú.

 

El mandato de los genes

Ha­ce unas se­ma­nas, es­ta­lló en los me­dios la apa­ri­ción del he­re­de­ro de Mes­si. Su pri­mo Bru­no Bian­cuc­chi, quien jue­ga en Re­na­to Ce­sa­ri­ni, lle­nó las pá­gi­nas de me­dios de to­do el mun­do, que lo mar­ca­ban co­mo el nue­vo crack de la fa­mi­lia. “Es­tas son co­sas que ar­man los pe­rio­dis­tas –ana­li­za Leo–. Bru­no tie­ne nue­ve años. Es ver­dad que jue­ga bien, yo lo vi con los pi­bi­tos de su edad y los pa­sa fá­cil. Ha­ce co­sas di­fe­ren­tes, pe­ro cuan­do se em­pie­zan a ha­blar to­das es­tas co­sas, no le gus­ta por­que los pi­bes del ba­rrio por ahí lo car­gan y lo ha­cen sen­tir mal. Con mis her­ma­nos no pu­de ju­gar, así que oja­lá pue­da ha­cer­lo con mis pri­mos, pe­ro hay que ir con cal­ma”.

Evi­den­te­men­te hay una cues­tión de san­gre. ¿O no, Jor­ge? “Yo ju­ga­ba al me­dio y era me­jor que Leo… No, no, es bro­ma”, se ríe con ga­nas.

–¿Era bue­no tu vie­jo, Leo?

–An­tes íba­mos a un club, pe­ro co­mo yo ju­ga­ba en otra can­chi­ta, no lo vi. Des­pués se cor­tó el ten­dón y ya no pa­teó más.

–¿Se per­dió mu­cho, Jor­ge?

–No, pe­ro es­tá apren­dien­do, ja. Los ge­nes lo acom­pa­ñan, ja­ja.

 

MÁS QUE PIOLA VAGO, UN PIBE CHORRO

La derrota de Argentina 3-2 ante Croacia dejó dos conclusiones bien claras. Una es que deben ajustarse algunos desacoples defensivos. Y la otra es que Leo tiene chapa de titular. Para quienes no lo recuerdan, aquel día anotó un gol y tres cuartos. “En el del empate, me parece que mi definición entraba. Carlitos la empujó en la línea, pero igual está todo bien. Fue gol y en ese momento no te importa quién lo hace. Después vino mi primer festejo en la mayor, pero lo viví como uno más. Lo grité con ganas porque era el segundo, pero para mí fue igual que cualquier otro. En cuanto al resultado, a veces es bueno perder para corregir cosas. Mejor ahora que en el Mundial, donde una derrota te hace volver”.

 

 

Por Marcelo Orlandini (2006).

Fotos: Jordi Play.