Las Entrevistas de El Gráfico

1992. El predicador de la pelota

Ricardo Bochini se había retirado hacía poco, estaba alejado del fútbol profesional, pero cerca de la esencia del juego. Transmitiendo su amor y convicción por un estilo, lógicamente el del buen juego.

Por Redacción EG ·

26 de agosto de 2019

Si usted lo quiere a Bochini —seguro que es así—, busque un buen abrigo y prepárese a acompañarlo durante dos días. Anímese a recorrer cientos de kilómetros junto a él y —por favor— no se canse nunca del fútbol. Porque ese será el tema —¿cuál otro si no?— de almuerzos y de cenas, de mesas y de sobremesas, para hablarlo y para jugarlo, con la pasión inextinguible, junto a los amigos de siempre (Hugo Saggioratto, Daniel Bertoni, Enzo Trossero y el Beto Alfaro Moreno), a los hermanos y a cualquiera que quiera acercarse.

Si le gusta la idea, si ya está listo para salir, allá vamos, la primera parada será Campana; después, Dios y el fútbol decidirán.

En Campana espera Juan Scola, ex compañero de Bochini en la Selección Nacional Juvenil de 1973, socio actual en la canchita de Fútbol 7 que ambos inauguraron en el club Alumni. Hasta allí llegan el Bocha y su ballet. Primero el almuerzo largo (largo es poco, en realidad) y a las cinco de la tarde la expectativa sé traslada hasta la canchita. Mientras van llegando los jugadores, el público —unas 200 personas— se entretiene con las cumbias de "Cebita", el intérprete de apenas 7 años de edad ("el más joven del país", según los entendidos) y pregunta por Marcelo Tinelli, quien había asegurado su presencia, pero a último momento cambió de idea.

Está Bochini, claro. Con Bertoni, Trossero y Hernán (el hermano menor del Bocha) en un equipo. Del otro lado, Carlos Tapia e Ivar Stafuza le dan identidad boquense al rival. La idea es jugar dos tiempos de veinte minutos, pero el entusiasmo le gana a las reglas y el desafío se extiende hasta "el que hace un gol, gana", como propone Trossero para ganarse el mote de "antiguo" de parte de Bertoni. Cada uno demuestra en la cancha por qué fue lo que fue. Tanto, que provocan el comentario de la tribuna. "Estos sí que son jugadores. Los de ahora, ¡mama mía!, tienen que mejorar para ser malos."

Imagen Posando delante de los amigos. Bolita, Bertoni, Trossero. Abajo: Tapia, Saggioratto, Alfaro Moreno, Stafuza y Hernán Bochini.
Posando delante de los amigos. Bolita, Bertoni, Trossero. Abajo: Tapia, Saggioratto, Alfaro Moreno, Stafuza y Hernán Bochini.

Con el último gol llega el final. Y el escenario es ahora el bar del club, el turno del asado, la aplaudida actuación de Los Troperos (grupo folklórico del lugar) y del Zurdo Aguilar, quien se luce como compositor e intérprete con "Zamba para un campeón", dedicada al Bocha por supuesto. Ninguno de ellos puede olvidar el gesto de ese ídolo, que además de aplaudirlos con ganas siempre, les consiguió una oportunidad en el programa de Julio Márbiz. Pero ya la medianoche quedó atrás y es tiempo de escuchar a Bochini...

 

ES PALABRA DEL SEÑOR 

—Bocha, lo primero que tus hinchas quieren saber es cómo estás ahora que dejaste el fútbol...

—Bien, eh... Muy bien. Muy metido con esto de las canchitas de papi en el Interior del país. Yo no me fui del fútbol, sigo jugando con mis amigos, divirtiéndome. Y tengo la esperanza de volver a Independiente el año que viene. Hay elecciones y el señor Roberto Galano ya me ofreció ser el hombre que conduzca todo el fútbol del club.

—¿Serás el técnico de nuevo?

—No, sería el manager. Me encargaría de todo, de las divisiones inferiores, de ver a qué técnico elegir para la primera, de los refuerzos. Entonces así podemos definir una línea, un estilo, que es el de intentar jugar bien al fútbol.

—¿El retiro no te afectó anímicamente?

—Eh... (no contesta de inmediato, prefiere elegir las palabras adecuadas). Yo vivía mucho el fútbol, estaba todo el día pensando en esto, pero siempre fui consciente de que no iba a jugar toda la vida. El único momento de amargura que pasé fue cuando me lesioné a comienzos del '91, quise volver y no pude. Además estaba este presidente de Independiente, Sande. Cuando vi lo que era, y me di cuenta de que no quería que yo siguiera, me decidí. Después lo asumí bien. Estoy mucho tiempo ocupado, fijate que casi no aumenté de peso.

Imagen En la puerta de su casa en Zárate, con su familia. Su hermano mayor Hugo, su hermana Mónica y sus sobrinos Luciano y Sebastián.
En la puerta de su casa en Zárate, con su familia. Su hermano mayor Hugo, su hermana Mónica y sus sobrinos Luciano y Sebastián.

—¿Te gusta esta nueva vida?

—Sí, me gusta. Viajar, estar con ex jugadores amigos míos, conocer ciudades del Interior. Ahora con Saggioratto vamos a inaugurar otra escuela de fútbol en Avellaneda, detrás de la sede de Independiente. Y yo me llevo muy bien con los pibes, me entusiasma enseñarles cosas del fútbol.

La charla transcurre camino a Concepción del Uruguay, en la provincia de Entre Ríos. En el Renault 11 del Bocha se escucha bajito la música de Joaquín Sabina. Cada tanto, él comenta: "Este tema es lindo". Y sube un poquito el volumen. El que maneja es Juan Mario Montero, conocido por todos como Monterito, amigo y colaborador permanente, y atrás se ubica Hugo Saggioratto, otro de sus incondicionales. La columna continúa en el Ford Escort en el que viaja Rojitas —sí, Angel Clemente Rojas— con su hijo Martín Angel, y la cierra el Renault 12 que lleva a Roberto Mouzo, Néstor Tesone —¿se acuerda?, aquel que jugó en Boca con Menotti de técnico— y el Flaco Fornes. Todos juntos van a estrenar la canchita del fútbol 5 del club Rivadavia de Concepción del Uruguay, una inversión del propio Bochini. Pero claro, el fulbito es sólo una excusa. Lo que vale es reunirse, recoger el cariño vigente de los hombres de la provincia, disfrutar de un asado, una guitarreada y seguir acumulando anécdotas y amigos. El Bocha lo sabe, por eso sonríe, ubicado en el asiento del acompañante, y baja el volumen de Sabina para continuar contando.

—¿Fue un error haber asumido como técnico tan pronto?

—Sí, fue una equivocación. Con este presidente en Independiente, sí, un error grandísimo comprobado ahora que pasó el tiempo. Nosotros pensábamos que íbamos a poder armar nuestro equipo, pero no trajeron los refuerzos que quisimos. Porque, ojo, que nosotros no nos fuimos por una mala campaña. Si fuera así, ya se tendría que haber ido Nito Veiga.

Imagen El almuerzo junto a Saggioratto y Alfaro Moreno. Está siempre acompañado por las amistades que le dejaron sus 19 años de jugador.
El almuerzo junto a Saggioratto y Alfaro Moreno. Está siempre acompañado por las amistades que le dejaron sus 19 años de jugador.

—¿Te quedaste con bronca por ese final?

—Claro que sí (ahora habla con vehemencia, la que le otorga su propia convicción y la bronca contenida durante este tiempo). Vos fijate qué mal que estuvieron los dirigentes, que a Pastoriza lo aguantaron todo un año y se clasificaron para la Liguilla en el último partido. Nosotros, con la campaña de la primera rueda, entrábamos seguro, teníamos una línea futbolística. Lástima que hubo jugadores que no aportaron nada. Islas, por ejemplo, es la figura, pero de un equipo que no entró en la Liguilla. Nunca estuvo dispuesto a hacer sacrificios.

—¿Para vos los dirigentes son responsables de este momento de Independiente?

—Sí, es responsabilidad de ellos, porque cambiaron y no mejoraron nada, el equipo siguió siempre igual. Además, Sande no tiene idea de fútbol, cree que Independiente es cualquier equipo. Para ser técnico hoy, debes tener un presidente como Dávicce, con la confianza que le otorga a Passarella, porque sabe que Daniel conoce de fútbol, porque cree a muerte en él.

—¿Hoy asumirías como técnico en algún equipo?

—No, en este momento no dirigiría. Creo que donde más puedo rendir es en el cargo de manager, y me entusiasma la posibilidad de serlo en Independiente. Los hinchas me siguen pidiendo que vuelva.

 

ES PALABRA DE SENIOR (II)

Los que se preocupaban por su estado de ánimo, cuando dejara el fútbol profesional, se sorprenderían de verlo hoy. Feliz, con buen humor permanente, cuidado por su mamá Antonia (quien le sigue recomendando por la velocidad y el frío como si fuera un niño), por sus hermanos Hugo, Horacio, Fermín, Dante y Hernán, y sus hermanas Genoveva y Mónica, más la compañía de nada menos que catorce sobrinos. Sólido en lo afectivo, porque supo ganárselo. El Bocha, además de su familia, es un poema en una ciudad, una zamba en la otra, una canchita con su nombre en el pueblito de más allá, en campeonatos en su honor en el club de más acá. Siempre un homenaje y siempre su agradecimiento, que tiene forma de sonrisa humilde, de mano extendida y de picado entre amigos. Porque sigue jugando con su estilo, el de siempre.

En Buenos Aires, encuentra la tranquilidad económica, repartida en algunos quioscos de diarios, varios taxis de su propiedad que le administra su hermano Fermín, un campo arrendado en Ascensión, más las escuelitas de fútbol, su participación en "Ritmo de la noche" y el dinero ahorrado...

"Está muy bien. A él siempre le gustó venir a visitar a su madre a Zárate y ahora puede hacerlo. Yo, por ejemplo, nunca escuché que se lamentara por haber dejado el fútbol', aclara al pasar su amigo Monterito. En Concepción del Uruguay lo esperan casi mil personas y él es capaz de saludarlas una por una si se lo pidieran. La cancha lleva su nombre, y el trofeo —que por supuesto gana junto a sus ex compañeros de Independiente en una final con clima de Copa Libertadores, contra los Judiciales Provinciales del lugar— quedará en las vitrinas del club, como un obsequio suyo.

Pero ya llega la noche y es tiempo —otra vez— de asado y folklore, con la llegada de Los Troperos, contratados por el Bocha, quien a media tarde sufrió un pequeño arrepentimiento y con una sonrisa había confesado: "Muchachos, jugamos rápido y nos vamos antes de que aparezcan los cantores, porque si no hay que garparles". Pero la llegada del grupo anuló cualquier posibilidad de partir a tiempo y la madrugada los encuentra interpretando con un auditorio escaso pero de lujo: Rojitas, Bochini y Alfaro Moreno entre los parroquianos. Es momento, entonces, de ir escuchando sus últimas frases.

Imagen Sonriente, en el medio de la canchita que inauguró en el Club Alumni de la ciudad de Campana.
Sonriente, en el medio de la canchita que inauguró en el Club Alumni de la ciudad de Campana.

—Desde que dejé de ser técnico, no volví a ir a la cancha. A Independiente no quise porque aún es muy reciente mi desvinculación y yo estoy acostumbrado a estar en esa cancha. Además, no hubo un equipo que me gustara por su fútbol. Ni siquiera Newell's, que no tuvo superioridad sobre los otros. En la Copa, por ejemplo, podría haber quedado eliminado perfectamente por el América de Cali.

—¿Es cierto que Independiente te debe plata del contrato como técnico?

—Sí, y eso que le cobré nada más que hasta el último día que trabajé. Pero cuando fui a buscar el dinero adeudado, Sande me descontó réditos, que no era lo arreglado. Se lo aclaré, me dio la razón y me dijo que lo llamara para saldar el resto. Pero después nunca apareció, lo llamé como diez veces y no lo pude encontrar. En veinte años es el único presidente que no me pagó. Pero deja, no importa, quiero demasiado al club como para quejarme por esto.

—¿Vas a volver al fútbol, Bocha?

—Sí, claro que sí. Estoy muy bien, pero quiero transmitir eso que a la gente le gustó de mí, brindárselo a un equipo. A mí el fútbol me llenó de satisfacciones y yo quiero agradecérselo.

Fue lo último que dijo. Y emprendió el regreso, para luego seguir viaje hacia quien sabe dónde. Allí anda el Bocha, predicador incansable de las canchas. Con su Biblia y su religión. Con su pelota y su fútbol.

 

 

Por GONZALO ABASCAL (1992).

Fotos: GERARDO PREGO y ALEJANDRO PAGNI.