Las Entrevistas de El Gráfico

2006. Calderón 100x100

Caldera responde las cien preguntas de El Gráfico, cuenta su difícil infancia, su paso por Gimnasia en las inferiores, el debut en Cambaceres y también los años de gloria en Independiente y Estudiantes.

Por Redacción EG ·

12 de agosto de 2019

1 ¿Quién es Jo­sé Luis Cal­de­rón? Un ti­po que siem­pre lo­gró lo que qui­so a tra­vés de tra­ba­jo y sa­cri­fi­cio. Un ti­po que an­tes era ca­ra­du­ra y aho­ra tí­mi­do. Un ti­po fron­tal, rec­to, con los có­di­gos que mu­chos per­die­ron.

2 ¿Y co­mo fut­bo­lis­ta? Un la­bu­ran­te. Con 36 años, si­go en­tre­nán­do­me co­mo el pri­mer día.

3 ¿Qué hi­cis­te con el pri­mer di­ne­ro que te dio el fút­bol? En el 94 ha­bía jun­ta­do mi pri­me­ra pla­ta im­por­tan­te pa­ra com­prar un de­par­ta­men­to. Mi vie­jo ven­día fru­ta en un ca­rri­to y se le rom­pió. “¿Qué te gus­ta­ría ha­cer?”, le pre­gun­té. “Un ta­xi se­ría ideal”, me di­jo. Fui, sa­qué la pla­ta, y le com­pré el ta­xi. Y lo pu­so to­do de Gim­na­sia: con cal­co­ma­nías, es­cu­do, ban­de­ri­ta...

Imagen Debutó en 1992 en el Pincha. Aquí, en sus inicios, en disputa con Carlos Mac Allister.
Debutó en 1992 en el Pincha. Aquí, en sus inicios, en disputa con Carlos Mac Allister.

4 ¡¿Tu vie­jo era hin­cha de Gim­na­sia?! Sí. Mi vie­ja, yo y mis her­ma­nas so­mos de Es­tu­dian­tes. Y mi vie­jo era de Gim­na­sia. Pe­ro fa­ná­ti­co, en­fer­mo del Lo­bo. Me lle­va­ba a ver a Gim­na­sia los sá­ba­dos y con mi pa­dri­no iba los do­min­gos a ver a Es­tu­dian­tes. Y me hi­ce del Pin­cha. Se la tu­vo que ban­car.

5 ¿No ha­bía pi­ca? Una vez nos pe­lea­mos mal. Fue en el 95, cuan­do ga­na­mos el clá­si­co 3-0 con dos go­les míos y uno de Ca­tán. En un gol re­vo­leé la ca­mi­se­ta. Mi vie­jo siem­pre me es­pe­ra­ba con ma­te, tos­ta­das, y ha­blá­ba­mos del par­ti­do. Esa tar­de, lle­gué y me di­jo “te fe­li­ci­to, ¿es­tás con­ten­to?”. Y yo: “Sí, pa, ¿to­ma­mos unos ma­tes”. Aga­rró el ma­te y el ter­mo. “To­má, acá los te­nés, ce­ba­te vos so­li­to”. Y se fue. “Pe­ro, pa­pá, no te ca­len­tés”, le di­je. “Pe­ro pen­de­jo de mier­da, ¿qué te creés que sos?, ¿có­mo vas a re­vo­lear la ca­mi­se­ta así?”. Es­tu­vo una se­ma­na sin ha­blar­me. Siem­pre me que­dó una sen­sa­ción con él: nun­ca me de­mos­tró la fe­li­ci­dad que él te­nía por­que yo ju­ga­ra en Pri­me­ra. Si me­tía dos go­les, me cri­ti­ca­ba por un pa­se. Siem­pre me rom­pía los hue­vos. Por eso soy así hoy, muy exi­gen­te con­mi­go mis­mo, no me con­for­mo con na­da.

6 ¿Ima­gi­na­bas que ibas a lle­gar a los 36 años ju­gan­do en Pri­me­ra? Cuan­do vol­ví de Mé­xi­co a In­de­pen­dien­te y no ju­gué, en 2003, pen­sé en lar­gar to­do. Pe­ro me ter­mi­na­ron dan­do más fuer­za. “Les voy a de­mos­trar que es­toy pa­ra se­guir, por­que ten­go ham­bre y por­que no me van a re­ti­rar, si­no que yo so­li­to voy a to­mar esa de­ci­sión”.

7 ¿Cuál es la cla­ve de tu vi­gen­cia? El cuer­po te pa­sa la fac­tu­ra a par­tir de los 30 años. Si a esa edad el cuer­po no te res­pon­de, sig­ni­fi­ca que en la ju­ven­tud no hi­cis­te las co­sas bien. Es la se­ñal de có­mo te ma­ne­jas­te. Yo ja­más re­ci­bí esa se­ñal. To­do pa­sa por la ali­men­ta­ción, el cui­da­do per­so­nal, sa­ber cuán­do hay que sa­lir y cuán­do no. En eso soy muy rom­pe­pe­lo­tas.

8 ¿Has­ta cuán­tos días an­tes te per­mi­tís te­ner se­xo? Lo hi­ce has­ta un día an­tes de con­cen­trar, y to­do bien. Lo ha­blé con un psi­có­lo­go y con  mis com­pa­ñe­ros, y la con­clu­sión es que to­do pasa por la men­te. Por ahí es­tu­vis­te una o dos se­ma­nas sin se­xo, y no te po­dés mo­ver en la can­cha. Te ma­ta más la sa­li­da, ir a to­mar una cer­ve­za, el bai­le, el fra­ne­leo, el pre­ca­len­ta­mien­to en sí más que el res­to.

9 ¿Tan­ta bi­ci­cle­ta de pi­be in­flu­ye en es­te pre­sen­te? Pue­de ser. De jo­ven, la­bu­ra­ba en el cen­tro de La Pla­ta en una pa­na­de­ría, de ahí me iba en bi­ci diez ki­ló­me­tros has­ta En­se­na­da pa­ra prac­ti­car con Cam­ba­ce­res, y a la vuel­ta tam­bién en bi­ci. Eso lo hi­ce día por me­dio du­ran­te 3 años. O sea: 20 ki­ló­me­tros por día, 60 por se­ma­na, se­guí la cuen­ta vos...

10 ¿No ter­mi­na­bas fu­si­la­do? Sí, ha­bía días que pen­sa­ba: me ten­go que de­ci­dir, el tra­ba­jo o el fút­bol, que­ría ti­rar to­do por la ven­ta­na. En­ci­ma, por ahí caían los chi­cos del ba­rrio a bus­car­me: “Jo­se (acen­tuan­do la “o”), ¿va­mos a ju­gar un par­ti­do con los pi­bes por la cer­ve­za?”. Y arran­ca­ba.

11 Con esa ba­se, un en­tre­na­mien­to te de­be ha­cer cos­qui­llas. A ve­ces es­tás en­tre­nan­do y te aga­rran ba­jo­nes, o te que­jás por­que el pro­fe te ha­ce co­rrer seis pa­sa­das de cua­tro­cien­tos. Y yo pien­so: an­tes an­da­ba 20 ki­ló­me­tros en bi­ci, y en el me­dio me en­tre­na­ba, no me pue­do que­jar. Me la can­tó cla­ri­ta un día el Gor­do Ga­ris­to. Es­ta­ba co­mien­do en la con­cen­tra­ción y me tra­je­ron una mi­la­ne­sa un po­co cru­da. “Ade­la, me la pue­de co­ci­nar un po­co más”, le pe­dí. Y vi­no el Gor­do: “Cal­de­ra, ¡pe­ga­te una vuel­ta por el pa­sa­do! Acor­da­te del ma­te co­ci­do con pan du­ro”. Te­nía ra­zón. “Ade­la, traé­me­la así que es­tá bár­ba­ra”, le pe­dí en­se­gui­da. Hay que dar­se una vuel­ta por el pa­sa­do más se­gui­do.

12 ¿Te cui­dás con una die­ta es­pe­cial? De pi­be nun­ca su­pe lo que era una ali­men­ta­ción sa­na, co­mía lo que so­bra­ba. En Na­po­li, que no ju­gué, em­pe­cé a co­mer y co­mer, y el nu­tri­cio­nis­ta me dio una die­ta es­pe­cial. Me cos­tó un mon­tón cam­biar, pe­ro de a po­qui­to me fui adap­tan­do. Pro­hi­bi­do no ten­go na­da, por ahí to­dos los días me­to un bo­ca­di­to dul­ce con el ca­fé pa­ra sa­car­me la an­sie­dad. Y an­do bár­ba­ro.

13 Un par de con­se­jos cla­ves pa­ra me­ter go­les. Que el gol es un pa­se a la red, no siem­pre hay que ma­tar al ar­que­ro. Que en el área, el de­lan­te­ro siem­pre tie­ne un tiem­po más; a ve­ces pa­re­cie­ra que el de­lan­te­ro es­tá más de­ses­pe­ra­do que el de­fen­sor. Des­pués, es­tar ubi­ca­do, te­ner in­tui­ción de dón­de va a caer la pe­lo­ta. Cuan­do un go­lea­dor en­tra en se­quía, en ge­ne­ral es por­que vos vas pa­ra un la­do, y la pe­lo­ta pa­ra el otro la­do. Cuan­do es­tás de­re­cho, te cae don­de vos es­tás. Y la me­tés.

Imagen El éxtasis en el grito de Calderón. Metió tres en la goleada histórica al Lobo por 7-0.
El éxtasis en el grito de Calderón. Metió tres en la goleada histórica al Lobo por 7-0.

14 ¿Sos de cha­mu­yar a los de­fen­so­res? Las pe­leas que ten­go con los de­fen­so­res pa­san por “vie­jo ma­ri­ca, te vi­vís ti­ran­do”. Yo les con­tes­to: “Sí, es­toy vie­jo, me ten­go que ti­rar por­que si­no no pue­do ju­gar”. Me lo to­mo en jo­da, y eso les da más fas­ti­dio. Lo que pa­sa es que los de­fen­so­res es­tán acos­tum­bra­dos a que ellos pe­guen y que no les pe­guen. Si vos es­tás acos­tum­bra­do a pe­gar, cuan­do te cho­can, ban­cá­te­la.

15 ¿Hay mu­cha pi­ca en­tre de­fen­so­res y de­lan­te­ros? Hoy lo ha­cen más pa­ra ven­der hu­mo que por otra co­sa, por­que sa­ben que an­te un mí­ni­mo ro­ce, ya la cá­ma­ra te en­fo­ca y a ver quién de los dos es más gua­po. Cuan­do te echan, se va ca­da uno pa­ra su ves­tua­rio, se sa­lu­dan y no pa­sa na­da. Pu­ro hu­mo.

16 ¿Qué es lo peor que te di­jo un de­fen­sor? Na­da gra­ve. Cuan­do re­cién em­pe­za­ba, Ser­gio Váz­quez me qui­so asus­tar: “Ne­ne, de­já de co­rrer que te par­to la pa­ta”. Era co­mún que uno de ex­pe­rien­cia le ha­bla­ra así a un pi­be. “Más pa­ta­das de las que me die­ron en la C, no creo que me pe­guen”, le con­tes­té. Y lis­to.

17 ¿Qué te ge­ne­ra no po­der sa­car­te la ca­mi­se­ta pa­ra fes­te­jar un gol? Es te­rri­ble. Si te le­van­tás la ca­mi­se­ta, ama­ri­lla, si te que­rés col­gar de un alam­bra­do, te echan. Va a lle­gar un mo­men­to en que vas a me­ter un gol y en vez de dis­fru­tar te vas a po­ner a llo­rar. Por­que si vos car­gás a la hin­cha­da ri­val o ha­cés tiem­po, bue­no, es­tá bien, pe­ro el gol es lo más lin­do que hay, y no de­jan que sal­ga la ale­gría acu­mu­la­da.

18 ¿Es­tá bue­no vi­vir del gol? Sí. A ve­ces por ahí fui pi­vo­te, me lle­vé mar­cas, ha­bi­li­té a mis com­pa­ñe­ros, tu­ve un gran par­ti­do, pe­ro co­mo no me­tí go­les, al otro día me ponen 4 en los diarios y me cues­tio­nan. Igual, si vol­vie­ra a na­cer, ele­gi­ría ser go­lea­dor, sin du­das. Me en­can­ta esa pre­sión de te­ner que me­ter go­les.

19 El me­jor con­se­jo que te die­ron. “Lo im­por­tan­te no es lle­gar si­no man­te­ner­se” pa­re­ce una fra­se bo­lu­da pe­ro es muy cier­ta. Es lo más di­fí­cil. Si un ju­ga­dor lle­va a 10 o 15 años en Pri­me­ra es por al­go y se ga­na el res­pe­to. To­dos los días te­nés que ren­dir exa­men. Yo lle­vo más de 260 go­les y ca­da do­min­go lo to­mo co­mo una fi­nal, un exa­men, y me ma­to por es­tar bien. Si Ve­rón, con la ca­rre­ra que tie­ne, es el pri­me­ro en la fi­la, ¿qué que­da pa­ra Cal­de­rón y los de­más?

20 Contame de tu infancia. ¿Pasaste ham­bre? Sí, el fa­mo­so pan du­ro que te­nías que de­jar va­rios mi­nu­tos en el ma­te co­ci­do, por­que si­no no se ablan­da­ba. Esa fue mi ce­na mu­chas no­ches. Hu­bo días que es­tá­ba­mos con mi her­ma­na y les pre­gun­ta­ba a mis vie­jos: “¿No co­men?”. El me de­cía: “Des­pués, aho­ra co­man us­te­des”. Y na­da, yo me da­ba cuen­ta: lo de­cían por­que no ha­bía. Y co­mían lo que que­da­ba.

21 ¿Có­mo sur­ge tu idea de ayu­dar en un co­me­dor in­fan­til? Por lo que pa­sé de pi­be. Me lo pro­pu­so Héc­tor Nie­ves, que es­tá me­ti­do en la po­lí­ti­ca y me co­no­ce de chi­co. No me gus­ta sa­lir en los dia­rios por eso. Siem­pre di­go que si uno lo ha­ce de bue­na fe, no tie­ne que an­dar con­tán­do­lo. Pe­ro si me pre­gun­tan, lo di­go. Tam­bién com­pro ju­gue­tes pa­ra los chi­cos, o úti­les. Es­to em­pe­zó con las bol­si­tas en Mé­xi­co.

22 ¿Qué son las bol­si­tas? Ca­da diez días voy y com­pro ali­men­tos en el su­per­mer­ca­do: 7 bol­sas de azú­car, 7 de yer­ba, de  arroz, fi­deos, ga­lle­ti­tas, y ha­go bol­si­tas con una de ca­da una. Cuan­do voy en el au­to y veo gen­te re­vol­vien­do ba­su­ra, o los chi­cos que te pi­den en los se­má­fo­ros, pa­ro y les doy. Al­gu­nos te la re­cha­zan y te pi­den pla­ta. “Pla­ta no hay, chau”, les di­go.

23 ¿Te re­co­no­cen cuan­do pa­rás? Al­gu­nos, sí. “Eh, Cal­de­ra”, por ahí me gri­tan, en­ton­ces le doy la bol­sa, ba­jo la ven­ta­ni­lla y ra­jo.

24 ¿Qué es La Fa­ve­la? El lu­gar don­de na­cí, en La Pla­ta. Le pu­sie­ron así por las vi­llas de Bra­sil. Hoy es San Isi­dro, Pa­ler­mo, en su mo­men­to no en­tra­ba ni la po­li­cía, es­ta­ban to­dos ar­ma­dos, en las fo­ga­tas se ven­día mer­ca.

25 ¿Có­mo era tu ca­sa? De car­tón y cha­pa; la­dri­llos, ni uno. Era un cuar­to gran­de, di­vi­di­do por cor­ti­nas. Si mi vie­jo se en­te­ra­ba que a 20 cua­dras es­ta­ban as­fal­tan­do, me de­cía: “Jo­se, aga­rrá el bal­de y traé brea”. Y des­pués ta­pa­ba los agu­je­ros del te­cho. Cuan­do po­día, mi vie­jo ven­día fru­ta en la ca­lle, si­no ha­cía de bo­te­lle­ro.

26 ¿Ha­bías go­te­ras? ¡¿Go­te­ras?! Llo­vía más aden­tro que afue­ra, era un co­la­dor. Por suer­te, el te­cho nun­ca se nos vo­ló, mi vie­jo le da­ba mu­cha im­por­tan­cia, no sé qué le po­nía, pe­ro no se vo­la­ba nunca.

27 ¿Y el ba­ño? Afue­ra, a 30 me­tros, era un po­zo pa­ra com­par­tir. A la no­che, no sa­bés có­mo aguan­ta­ba el pis, no iba ni lo­co. Nos ba­ñá­ba­mos en un fuen­tón an­cho: te sen­ta­bas y con un va­so te ti­ra­ban agua, te en­ja­bo­na­bas y con la mis­ma agua te en­jua­ga­bas. Agua fría. En la vi­lla vi­ví has­ta los 11 años y des­pués pa­sé en­fren­te, a los mo­no­blocks has­ta los vein­tipi­co.

28 ¿Có­mo son los pi­ca­dos de la vi­lla? A mo­rir: ju­gás por gui­ta tor­neos re­lám­pa­gos de ocho de la ma­ña­na a ocho de la no­che en el ve­ra­no. Ju­gás, te to­más una cer­ve­za, se­guís ju­gan­do, a ve­ces te pa­gan lo apos­ta­do, otras te te­nés que pe­lear. Se arran­ca­ba bien pe­ro ya en la se­mi­fi­nal, con to­dos me­dio “co­pe­tea­dos”, em­pe­zaba el qui­lom­bo. Yo no era de pe­lear­me ha­bi­tual­men­te, pe­ro me han lle­na­do la ca­ra de de­dos mil ve­ces.

29 ¿Es más jo­di­do ju­gar en Pri­me­ra o en la vi­lla? En la vi­lla; en Pri­me­ra te cui­dan más. Mi­rá a Te­vez. Si vos sa­lías a pe­lear­le, a for­ce­jear, en­tra­bas en la de él. ¿Te­vez se ha­ce fuer­te en jue­go aé­reo? No, se ha­ce fuer­te en pe­lo­ta al pi­so, en re­ci­bir de es­pal­da, en me­ter el cu­lo, ahí no se la po­dés sa­car, y eso te lo da la vi­lla. Tam­bién el te­rre­no don­de pa­teás. Y ju­gar des­cal­zo.

30 ¿Vos ju­ga­bas des­cal­zo? Sí, mu­chas ve­ces. Con pie­dri­tas, vi­drios, de to­do, y nun­ca me cor­té. Y si me cor­ta­ba, ni me en­te­ra­ba. Te­nía un par de za­pa­ti­llas, pe­ro eran pa­ra ir a la es­cue­la. Cuan­do lle­ga­ba a ca­sa, mi vie­jo me pe­día que me las sa­ca­ra pa­ra ju­gar: “Po­ne­te dos iz­quier­das, dos de­re­chas, o an­dá des­cal­zo, pe­ro ésas de­ja­las pa­ra el co­le­gio”.

31 ¿Cuál fue la prin­ci­pal en­se­ñan­za que te de­jó la vi­lla? Un mon­tón. Hoy voy a La Fa­ve­la, me sa­lu­do con to­do el mun­do y me que­do a to­mar cer­ve­za con ellos. Gra­cias a Dios me adap­to a to­do. Si ten­go que ha­cer una char­la con Niem­bro pa­ra la te­le, voy con sa­co y cor­ba­ta y si ten­go que ir con los ami­gos de La Fa­ve­la a co­mer un cho­ri­zo con cer­ve­za, lo ha­go igual.

Imagen Esfuerzo, la clave. De pretemporada con el Pincha, 1996. Miran Palermo y Mazzuco.
Esfuerzo, la clave. De pretemporada con el Pincha, 1996. Miran Palermo y Mazzuco.

32 ¿Cuá­les son los có­di­gos de la vi­lla? Ir de fren­te. Me ha pa­sa­do mu­chas ve­ces de decir: “¿Van a sa­lir? Voy con us­te­des”. Y ellos me con­tes­ta­ban: “No ven­gas por­que va­mos a ha­cer es­to y es­to, y no­so­tros es­ta­mos su­cios”. Eso es ir de fren­te. El ver­da­de­ro ami­go es el que te di­ce la ver­dad, el que no te quie­re in­vo­lu­crar. Si yo voy a co­mer a la ca­sa de un ami­go, no me voy a acos­tar con su mu­jer, por­que pa­ra mí las mu­je­res de mis ami­gos tie­nen bi­go­te. Y des­pués es­cu­chás a ti­pos que se lle­nan la bo­ca y ha­cen ca­da de­sas­tre... La­men­ta­ble­men­te el ambien­te del fút­bol te lle­va a ser men­ti­ro­so, hi­pó­cri­ta, ven­ta­je­ro, falso. Y ése es el su­pues­ta­men­te más vi­vo. Pa­ra mí no es el más vi­vo.

33 ¿Nun­ca te ten­ta­ron con dro­ga? Mu­chas ve­ces. Y di­je que no. Mi vie­jo siem­pre me ha­bló, des­pués va en la per­so­na­li­dad de ca­da uno, en sa­ber lo que quie­re. Me han en­se­ña­do y he apren­di­do. Yo soy de los que pien­san que si vos ha­cés al­go, no lo ha­cés por­que te di­je­ron, o por­que te lle­va­ron; si lo ha­cés, es por­que to­mas­te vos la de­ci­sión, sal­vo que ten­gas 8 años. Siem­pre es más fá­cil echar­le la cul­pa a un ter­ce­ro que a uno mis­mo.

34 ¿Afa­nas­te al­gu­na vez? No, es ra­rí­si­mo, pero de­bo ser un pe­rro ver­de. Mi vie­jo me la can­tó cla­ra des­de pi­be: “Si vos me traés un ca­ra­me­lo afa­na­do, te cor­to los de­dos y te lle­vo a la co­mi­sa­ría”. Mi vie­jo nun­ca to­có na­da, y eso que le fal­ta­ron mu­chas co­sas, eh.

35 En La Fa­ve­la de­be ha­ber va­rios de la ba­rra de Gim­na­sia, ¿nun­ca tu­vis­te pro­ble­mas? No, por­que yo soy muy ca­len­tón, en­ton­ces no soy de car­gar a la gen­te, por­que no me gus­ta que me car­guen. Siem­pre res­pe­té. Después del 7-0 muchos me quisieron hacer la foto con los 7 deditos y dije que no. El fútbol es una rueda.

36 ¿Por qué te echa­ron de las in­fe­rio­res de Es­tu­dian­tes? Yo ha­bía en­tra­do con cin­co años y en quin­to gra­do me ba­ja­ron. Lo más tris­te de to­do es que me de­ja­ron li­bre no por­que ju­ga­ra mal, si­no por­que era ba­ji­to. Hay chi­cos que se de­sa­rro­llan an­tes que otros y yo no era uno de ésos, ma­la le­che. Fue una pa­ta­da en los hue­vos. Mi vie­jo me di­jo: “Aho­ra te­nés que tra­ba­jar, ven­dés fru­ta con­mi­go o te bus­cás un la­bu­ro, por­que las co­sas no es­tán bien”. A los 15 días un ami­go mío me di­jo: “Voy a de­jar de la­bu­rar en la pa­na­de­ría de 9 y 41, si que­rés pre­sen­ta­te el lu­nes”. Fui y em­pe­cé ese mismo día.

37 ¿Qué ha­cías en la pa­na­de­ría? De 6 a 8 aco­mo­da­ba el pan y las fac­tu­ras pa­ra el mos­tra­dor, de 8 a 12 ha­cía re­par­to en bi­ci pa­ra ba­res y ca­fe­te­rías, de 12 a 1 bal­dea­ba to­do y me iba. Un día, Po­chi Men­do­za, un téc­ni­co, me di­jo: “Cuan­do quie­ras, ve­ní a Cam­ba­ce­res”. Y así, con un par de fac­tu­ras y una Co­ca de al­muer­zo, to­do hin­cha­do, me iba has­ta En­se­na­da en bi­ci.

38 ¿A Gim­na­sia fuis­te por des­pe­cho? No, nun­ca fui un ti­po ren­co­ro­so. Pa­só que un día, ju­gan­do en la Quin­ta de Cam­ba, me vie­ron Rez­za y Res­te­lli, que eran técnicos de Gimnasia, y les gus­té. Me fi­cha­ron. Mi vie­jo es­ta­ba en­lo­que­ci­do. Has­ta que un día me caen con un nue­vo ma­za­zo en la ca­be­za. “No ven­gas más, Cam­ba­ce­res es su­cur­sal de Es­tu­dian­tes, y no que­re­mos a na­die que ven­ga de ahí”. Ahí di­je: el fút­bol no es pa­ra mí. Y otra vez a la­bu­rar. Vol­ví a Cam­ba­ce­res, as­cen­di­mos a la B y me vie­ron el Ta­ta Brown y Da­niel Ro­meo, que me pro­pu­sie­ron vol­ver a Es­tu­dian­tes. Cuan­do en­tré otra vez al Country no lo po­día creer...

39 ¿Có­mo hi­cis­te pa­ra no dar­te por ven­ci­do con tan­tas pá­li­das? Por­que siem­pre tu­ve a Cam­baceres en la ma­no, con una puer­ti­ta abier­ta. An­tes que que­dar­me pa­tean­do en el ba­rrio, iba a Cam­ba. Y ca­da vez que iba, ren­día.

40 ¿Te hi­cie­ron un fa­vor al no fi­char­te en Gim­na­sia? Ni ha­blar, gra­cias a Dios hoy es­toy en el club que quie­ro, don­de me sien­to un re­fe­ren­te, la gen­te me quie­re mu­chí­si­mo, se pue­de de­cir que soy ído­lo, y es mi ca­sa.

41 Si hu­bie­ras lle­ga­do a la Pri­me­ra en Gim­na­sia, ¿có­mo ha­brías ma­ne­ja­do es­to de ser hin­cha de Es­tu­dian­tes? Es di­fí­cil ex­pli­car­lo, mi sim­pa­tía por Es­tu­dian­tes no la voy a per­der nun­ca, pe­ro el clá­si­co lo hu­bie­ra que­ri­do ga­nar y con goles míos. Es co­mo una con­tra­dic­ción, por eso di­go que és­te es uno de los tan­tos sue­ños cum­pli­dos que tu­ve: ju­gar en el club del que soy hin­cha y en el que en­tré a los 5 años.

42 ¿Es muy dis­tin­to ju­gar en la C que en la A? Na­da que ver. No só­lo por los ju­ga­do­res, si­no tam­bién por las can­chas y el en­tor­no. En la C ju­gás más por amor a la ca­mi­se­ta: ter­mi­na­bas el par­ti­do, te su­bías al mi­cro y te­nías el sánd­wich con la ga­seo­sa y na­da más. Cuan­do em­pe­cé a me­ter go­les en Cam­ba­ce­res, el pre­si­den­te me di­jo: “De­já de tra­ba­jar y yo te pa­go el suel­do que ga­na­bas en la pa­na­de­ría, así te de­di­cás a es­to”. Eso fue lo úni­co que re­ci­bí.

Imagen Cambaceres fue su refugio cuando lo echaron del Pincha y del Lobo. También jugó en la C.
Cambaceres fue su refugio cuando lo echaron del Pincha y del Lobo. También jugó en la C.

43 ¿Es más jo­di­do me­ter go­les en la C o en la A? En la C: la pe­lo­ta pi­ca pa­ra cual­quier la­do, hay un so­lo juez, sin asis­ten­tes, sin cá­ma­ras, con dos po­li­cías, si te pe­gan una pi­ña no la ve na­die. To­dos los cor­tes que tu­ve fue­ron en la C y en la B, y to­dos por pi­ñas. Mi­guel Ig­no­mi­rie­llo, mi DT cuan­do em­pe­cé en Cam­ba, me di­jo: “Al área no en­trés por­que te ma­tan a pi­ñas”. En el pri­mer córner me que­dé afue­ra del área y sen­tí el rui­do de la pi­ña que le die­ron a uno. Tre­men­do.

44 ¿Cuál es la can­cha más jo­di­da? La de Lu­ga­no es bra­va, es­tá en un po­zo, de­trás de la vi­lla. La de Dock Sud, la de Mid­land.

45 La vez que la pa­sas­te más fu­le­ra. Una vez le ga­ná­ba­mos 1-0 a San Tel­mo en su can­cha, de­sa­pa­re­ció la po­li­cía, y nos vi­nie­ron a apre­tar en el en­tre­tiem­po: “Acá hay que per­der, eh”. Cuan­do se fue­ron, los ca­pos del equi­po me tran­qui­li­za­ron: “Se­guí co­mo siem­pre, no­so­tros nos arre­gla­mos”. Otra vez, en Ar­gen­ti­no de Quil­mes, ju­gan­do en Quin­ta, hu­bo una fal­ta que el juez no co­bró, sal­tó uno, otro, un pa­dre, la po­li­cía, ter­mi­na­mos to­dos a las pi­ñas.

46 ¿Es cier­to que en el 89 te rom­pis­te to­do y no qui­sis­te ope­rar­te? Es cier­to. Fue en Cam­ba­ce­res: el cen­tral de Dock Sud se me ti­ró con to­do y me hi­zo dis­ten­sión de li­ga­men­to ex­ter­no, des­pla­za­mien­to de li­ga­men­to cru­za­do, ro­tu­ra de me­nis­cos y es­guin­ce de to­bi­llo, to­do en uno. El doc­tor de Cam­ba­ce­res me que­ría ope­rar, yo no que­ría sa­ber na­da. Ima­gi­na­te: ope­rar­me con un mé­di­co de Pri­me­ra C, me iba a que­dar una pier­na más cor­ta que la otra.

47 ¿Có­mo za­fas­te? Me lle­va­ron a lo de Ra­na­let­ta. “Si vos ha­cés lo que te di­go, no te ope­rás”, me di­jo. Me pu­so ye­so y es­tu­ve un mes sin pi­sar. Ha­cía ejer­ci­cios con el ye­so: le­van­ta­ba la pier­na pa­ra atrás, pa­ra ade­lan­te, al cos­ta­do. Al mes y pi­co, con bol­si­ta de are­na: 20 días igual. Des­pués ne­ce­si­ta­ba una pi­le­ta. Y Pe­pe, un com­pa­ñe­ro mío de Cam­ba­, tra­ba­ja­ba de pro­fe en la co­lo­nia de la Mu­ni­ci­pa­li­dad, en 122 y 51. Yo vi­vía a 12 ki­ló­me­tros: me le­van­ta­ba a las 8, iba en bi­ci, una ho­ra de pi­le­ta, vol­vía en bi­ci, co­mía, sies­ta, iba de nue­vo en bi­ci, pi­le­ta, y re­gre­so. Al otro día iba al gim­na­sio, así 3 me­ses. Y vol­ví a ju­gar sin ope­rar­me. In­creí­ble.

48 ¿Có­mo fue el re­gre­so? En Ter­ce­ra: la pri­me­ra pe­lo­ta se me fue un po­co y ve­nía uno a tra­bar. Fue la prue­ba de fue­go. Tra­bé y no me pa­só na­da. Ahí me sa­qué el mie­do.

49 ¿Có­mo to­mas­te el des­cen­so con Es­tu­dian­tes? El Gor­do Ga­ris­to, que ha­bía ido a Ar­gen­ti­nos, me qui­so lle­var. “Luis, me quie­ro que­dar a dar vuel­ta es­to, si no es una man­cha que no me la sa­co más”, le di­je. Nos que­da­mos el Ru­si­to Prá­to­la, Ru­bén Ca­pria, Pa­ris, yo y al­gu­nos pi­bes, des­pués vi­nie­ron Rus­so y Ma­ne­ra, tra­je­ron re­fuer­zos gros­sos co­mo Bos­sio, Llop, Ro­jas, Leo Ra­mos, ex­plo­tó la Bru­ja y su­bi­mos.

50 ¿Ju­ga­ban con mu­cha pre­sión? Mu­chí­si­ma. Ha­bía que su­bir o su­bir. La cla­ve es que se ar­mó un gru­po bár­ba­ro. Pa­ra mí, cuan­do un equi­po con­si­gue al­go es por­que es­tá muy uni­do, si no es jo­di­dí­si­mo.

51 Tu gol más importante. El más im­por­tan­te es el que va a ve­nir.

52 El día más fe­liz y el más tris­te en el fút­bol. El más tris­te cuan­do des­cen­di­mos, pa­re­ce que se te cae el mun­do. El más fe­liz, cuan­do en­tré cin­co mi­nu­tos con­tra Pe­rú por las Eli­mi­na­to­rias 98, que to­do el es­ta­dio em­pe­zó a pe­dir­me. No lo po­día creer.

Imagen Emoción fue lo que sintió cuando reemplazó a Crespo en las Eliminatorias 98 contra Perú.
Emoción fue lo que sintió cuando reemplazó a Crespo en las Eliminatorias 98 contra Perú.

53 ¿Qué es lo me­jor de ser fut­bo­lis­ta? Ha­cer lo que a uno le gus­ta.

54 ¿Y lo peor? Te­ner que ban­car­te sa­lir de un can­cha ti­ra­do en el pi­so del mi­cro por­que te ca­gan a pie­dra­zos. Y que te la creas. Uno es ju­ga­dor de fút­bol aden­tro de la can­cha, afue­ra sos un la­bu­ran­te co­mo cual­quie­ra, más allá del pri­vi­le­gio por la si­tua­ción eco­nó­mi­ca o la fa­ma. So­mos to­dos igua­les, la di­fe­ren­cia es que uno sa­le en la te­le. To­dos va­mos a pa­rar al mis­mo po­zo.

55 ¿Qué te­nés pen­sa­do pa­ra des­pués del re­ti­ro? Me re­ci­bo de DT en di­ciem­bre, ya ten­go mi cuer­po téc­ni­co ar­ma­do, nos jun­ta­mos con mi ayu­dan­te ca­da 15 días. El nom­bre me lo re­ser­vo.

56 Los me­jo­res ami­gos que te dio el fút­bol. Ru­bén Ca­pria y Sebastián Ve­rón.

57 Un pe­rio­dis­ta. Ale­jan­dro Fab­bri y Wal­ter Nel­son.

58 El me­jor go­lea­dor que vis­te. Dos: Ba­tis­tu­ta y Ro­nal­do.

59 El me­jor go­lea­dor ar­gen­ti­no en la ac­tua­li­dad. Cres­po. Es un opor­tu­nis­ta, mar­ca muy bien las dia­go­na­les, me pa­re­ce que en Ar­gen­ti­na no se lo re­sal­ta tan­to co­mo afue­ra.

60 ¿Qué res­ca­tás de tu pa­so por el Na­po­li? Que me for­ta­le­ció co­mo per­so­na. El pro­ble­ma fue que me com­pró el pre­si­den­te de va­ca­cio­nes y el téc­ni­co no me qui­so nun­ca.

61 ¿En el fút­bol me­xi­ca­no me­te go­les cual­quie­ra? Cuan­do es­ta­ba acá yo pen­sa­ba que era un fút­bol len­to, que iba a ser fá­cil, pe­ro vas allá y vue­lan. Los ti­pos se en­tre­nan con una exi­gen­cia bár­ba­ra y el tor­neo es muy com­pe­ti­ti­vo, se jue­ga a can­cha lle­na, y ca­da vez van me­jo­res ju­ga­do­res. Y el cam­peo­na­to con Li­gui­lla es ideal, por­que to­dos jue­gan por al­go, oja­lá se pue­da im­ple­men­tar acá.

62 ¿Fes­te­jas­te el tí­tu­lo que se le es­ca­pó a Gim­na­sia con Bo­ca? Me pu­se con­ten­to, pe­ro no sa­lí a fes­te­jar eu­fó­ri­co co­mo un hin­cha.

63 ¿Creés que al­gún día va a sa­lir cam­peón Gim­na­sia? Es­pe­re­mos que no.

64 ¿Hay dis­tin­to pa­la­da­res de hin­cha o es to­do ver­so? Ver­so. A to­dos les gus­ta ga­nar y a to­dos les gus­ta el buen fút­bol. En In­de­pen­dien­te ga­na­mos par­ti­dos to­dos me­ti­dos atrás y ha­cien­do tiem­po y la gen­te lo fes­te­jó igual.

65 ¿Tu me­jor eta­pa la vi­vis­te con Me­not­ti? Es un téc­ni­co que uno siem­pre quie­re te­ner. Me mar­có un mon­tón co­mo per­so­na, co­mo tam­bién me mar­ca­ron Rus­so y Ma­ne­ra.

66 “El fút­bol que tie­ne Me­not­ti es el más lin­do, el que sien­te el 80% del país”, afir­mas­te en ene­ro 97. Si lo de­cís en voz al­ta por La Pla­ta, ¿tu vi­da co­rre ries­go? No, ¿pe­ro no te gus­ta có­mo jue­gan los equi­pos de Me­not­ti, o los de Ba­si­le? Ade­más, hay gen­te que ad­mi­ra a Bi­lar­do y co­pia co­sas de Me­not­ti y al re­vés tam­bién.

Imagen Acrobacia pura en Mar del Plata, para el lente de El Gráfico. Fue cuando explotó con el Independiente de Menotti, a comienzos de 1997.
Acrobacia pura en Mar del Plata, para el lente de El Gráfico. Fue cuando explotó con el Independiente de Menotti, a comienzos de 1997.

67 ¿To­da­vía te due­le el Amé­ri­ca-Bo­ca en el Az­te­ca por la Li­ber­ta­do­res 2000? No se pue­de creer, el ce­lu­lar de Bian­chi es­tu­vo a full esa noche. Cuan­do me­tí el 3-0 mi­ré el ta­ble­ro y fal­ta­ban ocho mi­nu­tos. Se me acer­có Ber­mú­dez y me di­jo: “Cal­de­ra, bas­ta, va­mos a los pe­na­les”. Yo le con­tes­té. “¡Qué pe­na­les ni pe­na­les!”. Y a los dos mi­nu­tos Sa­muel me­te ese ca­be­za­zo bom­bea­do. Có­mo es el fút­bol: al fi­nal esa Co­pa ter­mi­nó sien­do el co­mien­zo de la se­rie in­ter­na­cio­nal de Bo­ca. Si hu­bie­ran per­di­do ese día...

68 ¿Bo­ca te mo­ti­va? Le me­tis­te mu­chos go­les. Tu­ve la suer­te de me­ter go­les en par­ti­dos im­por­tan­tes, to­dos me re­cuer­dan el que le me­tí a Cór­do­ba des­de mi­tad de can­cha, cuan­do les ga­na­mos 4-0 en el Clausura 99.

69 ¿Por qué le pu­sis­te “La Ban­da” al bar que te­nías con Ca­pria? En el as­cen­so nos jun­tá­ba­mos con unos ami­gos to­dos los mar­tes a co­mer pu­che­ro, y cuan­do na­ció la idea de po­ner un bar, con Ru­bén de­ci­di­mos bau­ti­zar­lo “La Ban­da del Pu­che­ro”. Que­dó La Ban­da.

70 ¿Me­re­cías ir a un Mun­dial? Tu­ve dos mo­men­tos muy bue­nos y ca­si no pu­de ju­gar. Fue en las Co­pas Amé­ri­ca del 97 y 99. En Eli­mi­na­to­rias fui con­vo­ca­do en 10 par­ti­dos y en­tré po­co, pe­ro tam­bién te­nía ade­lan­te ca­da ne­ne...

71 “En In­de­pen­dien­te me usa­ron”, di­jis­te en tu úl­ti­mo pa­so por el club. ¿Por qué? Por­que no me res­pe­ta­ron co­mo ju­ga­dor y co­mo per­so­na, no cum­plie­ron la pa­la­bra.

72 ¿Qué pa­la­bra no te cum­plie­ron? ¿No es­pe­ra­bas que te ase­gu­ra­ran la ti­tu­la­ri­dad? No, ade­más, si me lo di­cen, no lo creo, por­que des­pués uno tie­ne que de­mos­trar. Lo que pa­sa es que lle­gó mi trans­fer tar­de, Cag­gia­no le me­tió dos go­les a Es­tu­dian­tes, y no ju­gué más. ¿No te pa­re­ce que es fal­tar­le el res­pe­to de­cir­le a un ju­ga­dor de 33 años que en­tre un mi­nu­to, co­mo hi­zo Rug­ge­ri con­mi­go en un par­ti­do con­tra Ri­ver? Po­né a un pi­be por un mi­nu­to. Ese de­ta­lle no me gus­tó. En­tre tan­tas otras co­sas. Y en­ci­ma se ha­bla­ba de có­di­gos...

73 ¿Qué otras co­sas no te gus­taron de Rug­ge­ri? De­jé­mos­lo ahí.

74 ¿No te po­nían en el equi­po por­que no le de­ja­bas pla­ta a al­guien? Ah... no sé.

75 Chi­che So­sa tam­po­co te tu­vo en cuen­ta cuan­do se fue Rug­ge­ri. Chi­che, al me­nos, fue de fren­te. Me di­jo que no me iba a te­ner en cuen­ta, yo le pe­dí ju­gar en Ter­ce­ra y no hu­bo pro­ble­mas. Cuan­do lo echa­ron des­pués de ha­ber lim­pia­do a los gran­des, me con­tó: “Me exi­gie­ron es­to, es­to y lo otro”. Yo le di­je: “No acla­res ­que os­cu­re­ce”.

76 ¿El Ro­jo te com­pró pa­ra que no te lle­ve Ra­cing? Ha­bía in­te­rés de Ra­cing y de Vé­lez, pe­ro me lla­mó Rug­ge­ri y me di­jo que fue­ra. Pa­ra mí, le erró en un mon­tón de co­sas.

77 ¿Hu­bie­ras ido a Ra­cing? No lo des­car­to. Yo tra­ba­jo en es­to, el club que es­té in­te­re­sa­do en mí y se preo­cu­pe por mí y me ofrez­ca tra­ba­jo, siem­pre lo con­si­de­ra­ré. Sal­vo Gim­na­sia, cla­ro.

78 ¿Có­mo fue la apre­ta­da que te me­tie­ron en 1999? En la can­cha de In­de­pen­dien­te, des­pués de per­der con­tra Cen­tral. Me fue­ron a bus­car a mí so­lo, ter­mi­na­mos a las ma­nos. Lo cu­rio­so es que me lo ha­bían an­ti­ci­pa­do.

79 ¿Quién te lo an­ti­ci­pó? Tros­se­ro, el téc­ni­co. Des­pués de la char­la, me ad­vir­tió: “Mi­rá que si per­de­mos, te van a bus­car a vos”. Yo le pre­gun­té có­mo sa­bía. “Por­que yo me en­te­ro to­do lo que pa­sa en el club”, me con­tes­tó. No le di ni pe­lo­ta. Un tiem­po des­pués, en­tré a re­bo­bi­nar to­do. A esos ti­pos los man­da­ron...

Imagen En una producción para El Gráfico junto a Javier Mazzoni, ambos goleadores en el Rojo.
En una producción para El Gráfico junto a Javier Mazzoni, ambos goleadores en el Rojo.

80 ¿Hay que es­tar me­dio lo­co pa­ra aga­rrar­se a trom­pa­das con la ba­rra del club? Yo sa­lía a bus­car a mi hi­jo, que te­nía un año, y me em­pe­za­ron a de­cir co­sas. Me pu­so mal por mi pi­be, me aga­rré con uno y por suer­te lle­gó la po­li­cía, por­que ellos eran más de diez.

81 ¿El Pro­fe Cór­do­ba es un sa­na­te­ro? Un  tipo con gran po­der de con­ven­ci­mien­to. Una per­so­na fron­tal y ho­nes­ta.

82 ¿Có­mo de­fi­ni­rías a Rug­ge­ri? Co­mo ju­ga­dor, un gran re­fe­ren­te de la Se­lec­ción. Lis­to.

83 A Biel­sa. Un téc­ni­co que tra­ba­ja mu­cho y es muy dis­ci­pli­na­do.

84 ¿Te mo­les­ta que te pre­gun­ten por Biel­sa? Pa­ra na­da.

85 ¿Cuán­to fal­tó pa­ra que se aga­rren a trom­pa­das? Un mon­tón.

86 ¿Qué pa­só real­men­te? Nos eli­mi­nó Bra­sil y lla­mó uno por uno a su cuar­to. El: “Cal­de­ra, ¿que­rés que te di­ga por qué no ju­gas­te?”. Yo: “No, no me in­te­re­sa”. El: “Mi­rá, vos te­nés un buen jue­go, pe­ro en el sis­te­ma mío no en­trás, yo que­ría traer a otro ju­ga­dor a es­ta Co­pa”. Yo: “Me lo hu­bie­ras di­cho de fren­te, así no cor­ta­ba las va­ca­cio­nes con mi fa­mi­lia ni me per­día la pre­tem­po­ra­da con In­de­pen­dien­te”. Sal­go de la reu­nión, pren­do el te­lé­fo­no y me lla­man de una ra­dio. Me pre­gun­tan: “¿Te sen­tis­te usa­do en la Se­lec­ción?”. Yo: “La ver­dad que sí”. Ellos: “¿Fuis­te de va­ca­cio­nes?”. Yo: “Y, por ahí sí”.

87 ¿Y qué pa­só en el ae­ro­puer­to? No sé qué ha­brá sa­li­do en los dia­rios, pe­ro mien­tras es­pe­rá­ba­mos el vue­lo, creo que al­guien lla­mó a Biel­sa. Él nos jun­tó a to­dos y em­pe­zó a gri­tar: “Es­te ti­po ha­bló mal del gru­po, se quie­re sal­var so­lo”. Y yo le con­tes­té que del gru­po no ha­bía di­cho na­da. Y que­dó ahí. Se ar­mó re­vue­lo por­que lo vie­ron to­dos.

88 Si hoy te lo cru­zás por la ca­lle... Lo sa­lu­do. Tu­vi­mos una pe­lea o in­ter­cam­bio de pa­la­bras, pe­ro co­mo en­tre­na­dor, Biel­sa es ex­ce­len­te. Pue­do de­cir que con­mi­go se equi­vo­có, pe­ro con otros dos­cien­tos mil, no. Des­pués, los mis­mos pe­rio­dis­tas que me die­ron con un ca­ño por lo que pa­só en el 99 me lla­ma­ron cuan­do Ar­gen­ti­na que­dó afue­ra del Mun­dial 2002, pa­ra ti­rar­me de la len­gua. Pri­me­ro te dan y des­pués te quie­ren usar.

89 ¿Es más co­mún de lo que se cree que se pe­leen un DT y un ju­ga­dor? Pa­sa, es fre­cuen­te. Y ca­da vez ven­de más el chus­me­río, el quilombo, siem­pre sa­len las co­sas ma­las. Na­die ha­bló, por ejem­plo, de la ac­ti­tud que tuve de ir a abra­zar a Si­meo­ne con­tra In­de­pen­dien­te, y que era men­ti­ra que es­tá­ba­mos pe­lea­dos.

90 ¿Te aga­rras­te mu­chas ve­ces con tus téc­ni­cos? No, por­que te gus­te o no, te­nés que obe­de­cer. Obe­de­cer, sí; de­do en el cu­lo, no.

91 ¿Qué es de­do en el cu­lo? Que se pa­sen de la ra­ya, que te ca­guen a pu­tea­das, que te quie­ran bo­lu­dear o que­mar, co­mo po­ner­te un mi­nu­to al fi­nal de un par­ti­do, o que el téc­ni­co te pi­da ju­gar en un pues­to que no es el tu­yo y des­pués no te ban­que dos par­ti­dos si an­dás mal. O que te sa­quen a los 5 mi­nu­tos de un se­gun­do tiem­po pa­ra que te in­sul­te la gen­te, en vez de ha­cer­lo en el en­tre­tiem­po.

92 ¿Mer­lo te ba­jó el pul­gar pa­ra que vol­vie­ras a Es­tu­dian­tes la úl­ti­ma vez? No. Yo arre­glé con la gen­te de Es­tu­dian­tes y a los tres días ha­blé con él. Me fue de fren­te: “Cal­de­ra, yo te pe­dí siem­pre, vos me co­no­cés, si no te hu­bie­ra que­ri­do, te lo de­cía”.

93 ¿Te do­lió que Bu­rru­cha­ga se fue­ra en ple­na Copa o lo en­ten­dis­te? Yo lo pue­do lle­gar a en­ten­der, so­bre to­do por­que es mi ami­go, pe­ro tam­bién me do­lió por­que ha­bía­mos lle­ga­do has­ta ahí jun­tos. Fue una ri­di­cu­lez eso de ju­gar la ida an­tes del Mun­dial y la re­van­cha dos me­ses des­pués. Por­que si la re­van­cha se ju­ga­ba an­tes del Mun­dial y no­so­tros pa­sá­ba­mos a la se­mi, no sé si Bu­rru se iba, lo hu­bie­ra pen­sado mu­cho. Un par­ti­do te cam­bia un mon­tón de co­sas.

94 ¿Por qué se ha­bló de cor­to­cir­cui­to tu­yo con el Cho­lo? Qui­zás por­que re­la­cio­na­ron el te­ma de Biel­sa o lo que pa­só en Ra­cing con Ca­pria. Pe­ro na­da que ver.

95 ¿Por qué gri­tas­te con bron­ca el úl­ti­mo gol con­tra el Ro­jo? Por­que ha­cía cua­tro par­ti­dos que no ga­ná­ba­mos y que yo no ha­cía un gol. Me to­có ha­cer­lo jus­to del la­do de la tri­bu­na de Es­tu­dian­tes y me des­car­gué, pe­ro no hu­bo na­da con­tra In­de­pen­dien­te. No lo hu­bo ni lo ha­brá.

 

Imagen Junto a Javier Mazzoni en Arsenal.
Junto a Javier Mazzoni en Arsenal.
 

96 ¿Lu­cás Cal­de­rón se­rá go­lea­dor? No sé, mi hi­jo hoy es­tá en las in­fe­rio­res de Es­tu­dian­tes y jue­ga de de­lan­te­ro por de­re­cha. Ve­re­mos.

97 ¿Hin­cha de Es­tu­dian­tes? Por su­pues­to. Cuan­do yo ju­ga­ba en Ar­se­nal, su ído­lo era De­nis, des­pués acá eran Kru­po­vie­sa y Pa­vo­ne. Aho­ra di­ce que es Agüe­ro, siem­pre bus­ca a otro. “¿Y pa­pi?”, le pre­gun­to. “No, vos sos un muer­to, un de­sas­tre, no le ha­cés un gol a na­die”. Su­pon­go que con el úl­ti­mo clá­si­co ha­brá cam­bia­do de opi­nión.

98 ¿A tu mu­jer le gus­ta el fút­bol? No le da mu­cha bo­la. Es de Gim­na­sia, así que mu­cho no se ha­bla. Me­nos aho­ra...

99 Es­tán Biel­sa, Tros­se­ro y Rug­ge­ri aho­gán­do­se en el mar, vos en un bar­co con un so­lo sal­va­vi­das, ¿a quién se lo ti­rás? Va al me­dio, pa­ra que los tres se pue­dan aga­rrar. Una co­sa es te­ner di­fe­ren­cias con al­guien y otra es de­sear­le la muer­te.

100 ¿Qué es lo que me­nos te ban­cás del am­bien­te? Las fal­se­da­des, so­bre to­do la del ju­ga­dor. Aho­ra se da el ri­to mo­der­no de sa­lu­dar­se an­tes de em­pe­zar y des­pués, si pue­den rom­per­te la pa­ta, te la rom­pen. En­tien­do que to­dos ju­gue­mos a ga­nar, con ven­ta­ja, el gol de Die­go con la ma­no vale para mí, es la picardía, to­do bien, pe­ro no le ca­gués la vi­da al otro. Y si te pue­den man­dar en ca­na, tam­bién lo ha­cen, no me lo ban­co. Des­pués van to­dos 20 días jun­tos a Pun­ta Mo­go­tes y se ca­gan de ri­sa. Es así: en es­te am­bien­te hay un mon­tón de fal­se­da­des.

 

 

Por Diego Borinsky (2006).

Fotos: Alejandro Del Bosco y Archivo El Gráfico.