Las Entrevistas de El Gráfico

1937. Los pibes Maril y Borgnia

Borocotó se va a Caballito para entrevistar a dos juveniles que deslumbraban en Ferro: Juan José Maril y Alfredo Borgnia , integrantes de “La Pandilla” uno de los ataques más temibles de la época.

Por Redacción EG ·

04 de abril de 2019

PAPÁ Y LOS NENES

Habrá líneas más pujantes; también más efectivas; pero a bonita, la de Ferro es de las más lindas. En el fútbol se gana con goles; ya lo sé desde que iba a la escuela; el quinteto de River penetra, gana, emociona; también lo sé, pero a jugar lindo, a agarrar la guinda y darle vueltas sobre el empeine como a los panqueques en la sartén, a eso de venga, vaya, tome, traiga, y de paso goles, a eso la verde es de primera agua. Maril, Borgnia, Sarlanga, Gandulla y Emeal. Nada. Una pavada. Si usted quiere datos, pregunte en San Lorenzo...

El gordo Calocero es el tata. Fué winger y arquero de una quinta de Ferro poco antes de la Independencia. Como gordo, bueno; como jugador, hubo que pasarlo de público. En el wing, se le iban al "obol"; en el arco, se le iban adentro. La pelota lo miró siempre de reojo. No se entendían. Hablaban diferentes idiomas. Entonces, Calocero pasó a formar las divisiones inferiores cuando le daban siete pesos para el viático de todos los purretes y después de pagar el tranvía y los naranjines, metía la mano en el bolsillo, sacaba unas chirolas y le decía a Gandulla: "Toma pal biógrafo".

Imagen Maril y Borgnia jugaban juntos en Coronel Brandsen, un team que tenía Ravaschio, persona a la cual ¨Lechuga¨ le está muy agradecido.
Maril y Borgnia jugaban juntos en Coronel Brandsen, un team que tenía Ravaschio, persona a la cual ¨Lechuga¨ le está muy agradecido.

Cuando su hermano Roque marchó para Brasil, el gordo también tuvo su lío y pasó a River a formar divisiones inferiores junto con Roldán y Pertini. Tres años estuvo allí amasando cracks hasta que retornó a los pagos abandonados. Y otra vez con chiquilines. Pero cuando tocó jugar contra San Lorenzo, que iba invicto, fué nombrado entrenador de la primera. El partido se ganó por 3 a 2 y a Maril le correspondió hacer dos tantos de cabeza. Uno de zambullida.

Tigre se interesaba por Barralía. Calocero había visto a Sarlanga jugar unos matches en la primera de ese club y le fué siguiendo las pisadas. Llegó el momento y pidió a ese purrete. Y así se completó la línea que hoy tienen los verdes, pues Borgnia y Maril ya quedaron en primera.

—A éste le gustaba jugar de ala con Sarlanga — dice Colocero refiriéndose a Maril. — Sarlanga se la daba de bandeja y éste escapaba hacia el arco. Pero hubo que formar el ala, pues ya teníamos la otra bien armada, y Sarlanga pasó al centro. Es una lástima que Sarlanga no tenga más físico, pero todavía está a tiempo de desarrollarse porque tiene 21 años. No hace una gambeta de más. Se desprende en seguida de la pelota. Donde pone el ojo para ejecutar el pase, allí la coloca.

Es muy inteligente. Lo malo que esta línea se encuentra con defensas que golpean, y la acobardan. Gandulla y Emeal ya están más hechos y se defienden, pero a estos pibes los leñan.

— ¿Te acordás, Lechuga? — interviene Maril.

—Vos no hables, Pibe Caricatura. El ala derecha hace sus chistes. Maril siempre sonríe; Borgnia es más serio, aunque sea menor. Dice que es más hombre. Al winger le llaman El Pibe Carlean, porque le da por el dibujo.

—Mire: el otro día hizo una caricatura de Gandulla y le salió macanuda. Igualito, igualito... a Cristóbal Colón.

Imagen Aquí aparecen MarIL y Borgnia en compañía de Carlos Calocero, el entrenador de Ferro, quien ha contribuido mucho al progreso de estos muchachos y determinó el ascenso de los mismos a primera.
Aquí aparecen MarIL y Borgnia en compañía de Carlos Calocero, el entrenador de Ferro, quien ha contribuido mucho al progreso de estos muchachos y determinó el ascenso de los mismos a primera.

—Hice una tuya, también — dice el puntero.

— ¿De perfil...? Ahí está el inconveniente de Lechuga. De frente, sale bien de perfil, la nariz hace más sombra que el obelisco.

Entre broma y broma me cuentan un partido de robada que se hicieron el año pasado en Morón por unas medallas que daba el gobernador doctor Fresco. Iban ganando tres a cero cuando les dieron dos penales en contra. Quedaron tres a dos. Luego, otro tiro libre y el match se empató. Faltando un minuto, Borgnia se encontró en el área y quiso hacer una chilena hacia atrás... y se encontró fuera de la cancha. En la polvareda pasaron el rastrillo y lo barrieron.

— ¿Te acordás?

—Como para olvidarme... Me vi en el aire y pensé: "Mientras no aterrice de nariz, todo va Ahora es Carlos Calocero el que hace una baza y cuenta:

 

Imagen Borgnia y Maril.
Borgnia y Maril.
 

—Jugando contra River, a Borgnia le dieron un golpe. Corrí a ver lo que le ocurría, y desde el suelo me preguntó: "¿Quién me pegó?" "Fué Cuello...". Lechuga hizo un gesto de disgusto y agregó: "Un jugador de esa categoría, pegarme a mí. ¿Por qué no le pega a uno de primera?" Y estaba jugando en primera.

—Es que yo quise decir por qué no le pegaba a uno más grande — dice Borgnia.

— ¿Por qué no le dijiste "te voy a hacer agarrar con Maril?" — le dice el puntero en cachada.

 

JUAN JOSE MARIL

Nació en Florida el 28 de abril de 1918. Luego, la familia se fué a vivir por Villa Luro y el pibe jugó todo un año en la sexta de Vélez como puntero izquierdo.

—Cuando en los entrenamientos me mezclaba con los de primera y pateaba algunas al arco, iba al barrio diciendo: "Estuve pateando con De Saa...; estuve pateando con De Saa..." Era mi gran satisfacción. Pasaron los años y ahora De Saa me tiene que marcar.

El señor Ravaschio, que ahora está en Ferro, lo llevó a jugar a Coronel Brandsen, una sexta de Morón. Allí se encontró con Borgnia. Después, casi todo ese cuadro vino a Ferro a formar una quinta división.

—Aquella sexta de Coronel Brandsen fué una maravilla — dice el puntero. —En un año y medio sólo perdimos un partido, jugado en Llavallol, y en donde nos dieron un penal en contra.

—Esto me hace acordar a las historias de los países. Son todas batallas ganadas. ¿Dónde están los que perdieron? Borgnia y Marfil eran insiders. Uno izquierdo y otro derecho. Recién el año pasado formaron ala en la cuarta especial.

Pero Maril debutó antes en la división superior en un match contra Platense. Después, se encontraron en la primera el día que le quitaron el invicto a San Lorenzo, y Maril tuvo la fortuna de hacer dos goles.

—Es el match que más recuerdo — dice.

— Cumplimos otras performances, acaso mejores, pero en ese viví una de las más grandes emociones de mi corta vida de futboler. ¡Qué bien me ha salido esto!... Ahora, vos contó la de Entre Ríos.

—Fuimos a Entre Ríos — cuenta Borgnia — y almorzamos en un restorán. Pedimos la cuenta y el mozo dijo: "Dos cuarenta" ¡Qué barato!... me dije yo. Y lo que costaba dos cuarenta... era la botella de vino que nos habíamos tomado...

Imagen A Marfil le llaman "El Pibe Caricatura", porque le da por el dibujo. Aquí tenemos una muestra en la que aparece el propio dibujante y Borgnia, su compañero Lechuga, los dos de colegiales.
A Marfil le llaman "El Pibe Caricatura", porque le da por el dibujo. Aquí tenemos una muestra en la que aparece el propio dibujante y Borgnia, su compañero Lechuga, los dos de colegiales.

— ¿Estudiaste dibujo? — le pregunto a Maril.

—No...; hago caricaturas de afición. Fuí un mes a estudiar pintura y lo único que aprendí fué a ensuciarme la ropa.

— ¿Trabajás?

—Sí...; en una fábrica de tejidos. Pero también estuve en la Editorial Atlántida y actué por el club de ustedes. Me vieron jugar al fútbol y me dijeron: "¿Querés venir a la Editorial?" Y fui. Estuve dos meses. Cuando los mecánicos iban a arreglar alguna máquina, yo llevaba una pinza y miraba. ¡Lindo trabajito! Lástima que al jefe de talleres no le gustaba el fútbol...

Después me cuenta que su hincha máximo es su papá. Ya cuando jugaba en sexta, el padre le compraba tobilleras e iba a verlo. Siempre le gustó que el pibe actuara en fútbol.

—Es de los viejos de ahora — dice Maril. — Los de antes cascaban... Lo digo por los reportajes que leí.

ALFREDO BORGNIA

Nació en Olivera el 17 de abril de 1919. Su padre era jefe de la estación. Un día pasó por allí una gloria del fútbol nacional. El papá llamó a su hijo.

— ¿Lo conoces?

—Sí...; es Mérico...

Estaba frente a Tesorieri y lo reconoció por las fotos. Mérico, dijo. Nombrándolo por el apodo le resultaba más familiar, lo tenía más cerca.

Era un niño cuando en un amistoso en Ramos Mejía se quebró el brazo izquierdo. En su debut en la quinta de Ferro, volvió a romperse el mismo brazo. Al domingo siguiente le aconteció lo propio al arquero Sprovieri.

— ¡Al tercer match fuimos a la cancha con un miedo...! — dice Maril recordando esos tristes acontecimientos.

—Creí que abandonaría el fútbol para siempre — cuenta Borgnia. — Después, volvieron las esperanzas y durante un largo tiempo jugué con una especie de manga de cuero que me cuidaba el brazo le-sionado. En cada caída lo único que me preocupaba era el brazo. Y ahora mismo, como un recuerdo, si veo que pierdo el equilibrio, evito caer sobre ese brazo. Está fuerte, no siento nada, pero no me olvidaré de los dos accidentes, y, en especial, del segundo.

— ¿Por qué te dicen Lechuga?

—Yo qué sé... ¡Desde chico, cuando vivía en Castelar!... Por la nariz no ha de ser...

También fué de aquella sexta de Coronel Brandsen y en ella resultó el scorer. Con escaso físico, pero de rápida concepción de las jugadas, fué y sigue siendo un forward oportuno y de gran precisión en el remate de cabeza.

Imagen Maril y Borgnia. El ala derecha de Ferrocarril Oeste, y que en muy poco tiempo logró merecida popularidad en virtud a las buenas performances cumplidas por los pibes.
Maril y Borgnia. El ala derecha de Ferrocarril Oeste, y que en muy poco tiempo logró merecida popularidad en virtud a las buenas performances cumplidas por los pibes.

—Llevo once goles en la primera y seis de ellos de cabeza. Este año, en la cancha de Platense, en el primer match que ganamos como visitantes, hice los dos goles de cabeza.

Ahora interviene Calocero que hacía rato estaba en la higuera. No le salían a su palo.

—Me acuerdo de la alegría de Gandulla. Le habían impresionado esos dos tantos de Lechuga, que gritaba: "¡Cabecita de oro!... ¡Tomaba... Cabecita...!", y cada vez que agarraba la pelota lo buscaba a Borgnia.

—¿Cuál fué el gol más lindo que hiciste?

—Uno contra Quilmes... Nunca voy a patear tan fuerte. Fué en un rechazo. La agarré tan bien que me .salió un shot de 3.90..., yo que lo tengo de veinte guitas... Y, quizá por eso, el referee anuló el tanto... Fue el más lindo que hice, pero no le gustó al árbitro. Tenía ganas de preguntarle: "¿Cómo lo quiere, el otro?".

— ¿Trabajás?

— ¡Ja... ja... ja... uí... uí... uí!... — se ríe Maril, y agrega: — Trabajaba de caramelero, pero un día le dijeron que de comer caramelos venía diabetis..., y largó. Y eso que era una fábrica macanuda: iba a medias con los de pompas fúnbres...

ESTA VISTO...

Que no se puede hablar en serio entre pibes, y menos si uno de ellos es Máscara Sonriente, es decir Maril. Pero a mí tampoco me gusta hacerme el serio. Eso queda para los viejos como Calocero... Sólo que, en la cancha, esta ala es una cosa seria como lo es todo el quinteto de Ferro Carril Oeste. Dejemos a Gandulla y Emeal a un lado. Ya de ellos no es preciso hablar. Son bien conocidos y valorados, pero lo serían más si estuvieran en un club grande. Cuando nuestros seleccionadores se acuerdan de muchachos de clubs modestos, es porque están apremiados. Así un día a Coletta se le expulsa por indeseable; luego se le rebaja la suspensión a seis meses; la cumple y entra a jugar en Independiente para ser nombrado de inmediato internacional. El indeseable era Lanús...

Con esos chiquilines, Sarlanga, Borgnia y Maril, el gordo Calocero consiguió armar una línea de juego brillante y también positivo, y que actuaría mejor si es que a esa calidad, a esa elegancia, no se opusiera la leña con la cual muchas veces se para a los purretes. Pero no importa: ya el público lo sabe. Ya tiene la certeza de que esos pibes se tutean con la guinda... y que harían más chiches si el gordo Calocero, para el bien de ellos, no les gritara: "¡Largala!... ¡Largala...!"

 

Por Borocotó.