Las Entrevistas de El Gráfico

Adolfo Cambiaso, animal competitivo

Confiesa que se obsesiona menos y que sus hijos aún no dimensionan que es el mejor polista del mundo. La perfección como fantasía. El triunfo como piedra basal y su nulo aprendizaje. La espectacularidad de La Dolfina, el estreno del segundo equipo del club en Palermo, y el retiro que le pisa los talones.

Por Darío Gurevich ·

20 de diciembre de 2017
Imagen Intenta llevarse la bocha ante Gonzalito Pieres en la final del Tortugas, que ganó una vez más.
Intenta llevarse la bocha ante Gonzalito Pieres en la final del Tortugas, que ganó una vez más.
Se naturalizó la magnitud del fenómeno. Adolfo Cambiaso construyó un imperio a través del éxito. Desde su génesis como atleta de alto rendimiento, se imponen dos verbos en su mente: intentar y ganar. Los datos que se desarrollan a continuación no son cuento, tampoco están manipulados.

Hace 25 años, conserva su 10 de hándicap en la Argentina. Fue el segundo polista en la historia en haber sido premiado con el Olimpia de Oro. Al cierre de esta edición, lleva ganados 33 títulos de la Triple Corona: 8 en Tortugas, 12 en Hurlingham y 13 en el Campeonato Argentino Abierto, los últimos 4 en cadena. Incluso, gracias a esas 13 conquistas en Palermo, alcanzó a Alfredo Harriott en el cuarto puesto de los máximos ganadores del Abierto, registro que Juancarlitos Harriott lidera con 20. Como si fuera poco, es el goleador histórico de dicho torneo, el más trascendente del mundo.

El desglose continúa: le dio vida a La Dolfina, la insertó en el centro del mapa del polo profesional, y la llevó a disputar 16 de las últimas 17 finales del Abierto y a ganar 10, lo que posiciona al club en la tercera ubicación de la tabla de campeones. Además, se dio el gustazo de lograr un imposible, junto a David Stirling, Pablo Mac Donough y Juan Martín Nero: convertir en leyenda al equipo de Cañuelas tras ser el único en adueñarse de la Triple Corona tres veces seguidas, en 2013, 2014 y 2015.

Adolfito tiene 42 años y, hace dos, las lesiones lo respetan. La competencia lo sostiene en el polo de alto hándicap; lo divierte, lo entretiene, lo nutre, lo motiva, lo conduce a reciclarse para buscar una fija: el triunfo. “Si no competís, se te va esa linda adrenalina por intentar mejorar y superarte. Si un deportista no tiene esa adrenalina, no se supera”, afirma.

-¿Es difícil convivir sabiendo que sos el número 1 del polo mundial?
-No, al contrario. Es un halago que eso se piense y se diga. Es producto de una carrera formada. De ahí a que yo me lo crea, es otra cosa. Porque no me lo creí nunca. Sí logré lo que me propuse, y eso está buenísimo.

-Adentro de la cancha, nunca te jactaste de ser el mejor. ¿Es tan real como cierto que afuera tampoco?
-Nunca, jamás; creo que siempre puede haber otro que sea mejor que uno. Es más, no hubo un partido en mi carrera que me haya gustado al 100% como jugué. Me pasó siempre: no me quedo conforme con mi juego. Porque perfecto, perfecto, no jugué ningún partido.

-En consecuencia, la perfección no existe en tu cabeza, ¿verdad?
-Es así: la perfección no existe. Nunca sentí que jugué de la manera que me hubiese gustado. De hecho, ganamos muchos partidos en los que no me gustó cómo jugué. Pero ganamos. Entonces, lo que queda es mejorar para los próximos.

-Tu imagen se emparenta con el éxito, como si fueses un todopoderoso. ¿Podés con todo o, en realidad, se ve una fantasía del otro lado?
-Depende de qué se mire. Yo intento ganar todo lo que juego. A veces, se da; otras, no. Es de acuerdo a los caballos, al equipo y demás. Por suerte, durante más de 20 años, gané más de lo que perdí. Entonces, las cosas se hicieron bien.

-¿Tu secreto es interpretar que la derrota siempre está latente?
-Es que aprendí más de la derrota que del triunfo. Porque, de ganar, no se aprende nada. Al perder, se estudia y se analiza lo malo. Por lo general, lo bueno no se mira.

-Cuando te ubican entre los mejores deportistas de la historia a nivel global, ¿qué pensás?
-No, no digo nada. Está buenísimo que me tengan en cuenta. Sé que he marcado algo en el polo. Haber ganado el Olimpia de Oro, sin usar la camiseta de Argentina, significa algo importante.

-Cambiemos el eje de la charla. Te propongo realizar un viaje introspectivo. ¿Qué momento de tu vida atravesás?
-Estoy en una etapa de disfrute: de los caballos, de mis hijos, de la familia, del equipo que he formado, que es La Dolfina. En lo deportivo, logré todo lo que quise. Le estoy agradecido a la gente que me ayudó en mi carrera. Creo que puedo conseguir más títulos; pienso que puedo ganar más todavía.

-En cuestiones de polo, ¿te obsesionás más o menos que hace cinco años?
-Menos; cuando sos más viejo, estás más entregado (se ríe). Antes, miraba más videos; estaba más atrás del polo.

-¿Qué te ocupa todavía?
-Sin dudas, los caballos, llegar lo mejor posible a los partidos… Son temas vinculados al profesionalismo.

-¿Tus hijos ya entienden que sos el mejor jugador del mundo en las últimas dos décadas y media?
-Son chicos, no se dan cuenta, y prefiero que sigan así. Para ellos, soy el padre; no el deportista. Esa es la relación que llevamos: padre e hijos. Gracias a María, mi mujer, somos una familia muy unida. La parte deportiva la dejamos afuera de casa.

-¿Qué heredó de vos Adolfo hijo, Poroto, al montar?
-Monta bastante parecido. Pero no me doy cuenta de mucho porque convivo con él. Pero, bueno, tiene que ser él. Todo el mundo lo va a comparar constantemente cada vez que se suba a un caballo. Es una realidad, ingrata para él, y se va a tener que acostumbrar. No le va a quedar otra.

-¿Qué le inculcaste sobre el juego?
-Nada; tiene que aprender solo. Le doy caballos, todas las posibilidades, pero nunca le he dicho nada. Creo que la mejor manera para que aprenda es que mire y trate de copiar.

-¿Qué les transmitís a tus tres hijos: Mía, Poroto y Myla?
-Que sean respetuosos, educados y buena gente. Como padre, intento eso. El deporte, lo que soy profesionalmente, no tiene nada que ver con lo que quiero que sean mis hijos como personas.

 -¿Qué aprendizajes te dejaron las últimas cuatro temporadas en la Argentina, en las que La Dolfina ganó 11 de los 12 torneos de la Triple Corona?
-Siempre se aprende; nunca dejamos de hacerlo. Es una constante. Tampoco hay que dormirse y quedarse en la gloria. Lo que pasó ya fue. Por eso, hay que seguir mejorando en caballos, a nivel equipo, en jugadas, en taqueo; en un montón de cosas.

-Si tuvieras que destacar un aspecto, una cuestión, que resultó clave en este último tramo, ¿cuál sería?
-La clonación de caballos; es muy importante. Hoy en día, me ayudan mucho en lo que es mi carrera.

-Show Me fue la primera yegua clonada en competir en la final del Abierto de Palermo, data de 2013. ¿El tiempo te dio la razón?
-Sí; pero, bueno, me criticaron mucho en su momento y lo tuve que sobrellevar. Primero, por las dudas, te critican; después, se fijan si está bien o mal. Así es el deporte. Así somos un poco los argentinos. Hubo argentinos que han criticado a Messi; imaginate el grado de locura. Cuando estás arriba, te critican. A mí me pegaban por los clones, porque jugaba más individualmente y no pasaba tanto la pelota. Es normal; estoy acostumbrado. Soy profesional y acepto las críticas.

Imagen Conquistó los primeros tres Abiertos de la temporada alta argentina: San Jorge, el Jockey y Tortugas.
Conquistó los primeros tres Abiertos de la temporada alta argentina: San Jorge, el Jockey y Tortugas.
La Dolfina defenderá la corona y el prestigio a partir del sábado 4 de este mes, si es que la lluvia no acompaña, en el renovado Campeonato Argentino. Porque, desde este año, los Abiertos más importantes del país, el de Hurlingham y el de Palermo, amplían la base de equipos participantes: de ocho pasan a ser diez. “Creo que vale la pena; esto le da trabajo a mucha gente. En general, se vieron partidos parejos, salvo contra los tres grandes: La Dolfina, Ellerstina y Alegría. Esto genera que la competencia sea muy buena”, asegura Cambiaso.

La novedad es que La Dolfina debutará con su segundo equipo en Palermo: La Dolfina Polo Ranch, que se ubica séptimo en la orden de mérito al haber obtenido el Torneo de Remonta y Veterinaria, y que competirá en la Zona B, que encabezan Ellerstina y Alegría. Entonces, solo se puede cruzar con su primogénito en la final. “La Dolfina es un club que da oportunidades y que quiere ver crecer a sus jugadores –anticipa Adolfo–. Por eso, surgió La Dolfina Polo Ranch. Guillermo Terrera, Diego Cavanagh y Jejo Taranco, que son salidos del club y que juegan en el equipo, decidieron ponerle ese nombre. Yo participo en la gestión, en la organización; me meto en todo lo que puedo. Pero La Dolfina también compite en la Copa Cámara de Diputados, en el Campeonato Argentino Abierto Femenino, que se juega por primera vez este año, y en torneos de chicos”.

-Hablemos sobre La Dolfina, que venció a Ellerstina en 12 de las últimas 13 finales correspondientes a la Triple Corona. ¿Entendés la enorme frustración deportiva de los Pieres?
-No, no me meto. Solo pienso en mi equipo. Siempre me manejé así. Pero, bueno, fácil no debe ser. Por lo menos, ellos tienen la posibilidad de revertirlo.

-A veces, el éxito confunde. ¿A alguno de los cuatro integrantes de La Dolfina se le fue la cabeza en los últimos años?
-No, para nada. Ellerstina es un gran rival, y tenemos que estar muy concentrados para no perder. Cuando perdimos, fue duro. Nosotros queremos seguir ganando. Eso significa mucho tiempo de trabajo y otras cosas más.

-El equipo no depende de vos. Stirling creció una barbaridad, Mac Donough sostiene su nivel monstruoso y Nero lo elevó hasta la estratosfera. ¿Quién es el responsable de esta genialidad?
-Somos nosotros: Milo Fernández Araujo, el entrenador, y los jugadores. Yo, por ejemplo, decidí cambiar totalmente mi juego. En su momento, me di cuenta de que, con este juego, también íbamos a ganar. Hay que adaptarse a lo que mejor le sirva al equipo. Fuimos inteligentes para buscar y encontrar este funcionamiento.

-Bueno, no resultaste egocéntrico y supiste modificar la estrategia a tiempo para el beneficio grupal…
-Y sí; a mí me gusta ganar. Antes, ganaba de una manera al ser más individualista; y me criticaban. Pero se ganaba, y a mí me interesan los resultados. Hoy, conseguimos los triunfos al jugar en equipo y de manera amplia. Los cuatro tenemos una gran conexión y una linda amistad. Esto ayuda a que todo funcione.

-¿Cuál es la esencia de La Dolfina?
-Se trata de un juego largo, con corridas; de pegarle de primera, de pasarse la pelota rápido e intentar jugar bien. Así tenemos más chances de ganar que de perder.

-¿Qué ofrece el equipo de diferente en esta temporada?
-Todos los años mejoramos con los caballos; siempre tenemos un caballito más. En el juego, intentamos mantener la intensidad sin cambiar el formato. Conservamos una identidad formada y clavada. Cuando nos salimos, Milo se encarga de que volvamos al sistema.

-Te llevo a un terreno personal. ¿Visualizás lejos el retiro?
-No, ya tengo 42 años. Esta formación de La Dolfina jugará esta temporada y dos más. Ya lo habíamos decidido a fines de 2016. Seguro, voy a ser el primero de los cuatro en retirarse. El día de mañana me gustaría bancar a mis tres compañeros, con caballos o con lo que pueda, para que La Dolfina siga ganando sin mí.

Por Darío Gurevich / Fotos: Alejandro Del Bosco

Nota publicada en la edición de Noviembre de 2017 de El Gráfico