¡Habla memoria!

Elefante blanco, la especie que subsiste

Mientras la raza animal está en extinción, cada vez son más los costosos estadios que pierden utilidad. Organizar un Mundial o unos Juegos Olímpicos se puede convertir en una pesadilla.

Por Redacción EG ·

07 de abril de 2015
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Cuenta la leyenda que cuando el rey de Siam, actual Tailandia, estaba enojado con algún aristócrata, le regalaba un elefante blanco. La especie exótica y en extinción era un honor para aquella sociedad pero significaba un alto costo de mantenimiento. Como el noble no podía dejarlo morir, gastaba cifras siderales para su supervivencia hasta llegar a la bancarrota, tal como deseaba el rey.

El diccionario de la RAE define elefante blanco como “Ser costoso de mantener y no producir utilidad alguna”. A lo largo de la historia del deporte, diferentes estadios provocaron que algunos países corrieran la misma suerte que los aristócratas tailandeses.

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Uno de los primeros fue el Estadio de White City ubicado en Londres, especialmente construido para los Juegos de 1908. Fue la primera gran obra creada para el evento polideportivo más importante del mundo. Estaba compuesto de una imponente estructura de hormigón y albergaba casi 70 mil personas. Tiempo después perdió funcionalidad. Se organizaron carreras de galgos, peleas de boxeo y el Queen Park Rangers fue local en la Premier, pero su mantenimiento era excesivamente costoso. En 1984, la BBC compró el terreno y lo demolió para construir uno de los centros de prensa más importantes del mundo.

104 años después, algo aprendieron los ingleses. Para los Juegos Olímpicos de 2012 construyeron desde cero el Estadio Olímpico aunque con la particularidad de que una vez finalizado, reduciría su capacidad de 80 mil a 25 mil espectadores. El por qué de sus condiciones desmontables se explica en una sola razón: el alto costo de mantenimiento.

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La crisis en Grecia también afectó al estadio olímpico que se refaccionó para 2004. Si bien goza de actividad, la cúpula lo tiene a mal traer. Costó 130 millones de euros y por el desgaste del tiempo, requiere refacciones de 9.500.000 euros. Hasta China, potencia mundial, tiene problemas con sus construcciones de los Juegos 2008. El Cubo de Agua se reinventó como un parque acuático para niños, aunque eso no le impidió dar pérdida de 11 millones de yuanes en 2011. El Nido de Pájaro es visitado por más de 4 millones de turistas cada año, pero aloja competiciones esporádicamente. Recuperar la plata invertida a este ritmo, le demandará 30 años.

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El incremento del turismo suele fundamentar el alojamiento de estos megaeventos mientras algunos critican los gastos desorbitados. Sin embargo, estadísticas de los últimos Juegos lo contradicen en países de alto flujo de turistas habituales. El Museo Británico recibió 480 mil turistas durante la competencia y  en agosto de 2011, un año antes, habían ido 617.000. Como si fuera poco, en el mismo período disminuyó un 5% el ingreso de extranjeros a Gran Bretaña. ¿Por qué? Cuando llega el turismo de los Juegos Olímpicos, el otro turismo se va.

El académico Víctor Matheson, especialista en el tema, reconoce que no suelen dejar ganancia. “Es como un casamiento. No te hará rico, pero puede hacerte feliz”. Para él, más allá de las cifras, el pueblo suele apoyar por la alegría de las circunstancias.

Aunque  no en todos lados reaccionan de la misma manera. En plena época de crisis, Brasil albergó el Mundial 2014. Diferentes manifestaciones se desarrollaron paralelamente al certamen cosmopolita a causa del disparatado gasto público. Según diferentes estudios, cinco de los 11 estadios de Brasil (Brasilia, Cuiabá, Manaos, Natal y Recife) se convertirán en elefantes blancos.

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A menos de un año, la fatídica visión ya es una realidad. El lujoso Arena Amazonia de Manaos, con capacidad para 44 mil espectadores, tiene un futuro insólito: servirá para que un equipo de la cuarta división haga de local o como una cárcel. Una compañía propietaria vendió el recinto de Natal y puso a la venta el 50% de su participación en el Fonte Nova de Salvador. En enero, el de Cuiabá fue cerrado por problemas estructurales, mientras que el Mané Garrincha de Brasilia sigue funcionando aunque ahora como estacionamiento de colectivos. Es decir, 460 millones de dólares y 72 mil asientos para convertirse en una terminal. Como premio consuelo, podría ser uno de los estadios para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.

El reciclaje de estadios no es nuevo. “The Big O” fue construido para los Juegos de Montreal 1976, aunque no se terminó a tiempo. El proyecto se excedió en ambición y es uno de los elefantes blancos más reconocidos del mundo. Su uso más destacado fue como centro de vacunación contra la gripe porcina mientras que suele habitar al Black and Blue Festival, un evento gay que poco tiene de deportivo. Durante el resto del año, la torre que se erige desde una de las tribunas se convirtió en el principal atractivo para los turistas que buscan una vista panorámica de Quebec. Los canadienses se burlan y pasaron a llamarlo: “The Big Owe” (la gran deuda). A menos de cuarenta años de su inauguración, la demolición es loable.

El proyecto “Casa Futebol” fue presentado por unos arquitectos franceses para reciclar las sedes del Mundial. La idea estrafalaria mata dos pájaros de un tiro: evita los elefantes blancos y soluciona parte del problema ocupacional del país. En concreto, lo que propone es la colocación de containers como unidades de vivienda para reducir la capacidad y los gastos de mantenimiento, mientras que otra parte quedaría inmune para seguir funcionando como tribunas del estadio.

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Tokio será la sede de 2020 y mucho influyó en la votación la promesa de construir el estadio más caro de la historia. En total, serán 1700 millones de dólares y un diseño particular que provocó el apodo de “Casco de Bicicleta”. Tendrá un techo de 70 metros de altura y los especialistas ya se preocupan por lo que sucederá después de los Juegos Olímpicos. Con esas dimensiones y al ser completamente techado, la readaptación y la conservación serán complicados.

El Comité Olímpico sigue apostando por quienes proponen las inversiones más originales, aunque eso les signifique hipotecar la economía nacional. Obnubilados por el regalo de honor, alguien tiene que mantener a los elefantes blancos. Y así como ayer fueron los aristócratas tailandeses, hoy lo son los diferentes países. 

Por Pedro Molina