¡Habla memoria!

Guillermo Vilas y el triunfo más inolvidable

El 6 de marzo de 1983 el Poeta jugaba su último partido oficial en territorio argentino: con récord de público aplastó a McEnroe y celebró con el pueblo el éxito en la Copa Davis. La carta de su autoría.

Por Pablo Amalfitano ·

06 de marzo de 2024

GUILLERMO VILAS construyó un recorrido pocas veces visto para un deportista de la Argentina. El sendero de su representación con el país era transitado en paralelo con el de la edificación de un deporte "nuevo": el tenis, antes de Vilas, sólo estaba destinado a una pequeña porción de la elite argentina.

En esa ruta la Copa Davis emergió como el gran baluarte de su arraigo: disputó un total de 29 series y registró una marca global de 57 victorias y 24 derrotas (45-10 en singles y 12-14 en dobles). Fue finalista del mundo en la recordada definición de 1981 en Cincinnati, en la que, junto con José Luis Clerc, estuvo a punto de derrotar a los Estados Unidos de John McEnroe, Roscoe Tanner y Peter Fleming.

La ensaladera fue una gran deuda que excedía a su figura: la Argentina recién pudo saldarla en 2016, con aquella gesta concluida con la victoria ante Croacia en Zagreb. Su imagen, sin embargo, quedó asociada para la eternidad con el centenario torneo por equipos: Vilas jugó la Copa durante 14 temporadas, entre 1970 y 1984.

Gran parte de su presencia en el equipo nacional tuvo lugar en el mítico polvo de ladrillo del Buenos Aires Lawn Tennis Club, el sitio en el que fabricó varias de sus proezas. La última de ellas, caprichos del destino, representó también su último partido oficial en territorio argentino. Fue el 6 de marzo de 1983 y el triunfo, inolvidable por relevante y por abrumador, lo tuvo todo: Vilas selló una valiosa victoria de la Argentina ante los Estados Unidos, campeón mundial de la Davis en las últimas dos ediciones, ante un desorientado John McEnroe.

Imagen "Durante tres días, desde el corazón del tenis, un grito invadió el país".
"Durante tres días, desde el corazón del tenis, un grito invadió el país".
 
El argentino, número cuatro del mundo, perdía 4-2 en el primer set pero hilvanó 15 games para sentenciar la paliza por 6-4, 6-0 y 6-1. Fue tan aplastante que ni siquiera festejó por respeto a McEnroe. Aquel fue el cuarto partido de una serie que albergó una fiesta para el país: casi diez mil personas colmaron el estadio principal del BALTC, cuyas tribunas fueron agrandadas con tubulares para la ocasión. "Durante tres días, desde el corazón del tenis, un grito invadió el país", reflejó, dos días después, El Gráfico.

El viernes 4 de marzo inició la serie correspondiente a la primera ronda del Grupo Mundial de 1983. La Davis, a esa altura, ya era una cuestión de estado para la Argentina. Vilas puso primera: venció 6-3, 6-3 y 6-4 a Gene Mayer para establecer el 1-0 parcial.

El primer gran golpe llegó después, en un partido que siguió el sábado: Clerc derrotó 6-4, 6-0, 3-6, 4-6 y 7-5 a McEnroe, figura rutilante y número tres del mundo, para empezar a destrozar los papeles de la eliminatoria. Ricardo Cano, el capitán argentino, armó todo para que ambos, distanciados desde hacía varios años, funcionaran a la perfección con un único fin: cada uno por su lado.

Así construyeron los dos primeros singles impecables y jugaron el doble del día sábado. El partido fue apretado pero los ganadores, como en la final de 1981, fueron McEnroe y Fleming, acaso la mejor pareja del mundo. Los estadounidenses descontaron luego del triunfo 2-6, 10-8, 6-1, 3-6 y 6-1.

 

Imagen La tapa de El Gráfico del 8 de marzo reflejó la gesta argentina.
La tapa de El Gráfico del 8 de marzo reflejó la gesta argentina.
 

Pero Vilas no permitiría que la serie se definiera en el quinto punto. En la apertura del domingo jugó acaso el partido más destacado de toda su carrera. Derrotó a McEnroe y concretó una de las victorias más resonantes de la Argentina en la centenaria Copa Davis. No quiso gritar. Ni siquiera intentó hacer un gesto. El público reaccionó del mismo modo: no hubo festejo desmedido, sobre todo porque en aquellos tiempos la Argentina ya había sufrido su confianza desmezurada, un problema que recién pudo solucionar casi cuatro décadas después.

Dos días después salió publicada en El Gráfico una carta escrita por el propio Guillermo Vilas, en una de aquellas profundas reflexiones que solía ensayar incluso en sus libretas personales.

"Un equipo no es un matrimonio", tituló el Poeta en la edición del martes 8 de marzo, con la euforia de un país ya en franca merma. Pero Vilas había redactado en caliente, con las sensaciones plasmadas en el papel, luego trasladadas a las páginas de la revista más influyente de la historia.

"Mis relaciones con Clerc, el partido con McEnroe, nuestras posibilidades", remarcaba la nota en su volanta, en una clara división de los tres temas en los que profundizaría Vilas.

 

Imagen La calidad de Vilas durante una serie histórica para la Argentina.
La calidad de Vilas durante una serie histórica para la Argentina.
 
En un extracto dejó en claro que no había que subirse a las nubes luego de la victoria: "(...) No nos dejemos llevar por el exitismo al que somos tan propensos, creyendo que por haber eliminado a los Estados Unidos ya tocamos el cielo. Era un primer paso duro, difícil. Peor no nos podía tocar. Lo salvamos, pero no pensemos que ya somos campeones".

En la carta, partida en subtemas, decidió también hacer hincapié en su propio papel. "Mi actuación", subtituló. Y contó: "(...) Estaba algo preocupado. Me sentía bien físicamente pero no todo lo fuerte que quería ni pegando bien. Me faltaba llegar al punto ideal. Me entrené con Roberto Argüello, que con su empuñadura de dos manos se asemeja a Mayer, y le pedí que me jugara drops. Sabía que era un arma del americano".

 

Imagen De un lado, McEnroe y Fleming; del otro, Vilas y Clerc.
De un lado, McEnroe y Fleming; del otro, Vilas y Clerc.
 

En otra muestra de que no tenía diálogo fluido con Clerc escribió: "Para el doble no hablamos absolutamente nada. Lo importante es estar 10 puntos para nuestros singles y entrenarnos en función de ellos que son los puntos que debemos ganar. El doble es el complemento y se hizo lo mejor que se pudo. Cuando entramos le dije a José Luis que jugáramos las dos primeras al medio y la siguiente al costado. Fue la primera vez que hablamos algo del partido. Luego nos fuimos alentando en el transcurso del match o solucionando algunas cosas".

En torno al partido de su vida contra McEnroe detalló: "A McEnroe lo conozco bien y (Ion) Tiriac también. La táctica que elaboramos salió perfecta. Consistía en moverlo de la base como un parabrisas, con pelotas altas. De esa manera se le quita consistencia. Teniéndolo en continuo movimiento se lo obliga a ir a la red 'flameando', mal pisado. (...) Me costó cuatro games encontrar la medida de mis tiros. Cuando cambiamos en el tercero Ion me dijo de todo porque no estaba aplicando mi táctica establecida. Ahí me concentré en hacer lo que había dicho y salió todo perfecto. Yo creo que él no estaba con físico para aguantar a un pegador como Clerc y a un jugador de contraataque como yo en estas canchas".

 

Imagen El festejo de Clerc luego de su victoria ante McEnroe.
El festejo de Clerc luego de su victoria ante McEnroe.
 

En específico sobre su vínculo con Clerc, la otra figura del tenis argentino, tituló: "Basta de polémicas". Y profundizó: "Durante toda la semana nos asediaron con esa pregunta -sobre su relación- y muchos vivieron pendientes para ver si nos saludábamos o no. Nadie parece querer entender que no somos amigos ni lo seremos. No compartimos las mismas cosas ni tenemos el mismo estilo de vida. Pero para formar parte de un mismo equipo no hay que ser un matrimonio. Todos pretenden vernos de una manera que es imposible. Si queremos ganar la Davis se tienen que dar cuenta que el funcionamiento de este equipo es otro".

El análisis de Vilas se abocaba, en rigor, a la porción deportiva. Elegía escapar de las polémicas y utilizar su fuerte personalidad para zanjar sus diferencias con Clerc. El Gráfico fue el móvil para que lo dejara en claro: "Lo único que necesitamos Clerc y yo es preocuparnos por nuestras cosas y ganar nuestros respectivos singles, que son el fuerte de este conjunto. El doble es sólo una alternativa; jugarlo mejor es imposible. Entonces la cosa funciona así: el capitán se preocupa porque tengamos con quien entrenarnos según nuestras necesidades. Cuando nos encontramos con José Luis nos saludamos, nos preguntamos por nuestras familias y eso es todo. Una relación de conocimiento y nada más, que no influye en nuestro rendimiento en el equipo. No hay que buscar nada bajo el agua. Dejemos de buscar polémicas por pretender algo que no puede ser y afiancemos lo que tenemos para cumplir el sueño de ganar la Davis".

La sentencia fue concisa y directa, ya con 30 años cumplidos y casi una década y media en el equipo de Copa Davis: "Estamos en camino. Pero piensen todos que esto es largo y difícil. Me voy contento y esperanzado. La ilusión que llevo adentro desde chico aún se puede hacer realidad".

Imágenes: archivo El Gráfico