¡Habla memoria!

1935. Ernesto Brown, gran sportsman y gran señor

La despedida de El Gráfico, en ocasión de su fallecimiento, de uno de los pioneros del fútbol argentino: Ernesto Brown. Integrante junto a gran parte de sus hermanos del mítico equipo Alumni .

Por Redacción EG ·

18 de febrero de 2020

Otra baja dolorosa ha sufrido aquel célebre cuadro de Alumni. Se habían ido ya Juan D. Brown, el compañero de Jorge en la zaga, y Lawrie, el puntero izquierdo. Sólo la línea media seguía completa: Ernesto, Buchanan y Jacobs... Ahora ha caído también ese gran half derecho, ese Ernesto Brown a quien últimamente hemos visto, gallardo, cordial, caballero como siempre, pero luchando ya, con su habitual entereza, contra lo invencible.

A Ernesto Brown se le miraba con cariñoso respeto, porque había en su presencia ese no sé qué de gran señor que se agregaba a su fama de jugador del Alumni — toda una evocación legendaria del fútbol argentino — y que hacía despertar la emoción del pueblo en un silencioso gesto admirativo cuando, ya muy de tarde en tarde, se le veía en los campos de juego.

Hay, para nosotros, un ídolo más en el recuerdo, ante cuya partida nos inclinamos en el último gesto de emocionado cariño.

Para evocar la figura juvenil de Ernesto Brown hemos conversado con uno de sus camaradas en los tiempos lejanos del English High School y del Alumni.

Así nos hemos enterado de que Ernesto, como casi todos sus hermanos, que en total fueron doce, ingresó siendo muy pequeño en el colegio de don Alejandro Watson Hutton. A los seis años evidenciaba ya tal voluntad y firmeza de carácter que llamó la atención de sus mayores y de sus maestros. No era terco, pero resultaba tarea dificilísima el convencerlo de que diera un paso atrás en sus propósitos.

Imagen Ernesto Brown junto a su familia fueron pioneros en el fútbol argentino. Alumni es referencia de los inicios del deporte en el país.
Ernesto Brown junto a su familia fueron pioneros en el fútbol argentino. Alumni es referencia de los inicios del deporte en el país.

Fuerte de espíritu, lo fue también físicamente. A los ocho años se advertía ya su constitución atlética. Descolló desde entonces en las fiestas del colegio, ganando carreras y saltos, adjudicándose muchos de los premios que, en casi totalidad, eran obtenidos por los muchachos que más tarde formarían el Alumni.

Su recia contextura y sus aptitudes para el fútbol se revelaron en los matches intercolegiales. El empleo del cuerpo lo hacía siempre dentro de la legalidad más absoluta, sin atisbo de mala intención, puesto que siempre fue, en el deporte, una figura caballeresca y un adversario leal.

Entre los rivales del English High School figuraba ya el equipo del Colegio de Lomas, en el cual actuaban los hermanos Sinclair, igualmente atléticos. Se sabía, infaliblemente, que cuando jugaban el Colegio Inglés y el de Lomas había duelo de pechazos entre Ernesto y que el half  de los hermanos Sinclair, de Alumni nunca permitió que se lo llevaran por delante y de esa misma ahí eran los Sinclair.  De ahí que, en rada encuentro, se sacaran chispas, y ver cómo causaba asombro , después de un choque en que el crujir se oía hasta los huesos, Ernesto corno su rival siguieran jugando si nada hubiese pasado.

—Era roble — afirma nuestro interlocutor — y había tal armonía entre su físico y sal que si aquel hubiera alegado a fallarle en alguna ocasión, cosa que nunca sucedió, su amor propio le habría dado energías.

Serio, formal, disciplinado, Ernesto Brown fue un alumno estudioso e inteligente. Poseía verdadera noción de sus obligaciones en ese sentido, a tal punto que en las clases era el más atento y, fuera de ellas, había fijado un horario para el estudio y la preparación de sus deberes. En esos momentos, era inútil que se le propusiera ir a jugar. Entusiasta del deporte como pocos, podía más en él su espíritu de orden que la atracción poderosa del juego. En todo alcanzaba buenas clasificaciones, porque empleaba en dosis iguales la voluntad de aprender y la inteligencia que le allanaba el camino. Pero, entre las distintas materias, sobresalía en el dibujo. Los mapas que preparaba Ernesto Brown eran de tal modo perfectos que parecían salidos de una máquina impresora. Tenía, además, desde muchacho, una letra espléndida, del más puro carácter inglés. Sus prolijas planas de caligrafía servían de ejemplo.

Nunca cedió, así en la firmeza de su voluntad como en la reciedumbre de su físico. El público de aquella época recordará la figura de Ernesto, atlética corno pocas, actuando con serenidad que le valió el mote del "Pacífico". Poseía un tiro de considerable potencia y se parecía a su hermano Eliseo en que choteaba más fuerte con la izquierda que con la derecha.

Imagen Equipo de Alumni: de izquierda a derecha. Fila de atrás: Jordan (referee), Carlos Buchanan, Juan D. Brown, José Buruca Laforia, Carlos G. Weis y P. B. Brown. Fila del centro: Carlos Leff, A. Mack, Jorge Brown, Mariano Reyna y Eliseo Brown. En primer término: Alfredo Brown y Ernesto Brown. En ángulos, a la izquierda Carlos Brown y Arnaldo Watson Hutton.
Equipo de Alumni: de izquierda a derecha. Fila de atrás: Jordan (referee), Carlos Buchanan, Juan D. Brown, José Buruca Laforia, Carlos G. Weis y P. B. Brown. Fila del centro: Carlos Leff, A. Mack, Jorge Brown, Mariano Reyna y Eliseo Brown. En primer término: Alfredo Brown y Ernesto Brown. En ángulos, a la izquierda Carlos Brown y Arnaldo Watson Hutton.

En el apogeo de su forma, cuando era considerado sin discusión el mejor de nuestros halves derechos, llamaba la atención por la gravedad de su aspecto. Quizá por haberse visto muchas veces triunfante, adoptó ese gesto de inconmovible seriedad, como si creyera innecesario festejar un éxito.

Solamente Jorge, el gran back de Alumni, tenía cierta ascendencia sobre él, en su doble carácter de hermano mayor y capitán. Pero también le costaba mucho esfuerzo convencer a Ernesto de que se volviese atrás cuando resolvía adoptar una actitud contra viento y marea.

En un match internacional, a los pocos minutos de juego, Ernesto fue golpeado en la cara por una naranja arrojada desde el público. El juego siguió, pero al primer ataque de los adversarios se advirtió que el half derecho argentino permanecía inmóvil, firmemente plantado en su puesto. Lo había resuelto así, en son de protesta. De nada valieron las súplicas de sus compañeros. Poco más tarde se lesionó Alfredo Brown y luego el puntero Weis. El team quedaba, pues, prácticamente reducido a ocho hombres y el score era de cero a cero. Entonces, uno de los jugadores le pidió a Jorge que hiciera valer su condición de hermano mayor y capitán del equipo: el back lo hizo así:

—Vamos, Ernesto, somos nueve contra once. Ya puedes estar satisfecho. Ayúdanos, que podemos ganar.

Ernesto Brown obedeció, se puso a jugar y — como siempre que actuaba con voluntad — hizo él solo lo que no hubieran podido hacer tres hombres. Sin perder su calma estaba en todas partes, de half y de forward, con una eficacia extraordinaria. Tanto bien surtió esa reacción que, finalmente, el equipo venció por dos goals a cero.

Así era en todo Ernesto Brown cuando se proponía una cosa. Supo hacerse querer por todos, y es por eso que hoy son muchos los que lo lloran.

 

 

El Gráfico (1935)