¡Habla memoria!

1987. Giunta siempre está en el medio

No hace gambetas, pero ofrece coraje, a cambio de goles aporta quite, en lugar de habilidad entrega respaldo, fuerza, generosidad, garra. Blas dice que no pensaba en Boca, que era de San Lorenzo a muerte.

Por Redacción EG ·

14 de febrero de 2020

Fue hace dos domingos, contra Independiente. Primero el paraguayo Delgado le entró muy fuerte a Siviski, desde atrás. Giusti sacudió a Perazzo después. San Lorenzo dominaba e Independiente le hacía sentir el rigor para ablandarlo. Hasta que Merlini se dispuso a iniciar un avance sobre la media cancha y Giunta lo cruzó con todo abajo, echándole la fuerza de su temperamento y de sus casi ochenta kilos. Merlini quedó retorciéndose. Era una forma de decirle a Independiente: "Acá está San Lorenzo". Son esas demostraciones de personalidad que a veces valen tanto como una apilada o un gol salvado sobre la raya porque imponen respeto cuando a uno se lo están faltando...

Y no es una apología de la violencia. El fútbol es juego, lucha y presencia desde su origen. Eso que transmite Giunta en San Lorenzo es lo mismo por lo cual la hinchada de Boca amó a Vicente Pernía, la de River a Passarella o la de Independiente a Rubén Marino Navarro. En ese rubro, como en la marca y la recuperación del balón, Blas Armando Giunta es la bandera de San Lorenzo. Por eso lo quiere su gente. "En River gustan los chiches, los de Boca piden guerra, acá quieren las dos cosas'', explica él, un tanito rubio nacido en Mataderos el 6 de septiembre de 1963. Producto típico de esa mezcla explosiva de barrio y ascendencia.

Muy pocos lo saben: yo empecé en Liniers, un cuadrito de Primera "D". El presidente, de apellido Pepe, era amigo mío y me llevó por un año. En todo 1980 jugué allí. Tenía 16 años, arranqué en la quinta y terminé jugando en primera las finales del campeonato para ascender a la "C". Estaba Muñiz, Brown, Claypole, Laferrere, contra todos esos jugué... Y como anduve bien, me quisieron comprar el pase, pero yo buscaba otra cosa. Mi papá conocía a la familia Perazzo, le pidió una recomendación para probarme en San Lorenzo y entré, también en la quinta. Era difícil jugar porque venían de ser campeones en sexta, pero un día se lesionó Madelón, me pusieron y no salí más...".

Imagen Blas Armando Giunta grita su gol contra Temperley. Aunque el volante se destacó más por su entrega que por sus goles.
Blas Armando Giunta grita su gol contra Temperley. Aunque el volante se destacó más por su entrega que por sus goles.

Lo cuenta con cariño, el mismo cariño con que toma de la mano a su esposa Mariana y con el que acaricia el cabello rubio de su hijita Gisella, mientras habla con nosotros en su casa de Ramos Mejía. Está contento. "Es mi primera nota en EL GRAMO", dice. Y sigue su historia.

—Debuté en la primera de San Lorenzo en el '83, en un partido que le ganamos 1-0 a Argentinos Juniors en cancha de Vélez. Jugué unos minutitos. En el '84 me fui a Cipolletti, con el Baby Cortés, Carlos Russo, el de Gimnasia, y Parodi, el que está en Español. Nos clasificamos para el Regional y me volví. Pero no tenía puesto. López y Cavallero eran los técnicos, San Lorenzo, me quiso dar a préstamo a Atlanta en pago por el alquiler de la cancha. No acepté, pretendía un club de primera y otra vez el padre de Walter, Tito Perazzo, me consiguió equipo: Platense, Empecé de suplente de Roldán y a la tercera o cuarta fecha agarré la titularidad y no la largué más. Me fue bien, pero es difícil estar en un equipo chico. En los clubes grandes uno juega por la gloria, allí se juega para sobrevivir. Siempre la pelea por el puntito y nada más...

AI volver, otra vez a luchar, constante de toda su carrera, acaso coherente con su estilo. Y otra vez a ganar.

—Platense me quería definitivo y ofreció 65.000 dólares. San Lorenzo pedía 100.000 y me quedé. Estaba Nito Veiga. Otra vez comencé de suplente y nuevamente me gané el puesto. Suspendieron a Krasouski, Nito me dio la camiseta a mí y no la dejé más, hasta hoy. Me jugué todo para ser titular. A mitad del año, mi nena se enfermó gravemente, un problema en los riñones, y fue internada veinte días en terapia intensiva. Tenía que estar con ella, pero lo pensé bien, lo hablé con mi señora y llegué a una conclusión: para el bien de la nena es mejor que siga jugando. Y seguí. Casi no falté a los entrenamientos. Estando concentrado, me levantaba a las ocho de la mañana, iba al sanatorio y a la noche volvía al hotel. Nito me autorizó a no concentrar y a no jugar si era necesario, pero no quise: en el fútbol te descuidas y te liquidan.

Después lo de siempre: el medio. Allí está Giunta, regalándole coraje a la tribuna y generosidad al equipo hasta convertirse en jugador importante, de los que se lamentan cuando una suspensión o una lesión lo dejan fuera de los once.

Imagen Giunta debutó en San Lorenzo en 1983, luego estuvo en Cipoletti y Plantense para volver al Ciclón en 1986.
Giunta debutó en San Lorenzo en 1983, luego estuvo en Cipoletti y Plantense para volver al Ciclón en 1986.

—A mí me gusta lo que me mandan a hacer. Unos gambetean, otros hacen goles, yo soy fuerza, marca, relevo, recuperar la pelota para que después la usen Ortega Sánchez o Walter. Y que no nos metan goles. Hasta ahora nos hicieron pocos, tampoco nos crearon muchas situaciones. Casi nunca le llegaron mano a mano a Chilavert. Eso es importante para mí. Y con la vuelta del Bambino, como técnico, ayudan todos. Él quiere que los delanteros bajen unos metros tapando la subida rival. Eso me favorece porque se reducen los espacios. Estamos todos muy juntitos en San Lorenzo, en todo sentido, por eso creo que vamos a llegar muy lejos. Si un equipo no se ayuda, no concreta nunca nada. El año pasado éramos un equipo más o menos, pero había tanta unión, tanta solidaridad en todos los aspectos, que peleamos el campeonato. Después nos caímos, pero la gente lo reconoció igual...

Y lo reconoció Carlos Salvador Bilardo. A Giunta. Por eso lo llevó a la Selección, aunque ahora no esté entre los 42 convocados.

—Claro que no me gustó quedar afuera. Pero no me afectó porque sé que me tiene en cuenta. En Chile, en los Juegos Cruz del Sur, estuve siempre lesionado y me aguantaron, hasta jugué la final contra Colombia. En Bolivia no pude actuar tampoco por esa lesión, una pubialgia, y me volvieron a convocar para los Panamericanos de Indianápolis, donde fui titular. Eso me demuestra que me quieren. Además, Pachamé me dijo que me veía bien; muy evolucionado, y que se lo iba a notificar a Bilardo. Yo sé cómo trabajan ellos, por eso estoy seguro de que en la próxima convocatoria me llaman...

Le gusta hablar del Campeonato por la fe que le tiene a San Lorenzo.

—Le debemos una alegría a la hinchada y se la vamos a dar. Hay varios que van a pelear. Newell's, River y Racing. Pero San Lorenzo tiene muchísimo más equipo que en el torneo anterior. Un arquerazo, dos laterales que son unos leones, Larraquy que tiene una ubicación y una experiencia bárbaras, Siviski y Ortega en el medio y Walter y Tedini adelante. Estamos bien parados atrás y empezamos a agarrar la onda adelante. Ojo con nosotros...

Se va diciendo que gana 2.000 australes por mes, porque no le renovaron el contrato. "Yo juego igual; si me tengo que lesionar, mala suerte, pero no voy a sacar la pierna. Tiré la cifra y no pasa nada. El tiempo corre contra los dirigentes, ya casi llevo un año sin firmar". Quedaba algo más.

¿Sabés que con tu estilo serías figura en Boca?

—Sí, pero ni lo pienso, yo soy de San Lorenzo a muerte.

 

 

Por JORGE BARRAZA (1987).