¡Habla memoria!

2001. Banfield viaja en Primera

El Taladro consiguió un histórico ascenso frente a Quilmes, sus hinchas celebraron el regreso a Primera de la mano de Mané Ponce, actor fundamental de este logro.

Por Redacción EG ·

29 de octubre de 2019

Olía al­go gran­de. No quie­ro jac­tar­me de na­da, pe­ro cuan­do asu­mí les di­je a los mu­cha­chos que sen­tía olor a triun­fo.” Las ma­nos le tem­bla­ban, co­mo un eco del fes­te­jo de to­da la gen­te de Ban­field. De los hin­chas y de los ju­ga­do­res, que no pa­ra­ban de re­co­no­cer­le, por so­bre to­dos los mé­ri­tos, la hu­mil­dad. La mi­ra­da tí­mi­da se per­día en me­dio de un ves­tua­rio que deliraba y has­ta tu­vo tiem­po de pe­dir dis­cul­pas a los que, a po­cos me­tros de allí, tra­ta­ban de di­ge­rir una nue­va fus­tra­ción. “Qui­zás no pue­do ex­pre­sar to­da mi fe­li­ci­dad, pe­ro créan­me que es­toy muy fe­liz.” Ahí es­ta­ba Ra­món Ma­né Pon­ce, el artífice de una cam­pa­ña bri­llan­te de es­te Ban­field que imprevistamente ate­rri­zó en Pri­me­ra. Fue­ron 22 par­ti­dos in­vic­tos los del “téc­ni­co in­te­ri­no” del equi­po –así asu­mió el 11 de oc­tu­bre de 2000–, que lle­gó para reem­pla­zar a Ca­chín Blan­co has­ta con­se­guir un téc­ni­co “con más nom­bre”, co­mo los hin­chas re­cla­ma­ban. Ma­né ve­nía de las in­fe­rio­res y Olé, en aquel momento, se apu­ró en anunciar que Al­ber­to Pas­cut­ti era candidato al car­go por­que “no es cues­tión de per­der el tiem­po”. Pe­ro Ban­field no per­dió nunca más, y mu­cho me­nos el tiem­po. 

El cré­di­to de Ma­né, co­mo el de la Ar­gen­ti­na de hoy, no era ge­ne­ro­so: “Va­mos a aguan­tar has­ta las elec­cio­nes de no­viem­bre, por­que no que­re­mos de­jar­les a los pró­xi­mos di­ri­gen­tes un con­tra­to que ellos no fir­ma­ron”, re­co­no­cía por aquel entonces el pre­si­den­te del club, Car­los Por­tell. Ni ha­blar de un che­que en blan­co. Por eso el en­tre­na­dor, con el as­cen­so con­su­ma­do, con­fe­só: “Ca­da par­ti­do que ju­ga­ba lo sen­tía co­mo un exa­men. Aho­ra no sé si se­ré el téc­ni­co en Pri­me­ra, na­die ha­bló con­mi­go, pe­ro es­toy muy acos­tum­bra­do a ir pa­so a pa­so”.  

El equi­po del sur es­tá otra vez en Pri­me­ra. La can­cha de Ban­field, des­pués del par­ti­do y de una pro­ce­sión en­lo­que­ci­da, se lle­nó de co­ra­zo­nes or­gu­llo­sos que por pri­me­ra vez can­ta­ban “que de la ma­no, de Ma­né Pon­ce, to­dos la vuel­ta va­mos a dar”. Era el re­co­no­ci­mien­to pa­ra un téc­ni­co que apostó al per­fil ba­jo y la voz pau­sa­da. Era el fi­nal fe­liz de una his­to­ria de cuen­to, de ésas en don­de ga­nan los bue­nos.

 

La ma­no de Ma­né

Ban­field lo ma­tó a Quil­mes co­mo un ase­si­no se­rial. Con frial­dad, in­te­li­gen­cia y con mo­vi­mien­tos cal­cu­la­dos. Pe­gó siem­pre en los mo­men­tos jus­tos y se apro­ve­chó de­fi­ni­ti­va­men­te de los fan­tas­mas que re­co­rrían el es­ta­dio Cen­te­na­rio, los que ha­bla­ban de un Quil­mes “tri­ca­gón”, que nun­ca su­po apro­ve­char sus re­pe­ti­das chan­ces de as­cen­der. 

Pe­ro esa his­to­ria de con­tun­den­cia y so­li­dez ha­bía na­ci­do tiem­po atrás. Ma­né fue un con­ti­nua­dor de la ta­rea de Ca­chín Blan­co. “Fue él quien ar­mó es­te gru­po y le agra­dez­co que ha­ya con­fia­do en mí”, re­co­no­ció el téc­ni­co. Ban­field ve­nía de per­der con El Por­ve­nir 1-0 y de ga­nar­le a Pla­ten­se 1-0, pe­ro la CD, an­tes de la oc­ta­va fe­cha, le pi­dió la re­nun­cia a Blan­co por pre­sión de los hin­chas, que lo te­nían en­tre ce­ja y ce­ja.

El 14 de oc­tu­bre, Pon­ce asu­mió fren­te a Cen­tral Cór­do­ba. Fue 0 a 0 en Ro­sa­rio. Ma­né pa­ró al equi­po con una es­truc­tu­ra bien de­fi­ni­da, que res­pe­ta­ría has­ta el fi­nal: tres en el fon­do, con la voz de man­do de San­gui­net­ti, ca­pi­tán, re­fe­ren­te del equi­po y úni­co so­bre­vi­vien­te del as­cen­so de 1993; Adrián Gon­zá­lez por de­re­cha y Ra­po­so por iz­quier­da. Así se for­mó la se­gun­da de­fen­sa me­nos ven­ci­da del tor­neo, que ter­mi­nó con 19 go­les en con­tra, uno más que Quil­mes. Ade­más, man­tu­vo la ti­tu­la­ri­dad del ar­que­ro Ch­ris­tian Luc­chet­ti, quien ha­bía so­por­ta­do tres tem­po­ra­das en el ban­co de su­plen­tes y no pa­sa­ba por su me­jor mo­men­to. La con­fir­ma­ción ter­mi­nó en un acier­to.

Imagen Pucho Castro festeja el título con Mané Ponce, quien estaba visiblemente emocionado. No es para menos, nadie daba un mango por él.
Pucho Castro festeja el título con Mané Ponce, quien estaba visiblemente emocionado. No es para menos, nadie daba un mango por él.

En el me­dio, dos vo­lan­tes de mar­ca –Lei­va y Del Río– y dos ca­rri­le­ros: San­ta Cruz por de­re­cha y Da­mián Gi­mé­nez, ju­ga­dor del Sub-20 de Pe­ker­man, por iz­quier­da.

Y del me­dio pa­ra arri­ba es­tu­vo la fru­ti­lla del equi­po. Jo­sé Luis Sán­chez, Ga­rra­fa, ha­bía lle­ga­do des­de el Be­lla Vis­ta de Uru­guay pa­ra apor­tar su ta­len­to. Y des­de que Pon­ce se hi­zo car­go, Ban­field fue Ga­rra­fa­de­pen­dien­te. Pe­ro esa adic­ción no le sen­tó na­da mal. Há­bil, al­go va­go, cue­lli­to le­van­ta­do, con la ex­pe­rien­cia su­fi­cien­te pa­ra ma­ne­jar los par­ti­dos y con una pe­ga­da ex­qui­si­ta, el vo­lan­te se adue­ñó de la pe­lo­ta pa­ra siem­pre. Pa­ra asis­tir a Leeb, el go­lea­dor del equi­po con 16 go­les, y a Fo­res­te­llo, que apor­tó lo su­yo con otros 7. Pa­sa­ron par­ti­dos me­mo­ra­bles: 4 go­les a All Boys, 5 a San Mi­guel, y una ra­cha sin de­rro­tas que po­cos te­nían en la ser­vi­lle­ta co­mo po­si­bi­li­dad.

 

Me cai­go y me le­van­to

Cuan­do Eli­zon­do de­ci­dió que el par­ti­do no po­día con­ti­nuar por los in­ci­den­tes, al Cen­te­na­rio lo ta­la­dró la fe­li­ci­dad. Hu­bo que es­pe­rar cua­tro años pa­ra que Ban­field vol­vie­ra a los do­min­gos. Y jus­ta­men­te, una ti­bia ma­ña­na de do­min­go, co­mo pa­ra ir ca­len­tan­do mo­to­res, pe­gó la vuel­ta. No pu­do ser en la 97-98, con un gran equi­po con­du­ci­do en la can­cha por Mau­ro Ca­mo­ra­ne­si (hoy en el Ve­ro­na de Ita­lia) y la Vie­ja Ge­rar­do Rei­no­so; ni en la 99-2000, cuan­do Los An­des le pu­so te­cho a los sue­ños de as­cen­so en el Re­du­ci­do (el do­min­go Ban­field go­zó la re­van­cha con el des­cen­so de su ene­mi­go). Atrás que­dó el cam­peón mo­ral de 1951, el equi­po de Evi­ta y los hu­mil­des. Atrás, tam­bién, que­dó el gran equi­po del Na­cio­nal 76, cuan­do Bo­ca se hi­zo car­go de fre­nar­lo en cuar­tos de fi­nal. Y, mu­cho más, el 0-3 con el que Quil­mes –jus­to Quil­mes– le dio la bien­ve­ni­da en es­te tor­neo.

Imagen Forestello, autor del cuarto gol, le gana a Pagés. El delantero hizo 7 goles en toda la campaña.
Forestello, autor del cuarto gol, le gana a Pagés. El delantero hizo 7 goles en toda la campaña.

Yer­ba Bra­va y Nue­va Lu­na co­pa­ron la pa­ra­da en el ves­tua­rio del Ta­la­dro. El gra­ba­dor cum­plió su ta­rea has­ta el fi­nal y se en­cen­dió, co­mo en to­da la cam­pa­ña, des­pués del par­ti­do. “Nun­ca an­tes”, acla­ra­ban los en­car­ga­dos de la cá­ba­la. Era tiem­po de fes­te­jar. “Nos rom­pi­mos el cu­lo to­dos. Llo­ro por­que es­ta­mos he­chos mier­da y, sin em­bar­go, pe­lea­mos has­ta el fi­nal. Les agra­dez­co a los hin­chas el apo­yo y les de­di­co es­te as­cen­so por­que lo me­re­cen”, se que­bró el de­lan­te­ro Ru­bén Fo­res­te­llo. To­do el plan­tel en­dul­za­ba el oí­do de los fa­ná­ti­cos. Y no era só­lo un dis­cur­so, por­que en las fi­na­les fren­te a Quil­mes el equi­po sa­lió con una ban­de­ra que en­via­ba un men­sa­je: “Gra­cias por el apo­yo”. Pa­ra ellos, los hin­chas, es­ta­ban re­ser­va­das una re­me­ras ne­gras con la ins­crip­ción “Gra­cias Cam­peón” en le­tras blan­cas, de par­te de los di­ri­gen­tes.

 

Sue­ños de Pri­me­ra

Leeb era, por le­jos, el más eu­fó­ri­co. Con 32 años y un tu­pi­do le­ga­jo en el as­cen­so, no sol­tó ni un mi­nu­to a la Vir­gen de Lu­ján des­de que se sin­tió cam­peón. Esa Vir­gen que lo acom­pa­ñó en las ma­las, des­de que una in­fec­ción en la pier­na iz­quier­da, cuan­do ju­ga­ba en Cha­ca­ri­ta, cu­bría de som­bras su fu­tu­ro en el fút­bol. Se cu­ró y tam­bién se hi­zo de­vo­to. Y di­ce que no le pue­de pe­dir más a la Vir­gen.

El Ga­to Go­lea­dor, co­mo lo lla­man, tu­vo tiem­po pa­ra re­fle­xio­nar: “El as­cen­so con Cha­ca fue im­bo­rra­ble y el tí­tu­lo con In­de­pen­dien­te tam­bién. Ca­da lo­gro te de­ja al­go, pe­ro es­te as­cen­so que­da­rá en­tre las co­sas más im­por­tan­tes de mi vi­da. Te­nía­mos un che­que y de­bía­mos fir­mar­lo. Re­co­noz­co que es­ta­ba ca­ga­do, pe­ro Ban­field es un equi­po de hom­bres”.

Leeb sor­pren­dió a to­dos los que sue­ñan con ju­gar en la Bom­bo­ne­ra o en el Mo­nu­men­tal. “Me gus­ta­ría se­guir en el as­cen­so. Ésa es mi vi­da y sé que no es com­pren­si­ble lo que di­go, pe­ro así lo sien­to. En­tien­do que la gen­te me quie­re, pe­ro no me qui­ta el sue­ño ju­gar en Pri­me­ra. Des­de el 93 jue­go los sá­ba­dos y me gus­ta”, dis­pa­ró al án­gu­lo de to­dos los des­pre­ve­ni­dos.

Imagen GARRAFA SÁNCHEZ, el símbolo del campeón. Su calidad fue vital para volver a Primera.
GARRAFA SÁNCHEZ, el símbolo del campeón. Su calidad fue vital para volver a Primera.

Ga­rra­fa Sán­chez, el con­duc­tor, el sa­bio ato­rran­te, se fue en­tre los aplau­sos de los hin­chas de Quil­mes y pi­dió dis­cul­pas por el mal tra­go que les hi­zo vi­vir. “De­mos­tra­mos ser su­pe­rio­res a Quil­mes en las fi­na­les  –ase­gu­ró–. Oja­lá pue­da con­ti­nuar en el club en Pri­me­ra.” No fue el úni­co que de­jó es­te re­cla­mo. Fo­res­te­llo, al que no le al­can­za­ban los pa­ñue­los, se des­car­gó an­te quien qui­se­ra es­cu­char­lo: “Que el fút­bol de­je de ser un ne­go­cio pa­ra unos po­cos. El gor­do –por Ga­rra­fa–, cuan­do es­tá ins­pi­ra­do es un crack. Oja­lá los clu­bes de Pri­me­ra se de­jen de rom­per las pe­lo­tas y se lo lle­ven. Y oja­lá me que­de con Ban­field en Pri­me­ra”.

 

Sin ren­co­res

Que­dan ca­si tres me­ses pa­ra el de­but en el Aper­tu­ra 2001. Mu­chos se irán, otros se­gui­rán en el club, pe­ro la his­to­ria glo­rio­sa ya es­tá es­cri­ta pa­ra es­te Ban­field. La ale­gría pu­do más que los pe­que­ños ren­co­res. Y el per­dón por su­pues­tas trai­cio­nes es­ta­ba en ofer­ta en­tre can­ti­to y can­ti­to. Los ju­ga­do­res, uno a uno, le hi­cie­ron lu­gar en la fies­ta a Jor­ge Ba­lan­da, el de­fen­sor del Ta­la­dro –ex Quil­mes– que des­de ha­ce un tiem­po es­tá fue­ra del equi­po. En la se­ma­na, Ba­lan­da ase­gu­ró que “sen­ti­men­tal­men­te” que­ría que ga­na­ra el Cer­ve­ce­ro. Y por eso se acer­có en­tre lá­gri­mas a pe­dir­les per­dón a sus com­pa­ñe­ros. Pe­ro la res­pues­ta fue casi uná­ni­me: “No llo­rés Ne­gro, no seas bo­lu­do, por­que vos sos par­te de es­te triun­fo. Es­tá to­do bien y aho­ra to­dos te­ne­mos que fes­te­jar”

 

Imagen Un Clásico: la novia estuvo presente en la tribuna de Banfield.
Un Clásico: la novia estuvo presente en la tribuna de Banfield.
 

 

Una racha increíble

Los 23 partidos invictos no son un dato menor para la categoría. Y 22 de ellos fueron bajo la conducción de Mané Ponce. Otra cosa: durante el torneo había perdido y empatado con Quilmes. En la final, lo arrasó.

 

1          26/08/2000  Quilmes 0-3

2          03/09/2000  Nueva Chicago 6-1

3          09/09/2000  Ferro Carril Oeste 1-0

4          16/09/2000  Estudiantes 0-1

5          23/09/2000  El Porvenir 0-1

6          28/09/2000  Platense 1-0

7          07/10/2000  Libre             

8          14/10/2000  Central Córdoba 0-0

9          22/10/2000  All Boys 2-1

10       28/10/2000  Defensa y Justicia 1-0

11       05/11/2000  San Miguel 4-1

12       12/11/2000  Tigre 0-0

13       18/11/2000  Arsenal 2-0

14       25/11/2000  Quilmes 0-0

15       02/12/2000  Nueva Chicago 2-2

16       09/12/2000  Ferro Carril Oeste 1-1

17       17/12/2000  Estudiantes 2-2

18       17/02/2001  El Porvenir 1-0

19       24/02/2001  Platense 2-1

20       03/03/2001  Libre             

21       10/03/2001  Central Córdoba 3-1

22       17/03/2001  All Boys 4-0

23       26/03/2001  Defensa y Justicia 1-1

24       31/03/2001  San Miguel 5-2

25       07/04/2001  Tigre 1-0

26       14/04/2001  Arsenal 2-1

SI         22/04/2001  Instituto 2-2

SV       29/04/2001  Instituto 2-1

FI        12/05/2001  Quilmes 2-1

FV       20/05/2001  Quilmes 4-2

 

Banfield jugó 28 partidos, de los cuales ganó 17, empató 8 y perdió 3, con 51 goles a favor y 25 en contra.

 

Carlos Leeb fue el máximo goleador. Metió 16 de los 51 goles del campeón. Los siguen José Luis Sánchez (11), Forestello (7), Del Río (3), Adrián González, Mazzucco y San Martín (2 cada uno). Un gol convirtieron Castro, Fonseca, Giménez, Pavone y Sanguinetti. Hubo 3 goles en contra.

Imagen EL GATITO Leeb y la Virgen en el festejo del segundo gol. Forestello mira.
EL GATITO Leeb y la Virgen en el festejo del segundo gol. Forestello mira.

Sólo dos jugadores tuvieron asistencia perfecta: Leeb y Lucchetti, quienes jugaron los 28 partidos.

 

La temporada 96/97 fue la última vez que Banfield estuvo en Primera. Descendió junto con Huracán Corrientes, luego de 4 temporadas. El último partido lo jugó el 13 de agosto del 97 y perdió 1-0 ante Lanús.

 

Finales robadas en los jardines de Quilmes

“No lo puedo creer, papá, otra vez lo mismo, y ahora ¿qué hacemos?” La chica, rubia, joven, bonita, no podía contenerse mientras lloraba. Una señora mayor repetía: “Otra vez... Somos unos cagones”, vociferaba con las fuerzas que le permitían sus más de setenta años.

No hay vuelta, los hinchas cerveceros siguen con el grito de campeón atragantado cuando juegan una final. De hecho, en toda su historia disputaron ocho, y siempre perdieron. Con Argentino de Quilmes por el ascenso a Primera en el 38, con Ferro en el Nacional del 82, con Unión en un desempate por el descenso del Metro 82, con Lanús por la final del reducido en el 90 y las tres del año pasado con Huracán, Los Andes y Belgrano. 

Cuando faltaban pocos minutos para el final, la platea local se llenó de lágrimas. Algunos atinaron a aplaudir a Banfield pero otros no se bancaron el festejo ajeno. Y aparecieron los piedrazos contra la policía, que hacen dudar del futuro de Quilmes en las semifinales del Reducido (lo espera Nueva Chicago), ya que el Tribunal podría amonestarlo y, como está al límite, le podría caer una desafiliación provisoria que lo dejaría sin chance de ascender en esta instancia y lo obligaría a poner todas las fichas en la Promoción, cuando deba jugar otra final (los hinchas deben estar agarrándose la cabeza) contra el 17° o el 18° de Primera.

 

 

Textos de Martín de Rose y Diego Melconian (2001).

Estadísticas de Roby Glucksmann.