¡Habla memoria!

El número cinco

En el 2000, El Gráfico se detuvo en los volantes centrales, con sus obligaciones y exigencias, y lo fundamentales que fueron en la historia del fútbol argentino. Desde Rattín, Gallego y Batista hasta Simeone.

Por Redacción EG ·

11 de octubre de 2019

El puesto en el que más me gusta jugar es el de cinco. Porque yo de pibe jugaba de cinco. Es que por el medio de la cancha pasa todo el partido. Pero la verdad es que prefiero decir que juego de volante central, porque en la Argentina el cinco está identificado con el juego vistoso y yo no tengo esa vidriera, aunque nunca fui ni soy un picapiedras.” (Diego Simeone, marzo de 2000)

 

Imagen Diego Simeone
Diego Simeone
 

“El puesto de cinco lo aprendí cuando Menotti me llamó para la Selección y me dijo: ‘Usted tiene que jugar como Clodoaldo en el Brasil campeón de México ’70’. A partir de ese día traté de parecerme a él. César me hacía ver las películas de aquellos partidos de Brasil y me marcaba cómo jugaba Clodoaldo, cómo cubría, cómo se mandaba. En especial cómo hacía el relevo con Wilson Piazza, que fue lo que hicimos con Passarella durante el Mundial ’78”. (Américo Gallego, enero de 1980).

 

“Es el termómetro de un equipo”

En 20 años, dos opiniones distintas, pero unidas por el mismo cordón umbilical: el cinco en la espalda y también una forma particular de interpretar el juego. Más funcional Simeone, más especialista Gallego. Pero ambos hijos de un concepto muy arraigado en el fútbol rioplatense: el cinco histórico, referente del equipo y con algunos perfiles caudillescos.

Aquel que eternizó Néstor “Pipo” Rossi con la camiseta de River y de la Selección Nacional. También Antonio Rattín en la década del ’60. Sin dejar afuera, entre otros, a José Omar Pastoriza, Miguel Angel Raimondo, Roberto Telch, Reinaldo Merlo, Rubén Suñé. Y más cerca en el tiempo Sergio Batista, Leonardo Astrada, Gustavo Zapata, Alfredo Cascini, Fernando Redondo, Esteban Cambiasso, Matías Almeyda, Marcelo Gómez, Fernando Quiroz.

 

Imagen Reinaldo Merlo
Reinaldo Merlo
 

Unos con mayor recuperación defensiva, otros con más capacidad para armar y distribuir juego. Matices de la función, en definitiva. Pero la característica esencial del puesto quedó inalterable, casi como un registro de identidad del fútbol argentino.   

“Esta posición es la que define si un equipo es ofensivo o defensivo. Es el termómetro de un equipo. El cinco es nada menos que el jugador que se para en el medio de la cancha y debe mirar para adelante, para atrás, a la izquierda y a la derecha –dice Rattín–. Tiene que jugar y tener personalidad. También tiene que contar con voz de mando, decirle al lateral si éste no cierra, parar a la línea de cuatro, ordenar los movimientos. Acá hay buenos jugadores en ese puesto, como Serna y Astrada, éste último ahora está en Brasil; pero el que más me gustaba era el brasileño Dunga, un tipo de 34 años que manejaba a un equipo con muchos talentos. Para la Selección me quedo con Almeyda porque ha crecido mucho, es un patrón en la cancha y creo que en un año más va a ser desequilibrante. ¿Redondo? No tiene personalidad. El no es cinco, es enganche y no siente la marca. Puede quitar alguna pelota, pero si lo encarás, ¿quién le tiene miedo? En cambio, andá a llevarte por delante a Almeyda o Astrada a ver si te duele o no”.   

 

“Define un esquema de juego”

Rattín arrancó con una definición táctica: la posición del cinco para calificar la postura de un equipo. O conservadora o agresiva. Daniel Passarella, aun cuando era técnico de River, elogió a aquel  Raimondo, de gran trayectoria en Independiente, quien se incorporó al club en 1975 cuando La Banda logró el bicampeonato: “El fue quien nos acercó al pressing. Porque según dónde se ubicaba Raimondo, en campo propio o rival, toda la línea de fondo se paraba más arriba y metíamos a los adversarios en los últimos cuarenta metros de la cancha. Y el verdadero estratega de esa posibilidad táctica era Perico”.

 

Imagen Antonio Rattin
Antonio Rattin
 

Carlos Babington también resaltó la importancia de contar con un cinco reflexivo e inteligente: “Para el paladar del hincha argentino es imprescindible que el volante central sea un tipo con coraje, talento y criterio. Esta clase de jugadores reúnen el estilo de Néstor Rossi, Redondo, Quiroz y Marangoni, quienes se movían como enganches retrasados. Un equipo se nutre de las posiciones clave y el cinco lo es, porque define el esquema de juego, establece cómo hay que funcionar en determinados momentos del partido y, si hace falta, se pone el equipo al hombro. Ultimamente algunas tácticas han variado la función del cinco y hasta algunos juega sin él, utilizando dos volantes de contención, porque depende de la ideología de cada entrenador. En mi caso, siempre quiero jugar con un cinco que sea ofensivo, que camine para adelante y sepa manejar el orden atrás. Pero uno debe fijarse en lo que tiene. Y también es vital saber con qué compañeros cuenta el cinco. Con diez Maradona es imposible ganar todos los partidos”.

 

Imagen Raúl Cascini.
Raúl Cascini.
 

 

“No hay cincos de categoría”

En la lucha de estilos, Ricardo Bochini se queda con un cinco más clásico, de la línea de Gallego y Rubén Galván. Este último fue su compañero en Independiente durante los ’70: “No es que Redondo y Cambiasso no me gusten, pero no tienen tanto quite y sentido del equilibrio como Cascini. Además, Redondo no es un jugador que arriba te hace la diferencia”.

 

Imagen Americo Gallego
Americo Gallego
 

 ¿Entonces quiénes son los cinco que dejan un surco en campo rival? Habrá que meterse en el túnel del tiempo y recordar la llegada ofensiva de Claudio Marangoni, la ductilidad, el panorama y la riqueza técnica de los brasileños Dino Sani, Zito, Clodoaldo, Falcão, Alemão y Toninho Cerezo, la dinámica espectacular del holandés Frank Rijkaard y la enorme sabiduría del alemán Franz Beckenbauer. En la Argentina, en cambio, el perfil del cinco está mucho más emparentado con el equilibrio que con la búsqueda en ataque.   

Roberto Telch, figura histórica de San Lorenzo y un especialista de la función, es escéptico respecto a la aparición de nuevas individualidades de jerarquía: “Sacando a Cascini, Serna y el Chapa Zapata, de San Lorenzo, que por otra parte es quien más me gusta, no hay un cinco de categoría. Pero el puesto no perdió vigencia ni importancia. Yo creo que hay posiciones fundamentales en el fútbol: el arquero, el zaguero central, el cinco, el nueve y el diez. Esa es la base. Después, los demás, acompañan bien, regular, mal. Pero ojo que para andar bien de cinco se precisa mucho conocimiento del juego. Porque no alcanza con recuperar la pelota y después prestarla. Hay que darla lo más redonda posible. Y para recuperarla una de las cosas que aprendí fue a mirar a los ojos al tipo que venía con la pelota dominada. Ahí, en ese instante, adivinaba lo que iba a hacer y se la sacaba”.

 

Imagen Sergio Batista
Sergio Batista
 

Blas Giunta, una bandera del volante metedor, con mucho más fervor y espíritu combativo que juego, arremete con esta definición: “El cinco es el encargado de realizar el trabajo sucio. Pero hoy no puede quedarse sólo con eso. Tiene que ayudar a la defensa y al ataque, como hace Redondo; aunque lo más importante es la tarea defensiva, porque es una especie de estratega de la mitad de campo. Un diez no puede rendir si atrás no encuentra a un buen cinco. Y un cinco sin personalidad no existe. Tiene que hacerse sentir en la cancha. Con juego y con algo propio de los caudillos para gritar, mandar a presionar, recuperar las posiciones, acelerar. Si no tenés voz de mando no podés ser un cinco destacado”.

                     

“No alcanza con prestar la pelota”

La especialidad no tiene gran relevancia en Europa. Se la terminó de comer la reformulación táctica. Todos los volantes cumplen funciones similares. Van y vienen. Por los laterales y por el medio, sin atender las distintas características  técnicas y físicas. El más clásico por movimiento, corte y estilo es el holandés Edgard Davids, de la Juventus.

“Es que si el equipo juega con línea de tres –apunta Giunta– el cinco pasa a ser un volante más, casi igual al resto”. La experiencia la vivió y la sufrió Almeyda, en la Selección de Passarella. Argentina en el Mundial de Francia jugó con línea de tres y el volante de la Lazio pareció condenado a no superar la frontera del medio campo por sus obligaciones de colaborar con Ayala, Sensini y Chamot. Bajo esa circunstancia, el cinco pasa a ser un mero auxiliar de la defensa.

Lejos quedaron algunas clasificaciones: en Brasil a los cinco con identidad reconocida se los llamó “cabeça de área”. En la Argentina, “volante tapón”. Eran los tiempistas que tocaban y distribuían. Simples, ordenados, muy útiles, imprescindibles. A fines de los ’90 tuvieron que encontrar otros complementos: mayor agresividad, más presencia, para ser la primera estocada del pressing, y más compromiso colectivo.

“Ahora ya no sirve ni alcanza con tocar la pelota en forma lateral –sostiene Cascini–. Hay que buscar una pelota profunda y manejar la presión del equipo”. Rubén Suñé, emblema de Boca, explica: “Los cinco de ahora no son como los de antes que eran los técnicos dentro de la cancha. Hoy los pasan por arriba. Quizá porque en la actualidad  el medio es zona de tránsito y no tanto de elaboración. El mejor es Redondo. Es un crack. Acaricia la pelota, es prolijo y tiene una mano en la zurda. Es un verdadero especialista, como lo fueron Pastoriza, Raimondo, Telch y Orlando Medina”.      

 

Imagen Ruben Suñe
Ruben Suñe
 

Marca registrada del fútbol rioplatense, el cinco mantiene su influencia. La medida de esa influencia es una cuestión subjetiva. Mayor o menor, según la mirada. Lo que no admite dudas es que sigue conservando un espacio clave. Aun en la era del fútbol enamorado de la funcionalidad.  

 

EDUARDO VERONA (2000).

Notas: GERMAN HEIDEL

 

 

MARCAR, JUGAR, LLEGAR

Un cinco debe contar con tres atributos para destacarse: ubicación, buen manejo y agresividad mental. Es decir, una constante vocación ofensiva.

Su función en el equipo es esencial. Es parte de la columna vertebral de un conjunto, junto al dos y al nueve. Pero con una gran diferencia con las otras dos posiciones: en el medio campo es donde más tiempo está la pelota y donde se cocinan los partidos.

Yo me inclino más por los cinco armadores, tipo Redondo o Cambiasso, porque siempre elijo la creación y no la destrucción. Además es una posición que se ha modificado a través del tiempo. Hoy es más ofensiva. Un volante central no se tiene que limitar a marcar, sino que debe estar también cerca del área buscando el gol. Un claro ejemplo de talento que no es aprovechado es el de Redondo, quien tiene una categoría inmensa y cuando se lo propone rompe los libretos y es determinante. Pero parece un jugador conformista, que se autolimita y no toma la dimensión que podría alcanzar.

 

Imagen Fernando Redondo
Fernando Redondo
 

El cinco debe aprovechar el anonimato que le otorga en la teoría no ser un jugador de ataque. Se le hace más fácil llegar libre al arco contrario porque no es muy tenido en cuenta por los rivales. Pero su principal misión es la de proveer juego  siempre con la premisa de marcar, pero también de armar.     

El mejor volante central de la Argentina es Matías Almeyda. El era un jugador que se pasaba de vueltas corriendo, pero ha evolucionado muchísimo. Me encanta verlo jugar porque aprendió a hacerlo y se convirtió en un excelentísimo número cinco. Marca, juega, tiene gol y le sobra personalidad.

 

Por CLAUDIO MARANGONI.

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