¡Habla memoria!

La peor campaña en Primera División

Este triste récord lo ostenta Argentino de Quilmes, quien luego de ascender al ganarle la final a su eterno rival de barrio, jugó en 1939 en Primera consiguiendo sólo cuatro puntos y una diferencia de gol negativa de 113 goles.

Por Redacción EG ·

04 de octubre de 2019

No se pretende hacer apología de la burla ni hundir el bisturí en una herida que para muchos no es herida sino orgulloso recuerdo. Todo aquel futbolero que se precie podría aprobar sin dudar el test de conocimiento básico del fútbol casero. Que River es el que más títulos ganó en el profesionalismo, que Independiente es el Rey en América, que Racing fue el primer conjunto argentino en ganar la Intercontinental, que Arsenio Erico es el máximo artillero de la historia, que Boca conquistó el primer campeonato del profesionalismo. Papita pa' el loro. Así, jugueteando con los datos, surgió en la conversación futbolera la pregunta que dejó sin respuestas a los periodistas de la redacción: ¿cuál fue el peor equipo en la historia del profesionalismo argentino a través de sus 101 campeonatos disputados entre 1931 y 2002? Haciendo un vuelo rasante sobre la tabla histórica, la respuesta puede apuntar a distintas direcciones. Hay equipos que no sumaron ni un punto en su participación en la Primera División, con lo cual su eficiencia se reduciría a cero, pero ninguno de esos equipos superó los seis partidos jugados (ver recuadro). Si se computa, en cambio, una campaña más extensa, Argentino de Quilmes se lleva todos los boletos: estuvo una sola temporada en Primera División, en 1939, y perdió 30 de los 34 partidos que jugó, empatando los cuatro restantes. Obtuvo apenas el 5,88% de los puntos en juego y recibió 148 goles, que redondea un promedio de 4,35 goles por partido padecidos en el arco propio. Dos veces se comió ocho goles (ante Platense y Lanús) y otras siete le metieron siete. Quedó 11 puntos debajo del compañero en desgracia más cercano (Ferro) y con 14 menos que Talleres de Remedios de Escalada, el último del año anterior. Utilizó 47 jugadores y 5 arqueros en todo el campeonato. Descendió, lógicamente. Y nunca más volvió a estar en el máximo círculo del fútbol argentino.

 

MATE CON BIZCOCHITOS

En la década del 30, el deporte asistía a alumbra-miento de sus nuevas figuras. Jesse Owen, el atleta de oro, le daba una cachetada al nazismo en los Juegos Olímpicos de Berlín; Joe Luis aniquilaba rivales con sus puños de acero; Joe Di Maggio empezaba a escribir su leyenda de mítico beisbolista y la Selección de Italia, con Giuseppe Meazza a la cabeza, dominaba el planeta fútbol con sus dos conquistas mundiales. Mientras Chaplin deslumbraba con sus Tiempos Modernos, la Guerra Civil española dejaba un tendal de muertes y los militares argentinos estrenaban su papel de "golpistas". En sólo un año, 1938, se suicidaban dos figuras de la literatura argentina: Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni. Todo el país lloraba la muerte de Carlos Gardel, cuando Buenos Aires inauguraba el Obelisco y River, su estadio Monumental. La Segunda Guerra Mundial estaba a punto de bañar de sangre y dolor a millones de inocentes. El fútbol era una atracción que se expandía con la fuerza de una plaga. Mientras en el mundo se imponía la competencia entre las mejores selecciones (el Mundial), en Argentina las tribunas aparecían día a día más pobladas, marcando una tendencia que alcanzaría su punto culminante en las décadas del 40 y 50. Juan Carlos Zabala, Justo Suárez y Jeanette Campbell eran las caras más frecuentes en las tapa de El Gráfico, donde Borocotó garabateaba sus "Apiladas" y Chantecler inauguraba el sistema de calificaciones de los jugadores poniendo un número (del 1 al 10) sobre la foto del equipo. La luz del Gran Bernabé se iba apagando para dar paso a Arsenio Erico, que sería el máximo artillero en 1937, 38 y 39.

Imagen Argentino de Quilmes en 1900, un año después de su fundación. El primer club criollo.
Argentino de Quilmes en 1900, un año después de su fundación. El primer club criollo.

Para la temporada del año 1939, una novedad que daría muy buenos resultados se implementaría en el fútbol argentino: la incorporación de los clubes rosarinos, Newell's y Central. A los 17 participantes se le sumó el ganador del ascenso: Argentino de Quilmes, que venía de imponerse en la final de la segunda división a su rival más odiado, el de siempre, el muy británico Quilmes Athletic Club. El Club Atlético Argentino de Quilmes, tal su nombre de origen, había sido fundado el 1 de diciembre de 1899 por un grupo de estudiantes que estaban cansados de ser discriminados por los ingleses de Quilmes. Por ese motivo decidieron crear un club integrado por jugadores nativos de la ciudad para que se "destaque netamente su criollo linaje y se distinga del resto de los clubes de la League". Así, Argentino de Quilmes se ganó el apodo de "Los Criollos" y se transformó en el primer club verdaderamente argentino del fútbol que se practicaba en estas pampas, anterior a pesados como River, Racing o Boca, que nacerían en el nuevo siglo. Fue el primero en usar una camiseta celeste y blanca a listones, inclusive antes que la Selección, ratificando así su claro origen argentino. Y para completar la serie de usos y costumbres criollos, sus fundadores decidieron cambiar el hábito de agasajar a los clubes visitantes con té y masas como hacían los otros clubes al más puro estilo inglés, para ofrecer el viejo y querido mate cocido con bizcochitos. Allí nació el apodo de "El Mate", que perdura en la actualidad.

 

PARA LA HISTORIA

Hasta aquí, todo muy lindo y romántico. Lo que ocurrió en 1939, en cambio, que insinuaba ser una etapa gloriosa, terminó en debacle sin igual. Para empezar, Argentino debía cumplir una serie de requisitos que exigía la AFA para los equipos de Primera División: un mínimo de 3.000 socios y la remodelación del estadio. La asamblea de socios aceptó el desafío y se pusieron manos a la obra, con una conscripción de socios que debían costear la remodelación del estadio. Así, lograron juntar el dinero y le compraron a Argentinos Juniors los tablones de una de las tribunas de su estadio. El 23 de abril, con la disputa de la sexta fecha, inauguraron el flamante estadio de Alsina y Cevallos, en la Barranca, con capacidad para 28.000 espectadores, en el partido frente a Huracán. En la euforia de los preparativos para jugar en Primera, Argentino derrotó 6-2 a Boca. Fue una falsa señal, ya que Boca había alistado a varios suplentes. Además, casi todo el plantel del ascenso se desarmó apenas arrancó el campeonato: sólo 14 de los 28 jugadores de 1938 siguieron en el club, ya que la mayoría estaba a préstamo. "Hay que separar al Argentino que logró el ascenso del que jugó en Primera. El objetivo del club era ascender sí o sí, por eso trajo a muchos jugadores a préstamo. A mí me llevaron de Estudiantes y armamos un buen equipo, que jugaba lindo, con la pelota al piso", se esfuerza por recordar, en diálogo con El Gráfico, Saúl Ongaro, uno de los sobrevivientes de aquel equipo, con sus frescos 86 años. Ongaro era un centrehalf de personalidad, que dio el presente en el estreno de Argentino de Quilmes y luego volvió a La Plata para destacarse en Estudiantes, y más tarde en Racing y la Selección Nacional. "El equipo que ascendía tenía todo para perder -continúa Ongaro-, porque había poco tiempo para preparar el equipo, no había recursos para incorporar jugadores. Estoy seguro de que si seguíamos todos los que estuvimos en el ascenso nos hubiéramos mantenido varios años en Primera. Con el envión anímico que traíamos de ganarle la final a Quilmes, no nos paraba nadie, pero los dirigentes ya sabían que estábamos a préstamo y que se iban a quedar sin nosotros." Para el final, Ongaro descubre una pequeña bronca: "Yo me quería volver a Estudiantes porque Argentino estaba muy mal económicamente. Encima, la poca plata que había la tuvieron que usar para remodelar la cancha y no nos pagaron los 500 pesos que nos habían prometido por ascender. Yo tomaba clases de violín y con ese dinero pensaba comprarme uno. Pero no nos pagaron y me quedé sin violín. Ahí me enojé mucho y decidí irme, pero me quedé a jugar un solo partido para despedirme de la gente. Después me fui".

El primer punto, Argentino lo alcanzó en la octava fecha, ante Rosario Central: 1-1 en la Barranca. La campaña era tan mala, que después de la fecha 14, tras perder 7-1 con San Lorenzo, el diario La Nación publicó el siguiente comentario: "Detrás del humorismo un poco cruel que despierta la campaña de Argentino de Quilmes, existe un problema que cierta tendencia al espíritu alegre o mordaz impide que aparezca con toda su triste realidad.

 

Imagen La campaña del Mate de 1939.
La campaña del Mate de 1939.
 

Se trata de contemplar la situación de los equipos que ascienden a Primera División, en el sentido de impedir que desciendan al término de la campaña inmediata a la de su promoción. Ya el año pasado, Almagro realizó esfuerzos encomiables para no perder su puesto en el grupo superior, pero los sacrificios de sus directivos no tuvieron el premio que muchos esperaban. Ahora, el destino de Argentino de Quilmes parece que será idéntico al de aquel equipo, pues durante 14 fechas ha logrado sólo dos puntos, suma nada envidiable, si se piensa que Almagro descendió con 21 puntos, cifra que difícilmente pueda lograr ya la entidad del Sur". Según se cuenta en el libro Argentino de Quilmes -100 años de fútbol criollo, un delegado del club mandó una carta a la AFA pidiendo modificar el descenso para aquellos clubes que hubieran militado por primera vez en el profesionalismo. Y pedía, que recién cuando ocuparan por segunda vez el último puesto, descendieran. Un proyecto similar había presentado Almagro el año anterior. "Al principio, las goleadas casi ni las sentíamos, porque todavía nos duraba la alegría del ascenso. Pero a tercera vez que nos hicieron cinco ya nos cambió el humor. Con el tiempo nos fuimos acostumbrando y cada empate se festejaba como una hazaña. La gente dejó de ir a la cancha y recién volvió en los partidos finales, nadie se quería perder lo que podía ser la última oportunidad de ver al Mate en Primera", evoca hoy Juan Batle, de 84 años, socio vitalicio, que va a la cancha desde 1925. Aquellas presunciones se transformaron en cruda realidad: el Mate nunca más jugó en Primera. "El problema es que el equipo del ascenso se desarmó y quedó muy debilitado -sigue Batle-, nada que ver con el equipo aguerrido que ganó el ascenso. No conocíamos a ningún jugador de los equipos que enfrentábamos, porque no estábamos acostumbrados a ver partidos de Primera. A nuestros jugadores les pasaba lo mismo." Cuando se le pregunta a Batle qué siente al mirar la tabla histórica, no duda: "Una gran decepción. Te marca de por vida ser el peor equipo de la historia. Así como fue un orgullo estar en la máxima categoría, también fue algo horrible. A cualquier hincha que lleva el club en el corazón le debe pasar lo mismo". El resultado de aquella campaña fue un mazazo para el Mate: debió afrontar el campeonato de 1940 con una cuantiosa deuda y con el éxodo masivo de socios. "Esa debacle duró hasta 1945, año en el que se lograron en parte sanar las heridas sufridas deportiva e institucionalmente", se destaca en el libro centenario de Argentino.

El más criollo de todos los clubes hoy pasa sus días en la Primera "B" Metropolitana. Sus socios, sus dirigentes, sus seguidores más fieles guardan en un rinconcito de sus almas la ilusión de dar el zarpazo al fútbol grande para demostrar que aquello, apenas, fue un año de suerte perra. Igual, ¿quién les quita lo bailado?

 

 

Por Diego Borinsky y Tomás Ohanian (2002).

Fotos: Archivo El Gráfico.