¡Habla memoria!

1981. Simplemente ¡Borg!

El tenista sueco se quedó con el Masters de 1980, el cual se disputó en enero del año siguiente en Nueva York. Borg tuvo un excelente torneo, en la final venció a Ivan Lendl por 6/4 – 6/2 – 6/2.

Por Redacción EG ·

27 de agosto de 2019

Bjorn Borg. Uno frente a la máquina está tan impotente como McEnroe, Connors o Vilas. Ellos se sienten desprotegidos ante tanta perfección y uno se siente vacío de adjetivos, temeroso de volver a repetir historias mil veces contadas. Borg ha destruido cualquier capaddad de asombro. Dentro y fuera de la cancha. Hay que volver a recorrer un sendero que se ha convertido en la ruta obligada del tenis en los últimos cinco años. Es inútil tratar de encontrar adjetivos, sencillamente porque ya los ha consumido todos. Sólo hay que recordar algo sencillo y contundente: "es el mejor tenista de la historia. Vivimos en el apogeo de su fama y pretender verlo derrotado en uno de los gran-des torneos es una quimera que muy pocas veces se encuentra. Hay que tratar, entonces, de recordar con precisión cada una de sus hazañas. De cerrar los ojos y atesorar firme mente en la memoria cada instante de esta nueva victoria. Porque cuando la historia se convierte en leyenda, uno habrá sido de loe pocos elegidos que podrá contar, a la manera de los viejos cronistas de la época de la colonia, cómo un hombre pudo ganar cinco veces Wimbledon y cómo se internó en la nieve de Nueva York, en la propia cueva de sus enemigos, para arrebatarles dos veces seguidas el Masters. Borg nos regaló ese privilegio: ser sus congeneracionales. ¡Cuántas décadas deberán Pasar para que alguien se acerque a su fantástico record! Quizás nunca nadie lo logre. Por ello hay que contar detenidamente este triunfo. Para que cuando pasen los años uno pueda comenzar la narración ante los nietos absortos de esta manera: "Yo recuerdo cuando Borg en un invierno muy frío de 1981..."

 

Vilas - Clerc también es historia

Llegó a Nueva York para jugar el Masters, que injustamente siempre se desarrollaba en el mismo lugar, sobre la cancha rápida del Madison Square Garden. Era lo que a él menos le convenía y donde mejor jugaban sus rivales..." Así sería la historia, una historia que también incluye a dos argentinos y que habrá que ver si también alguna vez vuelve a repetirse. Porque por primera vez dos compatriotas llegaron al Masters y aunque pasaron por él sin ser protagonistas principales, marcan el mejor momento del tenis nacional en la historia.

Aunque cada uno lo haya hecho a su manera y con una producción que era la lógica: Vilas quinto y Clerc sexto, allí debían estar y estuvieron.

Imagen Frente a una multitud de periodistas. Brindando una conferencia de prensa.
Frente a una multitud de periodistas. Brindando una conferencia de prensa.

"Mi año se centró en la Copa Davis y no en el Masters. Entré de última y con mucho esfuerzo. Pero quería hacerlo porque muchos ya decían que Vilas estaba acabado. Con esto se dan cuenta de que sigo viviendo. Y estoy contento con lo que hice, porque jugué buen tenis, el mejor que logré desde la operación y sé que me faltó mayor concentración y una mentalidad ganadora. Pero eso sabía que no lo tenía..." El razonamiento de Vilas es correcto. Su tenis recobró potencia, profundidad y vigor. Aquí jugó muy por encima del nivel exhibido a través del '80, inclusive volvió a su viejo saque del '77 —haciéndolo exclusivamente con el brazo— y su servicio recobró la añorada potencia. El segundo set de su match con Connors fue excelente e hizo recordar sus mejores momentos. Pero luego perdió concentración y se dejó arrastrar hacia una simple derrota. Como si con haber llegado hasta el Masters colmara sus aspiraciones, sin pretender nada más. Pensando más en la temporada que comienza (hoy martes inicia el año jugando en Monterrey, México) que en lo que pasaba en el Masters. Ante Lendl también le faltó convicción en los puntos decisivos y su tradicional garra afloró ante Solomon para alcanzar al menos una victoria. Todo conformó una actuación discreta pero con la esperanza de que pronto su tenis y su mente vuelvan a reencontrarse y conformar una unión tan temible como lo fue antes.

Clerc, en cambio, pagó tributo a su noviciado: "Contra Borg estaba duro. Tenía miedo, para qué te lo voy a negar... Era el Masters, el Madison, jugaba ante Borg, me dolía la espalda y sentía las piernas rígidas. Me solté un poco con Mayer, pero igual seguía sin confianza. Tuve un set-point a favor y lo pegué con un miedo atroz. Sólo contra McEnroe jugué sin ataduras y le pegué con todo a la pelota. Él ya estaba eliminado y cansado del partido anterior con Borg; en el segundo set me di cuenta de que se quería ir lo más rápido posible... Pero es una victoria que me sirve para darme confianza. La experiencia fue muy valiosa. Ahora sé lo que es un Masters. El año próximo será distinto". Clero se vio superado por el acontecimiento, pero lo suyo fue creciendo a través de los partidos. Era insensato pensar que pudiera clasificarse en una zona donde estaban Borg y McEnroe y donde se agregó impensadamente Mayer. La experiencia está hecha y seguramente será aprovechada.

 

El rey no tiene corte

Sólo hay un príncipe heredero: John McEnroe. La corte está en pleno proceso de renovación y quienes llegan al palacio no parecen tener la misma estatura de sus predecesores. Connors, Vilas y Solomon, exponentes de la vieja generación, ya no pueden aspirar a la corona que alguna vez los dos primeros supieron conquistar. Mayer y Clerc deben transitar aún los grandes salones del palacio y aprender a vencer en ellos. Sólo Iván Lendl es capaz de convertir en trío al dúo que lucha por g poder. Pero entre aquellos hombres de 28 años y estos de 20 ha quedado una generación arrasada por la fiereza de Connors, la fortaleza de Vilas y la presencia única de Borg. Ese vacío se siente hoy más que nunca. La generación que hoy tendría 25 años no existe. Y quienes están llegando, salvo McEnroe, no cuentan con el nivel ni el carisma de quienes están pasando. Este Masters lo comprobó.

A veces los fixtures (como en el Mundialito Argentina-Alemania Federal) tienen esas cosas. En el segundo día, McEnroe ya estaba frente a Borg y con la obligación de ganar luego de su traspié ante Mayer. Allí realmente se decidió el Masters. McEnroe llegó a él con un molesto tirón en el muslo izquierdo que lo obligó a usar una muslera y le quitó movilidad. Eso en un jugador de ataque como él es una merma demasiado importante, sencillamente porque su traslación para llegar a la red se veía entorpecida y entonces debía volear más atrás que de costumbre y con ello los tiros perdieron su mortífera precisión debió quedarse más en el fondo de la cancha y arriesgar constantemente contra las líneas porque sabía que desde allí Borg era superior. Pese a ello dio la misma batalla de siempre. El score de 6-4, 6-7 y 7-6 a favor de Borg lo dice. Como también indica que Borg sumó una nueva arma a su arsenal: los progresos que muestra el sueco con su servicio desde hace un año aparecieron aquí en su plenitud. Ahora es capaz de sacar como el que más y hasta de subir a la red tras sacar muy abierto y potente sobre el primer cuadrado dejando sin ángulo de devolución al rival.

Imagen El sueco se consagraría en el Masters de 1980, disputado en enero de 1981.
El sueco se consagraría en el Masters de 1980, disputado en enero de 1981.

Ese progreso en su servicio le permitió a Borg dominar los tiebreak (donde el saque es fundamental) ante McEnroe. Porque el que perdió se debió a los dos puntos de penalización que sufrió por protestar un fallo a Mike Lugg, de Lincolnshire, Inglaterra. "Me asusté porque jamás vi así a Bgirn, pero tenía razón. Los jueces son un desastre", comentó luego McEnroe, para continuar así: "Perdí porque no lo pude presionar con el ataque como hago siempre y hubo dos razones: mi movilidad no era ideal y su saque no me permitía anticiparlo en la red". Allí estuvo el fundamento del triunfo. Al igual que la victoria ante un recuperado Connors en semifinales. Ahí Borg logró un porcentaje del 78 % de primeros servicios y 6 aces, contra ningún ace de Connors y el 72 % de primeros servicios.

Connors, que ya no tiene la potencia de antes, mostró sí que aún conserva su espíritu agresivo, su instinto asesino como lo definiera Arthur Ashe. Pero toda su reserva se fue en el éxito del segundo set. Cuando debió definir, Borg lo aplastó con su velocidad. En cambio Lendl tuvo un camino más sencillo. Inclusive eligió con quién jugar la semifinal, dejando el segundo set contra Connors y perdiendo ese partido que lo eximía de enfrentar al sueco en semifinales: "Me di cuenta enseguida de que no quería ganar. Me parece absurdo y una grave falta profesional. Esos chicos no comprenden que si quieren ganar, deben ganarles a todos. Qué importa si es en la semifinal o en la final. Porque igual si quiere ser campeón tendrá que imponerse a Borg..." Sabia reflexión de un veterano de cientos de batallas como Connors. Así, buscando vericuetos del camino, Lendl desembocó en el salón del rey.

 

Imagen Borg y su protesta en el partido frente a McEnroe.
Borg y su protesta en el partido frente a McEnroe.
 

Pero el rey siguió en su trono de eterna frialdad. Razonó con su lógica infalible y expuso su táctica: mantener a Lendl pegando de revés, para que no usara su letal drive y atacarlo pegando al medio para no darle ángulo a su passing-shot. A eso le adicionó un servicio impecable (5 aces y 1 doble falta contra 1 ace y 3 doble faltas de Lendl) para ir a tomar de la mano nuevamente a su vieja amiga, la gloria... El checoslovaco se quedó así sin poder usar su mejor tiro y cuando estuvo en posición de hacerlo, se desesperó tanto por definir con él que cometió errores impensados. Cuando quiso cambiar y atacar, ya que desde la base no podía hacer otra cosa que pegar reveses cruzados, se encontró con el mortífero passing-shot del sueco. Esto derrumbó su moral sin experiencia para estos grandes momentos. Luchó pero sabiendo que no tendría chance y terminó haciendo dos doble faltas seguidas en el penúltimo game. A él también le había llegado el momento de la destrucción sistemática e implacable. Aunque le quede el futuro por delante. Con 20 años es el único capaz de inquietar al rey y su príncipe y eso ya es mucho.

Yo vi a Borg alcanzar otra vez la gloria. Este es el relato. Tal cual lo escucharán mis nietos cuando deseen saber quién era ese sueco impenetrable que ganó cinco Wimbledon seguidos y dos Masters consecutivos. Seguro que el relato comenzará así: "Fue el mejor jugador de la historia del tenis…"

 

 

Por LUIS A. HERNANDEZ (1981).

Fotos: NORBERTO MOSTEIRIN.