¡Habla memoria!

1975. Miguel Nicolau: una indomable avalancha de amor propio

Ardizzone habla con aquel rubio de gesto áspero y generoso que se jugaba todas las ambiciones provincianas a trabar con el alma y que con indomesticable temperamento se ganó el corazón de Boca.

Por Redacción EG ·

14 de mayo de 2019

El atardecer del último viernes. Una casa elegante de la calle Cabrera al tres mil cien. Después, el pequeño salón amueblado con sobrio y fino buen gusto. La señora Nicolau y el torbellino rubio de Sebastián y Federico cabalgando en los sillones de cuero. Después, una mesa baja, dos tazas de café y toda la interminable estatura de ese gigante que está sentado frente a mí... ¿Cuánto tiempo que lo conozco, me digo? Como diez años. Desde aquella tercera con don Adolfo y la inolvidable y trasparente humanidad de Pepe Costanzo... Cuando los escasos veinte años del Chapa Suñé, del Tano Novello, de Rubén Sánchez, del Muñeco Madurga, de la primera Candela... Aquel pibe rubio del número cinco, aquel que ya despuntaba el vigor de su indomesticable temperamento, aquel del gesto áspero y generoso que se jugaba todas las ambiciones provincianas a trabar con toda el alma antes que la desconocida pretensión de una pisada o al atrevimiento de un caño burlón y descarado...

Imagen Cunde la alarma en la barrera. Su despliegue físico y su expresión agresivamente goleadora en el tiro libre. No sé si habrá ortodoxia, como dicen los entendidos, pero sí hay violencia y dirección. Que el mejor testimonio lo podrán aportar los padecimientos de la pelota y la incertidumbre de los arqueros. Nicolau nunca sentirá tibio. Siempre a toda caldera...
Cunde la alarma en la barrera. Su despliegue físico y su expresión agresivamente goleadora en el tiro libre. No sé si habrá ortodoxia, como dicen los entendidos, pero sí hay violencia y dirección. Que el mejor testimonio lo podrán aportar los padecimientos de la pelota y la incertidumbre de los arqueros. Nicolau nunca sentirá tibio. Siempre a toda caldera...

Y me digo que estoy aquí, en este acogedor salón de la calle Cabrera, por este tiempo nuevo que ahora está viviendo Nicolau. Pero también por conocerlo, por saber quién es, cómo es... Porque lo vi muchas veces a lo largo de estos diez años y, sin embargo, sé que nunca llegué realmente a identificarlo. Tal como se lo confieso ahora, para mí fue siempre un enigma, una personalidad inexpugnable... Lo advertí siempre como un tipo desconcertante, como si viviese permanentemente en guardia, no digo hostil, pero sí desconfiado, en ese estado de celosa prevención ante los demás como si temiese abrirse, mostrarse... Hasta ese exterior formal y cortés, excesivamente cortés, a tal punto que me desconcertaba con ese solemne tratamiento de señor que contribuía a establecer distancias, a fabricar barreras... O, por ejemplo, ese hábito de irse de la cancha a toda carrera no bien suena el silbato de los noventa sin juntarse con los compañeros de equipo y sin cambiar el tradicional saludo con los que ya dejaron de ser rivales...

Yo vine aquí porque quiero charlar de este Nicolau de la gran etapa, pero me importa también eso, todo eso del Nicolau que todavía no llegué a conocer...

"Mire, uno llega a la ciudad con la timidez del provinciano... Y por muchas cosas se hace desconfiado en todo, se mete adentro, ¿me entiende? Yo dejé Corral de Bustos y me vine aquí cuando había cumplido los diecinueve años... Y, como nos pasa a la mayoría, el comienzo fue duro... Vivir en una pensión, estar lejos de la casa, de los viejos... Porque le quiero decir que yo no vine a la ciudad a correr una aventura y a divertir-me... Vine a ganar plata, a formarme una posición porque, además, no sabía hacer otra cosa. Ni tenía estudios ni tampoco oficio... Y si llegué fue por mi amor propio, por mi voluntad... Sé lo que soy como jugador, que no soy fino con la pelota, que no soy hábil, pero sí siempre es-tuve bien seguro de lo que podía... ¿Sabe cuál era mi principal preocupación? No volver a mi pueblo derrotado, no presentarme ante mi padre con los brazos caídos... Me cuesta entregarme, claudicar... No sé si será un defecto, pero cuando digo sí es muy difícil que me hagan cambiar de opinión... Eso de que usted dice que me meto adentro, que me repliego, que parezco desconfiado, es cierto... Tengo algunos buenos amigos, aunque no muchos; pero para los que realmente quiero, soy de fierro... Además, han influido algunos hechos en mi vida para que piense así...

Imagen La foto corresponde a un Superclásico, fue tomada por Rodolfo Solari.
La foto corresponde a un Superclásico, fue tomada por Rodolfo Solari.

LA CÁRCEL DE GRECIA

Y era tal cual yo lo presentía... Recién ahora Nicolau comienza a ablandarse en la charla, comienza a abrirse con alguna sinceridad... Sin ninguna duda ese Nicolau de la cancha es un personaje aparte, es autónomo, independiente del otro... Allí, durante noventa minutos, entrega generosamente todo lo que es capaz de dar su inquebrantable temperamento, su millonario cargamento de amor propio... Estoy convencido de que lo lastima, lo hiere esa condición de ser el villano de la película porque pone fuerte, porque no siente pudor en reventarla para arriba y bien lejos, pero su exagerado orgullo lo fortalece para no meterse ni ablandarse en la actitud resignada... Por eso presiente con avidez la revancha, el desquite... Por eso se equivoca en un penal, como en la tarde de Racing, y exige tirar el otro, aunque corra el riesgo... Por eso le grita el penal convertido a la tribuna de San Lorenzo, para devolverle los silbidos y los cantos burlones cada vez que se juntaba con la pelota... Por eso no es muy amigo de mostrarse ante la lisonja y el aplauso... Entonces concluyen los noventa Y se sumerge apresuradamente en el túnel, para pasar a ser el otro Nicolau. El de la frase bien administrada. El del gesto glacial. El de la actitud respetuosamente medida...

El de la respuesta más o menos convencional.

Imagen Gol de penal de Nicolau a Independiente, un clásico jugado el 29 de abril de 1974. El partrido finalizaría 1 a 0 para el Xeneize.
Gol de penal de Nicolau a Independiente, un clásico jugado el 29 de abril de 1974. El partrido finalizaría 1 a 0 para el Xeneize.

"Además, han influido muchas cosas en mi vida del fútbol" —me dijo—. Y siguió abriéndose en el relato... "Mire, usted no puede imaginarse lo que significó Grecia en mi vida? Me han tratado bien, como a un señor, pero en fútbol, para mí fue una muy dolorosa experiencia... Fueron como veinte años de cárcel... Porque apenas si jugué unos pocos partidos... Después, la fractura, la operación en Austria, la recuperación... Créame que andaba mal, muy mal de ánimo y de todo... Hasta creí que no jugaría más al fútbol. Las críticas del periodismo, hasta oír reír a la tribuna, ¿se da cuenta? Sí, reírse, que debe ser lo peor que le puede pasar a un jugador... Fueron veinte meses muy tristes en mi vida... A tal punto que sólo me quedé por el dinero que me faltaba cobrar... Cobrar la plata del contrato y volver, no sabía si a jugar, pero volver con los míos, intentar rehabilitarme conmigo mismo, que eso era lo que necesitaba... Por suerte, Boca me dio la oportunidad y ahí estoy... Y muy bien. He comprado campos en mi pueblo, voy todas las semanas a visitar a los viejos y a mis suegros... Pero todas esas cosas dejan la marca en uno, lo hacen pensar de otra manera... Mire, yo no saludo a los contrarios porque no los quiero, pero llegué a la conclusión de que es un gesto convencional... Que se hace porque sí, al menos para mí... No lo siento, por eso no lo hago, ¿me entiende? Por eso me voy al túnel apenas toca el pito... Si pierdo no tengo el ánimo para ser cordial, y si gano pienso que el contrario tampoco lo tendrá para aceptar mi saludo con sinceridad... Para mí, el fútbol está hecho así... O te gano yo o me ganás vos... No insulto ni hablo en la cancha, salvo con mis compañeros, de la misma manera que no admito que me hablen o me insulten a mí... Le digo más... Me encuentro con jugadores de otro club en una rueda y la comparto, pero no frecuento la amistad porque me propongo no frecuentarla... Nunca asumí posiciones para quedar bien o para cosechar demagógicamente simpatías... Prefiero ser sincero conmigo mismo o volcar todo lo mejor que tengo para mi familia y para esos pocos amigos que tengo, y en la vida del plantel, donde también tengo buenos afectos..."

Imagen El otro Nicolau. Cuando esconde la pasión y se torna reflexivo. Cuando le cuesta entregarse como en la cancha...
El otro Nicolau. Cuando esconde la pasión y se torna reflexivo. Cuando le cuesta entregarse como en la cancha...

ESTA ÚLTIMA GRAN ETAPA...

Y después de escuchar toda la sinceridad de esos argumentos, más le encuentro explicación a esta última etapa de Nicolau. Porque estoy convencido de que los personajes como él siempre la esperan... Es el estímulo del amor propio que nunca claudica, que nunca se somete, que siempre está buscando el derecho a la reivindicación..."

"Yo sé lo que soy como jugador, pero sé también lo que puedo" —me había dicho antes... Y ocurre que de "eso que puede" está firmemente convencido... "Yo me divertía mirando a ese Boca del toque, de la pelota que pasa alegremente antes de llegar al gol, pero ¿para qué lo voy a engañar? Este de ahora también me gusta. O en una de esas, más, porque tiene lucha, tiene más presencia, más temperamento... ¿Usted me preguntaba si éste era el mejor momento mío? Sí, puede ser... Pero, ¿sabe por qué? Porque tengo la tranquilidad de saber que el puesto es mío... Que no dependo de un partido o de dos... Entonces ando más sereno, más seguro, me animo a salir jugando, a meter un pelotazo de cuarenta metros tratando de asegurarla... Pero, ya le dije, no arriesgo más de lo que sé y hasta donde puedo... El puesto de último es más cómodo que el de volante, pero sé que ahí atrás no puedo arriesgar ni equivocarme... Entonces, cuando la tengo que reventar ni lo pienso. Le doy y se acabó... En ese trance el amor propio no juega. Al contrario, aunque me critiquen o me griten que la reviento... De eso hace tiempo que estoy curado... Además, ahora se achica un poco más en el medio y eso me favorece... En cambio, antes el fútbol que practicaban los volantes de Boca yéndose los tres al gol, provocaban un contraataque después de cada ataque. Yo tengo mis ideas en este asunto, que realmente me apasiona... Voy a seguir la carrera de técnico, y entonces veremos... No piense que no me gustan los jugadores hábiles como Angel Rojas, como Potente, como Alonso, como Marcelo, como cualquiera de esos... Por ahí le digo que los admiro, pero me gustan también los del estilo de Morete, por darle un ejemplo..."

AHORA, HASTA EL RECONOCIMIENTO DE LA TRIBUNA...

Cuando me fui de la casa de la calle Cabrera ya no escuché aquel solemne y formal señor a que me había habituado Nicolau. Ya se habían superado las barreras de su des-confianza, de sus prevenciones para abrirse, para mostrarse en los repliegues de su personalidad... Ahora llegué a explicarme a este gigante en este villano rubio, alto y sin bigotes. No sé si a justificarlo, pero sí a descifrar el enigma. Ahora sé por qué gana. Porque llega a ser el Nicolau que él mismo elaboró, en el que siempre creyó. Ese que se siente capaz de tirar un penal que decide un resultado aunque falten veinte segundos para el final. Es ante ese tipo de responsabilidades cuando uno aprende a identificarlo. Frente a esa crueldad penal con que acomete el riesgo... Frente a la pelota dividida en la que se jugara todo el resto de su improstituible orgullo. Frente a esa necesidad de ir al cruce para impedir un desborde con toda la potencia y la vehemencia de su falta de pudor para reventarla contra el cemento de los palcos... Frente a ese tiro libre que intimida a la barrera. Frente a ese desborde de vigor, a esa convicción para ir arriba en las dos áreas... Y algunas veces hasta para sacarla jugando hasta con el lujo de la zurda...

Imagen Miguel Nicolau jugó en boca desde 1963 hasta 1973 en su primera etapa, luego tuvo una segunda entre 1974 y 1975. Consiguió tres títulos con la azul y oro.
Miguel Nicolau jugó en boca desde 1963 hasta 1973 en su primera etapa, luego tuvo una segunda entre 1974 y 1975. Consiguió tres títulos con la azul y oro.

"¿Sabe cuándo se rieron, allá en Grecia?... Cuando después de la operación reaparecí como volante frente al Ajax... ¿Sabe lo que fue? Sin distancia, sin fútbol, la veía pasar... El técnico quiso ponerme me terminó de matar... De eso no me voy a olvidar nunca..."

Y estoy pensando en el orgullo de Nicolau, en aquella humillación. En esa amarga alternativa por dejar el fútbol, por abandonarlo todo, por hacerse aún más desconfiado, más replegado, menos abierto... Sólo el gigante rubio no pudo domesticar su amor propio. Ahí está su vida, los cimientos de toda su personalidad...

"Yo sé lo que soy como jugador, pero también estoy convencido de lo que puedo..." Y los tipos como Nicolau siempre pueden... Les duele acusar un fracaso; como cuando apenas había cumplido los diecinueve años... "Nunca me hubiese presentado ante mi padre con los brazos caídos..." Ahí está toda la explicación del enigma que no es ningún enigma... Este tiempo nuevo de Nicolau es de su exclusiva propiedad, lo estaba esperando desde siempre, aunque allá en la cárcel de Grecia haya vacilado... Al cabo se ganó este ruidoso desquite, hasta para entrar en el afecto de la tribuna de Boca…

 

Por OSVALDO ARDIZZONE (1975)