Atletismo

Germán Chiaraviglio con los pies en la tierra

Parece una contradicción, pero no lo es: el mejor garrochista argentino en lo que va del siglo XXI superó sus crisis emocionales y, a los 29 años, llega a sus segundos Juegos Olímpicos con mucha tranquilidad. “Estar entre los 16 mejores sería un éxito”, asegura.

Por Redacción EG ·

22 de agosto de 2016
Imagen En Beijing 2008, Germán no pudo superar los 5,30 metros. Tendrá revancha en Río.
En Beijing 2008, Germán no pudo superar los 5,30 metros. Tendrá revancha en Río.
Capítulo 1: Volar
“Siempre me interesó eso de volar…”. Desde el comienzo de la humanidad, el hombre quiso volar. No es el momento ni el lugar para repasar este vínculo, pero esta relación de amor y fantasía, de suelo y realidad, tuvo, tiene y tendrá mil y un capítulos escritos. Este es uno de ellos. Uno más. Quizás más simple, tal vez más terrenal, pero al fin de cuentas se trata de una historia donde el hombre disfruta, aunque sea un poquito de tiempo, del placer de volar. Claro, con el condimento de tratarse de una disciplina deportiva, pero dejémonos llevar y volemos.

Germán era un chico de 6 años que veía cómo su papá, Guillermo, entrenaba a distintos atletas. Los que corrían, los que saltaban, los que agarraban una jabalina o un disco y tiraban lejos los implementos. Tenía para elegir un menú de opciones atléticas a su disposición. Pero no dudó: “Siempre me interesó la fase vuelo. De chico, veía a los atletas de mi viejo y les pedía que me tiraran desde cuatro metros y pico. Y yo, con 6 años, me tiraba y lo disfrutaba mucho”.

Han pasado 23 años desde aquel llamado de la memoria. Germán tiene apellido, y un apellido muy destacado: Chiaraviglio. Se dio el gusto de volar de una manera especial: con una garrocha como aliada para estar más cerca del cielo. Y de a poco fue acercándose, hasta estar entre los más destacados garrochistas del mundo. Ese grupo de hombres que tal vez, como nuestro Germán, de niños también soñaron con volar y, de grandes, con ser como un tal Sergei Bubka.

Capítulo 2: Sentir
A los 16 años, y ya hecho un señorito en el mundo de la garrocha, el éxito deportivo le golpeó la puerta a Germán. Fue en Sherbrooke, Canadá, cuando se consagró campeón mundial juvenil. En un país donde el atletismo cuenta con varios próceres pero está lejos de tener tradición (y mucho menos popularidad), el apellido Chiaraviglio empezó a hacerse fuerte. La proyección era clara: si fue campeón mundial juvenil, se podía esperar mucho de este larguirucho santafesino nacido el 16 de abril de 1987 en la capital provincial.

Sin embargo, pasó lo que tantas veces pasa en la vida, y mucho más en el deporte. Germán comenzó a mezclar buenos resultados con algunas decepciones, y estas últimas tuvieron más peso en momentos cruciales de su carrera. “En mi carrera, por lesiones o por otras cuestiones, tuve bajones anímicos –explica–. No alcanzaba el nivel que pretendía y eso me jugaba en contra”.

Tres factores aparecen en escena: saltar, sentir y pensar. En Germán, este trío juega casi a la par. Es un gran deportista, se lo nota pensante y de excelente léxico (algo que se le marca en la entrevista y agradece), y se lo nota intenso en su mundo interior. Tanto que, al hablar de esos altibajos, reflexiona: “Es difícil identificar un solo factor y decir que con un elemento en particular me trabo. Seguramente hay una conjunción de cosas”.

Para un atleta, lo físico es un factor clave, por eso cuenta: “Llevo dos años sin dolores, sin lesiones graves, y ese no es un dato menor”. Pero inmediatamente aporta un elemento también fundamental: “Con Roque Ríos, mi entrenador, le encontramos la vuelta para tener elementos que me den seguridad y confianza a la hora de saltar. ¿Cómo se cuantifica eso? No lo sé...”.

Imagen En acción, durante 2015. Ese año ganó la medalla de plata en los Juegos Panamericanos.
En acción, durante 2015. Ese año ganó la medalla de plata en los Juegos Panamericanos.
Capítulo 3: Pensar
No es un preconcepto, es una realidad: históricamente, la mayoría de los deportistas se centraban en exceso en su actividad. Y al hacerlo, de manera inevitable, caían en el error de priorizar la parte física respecto de la mental. En los últimos tiempos, esta proporción fue cambiando y los márgenes se fueron achicando, pero igualmente se mantiene el eslogan invertido: el cuerpo domina la mente.

Germán Chiaraviglio rompe ese molde. Cada letra que sale de su boca tiene un sentido y parece haber sido masticada con cuidado por su paladar intelectual. Cada paso rumbo a la valla, garrocha en mano, es meditado varias veces y parece formar parte de un ajedrez en el que cada jugada está elaborada con tiempo, donde cada movida forma parte de un plan. “El entrenamiento mental es tan importante como la técnica y el físico. Me ayudó mucho para tener herramientas y salir adelante”, dice con una convicción asombrosa.

Cuando Germán sufrió esa crisis de confianza, comenzó un proceso mental para volver a ser Chiaraviglio. “Tuve que volver a las fuentes, a recuperar las cosas que me hacían sentir bien, a las características mías del salto”, comenta. Inmediatamente, da pie para adentrarse en su estilo, en las formas y los modos, en su ADN humano y atlético. “Siempre fui un saltador que le dio más importancia a los aspectos técnicos; y descuidé un poco las cuestiones físicas. Ahora me centré en la recuperación de esa condición física. Desde el principio de 2015 me siento mejor y pude manejar esos factores de confianza con un adecuado entrenamiento psicológico. Nunca dejé de trabajar. Siempre seguí de manera continua”.

La charla entra en el terreno de pregunta y respuesta. El momento lo amerita. Germán cambia el tono y muestra su costado más reflexivo dentro de una personalidad reflexiva por naturaleza.

–Para un atleta, es mecánico trabajar la parte técnica y la parte física. Pero ¿cómo trabajás el entrenamiento psicológico? ¿Cómo lo trasladás a la pista?
–Se utilizan herramientas para sentirte confiado en los entrenamientos y en las competencias. Algo clave es no luchar o renegar contra el pasado. A mí me fue bien de chico, era muy positivo eso cuando era chico, pero no es bueno una comparación constante. Podés ser mejor, peor o igual, y hay que aceptarlo. La comparación nunca es constructiva.

–¿Aquel título en el Mundial Juvenil te pudo haber perjudicado de alguna manera? Aunque suene ilógico, ¿podrías haber llegado más lejos sin ese primer puesto?
–Es un interesante planteo. Sinceramente, me lo pregunté muchas veces y creo que fue bueno y malo a la vez, aunque en la balanza aparece más lo positivo que lo negativo. Que me haya ido bien de chico, que me haya acostumbrado a ganar, me hizo entrar en una realidad que no es la habitual. No siempre se gana. Se pierde más de lo que se gana. Y cuando me llegó el golpe de no ganar, de entender que no era siempre así, me costó mucho.

–En tu cabeza ¿cómo funciona ese recuerdo? ¿Cómo rescatás lo positivo?
–En los momentos más bajos, rescaté lo bueno de ese pasado. Me decía a mí mismo: “Si ya lo hice, puedo volver a hacerlo. Yo puedo”. Uno piensa siempre que le gustaría volver a ese nivel, que no es algo nuevo. Resulta un buen mecanismo de motivación. Un ejercicio interesante que tratamos de hacer es ponerle foco a los objetivos cortos o a mediano plazo. Eso hace no poner todo el foco en los Juegos, y estar más calmado en mi nivel de expectativas. No me desboqué pensando en agosto. Lo importante es el proceso.

–Es interesante tu manera de pensar, en un ambiente donde el psicólogo y el psicólogo deportivo todavía no están del todo bien vistos y aceptados.
–La psicología es fundamental. Charlo mucho con mi psicólogo deportivo, él me cuenta teorías. Mi vida tiene que ver con el deporte o el deporte con mi vida, como quieras entender. En mi caso, se mezcla mucho.

Imagen Su mejor marca es 5,75 metros. Su idea es lograr un salto parecido en Río, aunque no será fácil.
Su mejor marca es 5,75 metros. Su idea es lograr un salto parecido en Río, aunque no será fácil.
Capítulo 4: Soñar
Volar. Sentir. Pensar. Y soñar. Germán Chiaraviglio llegará con viento a favor a los Juegos de Río: “En el 2015 recibí un envión muy fuerte, no solo porque tuve buenos resultados, sino también por lo anímico. Recuperé una motivación que había perdido. En febrero de este año, por ejemplo, me fue muy bien justamente en Río”. Se refiere a los 5,50 metros que saltó en el torneo de exhibición Súper Salto Río 2016, al aire libre. “Para la época, fue una muy buena marca”, explica. No se trató de un salto aislado, ya que unas semanas antes había alcanzado 5,60 metros en una competencia bajo techo en Glasgow (Escocia), igualando su récord nacional en pista cubierta, que había fijado hace casi una década (10 de febrero de 2007) en Donetsk. Son buenos registros que se sumaron a su clasificación a los Juegos: logró 5,70 metros el 12 de junio pasado, cuando se quedó con la medalla de oro del Campeonato Sudamericano de Lima.

El gran interrogante llega: los sueños para Río. Germán baja a tierra: “Me encantaría ir y disfrutar. No pude estar en Londres, así que serán mis segundos Juegos, aunque no consecutivos. Espero estar a la altura como atleta. Los Juegos de Río me llegan en mi mejor momento”.

Más allá de la mente, en algún momento hay que hablar de números, que en su caso se miden en metros y centímetros para superar una valla. “No me gusta hablar de altura. Yo quiero entrar en la final y estar entre los 16 mejores. Si eso ocurre, sería un éxito”. Se le recuerda su gran noveno puesto en la Diamond Leguae 2015 y acota: “Si ocurre algo así, de quedar entre los diez, estaría recontracontento. Me preparé para eso”.

A Germán Chiaraviglio le gusta volar. Y le gusta sentir. Y pensar. Y soñar. Así, con todo eso en su maleta, se prepara para dar en Río unos de los saltos más importantes de su vida.

Por Carlos Beer / Fotos: Manuel Testi

Nota publicada en la edición de agosto de 2016 de El Gráfico