Memoria emotiva

JOSÉ LUIS CUCIUFFO, EL CORDOBÉS DEL PECHO INFLADO

El 11 de diciembre de 2004 un absurdo accidente acabó con la vida de José Luis Cuciuffo, uno de los campeones mundiales del 86. Un pozo, una camioneta y una carabina, confabulados por el destino para consumar la desgracia.

Por Redacción EG ·

11 de diciembre de 2021

“Un tipo positivo, siempre con un chiste, siempre con su risa contagiosa...”. Son varios los testimonios que recuerdan a José Luis Cuciuffo con esa característica. Pero a todos les agarra cierta melancolía al rememorar la imagen de aquel campeón del mundo de 1986. Es que este 11 de diciembre se cumplen 10 años del fallecimiento de Cuchu, y el tiempo no logra borrar las lágrimas al recordarlo. Pero son lágrimas y risas, debido a que al instante llega a la memoria su gran sentido del humor, una marca registrada de aquel defensor que hizo historia en los 80. “Ya diez años... Se me pone la piel de gallina...”, recordaba José Luis Brown. El Tata, como varios compañeros de aquella Selección, no lo puedía creer.

Imagen CAMPEON MUNDIAL. José Luis Cuciuffo estuvo en 5 de los 7 partidos de la Argentina en México 86.
CAMPEON MUNDIAL. José Luis Cuciuffo estuvo en 5 de los 7 partidos de la Argentina en México 86.

Ya pasaron casi dos décadas de aquel sábado 11 de diciembre de 2004. El día del accidente. Así lo definió la policía de la zona. Cuchu había ido a cazar a Bahía San Blas, a unos 80 kilómetros de Carmen de Patagones, en el sur de la provincia de Buenos Aires. La caza era una de sus grandes pasiones y la compartía con amigos... Cerca de las 19.30 se produjo ese fatal y absurdo accidente. Estaba junto a su amigo Oscar Alberto Beltramo en el campo “El Lucero”. Viajaban en una Chevrolet Blazer rumbo al coto de caza, y mientras el ex Boca conducía por un terreno rural, pisó una vizcachera que movió el vehículo de forma brusca y en ese momento la carabina calibre 22, que estaba apoyada en el piso entre los dos asientos delanteros, con el caño hacia arriba, perdió estabilidad y, “maldita”, se disparó. El gran marcador que había logrado dar vuelta la decisión primaria de Carlos Bilardo en 1986 luchó hasta donde pudo por su vida. Pero esa bala que dio en su abdomen fue letal. Luchó, claro, porque él fue un luchador. Herido de gravedad, con el hígado destruido y con la bala alojada en la aorta, fue trasladado a la sala de primeros auxilios de Bahía San Blas. Las crónicas de esa época explican que se trató de compensarlo ante la gran cantidad de sangre perdida. Y mientras era trasladado al Hospital Pedro Ecay, a 100 kilómetros de donde se había producido el accidente, el Cuchu falleció.

La noticia conmovió al mundo futbolístico. a muchos amigos y compañeros se les hizo difícil comprender que aquel tipo que era “un maestro como persona”, como lo recuerda Héctor Enrique en diálogo con El Gráfico, se fue. “Podemos estar hablando un día de Cuchu, porque era un muchacho espectacular en todo sentido, gran compañero, positivo al cien por ciento. Era la alegría del fútbol, siempre lo decíamos. Tenía esas salidas cordobesas tan lindas... Tengo un recuerdo fenomenal, era un compañero bárbaro", recordaba el Tata Brown, el autor del primer gol de Argentina ante Alemania en aquella final en el estadio Azteca. Un gol llegó luego de una falta que justamente le hicieron a Cuciuffo.

Imagen EN VELEZ alcanzó el nivel que lo llevó al Mundial de México.
EN VELEZ alcanzó el nivel que lo llevó al Mundial de México.

Un luchador


No le fue fácil llegar a Cuchu a jugar la final de la Copa del Mundo. A fuerza de perseverancia, sacrificio y ganas de ser futbolista, se fue haciendo un nombre desde la calle Pinzón en barrio San Martín. Se inició en el humilde Huracán de barrio La France, en la ciudad de Córdoba. Eran los finales de los 70. Se destacaba en la Liga Cordobesa, pero hubo un partido donde la rompió. En el barrio del elenco “luminoso” todos lo recuerdan. Ante Talleres, fue la figura en un triunfo por 4 a 0. Ni lerdos, ni perezosos, los Matadores lo adquirieron y al tiempo se fue a Chaco For Ever. No pasó desapercibido en el conjunto litoraleño disputando el Nacional de 1980. Volvió a Talleres ya consolidado. En el certamen de 1981, tuvo grandes partidos en la defensa albiazul y llegó a ser noticia también por sus dotes de atajador, ya que en dos partidos (Newell`s y Guaraní Antonio Franco) fue al arco ante la expulsión de su arquero, Oscar Quiroga y Héctor Baley, respectivamente. En la “T” jugó 43 partidos, marcó un gol y fue dirigido por Angel Amadeo Labruna. Cuando Cuchu estaba apareciendo, Daniel Valencia ya era campeón del mundo e ídolo de la “T”, y lo recordaba así: “Era un jugador de los que ya no hay. Inteligente y con mucha calidad para jugar en cualquier parte de la defensa. Aunque no era alto, se las arreglaba, era muy tiempista. Siempre estará presente en todos aquellos que queremos el fútbol. Se nos fue muy joven”.

Tanto en barrio La France como en barrio Jardín es recordado con mucho respeto. “Para Huracán es un hito, es el jugador que más lejos llegó. Le dejó al club una obra grande, el predio, la pileta... Era un tipo humilde, de sus amigos, de la familia, del barrio. Nunca se la creyó, siempre fue sencillo, afable, nunca desconoció sus orígenes. Es nuestro gran orgullo”, contó Jorge Martínez, reconocido periodista cordobés de radio Mitre y Canal Doce, pero sobre todo fanático del Huracán cordobés.

En el centenario de Talleres, Cuciuffo fue nombrado con mucho respecto en el acto de celebración, sin importar que se retiró del fútbol profesional con la camiseta de Belgrano.

Quienes recuerdan a Cuciuffo lo hacen entre risas. Era un tipo que tenía una picardía en todo momento. Pero él también fue motivo de bromas por parte de la revista Humor, cuando los editores se sintieron atraídos por la fonética de su apellido y comenzaron a pedirlo a la Selección. El humor y Cuciuffo siempre fueron sinónimos. “Era un muchacho que hacía bromas todo el tiempo, alegre, muy divertido”, recordó, con su voz pausada, Ricardo Bochini.

En 1982 llegó a Vélez, donde estuvo siete temporadas, y se destacó como marcador central. Jugó 185 partidos con la casaca velezana y marcó ocho goles. Cuchu se desempeñó en todos los puestos de la defensa. En el Fortín tuvo un altísimo nivel. Y eso lo llevó a Carlos Bilardo a convocarlo para formar parte de la Selección que disputó el Mundial 86.

Cuciuffo llegó a tierras mexicanas como una alternativa. Nadie lo consideraba dentro de la alineación titular. Pero sus amigos recuerdan que siempre fue perseverante. Y el Mundial no fue la excepción. Cuentan que cuando era un adolescente y sus compinches salían los sábados por la noche al baile, él se quedaba en su casa de la calle Pinzón. Lo gastaban, pero Cuchu les decía que quería cuidarse, quería ser futbolista profesional. Tenía un objetivo... Y ese profesionalismo lo llevó a formar parte de la lista de 22 convocados. Sin embargo, no se quedó con eso. En el debut ante Corea del Sur no estuvo entre los titulares. Tampoco en la segunda fecha frente a los italianos. No obstante, apareció entre los once en el triunfo 2-0 ante Bulgaria y asistió a Jorge Valdano en la apertura del marcador; y no dejó más el puesto. Fue de menor a mayor y terminó jugando cinco de los siete encuentros mundialistas del campeón. Ante los germanos, hizo un gran partido, subiendo por derecha y complicándole la vida a los mediocampistas rivales. Un stopper aguerrido, con fortaleza, rápido, que sabía anticiparse a las jugadas.

Cuando regresó de México como campeón del mundo, en Córdoba lo esperaron como a un verdadero héroe. Barrio San Martín, barrio La France eran una fiesta. Claudio Beridían, amigo personal de Cuchu, emocionado, recordó: “Nos agolpamos cerca de su casa paterna y había una cola de más de una cuadra y media para recibirlo con todos los honores. Y él tenía la misma simpleza y humildad con toda la gente del barrio. Nunca la careteó, no se la creyó. Era un tipazo. Era buena gente”. Y ese “era buena gente” se transforma en un eco infinito, ya que es la frase primaria que utilizan al recordarlo.

“Era muy bueno e hizo un gran Mundial. Nos entendimos muy bien. Después nos enfrentamos en los clásicos River-Boca y había pica, pero quedaba en la cancha. Nunca mala intención. Una persona espectacular”, rememoraba el Negro Enrique. A propósito, en 1987 Cuciuffo dejó Vélez para sumarse al Xeneize. En Boca militó tres temporadas, y obtuvo dos títulos: Supercopa y Recopa Sudamericana. En Boca también se destacó por su fortaleza física en la defensa y por sus “huevos” para enfrentar distintas situaciones; y como lo había hecho en sus inicios en Talleres, en el auriazul también fue al arco. Las crónicas recuerdan que fue frente a Gremio de Porto Alegre por la desaparecida Supercopa. Hugo Orlando Gatti se lesionó cuando restaban seis minutos para la finalización del partido, y ya no había más cambios. Cuchu no dudó en ponerse el buzo de arquero y mantuvo el cero en su arco y en la Bombonera pudieron celebrar el 1-0. Cuciuffo volvió a demostrar que tenía dotes de arquero. Es que él era un todoterreno, siempre al servicio del equipo... para lo que fuera.

En Boca dejó un grato recuerdo. Como esa imagen de él elevado en el aire un 6 de septiembre de 1989, cuando de cabeza le ganó a todos los defensores de River y convirtió el único gol del Superclásico. Hizo 6 goles en 115 partidos con la casaca boquense, donde su último partido fue el 21 de marzo de 1990 ante Unión. Luego emigró al fútbol europeo. ¿Destino? Francia. Tres años en el club Nimes Olympique, donde jugó 94 partidos y convirtió ocho goles.

Algunos lo llamaban “el cordobés de pecho inflado”, por su forma de pararse. Y era un gran defensor de su provincia. Tal es así, que un día se enojó con el ex árbitro y columnista deportivo Guillermo Nimo. Este lo había criticado por TV, y Cuchu fue a buscarlo. “Le metió el pecho, estaba muy enojado. `A mí no me ningunea diciendo que soy del interior`, decía enojado”, recuerda Beridian.

En 1993 Cuciuffo retornó, no sólo a su país, sino también a su ciudad. Volvió a Córdoba para darse un gusto: vestir la camiseta de Belgrano. Jugó 14 partidos y convirtió dos goles. ¡Vaya si los gritó! No pudo disfrutar mucho tiempo de vestir la celeste, debido a que una operación de meniscos lo alejó del fútbol profesional. Allí comenzó a dedicarse a la caza –su otra pasión–, los asados con amigos y los picados.

Imagen CON BOCA ganó dos títulos internacionales.
CON BOCA ganó dos títulos internacionales.

“Siempre lo recordaremos”

El velorio, a cajón cerrado, fue el 12 de diciembre en el barrio cordobés del Cerro de Las Rosas, ante una multitud que quiso despedir al campeón del mundo. Hasta Bilardo estuvo presente, quien exclamó: “Nadie sale del asombro. Se pierde a alguien querido por todos. Era una excelente persona y así, siempre lo recordaremos”. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio Parque Azul, camino a Alta Gracia, bajo el sentido cántico: “¡Dale, campeooooón... Dale, campeooooooón!”; y un cerrado y emotivo aplauso sin fin. José Luis Cuciuffo tenía 43 años, había nacido el 1 de febrero de 1961.

En todos los estadios de fútbol hubo un respetuoso minuto de silencio. En los noticieros durante algunos días se habló de la causa, pero rápidamente la investigación concluyó que fue un accidente. Un triste y trágico accidente.

Al momento de su fallecimiento Cuciuffo se desempeñaba como técnico del equipo 24 de Setiembre de Arroyito. Además, era propietario de la escuela de fútbol Potreros de Claret; y administraba un bar de su propiedad, en el barrio San Martín. Le gustaba estar en su bar, donde compartía muchos cafés con amigos. Fue un notable defensor. Un tipazo. Un noble y querido amigo, y gran padre.

El 11 de diciembre de 2004 se fue uno de los 43 argentinos campeones del mundo, pero el recuerdo, a pesar del dolor que genera, está intacto. Y está intacto con una sonrisa, con una broma, porque Cuciuffo tenía la risa campeona del mundo.

Por Marcos Villalobo. Fotos: Archivo El Gráfico          

Nota publicada en la edición de diciembre de 2014 de El Gráfico